En estos tiempos en los medios de publicidad y de “marketing” (mercadeo) se nos presenta la felicidad temporera y efímera como si fuera “la última Coca-Cola del desierto”. La sociedad y en particular los medios de comunicaciones nos quieren hacer ver “por boca y nariz” que la propuesta de la felicidad que nos da Dios en su Divina Revelación es algo absurdo y por lo tanto nos va a acarrear más problemas que algo bueno.
Una de las cosas que nos ayudan a descubrir estos objetivos es el conocer cuáles son los dones del Espíritu Santo que la corresponde a cada una de las bienaventuranzas. Estos dones a su vez nos ayudan a perfeccionar ciertas virtudes que van a ser cruciales a la misma vez que buscamos a creer crecer con las bienaventuranzas.
Dos cosas mencioné en la introducción que quería demostrar su repercusión e importancia. Estas son la transcendencia y alcance de la Bienaventuranzas en todas las circunstancias de la vida cristiana. La segunda era explicar lo que es un examen de conciencia y cuan beneficioso es para la vida espiritual.
La búsqueda de la felicidad, de la dicha, de la bienaventuranza es tan antigua o más que el origen de la misma Revelación Divina. La felicidad ha estado en ADN no solo humano, sino que también en el ADN emocional y espiritual, o sea en lo más profundo e íntimo de nuestro ser.
Es por eso que este escrito quiere ser un examen de nuestra vida cristiana basándose en las Bienaventuranzas. Claro está con preguntas y respuestas. Es de vital importancia hacer preguntas, pero más relevante se torna nuestra vida cristiana cuando tenemos las respuestas correctas a nuestras preguntas.
Ya en términos más generales hay algunas preguntas (o similares a esas) que debemos realizar.
¿Cuán importante son las bienaventuranzas en nuestro diario vivir?
¿Cómo podemos poner en práctica las Bienaventuranzas?
¿Cómo estas podrían ayudarnos tanto en lo personal como en lo comunitario a crecer tanto como personas y con mayor razón como cristianos?
Las Sagradas Escrituras (AT & NT) nos pueden dar pistas y la misma vez nos ponen en ruta a las Bienaventuranzas.
Veamos algunos de estos textos bíblicos.
“Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la seda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor”(Sal. 1,1-2). Este además de ser el primer salmo del salterio es también el primer salmo de lo que se conoce como los salmos de sabiduría.[1]
“Quien considera atentamente la ley perfecta de la libertad y persevera en ella -no como quien la oye y luego se olvida, sino como quien la pone por obra- ése será bienaventurado al llevarla a la práctica” (Stgo. 1,25).
“Dichoso el que es perdonado de la culpa, y le ha sido cubierto su pecado. Dichoso el hombre a quien el Señor no le imputa delito y en cuyo espíritu no hay dolo” (Sal. 32,1-2).
“Bienaventurado el hombre que encuentra la sabiduría, y el hombre que alcanza la prudencia, pues adquirirla vale más que negociar con plata, y sus ganancias son mejores que las del oro fino” (Prov. 3,13-14).
“Bienaventurado el hombre que soporta con paciencia la adversidad, porque, una vez probado, recibirá como corona la vida que Dios prometió a los que le aman” (Stgo. 1,12).
Como ya nos hemos percatado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se nos van dando signos y símbolos de esa dicha y felicidad que tanto (pasado, presente y futuro) anhelamos. Esa felicidad solo se puede lograr cuando somos libres. Aquí es crucial entender que la libertad siempre (aquí siempre significa SIEMPRE) debe actuar para el bien.
Cuando abusamos de esa libertad que nos da Dios entramos en lo que se llama libertinaje. En realidad, cuando decimos Dios respeta mi libertad a lo que referimos es a que Dios respeta nuestro “libre albedrío” la cual es la opción de elegir entre hacer el bien o el mal. Recalcando lo que se dijo en la introducción el libertinaje solo nos ha de llevar a la esclavitud.
Sobre esto nos habla el hijo de Santa Mónica: “La presunción del espíritu representa el orgullo y la soberbia. Se dice vulgarmente que los soberbios tienen un espíritu grande y con toda propiedad, porque el espíritu se llama viento. ¿Quién ignora que a los soberbios se les llama inflados como si estuvieran llenos de viento? Por lo cual, aquí se entienden por pobres de espíritu los humildes que temen a Dios, esto es, los que no tienen espíritu que hincha” (De Sermone Domini, 1,1; San Agustín de Hipona, Padre y Doctor de la Iglesia).
El ya fenecido Papa Benedicto XVI lo expresa de la siguiente manera: “El Evangelio presenta el primer gran discurso que el Señor dirige a la gente, en lo alto de las suaves colinas que rodean el lago de Galilea. ‘Al ver Jesús la multitud -escribe san Mateo-, subió al monte: se sentó y se acercaron sus discípulos; y, tomando la palabra, les enseñaba’ (Mt 5, 1-2). Jesús, el nuevo Moisés, se sienta en la ‘cátedra’ del monte” (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 92).
Estas citas bíblicas y de santos y doctores de la Iglesia no tienen la finalidad de adornar este escrito reflexivo sobre las Bienaventuranzas. Por el contrario, quieren demostrar como la Iglesia a través de los siglos de su histórica existencia considera como ya había dicho en la introducción la carta magna de toda la Revelación Divina.
La Palabra de Dios (la escrita y la no escrita conocida como Tradición Apostólica) siempre nos debe llevar a el cambio de vida, o sea la conversión. No importa si apenas llevamos uno o dos años o si llevásemos 20 o 40 más años de bautizados. La conversión es imprescindible para los que llevamos más y para los que llevan menos. Esa conversión o cambio de vida debe ser el primer compromiso que debemos asumir todos los cristianos.
Santísima Virgen María Madre Bienaventurada por tu infalible amor por tu Hijo el Verbo Encarnado y por tu maternal ternura por todos los bautizados ora e intercede por nosotros.
Espíritu Santo Paráclito obra con tu gracia, con tus dones y carismas en todos los bautizados y de esta forma la Iglesia siga siendo Sacramento y Signo de Salvación para todos los hombres en especial aquellos de buena voluntad.
Para su beneficio les dejo los enlaces de las parte anteriores de esta reflexión de cómo hacer un examen de conciencia con las bienaventuranzas.
Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Introducción)
Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Los Pobres de Espíritu – Parte 1)
Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Los Mansos – Parte 2)
Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Los que lloran – Parte 3)
Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Hambre y Sed de Justicia – Parte 4)
Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Los Misericordiosos – Parte 5)
Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Los limpio de corazón – Parte 6)
Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Los que trabajan por la Paz - Parte 7)
[1] Los Salmos de Sabiduría son 1, 15, 37, 73, 91, 112, 119 y el 128.
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