Hay muchas formas en la que
podemos visualizar reflexionar el misterio de la Eucaristía. De igual forma, podemos decir que hay
muchísimos libros sobre el Sacramento de la Eucaristía como para llenar los
estantes de nuestras bibliotecas. Hoy
quisiera enfocarme y reflexionar en varios puntos sobre la Eucaristía. Primero, disertar en varias formas de la
presencia de Cristo en este admirable sacramento. Segundo, quisiera dividir la Misa en varias
partes poco común para los cristianos (y para los no cristianos también). Estas son el congregarnos o convocación (=
llamados juntos), el escuchar, el compartir y el ser enviados.
La Iglesia nos enseña por
medio de la Constitución de la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II que
Cristo esta presente en la Eucaristía de distintas formas: “Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre
presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el
sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, ‘ofreciéndose ahora por
ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz’, sea
sobre todo bajo las especies eucarísticas… Está presente en su palabra, pues
cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está
presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que
prometió: ‘Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en
medio de ellos’” (Mt., 18,20) (#
7).
La Instrucción General Del
Misal Romano resume esta enseñanza de forma más concisa: “Pues en la celebración de la Misa, en la cual
se perpetúa el sacrificio de la cruz, Cristo
está realmente presente en la misma asamblea congregada en su nombre, en la
persona del ministro, en su palabra y, más aún, de manera sustancial y
permanente en las especies eucarísticas” (# 27). Es por eso que en la celebración
eucarística debemos prestar la debida atención a cada una las maneras en que
Jesucristo nos revela su presencia en la celebración.
La Santa Misa da
inicio convocándonos a todos los bautizados en asamblea (o sea iglesia) como
Pueblo de Dios en un determinado tiempo (domingo = día del señor) y en
determinado lugar (templo, parroquia, capilla, etc.). Cristo cumpliendo su promesa que “donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy
presente en medio de ellos” (Mateo 18, 20) nos revela su presencia en
medio de la asamblea. La presencia de
Cristo en medio de la asamblea de los fieles es de fundamental importancia para
poder entender propiamente lo que es la Eucaristía. Por medio de las aguas
bautismales comenzamos a ser miembros del Cuerpo de Cristo. Cuando este Cuerpo, el cual ha estado
disperso durante la semana, se acerca junto para dar culto, hacemos al Cuerpo
de Cristo visible. Nos saludamos unos a
los otros en nombre de Cristo (con un “Dios te
bendiga” o saludos similares) reconocemos (y debemos
reconocer) el rostro de Cristo en aquellos que se reúnen con nosotros. La presencia de Cristo en su Cuerpo, la
Iglesia, es crucial para poder entender el Misterio de la Eucaristía y el
propósito fundamental de la Misa.
Ya la Misa comenzó, el canto
de entrada que nos debe ayudar a asumir una actitud (o compostura) propia para
la celebración. Al igual que nos
encamina a tema que la liturgia nos esté proponiendo para esa ocasión. Como en toda reunión o encuentro nos
saludamos. Este saludo comienza
invocando a la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y acto seguido
una salutación de parte del celebrante (presbítero u obispo) como estas: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan (o estén) con todos ustedes” (2Cor. 13, 13); “Que la gracia y paz de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro
Señor esté con ustedes” (Gal. 1, 3). Estas salutaciones sin duda
alguna son mas significativa que un hola o un buenos días. Estas también son un
muy buen ejemplo de como nuestros textos litúrgicos con mucha frecuencia están tomados
de la Biblia.
La Liturgia de
la Palabra es la parte más directa de la Misa.
Esta consiste en tres lecturas (dos en semana) donde el leccionario nos
presenta una lectura del Antiguo Testamento (Hechos de los Apóstoles en Pascua)
una del Nuevo Testamento (Cartas paulinas o católicas) y el evangelio seguido
por una homilía. Aun el más completo de
los extraños puede reconocer que este tiempo en la Misa es tiempo de
proclamación y escucha. Mi abuelo solía
decir: “oímos distraídos, escuchamos con
atención.”
No es lo mismo oír que escuchar, esta última requiere atención y
concentración. La Palabra de Dios tiene
el propósito de tocarnos y cambiarnos.
Pero para que esto sea posible es necesario escuchar atentamente con
unos oídos abiertos y un corazón abierto.
Cuando esto sucede le estamos dando reverencia a Cristo que es la
Palabra (Verbo) Encarnado. Por eso
necesitamos escuchar cuidadosamente para reconocer que mensaje Cristo tiene
para nosotros.
Juan Pablo II en
su Carta Apostólica Deis Domini (El Día del Señor) nos habla elocuentemente
sobre la Liturgia de la Palabra: “No se ha de olvidar, por lo demás, que la
proclamación litúrgica de la Palabra de Dios, sobre todo en el contexto
de la asamblea eucarística, no es tanto un momento de meditación y de
catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo, en
el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y propuestas siempre de
nuevo las exigencias de la alianza. El Pueblo de Dios, por su parte, se siente
llamado a responder a este diálogo de amor con la acción de gracias y la
alabanza, pero verificando al mismo tiempo su fidelidad en el esfuerzo de una
continúa ‘conversión’” (# 47). Como hemos mencionado antes, la Liturgia de
la Palabra es tiempo de escucha. Quien
nos visita en una Misa por primera vez puede quedar confundido cuando ve que la
asamblea esta leyendo (en el "missalette” o pequeño misal) al mismo tiempo que el lector estar proclamando la
Palabra de Dios. Esto hace que perdamos
el objetivo de la Liturgia de la Palabra que es el escuchar atentamente sin
distracciones. Para eso es recomendable
que leamos (y reflexionemos) previamente las lecturas de la Misa. De esta forma, estaremos más familiarizados
con las lecturas.
La homilía (o predicación)
también es parte de la Liturgia de la Palabra y por lo tanto requiere mucha
atención al escuchar. Esta nos ayuda a
entender los contextos (históricos de la época, y el contexto actual) de la
Palabra de Dios. El predicador (ya sea
el obispo, sacerdote o el diacono) ha de aplicar los Textos Sagrados (palabra
bíblica antigua) y conectarla a nuestra vida diaria de nuestros tiempos. No es necesario recordar todas las ideas que
nos propone la homilía (por ende la Palabra de Dios). Lo que si es necesario recordar y meditar en
aquellos puntos que tocan nuestro ser para producir la conversión en nuestras
vidas. Las Sagradas Escrituras nos
hablan tanto de forma personal como comunitaria. La función del predicador es ayudarnos a
entender ambas dimensiones de la Palabra de Dios.
Después de la
oración de los fieles comienza la Liturgia Eucarística con la preparación de
las ofrendas. Dios no nos da de lo que
le sobra, por contrario nos da de lo que tiene.
Dios es amor y nos da todo su amor.
En esta etapa del compartir debemos recordar que la(s) colecta(s) (para
nuestras parroquias, para la diócesis y para la Iglesia “universalmente”) no debemos dar de lo que sobra.
Dios nos da bienes con amor, demos (compartamos) entonces con amor (y
generosamente). Con la colecta van el
pan y el vino que se brindan como ofrendas de amor para sostener a la Iglesia en
sus necesidades. La colecta nos sostiene
económicamente pero el pan y el vino nos van a sostener espiritualmente más aun
importante que la primera.
En esta etapa del
compartir el celebrante a nombre de la comunidad eclesial reza una oraciones
para dar gracias, bendecir y presentar a Dios esas ofrendas (pan y vino) que
van a ser usadas para el sacrificio pascual en la Misa. Si estamos atentos en la Celebración
Eucarística vamos a ver que una vez el vino es puesto en la copa (cáliz) el
celebrante pone una gotas de agua en el cáliz.
¿Qué significación y simbolismo tiene este gesto? Históricamente hablando hay que decir que el
vino era diluido con agua para que no fuera tan fuerte. Los primeros cristianos continuaron usando
esta práctica en sus celebraciones de la Cena del Señor. Para nuestros hermanos de ritos orientales
(católicos y ortodoxos) esta combinación del vino con el agua representa la
unión de Cristo con sus fieles. Para los
cristianos de occidente el mesclar el vino con el agua representa las
naturalezas humana y divina de Jesucristo.
Ambas creencias tienen y hacen sentido lógico. Es muy interesante lo que el celebrante reza
en silencio en este momento de la Misa: “Por
el misterio del agua y el vino, que podamos compartir la divinidad de Cristo,
quien humildemente compartió nuestra humanidad.” Profundizar y meditar estos simbolismos es algo que podemos hacer para
poder vivir mejor estos misterios sagrados.
Después de la
Oración Colecta u oración sobre las ofrendas comienza la Plegaria Eucarística,
esta podemos decir que es el corazón de la Misa. Esta se deriva de antiguas oraciones judías
llamadas “berakah.” “Berakah” significa bendiciones y aparecen en dos formas. La primera informal bendiciendo (alabanza y
agradecimiento) a Dios con una simple invocación “bendito
seas tu, Señor de la creación” añadiendo después la razón de la oración “porque nos has dado…”. La segunda “berakah” es
formal y comienza de la misma forma, pero la razón es más extensa incluyendo la
historia de la salvación. Nuestra
Plegaria Eucarística contiene una estructura bien similar a la “berakah”
formal. Esta tiene una invocación
introductoria de alabanza y agradecimiento “demos
gracias al Señor, nuestro Dios” recogiendo esta el extraordinario trabajo de
Dios, especialmente en Jesús. Esta
también ofrece peticiones y concluye con la doxología “con Cristo, con el y en el…”. La Plegaria
Eucarística IV nos ofrece un buen claro ejemplo de esta estructura, pero todas
las Plegarias Eucarísticas siguen y contienen estos mismos elementos. El paralelismo con la “berakah” nos
recuerda que estas son grandiosas oraciones de acción de gracias y verdaderas
formas eucarísticas de oración.
Después del santo,
santo, santo retomamos o continúa la Plegaria Eucarística con su memorial (o anamnesis en
griego) por lo que Dios ha hecho, enfocándose en la obra redentora de
Jesucristo incluyendo en relato de la Última Cena. Más que una mera remembranza la anamnesis
envuelve la actual presencia de la obra salvadora de Dios en nuestras
vidas. Esto es de vital importancia para
comprender el sacrificio de la Misa. El
sacrificio de Cristo consiste fundamentalmente en la total entrega de Jesús a
la voluntad del Padre Dios. Esta entrega
sin límites se ve reflejada en la oración de Jesús en Huerto del Getsemaní. Esta entrega de Jesús se ha manifestado
históricamente en la muerte y resurrección de Jesús (como los demuestran los
testigos oculares del Nuevo Testamento).
Esto (la entrega voluntaria de Jesús) trae como consecuencia la
permanente unión con la voluntad del Padre.
Por ende Jesús es eternamente sacerdote (“El Señor lo ha jurado y no se retractará: ‘Tú eres
sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec’” Salmo 110) y
victima siendo así un sacrificio eterno.
Pasamos al Rito
de la Comunión donde se pronuncian las palabras (rito) de la institución de
este sacramento conocidas como el Canon de la Misa (Mateo 26, 26-29). El primer de los mandamientos de la ley de
Dios nos dice: “amarás a Dios
sobre todas las cosas” a lo cual Jesús
en el evangelio le añade “y al prójimo como a ti mismo” en esto estriba el fundamento de toda la ley y los
profetas. Al recibir la Sagrada Comunión
y la Sagrada Sangre de Cristo la Iglesia nos recuerda (y la vez invita) que
para estar en plena comunión con al Iglesia (y con toda la creación) hay
cumplir a cabalidad este primer mandamiento.
En la oración del Padre Nuestro a la cual se le llama la oración
perfecta por excelencia (esta contiene 7 peticiones, el numero siete
bíblicamente hablando significa plenitud y perfección). En esta pedimos el pan de cada día, muchos
pensarían que solo se refiere al pan del alimento corporal. Pero si profundizamos nos podemos dar cuenta
que no solo es el alimento corporal (el cual nos sostiene) sino también el
alimento espiritual para sostener la vida espiritual. La comunión se expresa en la intima unión con
Cristo, por eso es que nos damos el saludo de la paz (que no es la paz del ser
humano sino la paz de Cristo) que nos prepara y predispone a la comunión.
Cuando hacemos la fila para comulgar el Cuerpo de Cristo y en muchas diócesis
(ej. En los EEUU) también la Sangre de Cristo es un momento de silencio. Este y los demás ocasiones de silencio son de
vital importancia en nuestra Celebración Eucarística. Claro esta no es tanto silencio exterior (ya
que es casi imposible por distintas circunstancias) sino más bien silencio
interior. Este silencio interior debe ir
acompañado de oración reflexiva y meditativa.
Como bien significa la palabra eucaristía, acción de gracia, eso es precisamente
la naturaleza de nuestra oración en esos instantes de silencio. El Rito
de Comunión concluye con la Oración Postcomunión. La Misa concluye con una oración de acción de
gracias o eucarística por haber podido celebrar ese sacramento tan admirable. La Iglesia exhorta
que los fieles “puedan perseverar más fácilmente en esta acción de gracias, que de modo
eminente se tributa a Dios en la Misa, se recomienda a los que han sido
alimentados con la Sagrada Comunión que permanezcan algún tiempo en oración” (Eucharisticum
Mysterium # 38).
Contrario a lo que muchas personas
puedan pensar una vez se hace la Oración Postcomunión la Eucaristía no ha
terminado. Con el Rito
de Conclusión somos enviados. ¿Enviados
a que? Podríamos preguntar. Los primeros
cristianos una vez concluida la Cena del Señor (nombre que se le daba a Eucaristía
en ese entonces) eran enviados a evangelizar (en el pleno sentido de la
palabra). En otras palabras podemos
decir que de la Misa salían a la Misión.
Hoy en día nuestra celebración de la Sagrada Eucaristía termina con la
siguiente frase: “pueden irse en paz.” Hay varios puntos que quisiera señalar. Notemos que el sacerdote (o el diacono) nos
dice que vayamos “en paz” recordemos ya
estamos previamente en la paz de Cristo (si lo disponemos en nuestro corazón). Mencione
que vamos (o debemos ir) de la Misa a la Misión (nótese que escribo Misión con
letra mayúscula ya una es tan importante como la otra). Ambas (Misa y Misión) palabras tienen la
misma etimología (origen de la palabra) que es el ser enviados. Entonces… ¿Cuál es nuestra misión? Si leemos el Evangelio de San Marcos
encontraremos la respuesta. “Entonces
les dijo: Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia (evangelio) a toda la creación. El que crea
y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará”
(Mc. 16, 15-16). Nuestra misión (de
todos los bautizados) es simplemente evangelizar. Las vocaciones (los llamados) van a ser
distintas y variadas (matrimonio, sacerdocio, catequista, grupos juveniles,
grupos apostólicos, etc.) pero la finalidad es solo una y es evangelizar. No podemos pasar por alto que sea cual sea el
llamado el mejor modo de evangelizar es con el testimonio vivo.
Querido lector(a)
quisiera terminar este escrito con algo que nos dice Juan Pablo II sobre la
Misa y la Misión. “Como
los primeros testigos de la resurrección, los cristianos convocados cada
domingo para vivir y confesar la presencia del Resucitado están llamados a ser evangelizadores y testigos en su
vida cotidiana. La oración después de la comunión y el rito de conclusión —bendición
y despedida— han de ser entendidos y valorados mejor, desde este punto de
vista, para que quienes han participado en la Eucaristía sientan más
profundamente la responsabilidad que se les confía. Después de despedirse la
asamblea, el discípulo de Cristo vuelve a su ambiente habitual con el
compromiso de hacer de toda su vida un don, un sacrificio espiritual agradable
a Dios (cf. Rm 12,1)” Carta Apostólica
Deis Domini (El día del Señor) #
45. Espero que esto que nos enseña
el Beato Juan Pablo II sea razón para la reflexión sobre este tan admirable Sacramento
de la Eucaristía… así nos ayude Dios.
______
Preguntas para el estudio y la reflexión:
¿Cómo las distintas formas en la que Cristo se hace presente en la liturgia (por ende los sacramentos) nos ayudan a tomar mejor conciencia de la importancia de la liturgia y los sacramentos?
¿Cómo se integran tus dimensiones personal y comunitaria en la Eucaristía?
¿Las formas de Oraciones Judías (berakah) te ayudan a comprender mejor las Plegarias Eucarísticas? ¿Qué importancia y significación tienen las Plegarias Eucarísticas (para ti)?
¿Es la Eucaristía centro y fundamento de tu vida espiritual? ¿Cómo la Eucaristía y tu vida personal de oración están conectadas?
¿Cómo las distintas formas en la que Cristo se hace presente en la liturgia (por ende los sacramentos) nos ayudan a tomar mejor conciencia de la importancia de la liturgia y los sacramentos?
¿Cómo se integran tus dimensiones personal y comunitaria en la Eucaristía?
¿Las formas de Oraciones Judías (berakah) te ayudan a comprender mejor las Plegarias Eucarísticas? ¿Qué importancia y significación tienen las Plegarias Eucarísticas (para ti)?
¿Es la Eucaristía centro y fundamento de tu vida espiritual? ¿Cómo la Eucaristía y tu vida personal de oración están conectadas?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario