31 de diciembre de 2015

¿Quiénes fueron los Anawim en la Biblia?

La palabra anawim es quizás una de la menos conocida en toda en la terminología bíblica de nuestra fe cristiana.  Este término anawim proviene del hebreo cuyo significado es los Pobres del Señor.  Esta palabra además de pobre puede ser traducida como los humildes del Señor.    

Personalmente desde que vi escrita esta palabra anawim en un libro de teología de mi abuelo (quien desde la década del 60 fue predicador laico) y el me explico su significado quede fascinado y todavía sigo encantado de esta gran palabra.
¿Quiénes fueron los Anawim en la Biblia?  El Antiguo Testamento usa el sustantivo singular 'ani’ o 'anaw’ para nombrar al pobre.  Anawim viene a ser el plural de estos sustantivos antes indicados.   
Los anawim fueron los pobres en cosas materiales, los marginados, los desamparados, y así podríamos continuar la lista.  Los pastores quienes estaban en este grupo de pobres eran también considerados como anawim.  Estos no sabían leer y al no saber leer no podían estar en las sinagogas para estudiar la Toráh (la ley y los profetas) y por ende no podían entrar al Templo de Jerusalén para realizar la liturgia (sacrificios).  Esta situación añadía un enorme peso al trauma psicológico de no tener esperanzas de ser partes de las promesas hechas por Dios a su Pueblo Elegido.
La definición de este concepto va más allá de estas descripciones antes mencionadas.   Los profetas (Antiguo & Nuevo Testamentos) suelen ser considerados como anawim.  Más aun fueron los profetas los que comenzaron a darle un sentido teológico a la pobreza. 
Sobre estos el Papa Francisco nos ha dicho que “si se quita la pobreza del Evangelio no se puede entender el mensaje de Jesús” (Homilía de la Misa Santa Marta Junio 16, 2015; Fuente: http://es.radiovaticana.va).
También se consideran anawim a todos aquellos que eran considerados como justos y que esperaban fervorosamente la llegada del Mesías.  Justos aquí se refiere a aquellos que vivían en santidad y que eran temerosos de Dios.  O sea que cumplían la ley no solo como mera ley sino por amor y fidelidad al mismo Dios.  Entre estos podemos encontrar a Simeón y a Ana (ver Lc. 2, 22-40).   
Podríamos decir que es Jesús quien amplía y le da pleno sentido al concepto teológico de esta palabra anawim (ver Lc. 1, 53; Mt. 5, 3).  Con Jesús y desde Jesús el ser un(a) anawim entra en un plano más espiritual. 
San Lucas nos presenta a Zacarías e Isabel de los cuales nace Juan el Bautista.  En firma similar Lucas nos muestra a María la Madre del Mesías.  José quien asumió la responsabilidad de ser padre adoptivo de Jesús es presentado por San Mateo.  Estos fueron sin duda alguna fueron parte los anawim incluyendo a Juan el Bautista y Jesús quien es el Anawim por excelencia.
El Salmo 22 nos muestra ese cuadro pintado en el interior del salmista que sin duda alguna retrata a Jesucristo que se compadece constantemente de su pueblo anawim.  “Alaben al Señor sus servidores, todo el linaje de Jacob lo aclame, toda la raza de Israel lo tema; porque no ha despreciado ni ha desdeñado al pobre en su miseria, no le ha vuelto la cara y a sus invocaciones le hizo caso.  Para ti mi alabanza en la asamblea, mis votos cumpliré ante su vista.  Los pobres comerán hasta saciarse, alabarán a Dios los que lo buscan: ¡vivan sus corazones para siempre!” (Sal. 22[21], 24-27).
Toda la Palabra de Dios (Tradición Apostólica & Palabra Escrita [=Biblia]) en especial el Antiguo Testamento como ya he dicho otras veces hay que entenderlo desde el Pacto o Alianza que el Señor hizo con sus Anawim (Antigua & Nueva Alianza).  Comprendiendo esto es fácil deducir que todo el Antiguo Testamento orienta todas sus sendas y rutas hacia Cristo Jesús. 
Cristo estando con los suyos, sus familiares, sus parientes y sus allegados en Nazaret se auto-revela al proclamar su misión como el cumplimiento de la “descripción del empleo” (en inglés seria el job description)  expresada por el profeta Isaías (ver Is. 61, 1-6).  “Llegó a Nazaret, donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre. Se puso de pie para hacer la lectura, y le pasaron el rollo del profeta Isaías. Jesús desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba escrito: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para poner en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.’  Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó, mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él.  Y empezó a decirles: ‘Hoy se cumplen estas palabras proféticas y a ustedes les llegan noticias de ello’” (Lc. 4, 16-21, énfasis añadido).  Yo les recomiendo que lean este capítulo 4 de San Lucas desde el versículo 14 al 30.  Así tendrán todo el marco contextual de este evento del Nuevo Testamento.
El evangelio nos atestigua como Jesús vivió la pobreza durante su ministerio: “Entonces se le acercó un maestro de la Ley y le dijo: ‘Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.’  Jesús le contestó: ‘Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni siquiera tiene dónde recostar la cabeza’” (Mt. 8, 19-20, énfasis añadido).  Este estilo de vida será un sello distintivo que seguirá tan real hasta nuestros propios días.
Los discípulos y los Apóstoles quienes eran de cuna humilde eran casi en su totalidad considerados como anawim también.   Hubo muchos anawim quienes desde el anonimato siguieron a Jesús y hasta dieron la máxima prueba de testimonio (martirio) fidedigno al dar sus vidas por la fe en Jesús de Nazaret.
San Pablo siguiendo las huellas de los profetas y en especial las del mismo Jesús que defendían y hacían todo lo posible para ayudar y socorrer a los más necesitados le da lección de la verdadera caridad fraterna que se demuestra asistiendo a los más necesitados.  Este exhorta y anima a los Corintios a que continúen con la colecta que ellos habían comenzado a recaudar por su propia cuenta para asistir a los cristianos en Judea y Jerusalén de una hambruna que pasaron en el año 48 d.C. (ver 2Cor. 8, 1-15; Hch. 11, 28).
En esa homilía que previamente mencione del Papa Francisco, este decía que es una injusticia el querer tildar de comunista a un obispo, presbítero (a.k.a. sacerdote), religiosa o cristiano porque hable de pobreza y motivar a socorrer a los más necesitados.  Nos decía el Santo Padre que “la pobreza está precisamente en el centro del Evangelio. Y si quitáramos la pobreza del Evangelio, no se comprendería nada del mensaje de Jesús” (Homilía de la Misa Santa Marta Junio 16, 2015; Fuente: http://es.radiovaticana.va).
La Iglesia desde los tiempos apostólicos ha sido el (en sentido figurado) “Ángel Guardián de los pobres”.  Siempre ha velado, socorrido y custodiado a los más necesitados y marginados que muchas veces por la misma sociedad ha descartado. 
Desde antes del Concilio Vaticano II el Papa León XIII Carta Encíclica Rerum Novarum (latín para las cosas nuevas o de los cambios políticos) donde se enfatiza la situación deprimente por los cuales pasaban los obreros en Europa.  Esto es una realidad que ya se vivía desde antes del tiempo de Don Bosco.   
La Rerum Novarum fue el “primer gol”  que anoto la Iglesia en nuestros tiempos para comenzar a desarrollar lo que hoy en día llamamos la Doctrina Social de la Iglesia.  Que precisamente busca que hay un equilibrio en cuanto a Justicia Social se refieren donde lamentablemente todavía son los pobres y marginados los que sufren las más fuertes y duras consecuencias.
Esta misma línea de pensamiento teológico que un día Pablo y los Apóstoles comenzaron a desarrollar la sigue la Iglesia y su Magisterio buscando que esta sea una realidad tangible en especial en aquellas áreas donde otros grupos que se dicen llamar filantrópicos no pueden o no quieren llegar.
Hoy en estos tiempos donde la palabra pobreza (y todas las que de una u otra forma se relacionan a esta) parece dar “reacciones alérgicas a la mente y el corazón” de los hombres; los cristianos estamos llamados poner remedios espirituales (oración, vida sacramental, vida eclesial donde el amor, la caridad fraterna y la solidaridad moldeen sus sendas y más oración) para curar esa “epidemia alérgica” que está campeando en la sociedad y que los medios de comunicaciones seculares exponen y postulan todos los síntomas para que cada vez esta parezca más u más incurable.
Hoy con todo el tumulto que estamos viviendo a nivel mundial sería muy aconsejable mirar y seguir el ejemplo de la Virgen María la Madre de Nuestro Salvador y Redentor.  Ella, la Anawim que el Señor se escogió para sí mismo nos da una de las más sublimes oración e himno toda la Palabra de Dios.  El Magníficat es quizás después del Padre Nuestro el himno más elocuente del Nuevo Testamento: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.  Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.  El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíosAuxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre (Lc. 1, 46-55).
Si nos fijamos muy bien podremos apreciar que el Magníficat es el himno de la Esclava Anawim para todos los anawim.  Yo le pido a Dios estar incluido en esos anawim del Señor.  
¡Espíritu Santo consolador los anawim se siempre nuestro soporte!  ¡Santa María Madre de los anawim ruega e intercede por nosotros!

 Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos  (Mateo 5,  3).

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