La palabra "liturgia" como he mencionado en otros artículos es la “acción del Pueblo de Dios.” Ese pueblo de Dios que ha nacido por medio del bautismo y la acción del Espíritu Santo obra en la acción amorosa que el mismo Cristo le ha delegado. “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Juan 13, 34-35). “La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Chistus totes). Los que desde ahora la celebran, más allá de los signos, participan ya de la liturgia del cielo, donde la celebración es enteramente Comunión y Fiesta” (CIC # 1136). Como consecuencia podemos entender que el mayor de los simbolismo que debemos de ver y apreciar en cualquier acto litúrgico desde la Celebración Eucarística (en especial esta) y cualquier celebración de los demás sacramentos es ese amor de Cristo que es la fuerza motriz que mueve a la Iglesia.
A continuación quisiera presentar algunos símbolos que la Iglesia ha usado en la liturgia desde sus inicios. Entre ellos quisiera destacar el fuego, el incienso, la imposición de manos, el saludo de la paz, el besar los libros sagrados, la señal de la cruz, el agua, las campanas entre muchos otros elementos que enriquecen de una forma u otra nuestros actos litúrgicos. Hay que señalar que el elemento más importante después del amor (como ya antes mencione) que tiene la liturgia es el elemento humano. Todos los bautizados que formamos (activa o inactivamente) esa comunidad de amor en Cristo Jesús que llamamos la Iglesia. Todos los demás símbolos en la liturgia tienen su significación en cuanto y tanto la Iglesia (sus culturas y pueblos) los va inculturizando, cristianamente hablado para canalizar ampliamente el mensaje del Evangelio.
El fuego en nuestras celebraciones tiene una trascendencia muy importante. Aparece en forma de lámparas y cirios encendidos durante la celebración o delante del sagrario. Aparte del simbolismo de la luz entra aquí también esa misteriosa realidad que se llama fuego. La llama que se va consumiendo lentamente mientras alumbra, embellece, calienta, dando sentido familiar a la celebración. La Vigilia de Pascua es la celebración que queda enriquecida de modo más explícito con el simbolismo del fuego. La hoguera que arde fuera de la Iglesia y de la que se va a encender el Cirio Pascual remite intensamente al triunfo de la luz sobre las tiniebla, del calor sobre el frío, de la vida sobre la muerte. De allí partirá la procesión con su festivo grito: "Luz de Cristo", y la luz se irá comunicando progresivamente a cada uno de los participantes. El simbolismo de la luz está realmente muy aprovechado en el lenguaje festivo de la Noche Pascual. Pero en su raíz está el fuego que tiene sus direcciones propias y riquísimas.
Para saber toda la densidad de significado que el fuego puede llegar a tener y lo que puede expresar también en nuestras celebraciones, no hay mejor medio que repasar, que de lo que él dicen el Antiguo y Nuevo Testamento. Ante todo, el fuego sirve para expresar de algún modo lo que es imposible de expresar: la presencia misteriosa de Dios mismo en la historia humana. Recordemos el misterioso episodio de la zarza que arde sin consumirse (Ex 3). Moisés se acerca a un lugar que en seguida reconoce como sagrado, y oye la voz "Yo soy el Dios de Abraham...". También es con el fuego con el que se simboliza el juicio de Dios, como el fuego que penetra a todo ser existente, lo pone en evidencia, lo purifica o lo castiga (Véase: Dn. 7,10; Gen 19; Is. 66,16).
¿Qué quiere simbolizar el incienso? Lo que el incienso quiere significar en nuestra liturgia nos lo han ido explicando los varios documentos con sus explicaciones. El incienso crea una atmósfera agradable y festiva en torno a lo que se inciensa, a la vez que crea un aire entre misterioso y sagrado por la sutil impalpabilidad de su perfume y de su humo. Expresa elegantemente el respeto y la reverencia hacia una persona o hacia algún símbolo de Cristo. Pero más en profundidad indica la actitud de oración y elevación de la mente hacia Dios. Ya el Salmo 140 nos hace decir: "suba mi oración como incienso en tu presencia." El incienso es símbolo, sobre todo, de la actitud de ofrenda y sacrificio de los creyentes hacia Dios. El incienso une de algún modo a las personas con el altar, con sus dones y sobre todo con Cristo Jesús que se ofrece en sacrificio.
¿A quiénes se inciensa? El Misal Romano sugiere con libertad el uso del incienso en estos momentos de la Misa; durante la procesión de entrada, al comienzo de la Misa para incensar el altar, en la procesión y proclamación del evangelio, en el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, el presidente y el pueblo cristiano, al momento de la consagración y en la ostensión del Pan consagrado y del Cáliz después de la consagración (IGMR 235). Se suele llevar incienso en la procesión de entrada e incensar el altar que va a ser el centro de la celebración eucarística, puede indicar el respeto al lugar, a las personas y al altar, o simplemente significar el tono festivo y sagrado de la acción que empieza. Pero el Misal no da demasiado relieve a este primer gesto: siempre se ha considerado más importante la incensación del altar en el ofertorio. La incensación del evangelio fue introducido a partir del siglo XI como signo de honor y respeto hacia Aquél cuyas palabras vamos a escuchar. El Misal (IGMR 33 y 35) explica por qué en el momento del evangelio se acumulan los signos de especial veneración: el lector ordenado, la postura de pie, el beso y otras muestras de honor entre las que hay que recordar el incienso. El uso del incienso en el ofertorio tiene especial interés. El altar y las ofrendas de pan y vino sobre él se inciensan "para significar de este modo que la oblación de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso" (IGMR 51). En este momento "también el sacerdote y el pueblo pueden ser incensados." Junto con el pan y el vino ofrecidos sobre el altar, y que son incensados, también el presidente se ofrece a sí mismo, y con él toda la comunidad y así se convierten ellos mismos en ofrenda y sacrificio, unidos e incorporados al sacrificio de Cristo. Son las personas, principalmente, las que vienen a ser simbolizadas como ofrenda y homenaje a Dios, con el gesto del incienso. Si nada más fuera un gesto de honor, se quedaría la asamblea sentada mientras la inciensan. En cambio, se pone de pie para indicar su actitud positiva, comprometida, de unión espiritual con las ofrendas eucarísticas. En la consagración el acto de la incensación manifiesta al Señor mismo. Todas las incensaciones se dirigen a los signos sacramentales de la presencia del Señor: el altar, la cruz, el libro del evangelio, el presidente, la asamblea. Ahora se inciensa el pan y el vino consagrados, el signo central y eficaz de la auto-donación de Cristo.
La imposición de manos es sin duda alguna unos de los simbolismos en la liturgia y toda la vida cristiana que mayor tiene significación espiritual para la Iglesia. En el Nuevo Testamento la acción e imponer sobre la cabeza de uno las manos tiene significados distintos, según el contexto en el que se sitúe. Ante todo puede ser la bendición que uno transmite a otro, invocando sobre él la benevolencia de Dios. Así, Jesús imponía las manos sobre los niños, orando por ellos. La despedida de Jesús en su Ascensión, se expresa también con el mismo gesto: "alzando las manos los bendijo" (Lc. 24,50). Es una expresión que muchas veces se relaciona a la curación. Jairo pide a Jesús: "Mi hija está a punto de morir; ven impón tus manos sobre ella para que se cure y viva" (Mc 5,23). Imponer las manos sobre la cabeza de una persona, significa en muchos otros pasajes, invocar y transmitir sobre ella el don del Espíritu Santo para una misión determinada. Así pasa con los elegidos para el ministerio de diáconos en la comunidadHay dos momentos en la celebración de la Eucaristía en que el gesto simbólico tiene particular énfasis. Ante todo cuando el presidente, en la Plegaria Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu (Epiclesis), extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: "santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu." La Bendición Final es el segundo momento en el que el gesto de la imposición adquiere especial énfasis. Este gesto nos habla también del don de Dios y la mediación eclesial: Estupendo binomio la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del mismo don divino a estas criaturas. La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la ,mano de un ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere santificar. primera: "hicieron oración y les impusieron las manos" (Hch. 6,6).
Hay dos momentos en la celebración de la Eucaristía en que el gesto simbólico tiene particular énfasis. Ante todo cuando el presidente, en la Plegaria Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu (Epiclesis), extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: "santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu." La Bendición Final es el segundo momento en el que el gesto de la imposición adquiere especial énfasis. Este gesto nos habla también del don de Dios y la mediación eclesial: Estupendo binomio la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del mismo don divino a estas criaturas. La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la ,mano de un ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere santificar.
Continuará...
Fuente: http://www.cpl.es/ Adaptado del Libro "Gestos y Símbolos" del P. José Aldazabal
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