Jonás 3, 1-5. 10: Los habitantes de Nínive se
arrepintieron de su mala conducta.
Salmo Responsorial 24: R.
/ Descúbrenos, Señor, tus caminos.
1 Corintios 7, 29-31: Este mundo que vemos es pasajero.
San Marcos 1, 14-20: Arrepiéntanse
y crean en el Evangelio.
La
vida del ser humano se divide en siete etapas y estas son: Pre – Natal,
Infancia, Niñez, Adolescencia, Juventud, Adultez, & Ancianidad. En forma
similar o análogamente la vida espiritual tiene sus etapas, estas nos ayudan a crecer
en la vida de santidad. Para cualquier de estas etapas de crecimiento en la
santidad es necesaria e indispensable la oración o sea la continua comunicación
con Dios y la vida sacramental en especial la Reconciliación y la Eucaristía.
Junto a esta dos últimas es necesario y recomendable la dirección o
acompañamiento espiritual.
En
esta misma línea de pensamiento podríamos decir que el Reino de Dios (RD) tiene
también sus etapas. Estas son la invitación o llamada (predicación) y la
construcción del mismo. Desde los
comienzo del cristianismo hasta el presente podemos decir que estamos viviendo
las etapas del anuncio y de la construcción del RD. Lograremos estas etapas,
primero, cuando queramos acogerlas y segundo si los aceptamos y lo hacemos
parte de nuestras vidas. O sea que esa acogida y aceptación del reino deben
transformarse en obras para que sea una realidad concreta. Podríamos decir que
algunos de los cristianos están en la primera etapa (anuncio) y otros en la
segunda (construcción). Otros quizás
estén en transición entre la primera y la segunda. Sin importar en qué etapa
del RD estemos es muy importante tener en cuenta que todos somos invitados a
convivir en el Reino de Dios.
Lo
importante no es per sé en qué etapa estemos sino más bien que hemos acogido y
estamos trabajando según lo mejor de nuestras capacidades (físicas &
espirituales) para lograr un día (según la voluntad de Dios) la culminación o
llegada definitiva del Reino de Dios. Podríamos decir también que para todas
las etapas del RD (al menos en esta vida terrena) el RD requiere de una
constante conversión. Entendamos la conversión como un proceso de cambio (metanoia
en griego o sea cambio de mentalidad) y transformación (para bien) amorosa
y espiritual para vivirla día a día. Sin importar en qué etapa del RD estemos
es muy importante tener en cuenta que todos somos invitados a convivir en el
Reino de Dios.
Para
poder entender la primera lectura hay que tener en cuenta unos elementos
básicos del Libro de Jonás. Este libro es una “narración jocosa o graciosa”
cuya forma literaria es la crítica. Pero
esta no es una crítica a la idolatría de los pueblos paganos sino más bien a
los judíos piadosos que encerrados en su nacionalismo (o sea en sí mismos)
olvidaban que Dios es un Dios para todos los hombres y por ende para todas las
naciones.
Jesucristo
en los evangelios alude o hace referencia de este Libro de Jonás (ver Lc. 11,
30 & Mt. 12, 40). En la primera de estas citas (Lc. 11, 30) se hace una
referencia de Jonás como símbolo para la conversión de los Ninivitas y con
mayor razón Jesús es y será símbolo para conversión entre los cristianos. Por
eso la Iglesia nos dice que: “Jesucristo es signo y sacramento de Padre”. La Iglesia y su Catecismo de la Iglesia
Católica (CIC) nos enseña y nos muestra a “la Iglesia como sacramento, signo
de salvación” para todos los hombres a partir de su unión (por medio de la
“Alianza Matrimonial” ver Ap. 19, 9) de la misma con Cristo (ver CIC # 774 al
776). Para esto es necesario, como dijo Jesús en el evangelio: “Si el grano
de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”
(ver Jn. 12, 24). De esta misma forma
los cristianos estamos llamados a morir para el pecado y renacer a la vida de
la gracia (ver Rm. 6, 3-5).
San
Pablo en su Carta a los Corintios nos presenta cuales deben ser las aptitudes
del cristiano ante la virginidad (castidad) y el matrimonio. Una cosa era (y es) segura la realidad eterna
de Dios y sus promesas. Por eso Pablo
nos exhorta a que no vivamos enfocados en las cosas de este mundo el cual es
temporal.
Si
se nos exhorta a no gastar nuestras fuerzas en lo pasajero o temporal es porque
hay algo que sobrepasa lo temporal y que eterno, y eso es Dios. En este mismo sentido entendamos que las
promesas de Dios son reales, justas y dignas de confiar. Por encima del yo que soy pasajero y temporal
está El Dios que es eterno y perpetuo y quien es amor infinito.
Hoy
en el evangelio podemos percibir como fueron los inicios de la Vida Pública o
Ministerio de Jesús. Aquí el hagiógrafo
(autor bíblico) nos propone dos cosas que realizo Jesús al iniciar su
predicación publica estas fueron la predicación (que consistía en el anuncio
del RD) y el llamado que este le hacía a sus discípulos. Sin duda alguna podemos afirmar que lo que
Jesús decía y predicaba lo realizaba y llevaba a cabo en su vida. De esta forma los que fueron invitados a ser
sus discípulos eran motivados más que por las palabras de este por su ejemplo y
testimonio de vida de santidad.
Por
eso cuando nos sentimos llamados a un apostolado o tarea dentro y fuera de la
Iglesia podemos decir con toda certeza cuando leemos las páginas de los
evangelio que Jesús “no solo manda, sino que Él va también”.
¡Ven Espíritu Santo y envía desde el Cielo tu inspiración divina!
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