Consultas & Respuestas: “María
presento ofrenda por sus pecados, ella tuvo más hijos y otros argumentos
relacionados (Celibato Sacerdotal)” (Parte III)
Consulta:
Pedro tenía esposa: 1Corintios
9, 5.
Respuesta:
Saludos
nuevamente en Cristo Jesús
mi Hermano C…
Claro que si Pedro era casado y San Marcos nos narra como Jesús curo la fiebre de la
suegra de Pedro (ver Marcos 1, 29-31). San Clemente
de Alejandría (nació a mitad del II siglo d.C. y falleció alrededor del
211 d.C.) dice que la esposa de Pedro sufrió el
martirio. La Tradición Apostólica
(TA) de la Iglesia nos dice que al menos tuvo una hija.
Aunque no mencionas él porque es tu pregunta
sobre si Pedro estaba casado o no puedo deducir que lo hayas mencionado por el celibato sacerdotal. Por tal motivo creo que es indispensable
definir lo que es el celibato y lo que es la castidad.
El celibato
es el no estar casado (o sea estar soltero) y, en el uso
de la Iglesia (para los sacerdotes de Rito Latino [sacerdotes católicos de
occidente], religiosos y laicos consagrados [que pertenecen a institutos
laicales o apostólicos]), un compromiso de no casarse.
La Iglesia hace distinción entre el celibato de
laicos y el celibato eclesial. En ambos
casos se escoge libremente, por razones religiosas o por el Reino de Dios, el
no casarse.
Hay algo muy importante tener muy claro, el
celibato no es un desprecio al matrimonio.
Ambas son vocaciones o llamados que provienen del mismo Dios, son
intensamente estimadas por la Iglesia y son medios de amor y de servicio.
La palabra castidad
proviene del latín, castus que
significa moralmente puro, sin mancha. Para la Iglesia después de Cristo Jesús, San José el padre adoptivo de Jesús es considerado
modelo de castidad. La castidad es la virtud que gobierna y
modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la
razón.
Por la castidad la persona adquiere dominio de
su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el
amor de Dios reina sobre todo. Por lo tanto no es una negación de la
sexualidad. Es además un fruto del
Espíritu Santo por tal motivo es muy conveniente pedirlo en oración y pedir que
Dios nos permita se fieles y perseverante en la castidad.
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos
define la castidad de la siguiente forma: “La
castidad significa la integración lograda de
la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser
corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la
pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y
verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a
persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la
mujer. La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad
de la persona y la totalidad del don”
(CIC # 2337).
En otras palabras la castidad nos ayuda a
definirnos no solo en lo espiritual sino también fisiológicamente pero al mismo
tiempo como virtud y fruto del Espíritu Santo nos ayuda el nuestra vocación o
llamado que nos hace la Iglesia desde siempre y especialmente desde el Concilio
Vaticano II. “La
virtud de la castidad
forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de
racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana”
(CIC # 2341).
Como verán ambos la castidad y el celibato muy
estrechamente relacionadas. En gran
medida pueden ser y son firmes pasos para crecer en la santidad que todos los
bautizados estamos llamados a buscar e ir creciendo en ella.
La TA también atestigua que Pedro y los demás
Apóstoles se mantuvieron célibes (aun que estuvieran casados, ya que el
celibato en el matrimonio es posible) una vez que decidieron seguir a Cristo y
proclamar el Evangelio de Salvación por todo el mundo.
Desde los tiempos apostólicos en la Iglesia el varón
que era casado (usa sola vez) se podía
ordenar diacono, luego presbítero pero luego de esto si enviudaba ya no podía
casarse de nuevo. Ya que el
Sacramento del Orden es un impedimento para el Sacramento del Matrimonio. Es por eso que los diáconos permanentes (que son casados) una vez que enviudan no se pueden volver a casar y
si desean y sienten el llamado pueden ordenarse presbíteros (sacerdotes).
Cuando el varón era soltero y decidía ordenarse
(diacono y presbítero) ya no podía casarse. Y hay records de presbíteros y
obispos que se habían ordenado siendo solteros o célibes como opción libre. Todo esto que menciono me refiero a los
primeros siglos de la Iglesia.
Como mencioné previamente sé que hiciste la observación
que San Pedro era casado por el celibato sacerdotal. ¿Por qué los sacerdotes no se casan? Recuerda que en los primeros siglos de la
Iglesia el celibato en los presbíteros era algo opcional.
Los cual hoy en día sigue siendo opcional. Quien descubre que tiene vocación y es
llamado por Dios a ser presbítero (o sea sacerdote) elige y debe descubrir el
celibato para descubrir si está o no llamado por Dios. En otras palabras es una donación de sí mismo,
de su persona que el candidato al presbiterado hace a Dios y a la Iglesia tan
como Jesucristo lo hizo.
Yo estuve en ese discernimiento y después de
siete (7) años descubrí que Dios no me estaba llamando a ser sacerdote. Como puedes apreciar es un proceso largo de
discernimiento y descubrimiento de día a día de la vida religiosa y sacerdotal.
Es muy interesante como lo explica el mismo
Cristo Jesús: “Hay hombres que han nacido
eunucos. Otros fueron mutilados por los hombres. Hay otros todavía, que se
hicieron tales por el Reino de los Cielos. ¡Entienda el que pueda!”
(Mateo 19, 12).
San Pablo trata esta tema muy elocuentemente: “Yo
quisiera verlos libres de preocupaciones.
El que no se ha casado se preocupa de las cosas del Señor y de cómo
agradarle. No así el que se ha casado,
pues se preocupa de las cosas del mundo y de cómo agradar a su esposa, y está
dividido. De igual manera la mujer soltera
y la virgen se preocupan del servicio del Señor y de ser santas en su cuerpo y
en su espíritu. Mientras que la casada se preocupa de las cosas del mundo y de
agradar a su esposo. Al decirles esto no
quiero ponerles trampas; se lo digo para su bien, con miras a una vida más
noble en la que estén enteramente unidos al Señor”
(1Cor. 19, 32-35).
Con las jóvenes (en edad y de corazón)
señoritas que aspiran discernir la vida religiosa o la vida de laica consagrada
(que pertenecen a institutos de vida apostólica o laical, no usan hábitos y
siguen siendo laicas) sucede algo similar a los varones. Ellas deben pasar por ese proceso de
discernimiento (por eso para la vida religiosa hay postulantado y noviciado) y
luego de esto hacen votos (consejos evangélicos: pobreza, castidad y
obediencia) temporales y finalmente como “paso
final” votos solemnes.
Entre una opción y la otra (presbíteros casados
vs presbíteros y obispos célibes) la Iglesia fue discerniendo hasta llegar a la
conclusión que el Orden Sacerdotal dentro de la vida célibe (y solteros) era la
mejor opción. Esto tomo siglos de reflexión.
Veamos algunos puntos de referencia de esta
reflexión sobre el celibato sacerdotal que como ya indique tomo siglos en
realizarse. El Sínodo de Elvira realizado del 300 al 303
(aprox.) nos dice en el canon # 27: “El
obispo o cualquier otro clérigo tenga consigo solamente o una hermana o una
hija virgen consagrada a Dios; pero en modo alguno plugo (de acuerdo al
Concilio) que tengan a una extraña”
(Enrique Denzinger, El
Magisterio de la Iglesia, ed. Herder, Barcelona 1955, n. 52 b, p. 22).
Tengamos en cuenta que hablo solo del Rito (los
ritos son las distintas formas según las culturas que se celebra la liturgia,
en especial la Eucaristía, en cada región del planeta) Latino o Romano
(católicos de occidente). Para los Ritos
Orientales la situación fue y sigue siendo muy distinta. Pero los que aspiraban a ser obispos se
mantenían y se mantienen célibes. Y hay
muchos presbíteros que siguen optando por el celibato. Aquí me refiero a los Catolicos (unidos a
Roma) Ritos Orientales entre ellos el Rito Bizantino (que es uno de los más conocido
de estos ritos) y la Iglesia Ortodoxa. De
hecho las Iglesias Ortodoxas tienen órdenes monacales cuyos miembros son
célibes y vírgenes en el caso de las mujeres.
¿Cómo la Iglesia
ve el celibato sacerdotal desde nuestros tiempos actuales particularmente después
del Concilio Vaticano II? Uno de los documentos eclesiales que mejor
trata este tema es la Encíclica Sacerdotalis
Caelibatus (SC)
del Beato Pablo VI sobre el
Celibato Sacerdotal. “El celibato
sacerdotal, que la Iglesia custodia desde hace siglos como perla preciosa,
conserva todo su valor también en nuestro tiempo, caracterizado por una
profunda transformación de mentalidades y de estructuras”
(SC # 1).
Hay ciertas cosas muy imperante poder
aclarar. Primero el Celibato Sacerdotal no es un dogma (definición oficial de algún artículo
de fe ya por el Papa o por un concilio ecuménico como lo fue el Vaticano
II) de fe como lo es la Presencia Real
en la Eucaristía. El celibato sacerdotal es una norma disciplinaria
y por lo tanto podría ser reformada
y/o eliminada
sin que se perjudique de ninguna forma la santidad de la Iglesia. En otras palabras, la santidad de la Iglesia
no depende de sus normas disciplinarias aunque en nuestro carácter personal
estas nos puedan ayudar a crecer
en la santidad. Es mi opinión muy personal que no hay actualmente indicios o razones para que se cambie el
celibato sacerdotal, tal como está actualmente.
Si María la Madre Sacerdotal
fuera a decirles algo a nuestros diáconos, presbíteros y obispos
le diría la frase más comprometedora
del Evangelio: “Hagan
lo que Él les diga”
(Jn. 2, 5).
Recordemos que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo donde
Jesucristo es la Cabeza por lo cual lo que la Iglesia enseña y dice dirigida
por el Papa y el Magisterio (en comunión con este) es la voz del mismo Cristo Jesús
(ver Jn. 20, 21-23; Mt. 16, 15-19).
Hoy quisiera como un día hizo Su Santidad Pablo
VI poner el celibato sacerdotal bajo el amparo de María la Madre & Reina
del Clero Sacerdotal en la Iglesia. “Venerables
hermanos nuestros, pastores del rebaño de Dios que está debajo de todos los
cielos, y amadísimos sacerdotes hermanos e hijos nuestros: estando para
concluir esta carta que os dirigimos con el ánimo abierto a toda la caridad de
Cristo, os invitamos a volver con renovada confianza y con filial esperanza la
mirada y el corazón a la dulcísima Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, para
invocar sobre el sacerdocio católico su maternal y poderosa intercesión. El
Pueblo de Dios admira y venera en ella la figura y el modelo de la Iglesia de
Cristo en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con él. María
Virgen y Madre obtenga a la Iglesia, a la que también saludamos como virgen y
madre [48], el que se gloríe humildemente y siempre de la fidelidad de sus
sacerdotes al don sublime de la sagrada virginidad, y el que vea cómo florece y
se aprecia en una medida siempre mayor en todos los ambientes, a fin de que se
multiplique sobre la tierra el ejército de los que siguen al divino Cordero adondequiera
que él vaya” (Ap. 14, 4) (SC # 98).
Santa María la Madre & Reina del Clero Sacerdotal ora
e intercede siempre por nuestros pastores para que siempre sean fiel a Cristo y
a la Iglesia que, El mismo fundó.
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