24 de enero de 2015

¡La conversión requisito fundamental del Reino de Dios! Domingo 3º T O – Ciclo B

Jonás 3, 1-5. 10:                       Los habitantes de Nínive se arrepintieron de su mala conducta.
Salmo Responsorial 24:          R. / Descúbrenos, Señor, tus caminos.
1 Corintios 7, 29-31:                Este mundo que vemos es pasajero.
San Marcos 1, 14-20:              Arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
La vida del ser humano se divide en siete etapas y estas son: Pre – Natal, Infancia, Niñez, Adolescencia, Juventud, Adultez, & Ancianidad. En forma similar o análogamente la vida espiritual tiene sus etapas, estas nos ayudan a crecer en la vida de santidad. Para cualquier de estas etapas de crecimiento en la santidad es necesaria e indispensable la oración o sea la continua comunicación con Dios y la vida sacramental en especial la Reconciliación y la Eucaristía. Junto a esta dos últimas es necesario y recomendable la dirección o acompañamiento espiritual.

En esta misma línea de pensamiento podríamos decir que el Reino de Dios (RD) tiene también sus etapas. Estas son la invitación o llamada (predicación) y la construcción del mismo.  Desde los comienzo del cristianismo hasta el presente podemos decir que estamos viviendo las etapas del anuncio y de la construcción del RD. Lograremos estas etapas, primero, cuando queramos acogerlas y segundo si los aceptamos y lo hacemos parte de nuestras vidas. O sea que esa acogida y aceptación del reino deben transformarse en obras para que sea una realidad concreta. Podríamos decir que algunos de los cristianos están en la primera etapa (anuncio) y otros en la segunda (construcción).  Otros quizás estén en transición entre la primera y la segunda. Sin importar en qué etapa del RD estemos es muy importante tener en cuenta que todos somos invitados a convivir en el Reino de Dios.
Lo importante no es per sé en qué etapa estemos sino más bien que hemos acogido y estamos trabajando según lo mejor de nuestras capacidades (físicas & espirituales) para lograr un día (según la voluntad de Dios) la culminación o llegada definitiva del Reino de Dios. Podríamos decir también que para todas las etapas del RD (al menos en esta vida terrena) el RD requiere de una constante conversión. Entendamos la conversión como un proceso de cambio (metanoia en griego o sea cambio de mentalidad) y transformación (para bien) amorosa y espiritual para vivirla día a día. Sin importar en qué etapa del RD estemos es muy importante tener en cuenta que todos somos invitados a convivir en el Reino de Dios.
Para poder entender la primera lectura hay que tener en cuenta unos elementos básicos del Libro de Jonás. Este libro es una “narración jocosa o graciosa” cuya forma literaria es la crítica.  Pero esta no es una crítica a la idolatría de los pueblos paganos sino más bien a los judíos piadosos que encerrados en su nacionalismo (o sea en sí mismos) olvidaban que Dios es un Dios para todos los hombres y por ende para todas las naciones.
Jesucristo en los evangelios alude o hace referencia de este Libro de Jonás (ver Lc. 11, 30 & Mt. 12, 40). En la primera de estas citas (Lc. 11, 30) se hace una referencia de Jonás como símbolo para la conversión de los Ninivitas y con mayor razón Jesús es y será símbolo para conversión entre los cristianos. Por eso la Iglesia nos dice que: “Jesucristo es signo y sacramento de Padre”.  La Iglesia y su Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos enseña y nos muestra a “la Iglesia como sacramento, signo de salvación” para todos los hombres a partir de su unión (por medio de la “Alianza Matrimonial” ver Ap. 19, 9) de la misma con Cristo (ver CIC # 774 al 776). Para esto es necesario, como dijo Jesús en el evangelio: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (ver Jn. 12, 24).  De esta misma forma los cristianos estamos llamados a morir para el pecado y renacer a la vida de la gracia (ver Rm. 6, 3-5).
San Pablo en su Carta a los Corintios nos presenta cuales deben ser las aptitudes del cristiano ante la virginidad (castidad) y el matrimonio.  Una cosa era (y es) segura la realidad eterna de Dios y sus promesas.  Por eso Pablo nos exhorta a que no vivamos enfocados en las cosas de este mundo el cual es temporal.
Si se nos exhorta a no gastar nuestras fuerzas en lo pasajero o temporal es porque hay algo que sobrepasa lo temporal y que eterno, y eso es Dios.  En este mismo sentido entendamos que las promesas de Dios son reales, justas y dignas de confiar.  Por encima del yo que soy pasajero y temporal está El Dios que es eterno y perpetuo y quien es amor infinito.
Hoy en el evangelio podemos percibir como fueron los inicios de la Vida Pública o Ministerio de Jesús.  Aquí el hagiógrafo (autor bíblico) nos propone dos cosas que realizo Jesús al iniciar su predicación publica estas fueron la predicación (que consistía en el anuncio del RD) y el llamado que este le hacía a sus discípulos.  Sin duda alguna podemos afirmar que lo que Jesús decía y predicaba lo realizaba y llevaba a cabo en su vida.  De esta forma los que fueron invitados a ser sus discípulos eran motivados más que por las palabras de este por su ejemplo y testimonio de vida de santidad.
Por eso cuando nos sentimos llamados a un apostolado o tarea dentro y fuera de la Iglesia podemos decir con toda certeza cuando leemos las páginas de los evangelio que Jesús “no solo manda, sino que Él va también”.
¡Ven Espíritu Santo y envía desde el Cielo tu inspiración divina!

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