13 de abril de 2016

¿Qué son y cuáles son los Dones del Espíritu Santo? Don de Ciencia

Don de Ciencia
El don de ciencia nos hace partícipes de la ciencia divina, que nos permite conocer las cosas humanas con juicio recto, viéndolas desde Dios.  En otras palabras, este don nos capacita para ver las cosas en su relación con Dios.

Si el Espíritu Santo por el don de ciencia produce una lucidez sobrehumana para ver las cosas del mundo según Dios, es indudable que en Jesucristo se da en forma perfecta. 
Jesús conoce a los hombres, a todos, a cada uno, en lo más secreto de sus almas (Jn 1, 47; Lc 5, 21-22; 7,39s): “los conocía a todos, y no necesitaba informes de nadie, pues él conocía al hombre por dentro” (Jn. 2, 24-25). 
Incluso, inmerso en el curso de los acontecimientos temporales, entiende y prevé cómo se irán desarrollando; y en concreto, conoce los sucesos futuros, al menos aquellos que el Espíritu quiere mostrarle en orden a su misión salvadora.
Así predice su muerte, su resurrección, su ascensión, la devastación del Templo, y varios otros sucesos contingentes, a veces hasta en sus detalles más mínimos (Mc 11, 2-6; 14, 12-21.27-30).
Muestra, pues, por un poderosísimo don de ciencia, su señorío sobre el mundo presente y sus acontecimientos sucesivos: “yo os he dicho estas cosas para que, cuando llegue la hora, se acuerden de ellas y de que yo se les he dicho” (Jn. 16, 4).  
También el hombre nuevo, iluminado por el Espíritu Santo con el don de ciencia, conoce profundamente las realidades temporales, y las ve con lucidez sobrenatural, pues las mira por los ojos de Cristo: “nosotros tenemos la mente de Cristo” (1Cor 2, 16).
Por el don de ciencia, en efecto, descubre el cristiano la hermosura del mundo visible, su dignidad majestuosa, que es reflejo de Dios y anticipo de las realidades definitivas, y al mismo tiempo, descubre su vanidad, es decir, su condición creatura, transitoria, efímera y también pecadora. Este segundo aspecto, la apresurada transitoriedad de todo el mundo visible, tiene muchos testimonios en las páginas de la Biblia.
“Les digo, pues, hermanos, que el tiempo es corto... pasa la apariencia de este mundo” (1Cor 7, 29.31). “Nosotros no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son temporales; las invisibles, eternas” (2Cor 4, 18).
Aspecto secundario del don de ciencia: reconocer las creaturas como ocasión de pecado.
La bienaventuranza que corresponde a este don de ciencia es segunda “Bienaventurados los que lloran porque serán consolados” (Mt. 5, 4).   Porque la ciencia que nos da el Espíritu Santo nos enseña a conocer nuestros defectos y la vanidad de las cosas de la tierra, descubriéndonos que de las criaturas no debemos esperar más que miserias y llantos.
El fruto del Espíritu Santo que le corresponde a la Fe; porque los conocimientos que tenemos de las acciones humanas y de las criaturas por la luz de la fe, los perfecciona este don.

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