La
palabra anawim es quizás una de la menos conocida en toda en
la terminología bíblica de nuestra fe cristiana. Este término anawim proviene
del hebreo cuyo significado es los Pobres
del Señor. Esta palabra además de pobre puede
ser traducida como los humildes del Señor.
Personalmente
desde que vi escrita esta palabra anawim
en un libro de teología de mi abuelo (quien desde la década del 60 fue
predicador laico) y el me explico su significado quede fascinado y todavía sigo
encantado de esta gran palabra.
¿Quiénes
fueron los Anawim en la
Biblia? El Antiguo Testamento usa el sustantivo
singular 'ani’ o 'anaw’ para nombrar al pobre. Anawim
viene a ser el plural de estos sustantivos antes indicados.
Los
anawim fueron los pobres en
cosas materiales, los marginados, los desamparados, y así podríamos continuar
la lista. Los pastores quienes estaban
en este grupo de pobres eran también considerados como anawim.
Estos no sabían leer y al no saber leer no podían estar en las sinagogas
para estudiar la Toráh (la ley y los profetas) y por ende no podían entrar al Templo
de Jerusalén para realizar la liturgia (sacrificios). Esta situación añadía un enorme peso al
trauma psicológico de no tener esperanzas de ser partes de las promesas hechas
por Dios a su Pueblo Elegido.
La
definición de este concepto va más allá de estas descripciones antes
mencionadas. Los profetas (Antiguo & Nuevo Testamentos)
suelen ser considerados como anawim. Más aun fueron los profetas los que comenzaron
a darle un sentido teológico a la pobreza.
Sobre
estos el Papa Francisco nos ha dicho que “si se quita la pobreza del
Evangelio no se puede entender el mensaje de Jesús” (Homilía de la Misa
Santa Marta Junio 16, 2015; Fuente: http://es.radiovaticana.va).
También
se consideran anawim a todos aquellos que eran considerados como justos y que
esperaban fervorosamente la llegada del Mesías.
Justos aquí se refiere a aquellos que vivían en santidad y que eran
temerosos de Dios. O sea que cumplían la
ley no solo como mera ley sino por amor y fidelidad al mismo Dios. Entre estos podemos encontrar a Simeón y a
Ana (ver Lc. 2, 22-40).
Podríamos
decir que es Jesús quien amplía y le da pleno sentido al concepto teológico de
esta palabra anawim (ver Lc.
1, 53; Mt. 5, 3). Con Jesús y desde
Jesús el ser un(a) anawim entra en un
plano más espiritual.
San
Lucas nos presenta a Zacarías e Isabel de los cuales nace Juan el
Bautista. En firma similar Lucas nos
muestra a María la Madre del Mesías. José
quien asumió la responsabilidad de ser padre adoptivo de Jesús es presentado
por San Mateo. Estos fueron sin duda
alguna fueron parte los anawim incluyendo a Juan el Bautista y Jesús quien es
el Anawim por excelencia.
El
Salmo 22 nos muestra ese cuadro pintado en el interior del salmista que sin duda
alguna retrata a Jesucristo que se compadece constantemente de su pueblo
anawim. “Alaben al Señor sus
servidores, todo el linaje de Jacob lo aclame, toda la raza de Israel lo tema; porque
no ha despreciado ni ha desdeñado al pobre en su miseria, no le ha vuelto la
cara y a sus invocaciones le hizo caso. Para
ti mi alabanza en la asamblea, mis votos cumpliré ante su vista. Los pobres comerán hasta saciarse, alabarán a
Dios los que lo buscan: ¡vivan sus corazones para siempre!” (Sal. 22[21],
24-27).
Toda
la Palabra de Dios (Tradición Apostólica & Palabra Escrita [=Biblia]) en
especial el Antiguo Testamento como ya he dicho otras veces hay que entenderlo
desde el Pacto o Alianza que el Señor hizo con sus Anawim (Antigua & Nueva
Alianza). Comprendiendo esto es fácil deducir
que todo el Antiguo Testamento orienta todas sus sendas y rutas hacia Cristo Jesús.
Cristo
estando con los suyos, sus familiares, sus parientes y sus allegados en Nazaret
se auto-revela al proclamar su misión como el cumplimiento de la “descripción
del empleo” (en inglés seria el “job description”)
expresada por el profeta Isaías (ver Is.
61, 1-6). “Llegó a Nazaret, donde se
había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre. Se puso de
pie para hacer la lectura, y le pasaron el rollo del profeta Isaías. Jesús
desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba escrito: ‘El Espíritu
del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas noticias a los
pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van
a ver, para poner en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del
Señor.’ Jesús entonces enrolló el
libro, lo devolvió al ayudante y se sentó, mientras todos los presentes tenían
los ojos fijos en él. Y empezó a
decirles: ‘Hoy se cumplen estas palabras proféticas y a ustedes les llegan
noticias de ello’” (Lc. 4, 16-21, énfasis añadido). Yo les recomiendo que lean este capítulo 4 de
San Lucas desde el versículo 14 al 30. Así
tendrán todo el marco contextual de este evento del Nuevo Testamento.
El
evangelio nos atestigua como Jesús vivió la pobreza durante su ministerio: “Entonces
se le acercó un maestro de la Ley y le dijo: ‘Maestro, te seguiré adondequiera
que vayas.’ Jesús le contestó: ‘Los
zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni
siquiera tiene dónde recostar la cabeza’” (Mt. 8, 19-20, énfasis añadido). Este estilo de vida será un sello distintivo
que seguirá tan real hasta nuestros propios días.
Los
discípulos y los Apóstoles quienes eran de cuna humilde eran casi en su
totalidad considerados como anawim también.
Hubo muchos anawim quienes desde el anonimato siguieron a Jesús y hasta
dieron la máxima prueba de testimonio (martirio) fidedigno al dar sus vidas por
la fe en Jesús de Nazaret.
San
Pablo siguiendo las huellas de los profetas y en especial las del mismo Jesús que
defendían y hacían todo lo posible para ayudar y socorrer a los más necesitados
le da lección de la verdadera caridad fraterna que se demuestra asistiendo a
los más necesitados. Este exhorta y
anima a los Corintios a que continúen con la colecta que ellos habían comenzado
a recaudar por su propia cuenta para asistir a los cristianos en Judea y Jerusalén
de una hambruna que pasaron en el año 48 d.C. (ver 2Cor. 8, 1-15; Hch. 11, 28).
En
esa homilía que previamente mencione del Papa Francisco, este decía que es una
injusticia el querer tildar de comunista a un obispo, presbítero (a.k.a.
sacerdote), religiosa o cristiano porque hable de pobreza y motivar a socorrer
a los más necesitados. Nos decía el
Santo Padre que “la pobreza está precisamente en el centro del Evangelio. Y
si quitáramos la pobreza del Evangelio, no se comprendería nada del mensaje de
Jesús” (Homilía de la Misa Santa Marta Junio 16, 2015; Fuente:
http://es.radiovaticana.va).
La
Iglesia desde los tiempos apostólicos ha sido el (en sentido figurado) “Ángel
Guardián de los pobres”. Siempre ha
velado, socorrido y custodiado a los más necesitados y marginados que muchas
veces por la misma sociedad ha descartado.
Desde
antes del Concilio Vaticano II el Papa León XIII Carta Encíclica Rerum
Novarum (latín para las cosas nuevas o de los cambios políticos)
donde se enfatiza la situación deprimente por los cuales pasaban los obreros en
Europa. Esto es una realidad que ya se vivía
desde antes del tiempo de Don Bosco.
La
Rerum Novarum fue el “primer gol” que anoto la Iglesia en nuestros tiempos para
comenzar a desarrollar lo que hoy en día llamamos la Doctrina Social de la
Iglesia. Que precisamente busca que hay
un equilibrio en cuanto a Justicia Social se refieren donde lamentablemente todavía
son los pobres y marginados los que sufren las más fuertes y duras
consecuencias.
Esta
misma línea de pensamiento teológico que un día Pablo y los Apóstoles comenzaron
a desarrollar la sigue la Iglesia y su Magisterio buscando que esta sea una
realidad tangible en especial en aquellas áreas donde otros grupos que se dicen
llamar filantrópicos no pueden o no quieren llegar.
Hoy
en estos tiempos donde la palabra pobreza
(y todas las que de una u otra forma se relacionan a esta) parece dar “reacciones
alérgicas a la mente y el corazón” de los hombres; los cristianos estamos
llamados poner remedios espirituales (oración, vida sacramental, vida eclesial
donde el amor, la caridad fraterna y la solidaridad moldeen sus sendas y más oración)
para curar esa “epidemia alérgica” que está campeando en la sociedad y
que los medios de comunicaciones seculares exponen y postulan todos los síntomas
para que cada vez esta parezca más u más incurable.
Hoy
con todo el tumulto que estamos viviendo a nivel mundial sería muy aconsejable mirar
y seguir el ejemplo de la Virgen María la Madre de Nuestro Salvador y Redentor.
Ella, “la Anawim que el Señor
se escogió para sí mismo” nos da una de las más sublimes oración e
himno toda la Palabra de Dios. El Magníficat
es quizás después del Padre Nuestro el himno más elocuente del Nuevo
Testamento: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu
en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es
santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: dispersa a
los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide
vacíos. Auxilia a Israel, su
siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a
nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”
(Lc. 1, 46-55).
Si
nos fijamos muy bien podremos apreciar que el Magníficat es el himno de la Esclava Anawim
para todos los anawim. Yo le pido a Dios estar incluido en esos
anawim del Señor.
¡Espíritu Santo consolador los anawim se siempre nuestro soporte! ¡Santa María
Madre de los anawim ruega e intercede
por nosotros!
“Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mateo 5, 3).
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