30 de mayo de 2013

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo (Ciclo C)



Este domingo (06/02/2013) la toda la Iglesia Católica está de celebrando la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.  Esta celebración es un eco que nos llega desde la Pascua. Esta gran solemnidad se define en una palabra "Pascua."  Nuestras alegrías están en manos de una solo comienzo, de un gran acontecimiento, de un maravilloso  júbilo, la palabra que cambió nuestras vidas y la vida de cada cristiano, la palabra "Pascua."
En muchos de nuestros países se solemniza esta fiesta el jueves después de la fiesta de la Trinidad.  Pero en otras partes (como aquí en los Estados Unidos) se ha pasado esta fiesta al domingo, con el razonamiento de enfatizar y recordar que el domingo es y debe ser siempre el Día del Señor. Y siendo esta fiesta la de El Cuerpo y la Sangre Preciosísima de Cristo, guarda y tiene pleno sentido que el Corpus Christi (como se dice en latín) se celebre el domingo.
Esta es una ocasión donde se acostumbra en muchos sitios sacar el Santísimo Sacramento para hacer una procesión, como publicando y pregonando abiertamente: "Sí Él está Presente y creemos en Él y le adoramos."  Esto sin duda es una tradición cristiana todavía muy presente en muchos de nuestros países. 
Ojala que nuestra comunidad parroquial se pudiera hacer algo similar para no perder esta gran tradición.  También hay que tener muy presente  que de la misma forma que hacemos procesiones en los barrios, en las ciudades también Jesucristo quiere recorrer y recrearse por las calles, por las oficinas, por las universidades, por los parques, empapándolo todo con su amor, con su perdón, con su gracia, con su pureza y con sus dones y talentos que quiere brindarnos. 
Jesús quiere estar presente en todas partes y a toda hora.  ¿Seriamos capaces de que con nuestro testimonio de vida cristiana Cristo se haga presente donde quiera?
En la primera lectura del Libro del Génesis (14, 18-20) se nos presenta a Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo presentándonos un sacrificio extraño, nada de animales sino sólo pan y vino, como en la Eucaristía de Jesús.  El autor de la Carta a los Hebreos desarrolló una comparación notable entre Melquisedec y Cristo.  Para poder entender esta comparación es muy aconsejable leer el capítulo 7 de la Carta a los Hebreos.
Podemos sólo admirar la manera de cómo ese episodio de Melquisedec, que en la Biblia ocupa tan poco espacio (ver Gn. 14, 18 y Salmo 110, 4), es aquí desmenuzado para probar con una lógica irrefutable que Cristo debía cambiar toda la religión de Israel.  Los dones de profeta del autor (recordemos que dicho autor es anónimo aunque algunos teólogos sugieren que Apolo, quien fue discípulo de San Pablo como autor de dicha carta) de esta carta son aquí evidentes. 
En los inicios de la Iglesia, esta no tenía otra Biblia fuera del Antiguo Testamento. Estos libros sin embargo no parecían tener mucha relación con la obra de Jesús.  La tarea de los profetas cristianos fue demostrar de qué manera la Biblia conducía a Cristo.  No sólo refutaban los argumentos de los judíos, sino que además creaban, con la ayuda del Espíritu, la interpretación cristiana del Antiguo Testamento.  Esto lo podemos ver ampliamente en la Carta a los Hebreos.
La energía primordial que encauza el destino de la humanidad, del mundo y de la historia, es la victoria de Jesucristo, Hijo de Dios, hecho hombre, para tomarnos junto a él y asociarnos a su gloria eterna o sea la redención y salvación que Él nos brinda.  En forma similar nos dice San Pablo en la segunda lectura (1 Corintios 11, 23-26) “cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del Señor hasta que venga” (1Cor. 11, 26).  Esto se puede entender mejor cuando leemos los siguientes dos versículos (27 y 28) del texto paulino antes mencionado.  “Por tanto, el que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor.  Cada uno, pues, examine su conciencia y luego podrá comer el pan y beber de la copa” (1Cor. 11, 27-28).
Cuando se oficia la Santa Misa, sobre el altar se celebra para los cristianos el sacrificio, la liturgia de la Pascua, el Pan que nutre nuestra fe es el Pan de la Pascua, la Eucaristía, y cuando caemos en pecado y vamos a confesarnos, el sacerdote, con la absolución, derrama sobre nosotros, según la expresión de Santa Catalina de Siena, "Sangre de la Pascua."  O sea la Sangre de Cristo que nos lava y purifica de nuestros pecados.

En el Evangelio de San Lucas escuchamos la narración de la Multiplicación de los Panes y los Peces.   Los evangelistas (al igual que la Iglesia y muchos cristianos hoy en día) pudieron ver entender (después de la Resurrección de Jesús) en la Multiplicación de los Panes y los Peces el anuncio de la Eucaristía.  Meditando el capítulo 6 del Evangelio de San Juan (Jesús Pan de Vida) podemos ver que el pan es “lo que sale de la boca de Dios” y es igualmente la Palabra de Dios como el Hijo bajado del Cielo, que se hace el alimento espiritual y la fuente de vida de los creyentes.

¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Viva y por siempre sea amado!

15 de mayo de 2013

¡La grandeza de tener a un Dios que obra y ora por nosotros…! Solemnidad de Pentecostés (Ciclo C)



Es muy interesante como San Lucas en su libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 1–11) nos dice que estaban en Jerusalén reunidos un gran número de judíos en especial judíos de la diáspora (que vivían fuera de Israel).  Esto nos deja ver “entre líneas” la importancia de esta fiesta para el pueblo judío.  La Fiesta de Pentecostés era también llamada la Fiesta de la Gavilla de Trigo.  La fiesta de Pentecostés se venía celebrando desde los orígenes del pueblo judío.  Después de la Pascua del Pueblo de Israel se esperaban sietes veces siete más uno (cincuenta días) donde se ofrecían las primera cosecha a Yavéh.  Con el pasar de los siglos esta fiesta fue cobrando una profunda espiritualidad relacionada profundamente a la pascua.
La fiesta de Pentecostés es perfectamente solidaria a la Pascua. Cristo, nuevo Adán, recibió en el Espíritu de Dios, que le resucitó y le hizo Señor y Dios.  Y ese mismo Espíritu nosotros lo recibimos en Pentecostés, para poder mantenernos en estado de resucitados y de hijos de Dios.  Pero vemos que el misterio de la fiesta se realiza y consuma en una actitud de fe.  Sin esta actitud de fe esta fiesta (como cualquier otra fiesta religiosa) pierde el verdadero sentido de ser.
La Pascua proporciona el acontecimiento (liberación) tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.  Pentecostés ofrece la manera de vivir en función de tal acontecimiento.  La Pascua es la fecha de la independencia del pueblo salvado, y Pentecostés es la fecha en que fue promulgada su constitución.
La Pascua (desde varios siglos antes de Cristo, según su evolución como fiesta religiosa) había situado a los judíos en la salvación, en estado de liberación.  Pentecostés por su parte, por el don de la Ley, les ofrecía la posibilidad de mantenerse en ese estado y de no volver a la esclavitud.  Ya no solo a una esclavitud corporal sino con mayor razón espiritual.  Incluso hoy día, la Pascua sitúa a los cristianos en el acontecimiento redentor y en la filiación divina de Jesús, mientras que Pentecostés consuma la obra dándoles el Espíritu Santo, que les permite realizar el ideal de filiación (hijo) y liberación que nos quiere ofrecer Cristo Jesús a todos.
Cuando se espiritualizó la Fiesta de Pentecostés (varios siglos antes de Cristo), su acto ritual característico fue la renovación de la Alianza.  Actualmente, en el cristianismo, la fiesta nos ofrece la posibilidad de renovar la alianza (alianza de amor entre Dios y el hombre), pasa a ser una acción de Dios que hace habitar en nosotros su Espíritu para asegurar su vida en nuestro cuerpo de carne y confirmar nuestra libertad o sea liberación de la esclavitud que nos ocasiona el pecado.  La ley que antes era impuesta rigurosa y reglamentariamente cede el puesto al Espíritu, quien nos graba en nuestros corazones la ley primera y fundamental del amor.  Por dicha ley del amor (a Dios y al prójimo) se basan todas las demás leyes que pueden existir. 
Ya no se trata de que prometamos una nueva conformidad con una regla exterior, sino de ser dóciles a la ley interior (ley del amor), del Espíritu (ver Gal 5, 16).   Es por eso que muchos teólogos definen al Espíritu Santo como la fuerza de amor perfectísima entre el Padre y el Hijo.  Con mucha razón nos dice San Juan que “Dios es amor” e igualmente nos dice que “el que no ama no conoce Dios” (1 Jn. 4, 8) y por ende podemos decir que la regla fundamental para que el Espíritu de Dios habite en nosotros es el mismo amor.
San Pablo nos da una valiosa catequesis de como el Espíritu Santo obra, ora y actúa en cada uno de nosotros.  Introduce esta la exegesis (explicación) con lo siguiente: “Nadie puede decir ‘Jesús es Señor’, si no es bajo la acción del Espíritu Santo” (1 Cor. 12, 3).  Esta es una expresión que muchos verbalmente solemos decir.  Entonces ¿Qué nos quiere decir San Pablo con esta expresión?  Todas las veces que nuestra voz y nuestro testimonio de vida cristiana no están de acuerdo decir esta expresión es algo vacío y sin sentido.  Más que una expresión verbal San Pablo se refiere a una expresión que sale del corazón.  De un corazón que refleje en todos los ámbitos de nuestras vidas al mismo Cristo.  De esta forma si mi corazón y todo mi ser están a tono con mi voz, si podemos decir sin temor a equivocarnos que “Jesús es el Señor” que en está presente en la Iglesia en medio de la comunidad y de muchas otras formas en especial en la Eucaristía.
El Bautismo y la Confirmación son los sacramentos por los cuales el Espíritu Santo llega a nuestra vida y nuestro ser.   Podemos decir que estos dos sacramentos (como todos los demás sacramentos) son signos sensibles y palpables que nos confieren la gracia (o sea el don de Dios en nuestras vidas) que fueron instituidos por el mismo Cristo para nuestra salvación.  Además podríamos decir que estos sacramentos forman “un proceso de Pentecostés” en nuestras vida cristiana.  Siendo este un proceso para toda la vida.  En otras palabras toda nuestra vida cristiana es y debe ser un “eterno pentecostés.”
Estos mismos sacramentos son los que dan el compromiso bautismal y cristiano.  Podemos ver como el Evangelio de San Juan nos expone esta mandato que nos da el mismo Jesús: “Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envió yo a ustedes" (Jn. 20, 21).  Al finalizar la Celebración Eucarística el presbítero (AKA sacerdote) nos dice “pueden irse en paz.”  Nos podemos preguntar irnos a que.  La respuesta nos la da la misma historia de la Iglesia.  Los primeros cristianos una vez finalizada la Cena del Señor (Eucaristía) literalmente salían a evangelizar y catequizar.  Podemos apreciar que evangelizar y catequizar es un mandato del mismo Jesús (ver Marcos 16, 15).  Si evangelizamos principalmente con el ejemplo y buen testimonio de vida cristiana sin duda alguna estamos realizando la mejor evangelización.  Esto solo es posible si el Espíritu Santo actúa y vive en nosotros.  ¡Así nos ayude Dios!

9 de mayo de 2013

Solemnidad de la Ascensión del Señor (Ciclo C)





Con la Solemnidad de la Ascensión del Señor, culmina la historia de Jesucristo aquí en la tierra. La Ascensión de Jesucristo es la celebración de la auténtica vocación o llamado del ser humano.  Hemos sido creados por Dios y para Dios. Para ser sus hijos amados porque en el amor oblativo o sea el amor que se entrega por completo es que consiste la propia naturaleza de Dios. Dios al  crear al ser humano, nos crea a su imagen y semejanza. Jesús como Hijo Divino obediente del Dios Padre se hace el siervo para todos los hombres llegando ser así a imagen nuestra (de carne y huesos).  
Es mucha la enseñanza que podemos sacar de la Ascensión del Señor.   Pero para poder entender muy bien este misterio  [1] y dogma de fe hay que entender muy otros dogmas sobre Jesucristo los cuales al igual que el de la ascensión solemos rezar en el Credo de Nicea y Constantinopla (o Credo de los Apóstoles) en nuestra liturgia dominical.  Estos son su Encarnación, su Filiación Divina (Hijo de Dios), la Muerte (Pasión) y especialmente su Resurrección.  En otras palabras hay que entender la vocación de Jesús en este mundo.
Por medio de este misterio de fe de la ascensión nuestra humanidad es llevada a las alturas del mismo Dios.   Podemos decir entonces que cada vez que rezamos y/u oramos la tierra se une al Cielo [2]. De la misma forma que el humo del incienso que siempre sube así la oración con una confianza y esperanza en Cristo “en quien todo lo podemos” [3] llega ante el Trono de Dios y es por El escuchada, atendida y premiada.
San Juan de la Cruz [4] en su libro “Subida el Monte Carmelo” nos dice: “para ver realizados los deseos de nuestro corazón no hay nada mejor que poner la fuerza de nuestra oración en lo que más le gusta a Dios. Entonces Él no nos dará solamente lo que le pedimos, o sea la salvación, sino también lo que Él ve que sea conveniente y bueno para nosotros, aún si no se lo pedimos." 
No se entendería la Resurrección de Cristo sin su Ascensión y viceversa.  “Y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.” [5] “La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo.” [6] Es por eso que encontramos la Cruz como inicio de la subida del Jesús al Padre que está en el Cielo.  Cristo Jesús bajo del Cielo y al cumplir su vocación sube al Cielo donde está sentado a la derecha del Padre como rezamos en el Credo.
¿Qué significa que está sentado a la derecha del Padre?  En primer lugar, quiere decir que desde ese instante Jesucristo inaugura el Reino de Dios que El mismo tanto predicó.  Este es un reino que jamás será destruido, un reino eterno que nunca pasara.  Cada cristiano pertenece a este reino cuyas características principales son amor, justicia y paz.  De cada uno de nosotros depende que este reino crezca porque cada ser humano está llamado a ser parte del Reino de Dios. Este reino se ira expandiendo por medio del anuncio del Evangelio (Buena Nueva) o sea por medio de la Palabra de Cristo fundamentalmente mostrada con nuestro testimonio de vida.   Este reino a de poseer  una adhesión íntegra por medio de la caridad (amor hecho acción), del perdón, y la paciencia.  Tal como lo mostró Cristo a la hora de su crucifixión.
Por medio de la ascensión de Cristo los Apóstoles [7] se constituyen enviados y en los testigos principales que anuncian el Evangelio.  Dijo San Pedro cuando se fue a escoger quien reemplazara a Judas Iscariote: "Tenemos que buscar, entre las personas que conocieron a Jesús desde su bautismo hasta su llegada a Jerusalén, tenemos que buscar a uno que se asocie con nosotros en la predicación del Evangelio.” [8] Nos dice este texto de los Hechos de los Apóstoles que en oración escogieron a Matías, quien se agregó al grupo de los once Apóstoles.  La condición fundamental para escoger el nuevo apóstol era que conociera a Jesús en todo su ministerio público y por ende que fuera un fiel discípulo del Señor.
Podemos notar que para ser apóstol (quien es enviado) no solo basta la buena intención.  Se necesitaba que fuera testigo, y testigo evidente e incuestionable de Jesús.  Que pudiera dar testimonio que el Maestro había tenido su ministerio en Galilea, en Samaría, en Judea.  Que se había cansado, que era un hombre verdadero y que había muerto verdaderamente. 
Pero desde luego, se necesitaba sobre todo, que esa persona pudieran dar testimonio fiel y verídico de que Ese Mismo que anduvo, que se cansó, que era hombre verdadero y que murió en la Cruz, ahora vive glorificado, resucitado de entre los muertos, y es motivo fundamental de nuestra esperanza, y es la evidencia absoluta del amor que nos salva.  La Ascensión de Cristo nos revela su cabal victoria, y así lo proclama como superior a toda potestad, en otras palabras nos manifiesta su divinidad.
Hermanos(as) la Ascensión de Jesucristo es tiempo para estar alegres, no podríamos dejar de estarlo si está entre el júbilo y goce de la Pascua y el gozo y el deleite de Pentecostés.  Pidamos la intersección de María Siempre Virgen y Madre de Dios y de la Iglesia quien supo vivir y testimoniar los misterios de su Hijo a quien tanto amó.   María de esta forma podemos decir que fue el apóstol del mismo Dios Altísimo.  De esta forma anunciando fuertemente desde el silencio meditativo las grandezas del Dios Altísimo quien está entre nosotros y con nosotros.
Que el Espíritu Santo quien es dador de vida y fuerza de amor entre Padre y el Hijo nos guié y nos encaminé para poder vivir y transmitir estos grandes misterios especialmente desde la vivencia del ejemplo cristiano. Así sea.



[1] El misterio en la Biblia no es lo que está oculto, sino por el contrario lo que Dios va revelando pero que hombre no entiende del todo. 
[2] El Cielo en Biblia es la misma beatifica presencia eternal e infinita de Dios en Reino Eterno.  Los santos (y en especial lugar María Santísima) son aquellos que experimentan esta única y maravillosa presencia de Dios ya fuera en esta vida y sin duda alguna después de esta.  Por eso existe el Purgatorio para purificar los rastros y la viscosidad del pecado en el alma.  Ya que solo llega al Cielo el alma inmaculada.
[3] Ver: Filipenses 4, 13
[4] Reformador de la Orden del Carmelo (Carmelitas) junto a Santa Teresa de Jesús.
[5] Juan 12, 32
[6] Catecismo de la Iglesia Católica # 662
[7] La palabra “apóstol” significa enviado.
[8] Hechos 1, 21–22

3 de mayo de 2013

¡Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros…! (Sexto Domingo de Pascua – Ciclo C)


Contrario a lo que muchas personas piensan la Iglesia no decide nada arbitrariamente.  La historia de la Iglesia ha sido testigo fiel de esto.  La liturgia nos expone en la primera lectura (Hechos 15, 1-2. 22-29) como San Pablo se reunió con los Apóstoles y los presbíteros cuando surgió la polémica de la imposición de la ley de Moisés a los nuevos seguidores de Cristo que no eran judíos.  A este tipo de reunión se le conoce como concilio.  Un concilio es un congreso o reunión de los obispos (sucesores de los apóstoles) y otros eclesiásticos de la Iglesia Católica generalmente dirigido por el sucesor de Pedro en Papa.
Esta reunión de Apóstoles y otros discípulos, en la que se pudo discutir y resolver la cuestión de la Ley y los cristianos venidos del mundo pagano, es conocida como el Primer Concilio de la Iglesia, o Concilio de Jerusalén.  A lo largo de los siglos la Iglesia ha tenido que apelar muchas veces a ese mismo recurso: reunir a sus obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles, para discernir, con la ayuda del Espíritu Santo, cuestiones doctrinales, morales, litúrgicas o pastorales de gran alcance. La última de esas reuniones fue el Concilio Vaticano II.  La convocatoria de este concilio la realizó el Papa Juan XXIII en 1959 y fue clausurado por el Papa Pablo VI en el año 1965.
Para poder comprender lo que conlleva e implica un concilio es muy importante tener en cuenta una serie de elementos que son necesarios para llevar a cabo un concilio.  Estos son escuchar, acogerse, discernir, orar y llegar a una conclusión.   Esto fue lo que hicieron Pablo y sus acompañantes junto a los apóstoles.  Se escucharon ambas partes, se acogieron como hermanos en Cristo, discernieron en base a lo que se había expuesto, oraron para buscar la asistencia de Dios y llegaron a la conclusión.   “Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro no imponerles ninguna otra carga fuera de las indispensables: que no coman carne sacrificada a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales sin desangrar y que se abstengan de relaciones sexuales prohibidas. Harán bien si se abstienen de esto, dejándose guiar por el Espíritu Santo” (Hechos 15, 28-29).
El Concilio de Jerusalén produjo un pequeño documento de media página mientras que el Concilio Vaticano II produjo muchos documentos  pero en el fondo es la misma idea.  Dios y su Espíritu Santo dirigiendo a su pueblo, Dios conduciendo y protegiendo a los discípulos de Cristo.
A los católicos se nos acusa de no leer ni conocer la Biblia.  De igual forma de nos conocer lo que enseña la Iglesia.  El Concilio Vaticano II nos abrió las puertas para la participación activa de los fieles en toda la vida de la Iglesia y por ende de la vida cristiana.  En este concilio (y todos los concilios) de la Iglesia se cumple muy bien lo que Jesús le dijo a sus discípulos: “Pero el Paráclito (Defensor, Abogado), el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.”  (Jn. 14, 26).
¿Cuáles son los principales documentos que produjo el Concilio Vaticano II?  El concilio produjo muchos documentos agrupados en las siguientes categorías: constituciones, declaraciones y decretos.  Quisiera enfocarme en las constituciones que son los documentos de mayor trascendencia, y que reflexionan acerca de los temas fundamentales que abordó el concilio. Estas son cuatro:
  •       Dei Verbum (Palabra de Dios) esta expone la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión para que todo el mundo y en medio de la vida de la Iglesia.
  •   Lumen Gentium (luz de las gentes o luz de las naciones) como nos dice el mismo documento se nos expone a “Cristo es la luz de los pueblos” (LG # 1).
  •   Sacrosanctum Concilium (Sacrosanto Concilio) el objetivo principal de esta constitución fue aumentar la participación de los laicos en la liturgia de la Iglesia Católica.
  •    Gaudium et Spes (Alegría y Esperanza) este trata sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo que nos alienta a vivir la alegría y esperanza cristiana para que un día el Reino de Dios llegue a todos los seres humanos.

Tanto en el Concilio Vaticano II como en el Concilio de Jerusalén se nos dice “¡Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros…!”  Cuando leemos cada uno de estos documentos podemos comprender que el Espíritu Santo ha actuado como lo hiso en Jerusalén al inicios de los pasos de la Iglesia.

Ahora solo nos falta orar, leer, estudiar, y reflexionar (y orar) en estos documentos para poder conocer mejor lo que es la Iglesia Católica.  ¡Animo, recuerda que nuestra Iglesia es un tesoro!  ¿Cómo voy a cuidar ese tesoro si no la conozco?

Consultas y Respuestas: Testimonios de Fe…

Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Conclusión)

En estos tiempos en los medios de publicidad y de  “marketing”  (mercadeo) se nos presenta la felicidad temporera y efímera como si fuera  “...