29 de noviembre de 2009

¡María la mujer de la plena espera!


María junto a Juan el Bautista e Isaías son los tres personajes principales que la liturgia nos presenta en el tiempo de adviento. Hoy quiero enfocarme en la figura de la Virgen María.
Oración: Nuestra Señora del Adviento

Nuestra Señora del Adviento
Madre de todas nuestras expectativas
Tú que sentiste tomar carne en tu seno
La Esperanza de tu pueblo,
la Salvación de Dios,
Sostiene nuestras maternidades
y paternidades, carnales y espirituales.
Madre de todas nuestras esperanzas,
Tú que acogiste el poder del Espíritu
Para dar carne a las promesas de Dios,
Concédenos encarnar al Amor,
Signo del Reino de Dios,
En todas las acciones de nuestra vida.
 Nuestra Señora del Adviento,
Madre de nuestra vigilancia,
Tú que diste un rostro a nuestro futuro,
Fortifica a los que dan a luz con dolor
Un mundo nuevo de justicia y de paz.
Tú, que contemplaste al Niño de Belén,
Haznos atentos a los signos imprevisibles
De la ternura de Dios.
 Nuestra Señora del Adviento
Madre del Crucificado,
Tiende tu mano a los que mueren
Y acompaña su nuevo nacimiento
En los brazos del Padre.
Nuestra Señora del Adviento, icono pascual,
Concédenos esta gozosa vigilancia que discierne,
En el tejido de la vida cotidiana,
En el paso y en la venida de Cristo el Señor.
Fray Michel Hubaut OFM (Franciscano)  

Los pasajes bíblicos acerca de María no son muchos pero nos pueden ayudar a crear un perfil acerca de la persona de María. Durante el Adviento la Iglesia nos presenta a María como la mujer abnegada y que aguarda por la promesa de salvación universal.







Generaciones de patriarcas, profetas y siervos de Dios que desearon poder presenciar y vivir lo que le anuncio el ángel a María. En Simeón en suspiros y lleno de alegría se vio plasmado este sentir.
Escuchamos esta gran aclamación del profeta Simeón en el evangelio de San Lucas: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel” (Lc. 2, 29-32).  Para Simeón fue tan grande presenciar al salvador del mundo que no quería ya más nada en esta vida para llegar a la presencia del Dios Eterno.
Este primer domingo de Adviento el Evangelio de San Lucas nos llama a la espera pero una espera vigilante. La forma de vivir esta espera vigilante es por medio de la oración, el sacrificio y la entrega fraterna llena de generosidad. Estos fueron sin dudas cualidades que vivió María. Cuando María supo que su prima Isabel estaba embarazada fue sin detenimiento a visitarla. Quien conoce la idiosincrasia del pueblo judío en tiempo de Jesús sabe que todos en el núcleo familiar tenían que aportar a las faenas del hogar. María sin duda fue a visitar a Isabel para ayudarla con las tareas del diario quehacer.
Dios fue preparando los corazones justos y piadosos de su pueblo. Fue poniendo las condiciones y herramientas necesarias para poder recibir al mesías. Testigo de todo eso fueron los profetas a quienes Dios utilizo como instrumentos para poner el mensaje mesiánico en el espíritu de su pueblo. Dios fue disponiendo con notable profundidad al pueblo derramando sus gracias, revelándose para avivar las ansia de ver al Salvador. De esta forma Dios fue utilizando hombres y mujeres que representarían una prefiguración de quienes estarían en relación directa con el Salvador y su venida.
El Adviento es tiempo de constante preparación espiritual para recibir al Señor. Esto fue precisamente lo que realizo y vivió María. Para verificar esto solo tenemos que leer los textos bíblicos que nos hablan de María.  Las Bodas de Cana (Jn. 2, 1 - 12) es muy buen ejemplo de esto. El Adviento de María se vio rodeado de las tres virtudes teologales; fe, esperanza y caridad.
El anuncio que le dio el ángel a María solo pudo ser canalizado y encausado en María por medio de la fe. El ángel le está mostrando a María toda una nueva identidad (llena de gracia) que ella desconoce. Es por eso que San Lucas nos dice que María se turbo ante esas palabras. La turbación es un proceso natural en el ser humano cuando trata de practicar la fe. Aquí la fe de María consistió en aceptar con humildad el misterio que Dios pone ante su vida como la persona más privilegiada que haya podido existir. San Agustín nos dice que; ella concibió primero en su corazón (por la fe) y después en su vientre”.
En la vida de María podemos aplicar con toda certeza lo que nos dice el Salmo 146 (145), 5 “Dichoso aquel que al Dios de Jacob tiene de ayuda y pone su esperanza en el Señor, su Dios.  Toda la vida de María fue todo un reflejo vivo de su esperanza. María espero en primer lugar, que por medio de la gracia de Dios alcanzaría a ser esposa virgen. Siendo ya desposada con José se mantenía íntegra en su intención de no conocer varón. Ella no fue defraudada en su esperanza porque el Espíritu Santo quien la guió a ella también sembró en el corazón de San José ese amor casto que hizo posible el matrimonio virginal.
La espera de la Virgen María y toda su vida se vio llena de la caridad. Como mencioné anteriormente la visita a Isabel y las Bodas de Cana son episodios en que caridad de María sobresale. La caridad de María se pasea entre las olas de la fe y la esperanza. Esta preparo a María para la gran noche del nacimiento de Jesús, cuando este nació en Belén entre odiseas, privaciones, percusión y penuria. La fe, espera y caridad de María, la hacen descubrir en esa noche la gloria de Dios. Esa gran noche y bienaventurada donde él Mesías nace para ofrecer a los hombres la salvación definitiva.
Oración de Juan Pablo II
Ruega por nosotros,
Madre de la Iglesia.
Virgen del Adviento,
esperanza nuestra,
de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.
Madre de los hombres,
de la mar estrella,
llévanos a Cristo,
danos sus promesas.
Eres, Virgen Madre,
la de gracia llena,
del Señor la esclava,
del mundo la Reina.
Alza nuestros ojos,
hacia tu belleza.  ¡Amén!

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