27 de septiembre de 2013

¡Rico sin nombre y pobre con nombre! Domingo 26 Tiempo Ordinario – Ciclo C


Am 6,1.4-7: Ustedes, que llevan una vida disoluta, irán al destierro
Salmo Responsorial 145: Alaba, alma mía, al Señor
1 Tim 6,11-16: Guarda el mandamiento hasta la manifestación del Señor
Lc 16,19-31: Tienen a Moisés y los profetas; escúchenlos
La Palabra de Dios que la liturgia nos expone este domingo podríamos decir que es una palabra de contenido social.  Mientras muchas otras veces el Evangelio o la Buena Nueva suele ser de contenido más espiritual.  La tentación aquí entre una forma u otra de la Palabra de Dios es querer separarla.  Simplemente hay que distinguir que esto es un error.  No podemos y no debemos separar lo social de lo espiritual porque ambos son aspectos de nuestras vidas que Dios nos pide trabajar para lograr un propósito.  Este propósito es el llegar de forma definitiva a la plena convivencia fraternal en el Reino de Dios.

Si fuésemos a buscar otro texto bíblico que resuma lo que la Palabra de Dios hoy nos quiere decir el siguiente sería dicho texto: “Tú piensas: ‘Soy rico, tengo de todo, nada me falta’. Y no te das cuenta de que eres un infeliz, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo.  Te aconsejo que me compres oro refinado para que te hagas rico, ropas blancas para que te cubras y no tengas que avergonzarte de tu desnudez; por último pídeme un colirio que te pondrás en los ojos para ver.  Yo reprendo y corrijo a los que amo.  Vamos, anímate y conviértete.  Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3, 17–20).  La Palabra de Dios, la religión (= trato con Dios) y el cristianismo no son un escape a las realidades de mundo.  Por el contrario nos lleva y nos pone más de cerca a esas realidades aunque estas nos duelan.
Hoy el evangelio nos presenta dos personajes principales.  Aunque en muchas versiones se le llama al rico epulón, este es un término que nos viene del latín que significa glotón o comilón por lo cual dicho termino no es un nombre sino más bien un adjetivo que describe lo que es este rico.   Por el contrario al pobre Jesús lo llama por su nombre o sea Lázaro.   En la Biblia el que Dios le dé un nombre a una persona tiene un significado más profundo y trascendente de lo que aparenta.   Podemos ver el caso de Simón a cual Jesús llamo Pedro (o sea piedra).  O sea que Simón ya no sería un simple discípulo sino seria la piedra donde su Iglesia seria guiada por todas las edades como lo ha sido hasta ahora y seguirá siendo en el futuro.
Hoy el Profeta Amos en línea paralela al evangelio vemos como denuncia las magnas injusticias sociales que le toco vivir en su tiempo.   Paradójicamente vemos como esta palabra de Amos sigue resonando hasta nuestros oídos en nuestros días.  Podríamos decir que las palabras de Amos en este texto son un gran eco de la pregunta que le hace Dios a Caín: “¿Qué has hecho de tu hermano?” (Ver Gn. 4, 9).   Podemos entonces así visualizar que la lógica del placer egoísta es algo sencilla.  Esta estriba en tratar de atrapar al día.  Deleitarse el hoy, pasarla bien ahora, sin medir consecuencias para el futuro, sin reflexionar en la responsabilidad que en el pasado se nos dejó.
Por demás está decir cuando el texto neotestamentario nos dice cuando el rico vino a ver al pobre Lázaro.  “En medio de los tormentos, el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro con él en su regazo” (Lc. 16, 23).  Aquel que para este rico fue o mejor dicho no era (no fue) ahora de repente está ahí presente para el rico que ahora pasa y sufre tormentos.  
Debemos preguntarnos: ¿quiénes son nuestros invisibles? Que realidades de este mundo por su realidad amarga las cuales muchos medios de comunicaciones, la sociedad nos pinta de invisibles son ajenas para nuestra visión de cristianismo.  ¿Acaso fueron ajenas para Jesucristo?  Nuestra reflexión debe ser integra y honesta pero esto no debe quedarse en reflexión.  Pidámosles al Espíritu Santo que nos de las fuerzas necesarias para actuar como nos pide la Palabra de Dios.  Con amor, fe y esperanza.
Con un amor que transformado en acción se convierta en caridad fraterna cuyo ejemplo es Cristo.  Con una fe, como le dice San Pablo a su discípulo Timoteo, vivir esa fe integra hasta llegar a conquistar la vida eterna.  Que esta fe se contagie en los corazones de los demás por nuestro testimonio que demos día a día.  Y con una esperanza firme (alimentada por medio de la fe y el amor) de que el Reino que Cristo predicó, su Reino de amor, justicia y paz sea real en los corazones para que luego lo sea más aun real en nuestras vidas.  Que este sea nuestro compromiso.  Que así nos ayude el mismo Dios que amor, justicia y paz. 

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