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La vocación un llamado que Dios nos hace desde nuestra concepción y que se hace “oficial” en nuestro Bautismo. Primero somos llamados a la vida y con esta el menester de defender su dignidad. Por medio a la ablución bautismal somos llamados a ser hijos de Dios por los méritos redentores que nos legó su Hijo Único en el Calvario.
La vocación como todo sigue creciendo porque nuestra vida espiritual es (y debe ser) una vida en ascenso. Dios nos llama a distintas vocaciones de carácter personal (laicos [solteros & casados], religiosa [mujeres & hombre], sacerdotal [religiosos y diocesanos], institutos apostólicos, etc.) pero para el servicio de la comunidad eclesial quien es sacramento y signo del mismo Jesucristo en este mundo.
No importa cuál sea nuestra vocación todos tenemos el deber de responder y responder con toda seriedad. Para eso tenemos las herramientas que el mismo Dios nos da (oración, sacramentos [Eucaristía & Reconciliación especialmente], y dirección espiritual).
Que su Espíritu Santo que sabe a dónde encaminarnos nos guié siempre por las sendas que el mejor prefiera. Así sea.
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