Nuestra Señora del Adviento
Madre de todas nuestras
expectativas
Tú que sentiste tomar carne en tu
seno
La Esperanza de tu pueblo,
la Salvación de Dios,
Sostiene nuestras maternidades
y
paternidades, carnales y espirituales.
Madre de todas nuestras esperanzas,
Tú que acogiste el poder del
Espíritu
Para dar carne a las promesas de
Dios,
Concédenos encarnar al Amor,
Signo del Reino de Dios,
En
todas las acciones de nuestra vida.
Nuestra Señora del Adviento,
Madre de nuestra vigilancia,
Tú que diste un rostro a nuestro
futuro,
Fortifica a los que dan a luz con
dolor
Un
mundo nuevo de justicia y de paz.
Tú, que contemplaste al Niño de
Belén,
Haznos atentos a los signos
imprevisibles
De la
ternura de Dios.
Nuestra Señora del Adviento
Madre del Crucificado,
Tiende tu mano a los que mueren
Y acompaña su nuevo nacimiento
En
los brazos del Padre.
Nuestra Señora del Adviento, icono
pascual,
Concédenos esta gozosa vigilancia
que discierne,
En el tejido de la vida cotidiana,
En el paso y en la venida de
Cristo el Señor.
Fray Michel Hubaut OFM (Franciscano)
Los pasajes bíblicos acerca de
María no son muchos pero nos pueden ayudar a crear un perfil acerca de la
persona de María. Durante el Adviento la Iglesia nos presenta a María como la
mujer abnegada y que aguarda por la promesa de salvación universal.
Generaciones de patriarcas,
profetas y siervos de Dios que desearon poder presenciar y vivir lo que le
anuncio el ángel a María. En Simeón en suspiros y lleno de alegría se vio
plasmado este sentir.
Escuchamos esta gran aclamación
del profeta Simeón en el evangelio de San Lucas: “Ahora, Señor, puedes dejar
que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto
la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a
las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel” (Lc. 2, 29-32). Para Simeón fue tan grande presenciar al
salvador del mundo que no quería ya más nada en esta vida para llegar a la
presencia del Dios Eterno.
Este primer domingo de Adviento el
Evangelio de San Lucas nos llama a la espera pero una espera vigilante. La
forma de vivir esta espera vigilante es por medio de la oración, el sacrificio
y la entrega fraterna llena de generosidad. Estos fueron sin dudas cualidades
que vivió María. Cuando María supo que su prima Isabel estaba embarazada fue
sin detenimiento a visitarla. Quien conoce la idiosincrasia del pueblo judío en
tiempo de Jesús sabe que todos en el núcleo familiar tenían que aportar a las
faenas del hogar. María sin duda fue a visitar a Isabel para ayudarla con las
tareas del diario quehacer.
Dios fue preparando los corazones
justos y piadosos de su pueblo. Fue poniendo las condiciones y herramientas
necesarias para poder recibir al mesías. Testigo de todo eso fueron los
profetas a quienes Dios utilizo como instrumentos para poner el mensaje
mesiánico en el espíritu de su pueblo. Dios fue disponiendo con notable
profundidad al pueblo derramando sus gracias, revelándose para avivar las ansia
de ver al Salvador. De esta forma Dios fue utilizando hombres y mujeres que
representarían una prefiguración de quienes estarían en relación directa con el
Salvador y su venida.
El Adviento es tiempo de constante
preparación espiritual para recibir al Señor. Esto fue precisamente lo que
realizo y vivió María. Para verificar esto solo tenemos que leer los textos
bíblicos que nos hablan de María. Las Bodas de Cana (Jn. 2, 1 - 12) es muy buen
ejemplo de esto. El Adviento de María se vio rodeado de las tres virtudes
teologales; fe, esperanza y caridad.
El anuncio que le dio el ángel a
María solo pudo ser canalizado y encausado en María por medio de la fe. El
ángel le está mostrando a María toda una nueva identidad (llena de gracia) que
ella desconoce. Es por eso que San Lucas nos dice que María se turbo ante esas
palabras. La turbación es un proceso natural en el ser humano cuando trata de
practicar la fe. Aquí la fe de María consistió en aceptar con humildad el
misterio que Dios pone ante su vida como la persona más privilegiada que haya
podido existir. San Agustín nos dice que; “ella concibió primero en su
corazón (por la fe) y después en su vientre”.
En la vida de María podemos aplicar
con toda certeza lo que nos dice el Salmo 146 (145), 5 “Dichoso aquel que al
Dios de Jacob tiene de ayuda y pone su esperanza en el Señor, su Dios”. Toda la vida de María fue todo un reflejo vivo de su esperanza. María espero en
primer lugar, que por medio de la gracia de Dios alcanzaría a ser esposa
virgen. Siendo ya desposada con José se mantenía íntegra en su intención de no
conocer varón. Ella no fue defraudada en su esperanza porque el Espíritu Santo
quien la guió a ella también sembró en el corazón de San José ese amor casto
que hizo posible el matrimonio virginal.
La espera de la Virgen María y
toda su vida se vio llena de la caridad. Como mencioné anteriormente la visita
a Isabel y las Bodas de Cana son episodios en que caridad de María sobresale.
La caridad de María se pasea entre las olas de la fe y la esperanza. Esta
preparo a María para la gran noche del nacimiento de Jesús, cuando este nació
en Belén entre odiseas, privaciones, percusión y penuria. La fe, espera y
caridad de María, la hacen descubrir en esa noche la gloria de Dios. Esa gran
noche y bienaventurada donde él Mesías nace para ofrecer a los hombres la
salvación definitiva.
Oración de Juan
Pablo II
Ruega por nosotros,
Madre de la Iglesia.
Virgen del Adviento,
esperanza nuestra,
de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.
Madre de los hombres,
de la mar estrella,
llévanos a Cristo,
danos sus promesas.
Eres, Virgen Madre,
la de gracia llena,
del Señor la esclava,
del mundo la Reina.
Alza nuestros ojos,
hacia tu belleza. ¡Amén!
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