19 de septiembre de 2013

“Si quieres paz, lucha por la justicia” Domingo XXV Tiempo Ordinario – Ciclo C

Amos 8, 4–7: Contra los que “compran por dinero al pobre”
Salmo Responsorial 112: Alaben al Señor que ensalza al pobre
1Timoteo 2,1–8: Pidan por todos los hombres a Dios, que quiere que todos se salven
Lucas 16, 1–13: No se puede servir a Dios y al dinero


“Si quieres paz, lucha por la justicia,” esta es frase muy famosa del Papa Pablo VI.  Los que vivieron los cambios en la Iglesia y trabajaron por una vida más digna y justa en la sociedades en la décadas del 60 y 70 sin duda alguna hicieron de esta frase célebre casi su lema de vida.   Esta frase fue también el lema de la Campaña Católica para el Desarrollo Humano (Catholic Campaign for Human Development o CCHD, por sus siglas en inglés) iniciada al comienzo de la década del 70 por la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos.   Esta frase sin duda alguna la podemos aplicar a todos las áreas de nuestra vida diaria y con mayor razón la podemos aplicar a lo que nos enseña este domingo la Palabra de Dios.


El profeta Amós nos sitúa en el contexto de la cuarta visión y su significación, que va contra los fraudulentos y estafadores.  El profeta, en todo su libro, nos presenta cinco visiones sobre el destino del pueblo de Israel (7,1 – 9,10).  Cualquier similitud con nuestra actual realidad no es mera coincidencia.   Por donde entra lo bueno en el ser humano, en el corazón también es una realidad que entra lo malo.  Es por eso que la crítica y reproche del profeta Amos hoy más que nunca debe seguir resonando.  Los cristianos desde nuestro bautismo estamos llamados a ser profetas (no para adivinar el futuro, porque esa no su función) donde el anunciar y denunciar sean su principal tarea en este mundo.  “Si quieres paz, lucha por la justicia,” no solo tiene que ser recordados en escritos como este.  Sino más bien debe brotar de los corazones para que mueva a todas las conciencias.

San Pablo nos exhorta a que oremos por todos los seres humanos (sin importar nación, credo o ideología política porque todos somos hermanos) y de manera especial por los facultados a dirigir política y religiosamente al pueblo, porque el designio de Dios es salvar a todos los seres humanos, para que todos  lleguemos al conocimiento pleno de la verdad.  Esa verdad se nos fue revelada por su Hijo Jesús, donde Él mismo se presentó como el Camino, la Verdad y la Vida.  Es la verdad la que nos hará libre, libres para hacer el bien (y velar y trabajar por el bien común) y actuar en el amor de Dios para con todos los seres humanos.
El Evangelio de San Lucas nos narra la parábola del administrador astuto, que ante la privación y pérdida de su cargo halló la forma de garantizarse y asegurarse un futuro.  Es muy interesante ver cómo se desarrolla la parábola: el hombre rico despide al administrador por lo que le cuentan de él, y el administrador se ve en la necesidad de asegurarse un futuro; un futuro que no se había asegurado previamente, ya que si hubiera venido estafando a su señor no hubiera tenido la necesidad de obrar con esa urgencia a última hora.  Puede que ese sea el motivo de la felicitación del señor, que reconociendo implícitamente una gestión justa ha descubierto el engaño final producido precisamente por la falta de previsión del administrador, que ha gestionado bienes durante años y nada ha acaparado.  Ni siquiera se guarda nada para él, solamente se garantiza que le reciban cuando lo necesite.
Está muy evidente que el mal es aborrecible y que, aunque se pueda embaucar a mucha gente, nunca se podrá escapar del todo ante la mirada de Aquel que todo lo ve.  Hoy el  evangelio, sin embargo, nos asombra con una idea nueva: ¿por qué no aprender de los estafadores?
El evangelio de hoy nos estimula y nos invita a asumir una actitud valiente y humilde a la vez, frente a la creatividad de la gente inmoral.  El mayordomo o administrador ese del texto de hoy se vio en dificultades y usó su talento para buscar una escapatoria.  Es tiempo de reflexionar y hacer un examen de conciencia.  ¿Somos nosotros así de lanzados e inteligentes cuando nuestras tareas evangelizadoras o nuestros empeños por un mundo más humano y solidario parecen paralizarse?  ¿O somos más bien de aquellos que se rinden cuando aparece una mala cara, o no nos atienden bien en alguna oficina?  ¿Es ese todo el amor que poseemos por nuestra misión evangelizadora, por la Iglesia y por Nuestro Señor Jesucristo?
Jesús nos llama a administrar sabiamente, a no acaparar, a no poner el dinero como fin en sí mismo, sino como un medio para vivir y construir una realidad más justa.  Si vivimos para acumular, adheridos exagerada y perversamente a lo monetario, ese apego no nos dejará ser libres para servir a Dios.  El texto evangélico nos habla del compromiso en lo cotidiano, en las cosas pequeñas las cuales nos preparan para ser responsables en los momentos más trascendentales.  Son las cosas simples las que van cimentando nuestra vida, y son esos pequeños actos las que sellan y hacen la diferencia.  ¡Vivimos con mucha fe, con una ardua esperanza y un oblativo amor para esto!

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