27 de febrero de 2009

La salud y la vida en la moralidad cristiana

Orlando Javier tiene tres años de edad y tiene SIDA. A su corta edad habla de Dios como si fuera un adulto, todos los que lo escuchan quedan fascinados. Su historial familiar es algo trágico pero a pesar de todo Orlandito es súper feliz pues como él dice Dios está con él en todo momento. Su salud ha ido deteriorando a pasos gigantescos. Los médicos comenzaron a administrarle la droga Zidovudina conocida como AZT, la misma le dio algún resultado pero por muy poco tiempo. Orlandito y sus familiares (y amistades) parecen estar perdiendo la batalla. Los doctores quieren comenzar a utilizar un medicamento que está en fase experimental, según ellos puede que de mejores resultados aunque no lo garantizan del todo. Claro, que habrá ciertos riesgos o efectos secundarios y la familia no sabe qué hacer. La verdad la esperanza se está evaporando con una gota de agua en el desierto a cientos de grados. ¿Qué realmente es lo mejor para Orlandito?

Como cristianos (y católicos) nos preguntaremos cual es lo más apropiado a realizar en casos como el antes mencionado. ¿Qué realmente es lo mejor para Orlandito en esta trágica situación? ¿Cuán agresivo debe ser el tratamiento para un sufriente bebé de tres años? Como en cualquier toma de decisiones sobre la salud en un familiar siempre surgen distintas opiniones. Como diría mi abuelito; “unos tiran pa’quí y otros pa’lla.” No es mi intención de brindar una “receta” de soluciones más bien exponer lo que la tradición católica nos enseña concerniente a la salud y la vida humana. Para esto he de hacer uso de Catecismo de la Iglesia Católica y otros documentos en los cuales el Magisterio del Iglesia guía en este particular. Nos hemos de enfocar en las enseñanzas acerca la preservación de la vida, las convicciones acerca asesinato directo (eutanasia, aborto etc.) e indirecto y algunos criterios a utilizar sobre el uso o no uso de tratamientos médicos.

Cuando hablamos de la moralidad referente a la salud y la vida tenemos que hacernos algunas preguntas como las siguientes. ¿Qué responsabilidades tenemos para el cuidado de la salud nuestra y la de nuestros seres queridos (familiares, etc.)? ¿Qué responsabilidades tenemos con aquellos que se nos han confiados (pacientes) a nuestro cuidado si somos profesionales de la salud? Estas preguntas y cualquier otra que surja en el transcurso nos han de servir de base para la reflexión en este tema. Tenemos que tener muy en cuenta que la Iglesia y su Magisterio (Papa y Obispos) nos enseñan que la vida es sagrada y que merece un gran respeto. El CIC # 2288 nos deja saber cuan importante y valiosa son la vida y la salud; “la vida y la salud física son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien común.”

Hay dos cosas que no podemos dejar de pasar por alto. Primero la actitud y la prontitud para actuar referente a la salud y vida familiares cercanos. Cuando hacemos esto practicamos lo que se llama “teología de la creación.” Porque de esta forma afirmamos no solo de palabra sino de hechos que la vida es sagrada y que es un regalo de amor del Creador. Esta afirmación (teología de la creación) se aplica a todo lo que Dios ha creado en especial con la vida humana. Recordemos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y que nuestra existencia en este mundo debe estar solamente en manos del Creador. Desde el inicio hasta el final de nuestra jornada la vida es sagrada. Si esto es cierto, la decisión(es) que los familiares del pequeño Orlandito deben tomar sobre el tratamiento médico debe estar basada en la fe y la convicción de que la vida humana es sagrada, especialmente cuando es una vida tan frágil como la este pequeño niño (leer CIC # 2276 al 2279). En segundo plano hay que tener en cuenta que la tradición católica no nos sugiere que haya que tomar todas las medidas para prolongar la vida. ¿Cómo hemos de entender esto? La vida es sagrada, pero han de haber ocasiones donde otros valores y bienes surgen o pasan a ser más importante que preservar o prologar la vida. Esta es la razón porque podemos venerar los mártires (de ellos el más notable Jesús) que dan su vida mejor que traicionar la fe. De igual forma, les rendimos honor a los héroes (militares y civiles) que han dado su vida por el servicio a su nación al proteger personas inocentes y hasta sus camaradas.

Como mencionamos anteriormente, la vida es sagrada pero hay otras cosas pueden tener prioridad sobre la conservación de la vida. Hay ocasiones donde hay que “dejar ir” a ese ser querido porque el tratamiento le ocasionaría más dolor o incomodidad de la mejoría que le pudiera causar. Veamos lo que nos dice el # 2278 del CIC; “La interrupción de tratamientos médicos onerosos (costosos), peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el ‘encarnizamiento terapéutico’. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.”

¿Qué nos dice y enseña la Iglesia sobre muerte directa o indirecta? Teniendo en cuenta que la vida es sacra, tratare de explicar un poco sobre la pregunta planteada. La Iglesia Católica siempre ha sido muy clara referente a la eutanasia, el suicidio, el suicidio asistido y el aborto. Como explica el # 2277 del CIC estos son moralmente inaceptables por atentar contra el don de la vida de una u otra forma. Somos administradores (guardianes) no dueños de la vida(s) que el mismo Dios nos ha confiado (leer CIC # 2280 al 2283). El Papa Juan Pablo II en su Carta Encíclica Evangelium Vitae (Evangelio de la vida) no recalca la inmoralidad de estos hechos; “Cada ser humano inocente es absolutamente igual a todos los demás en el derecho a la vida. Esta igualdad es la base de toda auténtica relación social que, para ser verdadera, debe fundamentarse sobre la verdad y la justicia, reconociendo y tutelando a cada hombre y a cada mujer como persona y no como una cosa de la que se puede disponer. Ante la norma moral que prohíbe la eliminación directa de un ser humano inocente no hay privilegios ni excepciones para nadie. No hay ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los miserables de la tierra: ante las exigencias morales somos todos absolutamente iguales.”

La muerte indirecta por su parte es “otro cantar.” Hay situaciones en la que se tiene un efecto primario o directo (el cual se tiene por bueno) y otro efecto secundario o indirecto (que lamentablemente es negativa y el cual debe ser evitado a toda costa). Siempre y cuando la intención directa sea la que se esté buscando como un efecto bueno, siempre que el efecto bueno no produjera por el efecto lamentable, siempre que hay una razón suficiente buena para realizar tal acción en primer lugar, entonces este tipo de acción será justificada. En situaciones como la entes mencionada si hay si pérdida humana la Iglesia llama esta como muerte indirecta. Expondré un ejemplo para explicar la misma. Como se menciono antes la eutanasia directa está mal. Hay situaciones donde remover o quitar algún tratamiento médico porque este le causa más angustia y sufrimiento que curar o aliviar al enfermo en otras palabras ya no resulta beneficioso. Muchas veces este tipo de acción puede crear la muerte a la persona enferma. El primer efecto que se buscaba era el que ese familiar enfermo no sufriera más (efecto bueno como tal) pero este crea un efecto secundario (la muerte indirecta) que bajo ninguna circunstancia se estaba buscando. Este tipo de acción es permitido por la ley moral.

¿Cuáles son las convicciones católicas en cuanto al uso o no uso de tratamientos médicos? La tradición católica no ofrece una “fórmula mágica” en cuanto al uso de tratamientos médicos se refiere. Si nos sugiere unas pautas básicas y define lo que es un tratamiento ordinario y extraordinario. Por tratamiento ordinario se debe entender como “todo medicamento, tratamiento y operación (cirugía) que se puede obtener a un razonable costo y ofrece una razonable esperanza de beneficio y las cuales se pueden obtener sin excesivo dolor o inconveniente. Ordinario por su parte se refiere a “todo medicamento, tratamiento y operación (cirugía) que no se puede obtener o usar sin un costo excesivo, que cause dolor o otros inconvenientes y los cuales no ofrecen una razonable esperanza y beneficios” (El Deber de Preservar la Vida [The Duty to Preserve Life] Estudios Teológicos, Vol. 12, 1950, p. 550). Hay que entender dos puntos que se nos presentan aquí (ya sea por intervención ordinario o extraordinaria) ya sea éticamente obligatoria o no. Primero, hay que ver si ofrece razonable esperanza o beneficio al paciente. Segundo, puede ser utilizado sin un excesivo costo, dolor y/o sin cargas pesadas. Lo bueno de esta enseñanza es que provee algunos criterios que son útiles para todo tipo de situación. Al igual que los criterios pueden ser flexibles y aplicables a distintas situaciones o casos. Ejemplo de esto lo puede ser el caso de un tratamiento de quimioterapia en algunos casos puede ser beneficioso (como el caso de mi padre) pero para otros casos ofrecer más molestias que alivios. Cada caso debe ser juzgado por separado ya sea por el mismo paciente o por los familiares.

La vida es preciosa y sagrada es por eso que debemos hacer todo lo posible por mantenernos saludables. Cuando la salud física se ve afectada hay que realizar todo lo humanamente y razonable para cuidar la salud ya sea en lo personal o de algún ser querido. No podemos olvidar que como cristianos es nuestro deber el orar y pedirle a Dios por los enfermos. Más aun en la medida que sea posible debemos envolvernos en ministerios de enfermos de una forma u otra. Pidamos al Espíritu Santo que sea el médico de nuestro cuerpo que es templo de ese mismo espíritu sin olvidar la salud de nuestra alma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias por el hermoso texto!! :D buenisimo!! desde argentina!! un abrazo. eva

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