4 de marzo de 2017

¿Qué es el purgatorio?

Antes de reflexionar y explicar qué es el purgatorio veamos lo que la Iglesia enseña en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) sobre el purgatorio.
Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (CIC # 1030). “La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.  La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580)” (CIC # 1031).
La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
El purgatorio es el estado espiritual donde los que ya están salvados (NO ES una segunda oportunidad como suelen decir o afirmar muchos protestantes) se purifican para entrar finalmente al Cielo.  Por Cielo se entiende la Presencia Real Beatífica y Eterna del Dios Altísimo o sea la Trinidad Santa (Padre, Hijo, y el Espíritu Santo). 
La escatología es la rama de la “teología sistemática” que estudia lo que la Iglesia llama “los novísimos o "cosas últimas" que son la muerte, el juicio, el purgatorio, el cielo, y el infierno.   Como veras el purgatorio es parte de los novísimos.  Para más información sobre los novísimos puedes ver el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) en los numerales 1020 al 1041.
El purgatorio es un estado de purificación ya que nada manchado puede entrar al Cielo (ver Ap.  21, 27).   Además el purgatorio tiene su fundamento bíblico. 
Dice San Pablo: "Un día se verá el trabajo de cada uno.  Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno.  Si lo que has construido resiste al fuego, será premiado.  Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar.  Se salvará, pero a través del fuego" (1Cor. 3, 13-15). 
Nos dice San Pedro: “A fin de que la calidad probada de su fe más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria, y de honor, en la Revelación de Jesucristo” (1Pe. 1, 7).
No sé si sabias, que con el oro, la mejor forma de purificarlo es por medio del fuego.  El oro representa la salvación y el fuego (purificador) al purgatorio.  De los santos (lo que están canonizados y los que no lo están) en especial de aquellos que vivieron una vida de grandes mortificaciones se dice que viven su purgatorio aquí en este mundo.
Para poder entender el purgatorio es necesario entender lo que es el pecado y su consecuencia.
Con el pecado mortal o grave perdemos toda la gracia santificante o sea la gracia que nos salva.  El pecado venial o sea el que es menos grave es como la viscosidad que aunque no se pierde toda la gracia la opaca.  Claro está, la acumulación de pecados veniales nos puede llevar al pecado mortal.
Los pecados se nos perdonan (con el Sacramento de la Reconciliación) pero estos requieren restitución.  De los pecados mortales que no hemos restituidos (y que ya se nos han perdonados) después de la muerte tendremos que purificarnos.  Además si morimos con pecados veniales debemos purificar por esos también.  Hay muchos pecados que de por si no se pueden restituir pero por eso es que esta la mortificación y la vida penitencial.
Otra cuestión que es de suma importancia clarificar ¿Por qué le rezamos a los muertos?  Para contestar vallamos a la Sagrada Escritura.  Nos dice el Segundo Libro de los Macabeos: “Entonces bendijeron el comportamiento del Señor, justo Juez, que saca a la luz las cosas ocultas, y le pidieron que el pecado cometido fuera completamente borrado. El heroico Judas animó a la asamblea a que se abstuviera de cualquier pecado, pues acababan de ver con sus propios ojos lo que había ocurrido a sus compañeros, caídos a causa de sus pecados.  Luego efectuó una colecta que le permitió mandar a Jerusalén unas dos mil monedas de plata para que se ofreciese allí un sacrificio por el pecado.
Era un gesto muy bello y muy noble, motivado por el convencimiento de la resurrección.  Porque si no hubiera creído que los que habían caído resucitarían, habría sido inútil y ridículo orar por los muertos. Pero él presumía que una hermosa recompensa espera a los creyentes que se acuestan en la muerte, de ahí que su inquietud fuera santa y de acuerdo con la fe. Mandó pues ofrecer ese sacrificio de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus pecados” (2Mac. 12, 41-46).  Como podrán apreciar el orar a los difuntos no es cosa de nuestros tiempos sino más bien ya desde el tiempo del Antiguo Testamento ya se creía en orar a los difuntos.  Como dice el texto bíblico esto era así porque creían en la resurrección del género humano.  La Carta a los Hebreos hace referencia a este texto de Segunda de Macabeos: “Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor” (Heb. 11, 35).
Veamos lo que algunos de los Padres de la Iglesia dicen sobre el purgatorio. San Gregorio magno veía en el Evangelio de San Mateo (ver Mt. 12, 31) 1212una referencia explícita del purgatorio. San Juan Crisóstomo nos expone el purgatorio muy elocuentemente: “Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos” (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilía 41, 5; CIC # 1032).
“Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano II, que enseña:Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes (Mt 22, 13 y 25, 30) (Lumen Gentium # 48) (Cf. # 5, “El purgatorio: purificación necesaria para el encuentro con Dios” San Juan Pablo II, Audiencia, Miércoles 4 de agosto de 1999; énfasis añadida).
Es esta catequesis del purgatorio de San Juan Pablo II, antes mencionada (4 de agosto de 1999) podremos apreciar como nuestro querido santo polaco explica con sencillez que quienes están en el purgatorio están amparados por el amor eterno de Dios.  “Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección” (ibíd. # 5).  Aquí hay que entender que el amor y la gracia de Dios están íntimamente ligados.  Es más, podrimos decir que una no funciona sin la otra y viceversa. La gracia requiere que el alma esté purificada. O al menos que esta esté en el proceso de purificación y siempre aspirando a la plena y máxima purificación. El amor presupone que recorra el mismo trayecto que la gracia.
En este sentido podríamos decir que la gracia y el amor son instrumentos esenciales para este estado de purificación (purgatorio).  Por ende hay que dejar muy claro que la gracia y el amor son instrumentos esenciales para toda la vida cristiana.
Espero Que esta información te sea de gran utilidad... puedes ver mi blog www.catequesisdeadultos.blogspot.com y en este buscar en buscador (o search) escribe 'purgatorio' para que veas más información.  También recomiendo que lean otro artículo que había escrito previamente: https://catequesisdeadultos.blogspot.com/2015/11/el-purgatorio-no-es-una-segunda.html
Saludos fraternales en Cristo Jesús…
¡DiosBendigaAmén!

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