Am
6,1.4-7: Ustedes, que llevan una vida disoluta,
irán al destierro
Salmo
Responsorial 145: Alaba, alma mía, al Señor
1
Tim 6,11-16: Guarda el mandamiento hasta la
manifestación del Señor
Lc
16,19-31: Tienen a Moisés y los profetas;
escúchenlos
La
Palabra de Dios que la liturgia nos expone este domingo podríamos decir que es
una palabra de contenido social.
Mientras muchas otras veces el Evangelio o la Buena Nueva suele ser de
contenido más espiritual. La tentación
aquí entre una forma u otra de la Palabra de Dios es querer separarla. Simplemente hay que distinguir que esto es un
error. No podemos y no debemos separar
lo social de lo espiritual porque ambos son aspectos de nuestras vidas que Dios
nos pide trabajar para lograr un propósito.
Este propósito es el llegar de forma definitiva a la plena convivencia fraternal
en el Reino de Dios.
Si
fuésemos a buscar otro texto bíblico que resuma lo que la Palabra de Dios hoy
nos quiere decir el siguiente sería dicho texto: “Tú piensas: ‘Soy rico, tengo de todo, nada me falta’. Y no te das
cuenta de que eres un infeliz, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado para
que te hagas rico, ropas blancas para que te cubras y no tengas que
avergonzarte de tu desnudez; por último pídeme un colirio que te pondrás en los
ojos para ver. Yo reprendo y corrijo a
los que amo. Vamos, anímate y
conviértete. Mira que estoy a la puerta
y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y
él conmigo” (Apocalipsis 3, 17–20).
La Palabra de Dios, la religión (= trato con Dios) y el cristianismo no
son un escape a las realidades de mundo.
Por el contrario nos lleva y nos pone más de cerca a esas realidades
aunque estas nos duelan.
Hoy
el evangelio nos presenta dos personajes principales. Aunque en muchas versiones se le llama al
rico epulón, este es un término que nos viene del latín que significa glotón o comilón por lo cual dicho termino no es un nombre sino más bien un
adjetivo que describe lo que es este rico.
Por el contrario al pobre Jesús lo llama por su nombre o sea
Lázaro. En la Biblia el que Dios le dé
un nombre a una persona tiene un significado más profundo y trascendente de lo
que aparenta. Podemos ver el caso de
Simón a cual Jesús llamo Pedro (o sea piedra).
O sea que Simón ya no sería un simple discípulo sino seria la piedra
donde su Iglesia seria guiada por todas las edades como lo ha sido hasta ahora
y seguirá siendo en el futuro.
Hoy
el Profeta Amos en línea paralela al evangelio vemos como denuncia las magnas
injusticias sociales que le toco vivir en su tiempo. Paradójicamente vemos como esta palabra de
Amos sigue resonando hasta nuestros oídos en nuestros días. Podríamos decir que las palabras de Amos en
este texto son un gran eco de la pregunta que le hace Dios a Caín: “¿Qué has hecho de tu hermano?” (Ver Gn.
4, 9). Podemos entonces así visualizar
que la lógica del placer egoísta es algo sencilla. Esta estriba en tratar de atrapar al día. Deleitarse el hoy, pasarla bien ahora, sin medir
consecuencias para el futuro, sin reflexionar en la responsabilidad que en el
pasado se nos dejó.
Por
demás está decir cuando el texto neotestamentario nos dice cuando el rico vino
a ver al pobre Lázaro. “En medio de los tormentos, el rico levantó
los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro con él en su regazo” (Lc.
16, 23). Aquel que para este rico fue o
mejor dicho no era (no fue) ahora de repente está ahí presente para el rico que
ahora pasa y sufre tormentos.
Debemos
preguntarnos: ¿quiénes son nuestros invisibles? Que realidades de este mundo
por su realidad amarga las cuales muchos medios de comunicaciones, la sociedad
nos pinta de invisibles son ajenas para nuestra visión de cristianismo. ¿Acaso fueron ajenas para Jesucristo? Nuestra reflexión debe ser integra y honesta
pero esto no debe quedarse en reflexión.
Pidámosles al Espíritu Santo que nos de las fuerzas necesarias para
actuar como nos pide la Palabra de Dios.
Con amor, fe y esperanza.
Con un amor que transformado en acción se convierta en caridad fraterna cuyo
ejemplo es Cristo. Con una fe, como le
dice San Pablo a su discípulo Timoteo, vivir esa fe integra hasta llegar a
conquistar la vida eterna. Que esta fe
se contagie en los corazones de los demás por nuestro testimonio que demos día
a día. Y con una esperanza firme (alimentada
por medio de la fe y el amor) de que el Reino que Cristo predicó, su Reino de
amor, justicia y paz sea real en los corazones para que luego lo sea más aun real
en nuestras vidas. Que este sea nuestro
compromiso. Que así nos ayude el mismo
Dios que amor, justicia y paz.
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