En
mis años del seminario como fraile dominico (solo de votos simples) me acuerdo
que había un Himno de Vísperas (oración vespertina o de la tarde) que dice “la noche no interrumpe tu historia con el
hombre; la noche es tiempo de salvación.”
La Palabra de Dios que es proclamada en esta liturgia dominical nos
evoca de varias maneras la noche. Esta
es un tiempo misterioso (pero no oculto) donde Dios se ha ido manifestando de
distintas formas para mostrarnos la salvación por medio de eventos (ej. pascua
del pueblo de Israel, nacimiento y resurrección de Jesús). La noche pasa a ser tiempo del cumplimiento de
las promesas divinas, período de salvación para los inocentes, momento de
gloria para los elegidos, lapso de gracia para que los fieles del Señor perseveren
en vela para su venida, la venida de la misericordia, la venida de la
liberación.
La
primera lectura que está tomada del Libro de la Sabiduría (18, 6–9) nos
presentan unas meditaciones catequéticas de carácter midrásico (“midrás” del verbo hebreo “daras”, que significa "buscar") en este caso la
búsqueda se refiere al estudio interpretativo y actualizante del Antiguo
Testamento que interpretan los acontecimientos históricos del pasado con una
visión nueva. El autor bíblico nos
propone que en la celebración pascual se actualiza el propósito liberador de
Dios. El autor evoca los acontecimientos
de la noche de la liberación de Egipto con la intención adoctrinar a sus
contemporáneos intentando actualizar la significación y trascendencia de estos
eventos.
“El pueblo seguiría siendo solidario tanto
en los éxitos como en los peligros” (Sab 18, 9). El
compromiso (con la familia, su aldea y todo el pueblo prometido) de todo el
pueblo de Israel usa como punto de partida su
alianza de Dios. Por eso el Salmo
Responsorial nos propone la antífona: “Dichoso
el pueblo que el Señor se escogió como heredad.” Con esto no nos queda solo que aclamar como
nos dice la última estrofa del Salmo (32, 22) [según la liturgia, según la
Biblia seria el Salmo 33] “que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.” De esta forma, todos sus miembros quedan
mutuamente comprometidos a interesarse por los asuntos de cada uno y de todos. Esto sin duda alguna debe ser una
característica fundamental de todos los cristianos.
En
la segunda lectura (Hebreos 11,1-2.8-19) el hagiógrafo (autor bíblico) nos reclama
tres realidades: la realidad gloriosa de Jesús como Sumo Sacerdote y Mediador;
una exhortación para alentar y consolar a los cristianos perseguidos como lo
fue Jesús; y una afirmación firme de la solidez de la esperanza cristiana. La fe y la esperanza son inseparables. Cuando leemos este capítulo 11 de la Carta a
los Hebreos podemos notar que con lo que
autor (quien es desconocido, y no es San Pablo) al hablar sobre la fe claramente
nos habla también de la esperanza. “La fe es aferrarse a lo que se espera, es
la certeza de cosas que no se pueden ver” (Hebreos 11, 1).
En
los hechos de la historia de Israel declara que la acción de Dios es segura y
garantía de los que creen en Él. La fe, como adhesión personal al Dios Personal
que se revela, va intrínsecamente unida a la esperanza en un Dios omnipotente y
bondadoso. De este modo la esperanza
aparece como una virtud eficiente y dinámica que pone en movimiento a toda una
comunidad (común unidad) y a cada uno de sus miembros con la seguridad de
obtener aquello que se les asegura.
El
autor se dirige a los discípulos de Jesús para alentarlos a vivir en la
esperanza y seguridad en medio de las persecuciones. Las persecuciones llevan consigo extorsiones
de todo género, abusos, confiscación y despojo de sus bienes. Jesús pasó por dificultades y persecuciones
pero ahora se encuentra glorioso en el cielo y realiza la tarea de Mediador de
todos ante el Padre. Nunca ha sido fácil
(ni lo será) pertenecer al grupo (a la Iglesia) de los seguidores de Jesús. Pero la fe y la esperanza en ese Dios que es
Infinito Amor siempre nos alienta.
En
el evangelio que la liturgia nos propone este domingo proseguimos el viaje a
Jerusalén. Las imágenes medulares de este fragmento podrían ser: la solicitud
que Dios tiene de nosotros y la invitación a la vigilancia y a la fidelidad. La noche es tiempo de salvación pero no
podemos olvidar el otro lado de la moneda.
Está comprobado por estudios y estadísticas (especialmente en ciudades
grandes) que la mayoría de los crímenes son cometidos por la noche. Dice la expresión cuasi popular: “donde esta lo bueno también esta lo malo.” Aunque esto sea una realidad se nos recuerda
hoy que estamos llamados a ser hijos de la luz para ser sal y fermento en este
mundo. Este texto neotestamentario nos
llama a estar atentos, a estar vigilantes.
Por que como dice San Pedro: “Sean
sobrios y estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un
león rugiente, buscando a quién devorar” (1Pedro 5, 8). Cristo le ha dejado las herramientas a la
Iglesia y por ende todos los bautizados podemos y debemos hacer uso de estas
herramientas: oración, sacramentos, dirección espiritual y más oración.
Himno:
La noche no interrumpe tu historia con el hombre
La noche no interrumpe tu historia con el hombre.
La noche es tiempo de salvación.
De noche descendía tu escala misteriosa hasta la misma
piedra donde Jacob dormía.
La noche es tiempo de salvación.
De noche celebrabas la Pascua con tu pueblo, mientras
en las tinieblas volaba el exterminio.
La noche es tiempo de salvación.
Abrahán contaba tribus de estrellas cada noche; de
noche prolongabas la voz de la promesa.
La noche es tiempo de salvación.
De noche, por tres veces, oyó Samuel su nombre; de
noche eran los sueños tu lengua más profunda.
La noche es tiempo de salvación.
De noche, en un pesebre, nacía tu palabra; de noche
lo anunciaron el ángel y la estrella.
La noche es tiempo de salvación.
La noche fue testigo de Cristo en el sepulcro; la
noche vio la gloria de su resurrección.
La noche es tiempo de salvación.
De noche esperaremos tu vuelta repentina, y
encontrarás a punto la luz de nuestra lámpara.
La noche es tiempo de salvación. Amén.
Fuente: Liturgias de las Horas
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