14 de marzo de 2015

¡Domingo del “Laetare”, Domingo de la Alegría! Domingo 4º de Cuaresma – Ciclo B

2 Crónicas 36,14-16.19-23: Todos los sumos sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades…
Salmo Responsorial 136: R / Te recuerdo, Señor, es mi alegría.
Efesios 2,4-10: Estábamos muertos por nuestros pecados, y él nos dio la vida con Cristo y en Cristo.
San Juan 3,14-21: Dios entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Este domingo cuarto de cuaresma el color recomendado (aunque de forma opcional) para la liturgia es el rosado. El rosado en los ornamentos litúrgicos es un signo de gozo, de alegría por eso este domingo se llama “domingo del laetare” [pronunciado… latere] que significa “gozo o alegría” en latín. Como muy bien decía el religioso de la Orden de la Merced (mercedarios) Fray Ramiro García-Rey OdM solía decir “todos los domingos son días de alegría porque celebramos el Misterio Pascual del Señor”.

En nuestra primera lectura el autor bíblico nos expresa como se fueron multiplicando las infidelidades del Pueblo de Dios en especial con sus líderes religiosos de esa época. Es muy específico el autor sagrado al decirnos que ellos acogían y practicaban “las abominables costumbres de los paganos” (2 Cr 36, 14). Además que estos mancharon el templo que había sido consagrado al Dios de Abraham y los demás patriarcas de donde nació el Pueblo de Israel.
Recordemos que el Templo de Jerusalén además de ser una estructura o edificio físico era el signo visible de la Alianza de Amor que el mismo Dios había realizado con su pueblo. De esta forma al templo ser profanado también era profanada y violada esa alianza ellos habían recibido para vivir bajo la guía y el auxilio del Señor. Pero la fidelidad de Dios es tal que por consideración a los primeros patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob) de Israel en Dios sigue latente y presente esa gran promesa de amor por su pueblo elegido.
La carta a los Efesios contiene dos puntos que son de vital importancia.  Estos son la salvación y la Iglesia.  En primera instancia el Apóstol de los Gentiles nos presenta la salvación que adquirimos desde nuestro bautismo por medio de la gracia divina.   En cuanto a la Iglesia debemos recordar que como nos enseña el Magisterio de la Iglesia es sacramento (o sea signo) de salvación.
Esta Iglesia Católica como fundación del mismo Cristo por medio de la acción del Espíritu Santo nos brinda esa gracia (ya sea actual, sacramental, y santificante) que se manifiesta y se nos da por medio de los sacramentos, la oración y las virtudes.  Todos estos nos llevan a lo que conocemos como la vida de santidad. 
Hoy el evangelio nos presenta la segunda parte de la conversación de Jesús con Nicodemo.  Aquí se nos hace una analogía o comparación: “así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Jn. 3, 14).  Esto de por si encierra una triple dimensión: cruz, resurrección y ascensión. 
Los que hemos estado y participando de un Vía Crucis viviente hemos podido apreciar como la cruz es levantada desde el suelo y de esta forma todos podemos ver desde lejos al crucificado.  Pero con mayor transcendencia se nos narra como Jesús después de muerto fue ubicado (y acostado) en el sepulcro de desde se levantó glorioso y resucitado al tercer día como proclamamos en el Credo.  Entonces después de su gloriosa resurrección El que fue bajado del Cielo subió por su propio poder (porque es Dios) y como aclamamos en el Credo a la derecha del Padre Dios.
Hoy se nos invita a reconocer en Jesucristo esa luz del mundo, esa luz para todos los hombres.  ¿Qué es ser luz y que implica ser partícipes de esa eterna luz quien es Cristo Jesús?  Usemos el faro como ejemplo.  Este de noche alumbra para que sea accesible y segura la navegación de los barcos en alta mar.  De esta misma forma, que la Iglesia cuya luz de ese faro es el mismo Cristo está ahí para guiarnos a sus seguidores y discípulos.  Para esto Jesucristo, la Iglesia y el Espíritu Santo nos han dejado unas herramientas.  Es por eso que la vida del cristiano implica vida de oración, vida sacramental (en especial Reconciliación y Eucaristía), vida de virtudes cristianas, guía o dirección espiritual y más vida de oración.
¡Que el Cristo  elevado y levantado por su pasión, muerte, resurrección y ascensión por medio de su Espíritu Santo quien es todo Amor guie siempre a la Iglesia!

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