18 de febrero de 2012

MARÍA SIEMPRE VIRGEN (Antes, durante & después del parto)

La doctrina de la Iglesia desde el comienzo mantuvo la virginidad de María, que está entrelazada con la maternidad divina de María, una cosa va con la otra.

La señal prodigiosa de que una virgen iba a dar a luz sin concurso de varón supera todas las señales que desde el comienzo del Antiguo Testamento marcaron el camino extraordinario de Dios, como es el caso de la esterilidad de Sara y tantas otras mujeres importantes de la Biblia, que por intervención de Dios quedan embarazadas. 

La misma Isabel, esposa de Zacarías, queda embarazada después de mayor por una gracia especial de Dios, quien de esta manera estaba marcando la era mesiánica, la llegada del Salvador, puesto que Juan, el más grande de los profetas, fue el encargado de prepararle el camino.

Citas Bíblicas

La Biblia enfatiza la virginidad de María; el evangelio de Mateo expresamente recuerda la profecía de Isaías 7,14.  

He aquí que una doncella (joven virgen) va a concebir y dará a luz un hijo a quien le pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros (Mt. 1, 23).

La virginidad de María fue profecía esperada por el pueblo de Israel y al mismo tiempo requisito para que ese Hijo fuese realmente el Hijo de Dios y no el hijo de cualquier hombre.

Lucas en su evangelio insiste también en este aspecto: Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. (Lc 1,26-27)

Y más adelante en el relato de la anunciación la misma María pregunta: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (Lc 1,34)

Y el ángel le explica: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. (Lc 1,35).

Lucas enfatiza claramente la virginidad de María, requisito indispensable para la encarnación del Verbo y por lo tanto para que Jesucristo tenga naturaleza divina y en consecuencia para que haya podido redimirnos del mal. Si no hubiese sido Dios no hubiese podido redimirnos y si un hubiese sido hombre tampoco, ambas cosas son inseparables, y María entra plenamente en este misterio, ella es la verdadera madre humana, que le hace humano al Verbo eterno, y a la vez es virgen, que garantiza el origen divino de Jesús.

El Evangelio de Juan también asoma en su prólogo el origen divino de Jesús y la no participación carnal en su nacimiento.  “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. (Jn 1,1) y más adelante dice: la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios” (Jn 1,13).

Que a veces es traducido como “los cuales” en vez de “el cual”, pero sin embargo Juan, y la tradición sucesiva de la Iglesia, apuntan al misterio de la virginidad de María, allí no hubo deseo de carne ni de hombre, sino que el Verbo se hace hombre por la acción directa de Dios, sin intervención humana. 

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. (Jn 1,14).

Aquí Juan utiliza la misma palabra para Cristo que Lucas usa para María: Lleno de gracia (y de verdad), y luego afirma que recibe su gloria del Padre porque es su Hijo Único.

El signo de la virgen que da a luz sin intervención de varón supera infinitamente los milagros de quedar embarazadas las mujeres estériles.

De Sara sale el pueblo de Israel, el pueblo de la fe del Antiguo Testamento; de María sale el Mesías, el Verbo de Dios encarnado, cabeza del nuevo pueblo de Dios la Iglesia.

La virginidad de María implica también un hecho espiritual; ella es la morada del Verbo eterno, lleno de gracia y de verdad; y sabemos que el demonio es llamado príncipe del mundo, padre de la mentira. En Jesús no hay nada de mentira, todo es verdad. La virginidad de María apunta también a una virginidad espiritual y prepara los futuros dogmas marianos. La Iglesia desde el comienzo sintió en su sensus fidei una repugnancia de pensar que María pudiese haber tenido más hijos después de Jesús. En la Biblia no hay manera de probarlo, aunque hay algunos pasajes que parecen contradecir la perpetua virginidad de María.

¿Si llamamos a María la siempre virgen como otros textos hablan de los hermanos de Jesús?


Mateo 13, 55 plantea este tema: ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? 

Pero no dice en ningún momento en forma explícita que son hijos de María. Así como dijeron “el hijo del carpintero” porque no sabían la naturaleza divina de Jesús, así también la gente podía decir “sus hermanos” que eran la gente de su entorno, sus familiares, sus vecinos.

Jesús era uno de tantos, formaba parte de su pueblo, vivía en una casa concreta, de una familia concreta; la encarnación del Verbo fue real, pero eso no significa que María tuvo otros hijos.

Mateo 28, 10 el mismo Jesús utiliza la palabra “hermanos” para indicar a sus discípulos y amigos: Jesús les dijo: ‘No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán’.”

Esta palabra indica una relación especial, familiar, y la Iglesia primitiva realmente fue una familia; los lazos que se forman por la fe crean una verdadera familia, pero no simplemente humana; es la familia escatológica, la familia de los hijos de Dios y hermanos en Cristo.

La realidad virginal de María entra dentro de esta nueva creación de Dios; ella está destinada a ser la madre espiritual de la nueva familia escatológica; su total dedicación a Cristo, su virginidad consagrada a Él, le prepara para ser la madre virgen de todos los cristianos.

Lucas 22, 32 utiliza la palabra “hermanos” al final cuando Jesús se dirige a Pedro respecto al escándalo de la cruz: “pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos.

Por esto la Iglesia desde el comienzo valoró el uso de la palabra “hermano” dentro del contexto de la fe, más que dentro del contexto simplemente humano.

El Apocalipsis también hace referencia a “los otros hijos de la mujer”: Cuando el Dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón. (Ap. 12,13); aquí el autor enfatiza al Hijo varón, que es Cristo; esta es realmente la maternidad que tiene relevancia por parte de María. Luego continúa el libro y afirma: Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. (Ap. 12,17). Aquí vemos claramente expresada la maternidad espiritual de María respecto de los creyentes, los hermanos de Jesús por la fe, que son verdaderos hijos de María por adopción y por mandato de Jesús en la cruz (Cf Jn 19,25ss).

En resumen podemos decir que los evangelistas quisieron marcar la importancia de la nueva familia en la fe, que es la Iglesia, creada por Dios para vivir la redención y salvación. Esta nueva familia de Dios está marcada por una realidad profundamente humana; las relaciones con Dios son como Padre, Abba, las relaciones entre los discípulos son como de hermanos; las relaciones que Jesús tuvo en su vida se convierten en las relaciones de toda la Iglesia. Su Padre es nuestro Padre, pero también su madre es nuestra madre. Esta nueva realidad no viene del deseo de la carne, sino de Dios; la virginidad de María es extremadamente fecunda y le prepara a asumir la nueva maternidad espiritual; ella tiene miles de millones de hijos. La potencia de Dios se manifiesta en esa pureza virginal de María que se convierte así en madre de la humanidad, madre de la Iglesia.

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