Habacuc
1, 2-3; 2, 2-4
Salmo
(Responsorial) 94, 1-2. 6-7. 8-9
2
Timoteo 1, 6-8. 13-14
Lucas
17, 5-10
Hoy en día, especialmente en los negocios y en
los trabajos en general están muy de moda las tarjetas de presentación o acá en
EEUU las “business cards”. De lo bien
que estén hechas estas tarjetas de presentación dependerá muchas veces el éxito
de la empresa que busque realizar. Hoy en día hasta en la Iglesia vemos
hermanos y hermanas tener sus “business
cards” para introducir sus apostolados (como es el caso de este servidor).
En términos más amplios podemos decir que el cristiano o sea todo bautizado
tiene una tarjeta de presentación y es la Fe. Claro está, de lo colorida que
este nuestra “business card”
cristiana (o sea la fe) va a depender cuan fructuosa salga nuestra función
espiritual que es la vida cristiana.
Si
fuésemos a buscar un texto bíblico que fuera como esa tarjeta de presentación
de Jesús en los evangelios a mi entender serían las Bienaventuranzas (ver Lucas
6, 20 – 23; Mateo 5, 1 – 12). En estas Jesús nos presenta cuales son los
requisitos, por así decirlo para ser sus seguidores o sea cristianos. Viviendo
las Bienaventuranzas vivimos en compromiso lo que conlleva la fe cristiana.
Antes
de continuar hay dos palabras que utilice en la oración anterior que me
interesa grandemente poder profundizar un poco más, y estas son fe y compromiso.
La
Carta a los Hebreos nos da la definición de esa palabra tan trascendente que es
la fe. “La fe es aferrarse a lo que se
espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver” (Hebreos 11, 1). En
este capítulo 11 a los Hebreos el autor nos recuerda a esos paladines o “quijotes” de la fe, desde el justo Abel
a nuestro Padre en la fe Abraham, Samuel y los profetas del Antiguo Testamento
en hagiógrafo o autor sagrado nos recuerda las hazañas de estos en la fe al
único y verdadero Dios. En forma singular también la Iglesia desde los tiempos
apostólicos nos ha recordado la vida de los santos en especial la Virgen María
Madre de Dios y de la Iglesia. Los cuales participando de la única y verdadera
santidad la de Cristo Jesús (o sea la de Dios) estos han dado testimonio
heroico de la fe cristiana.
Por
eso en nuestros días la Iglesia se ha dado a la tarea de reconocer el valor
heroico que han vividos nuestros “santos
modernos”. Como es el caso de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II que
prontamente serán canonizados (o sea reconocidos como santos), el próximo 27 de abril del 2014 (según la prensa
católica). Muchas personas viven su fe heroicamente aunque la gran mayoría no
son “reconocidos” o canonizados por
la Iglesia, los católicos celebramos un día para para estos santos y es el “Día de todos los Santos” (noviembre 1).
Todos estos cristianos santos (canonizados y no canonizados) vivieron las
Bienaventuranzas como esa “business card”
cristiana hasta las últimas consecuencias. Hoy en día, tú y yo estamos llamados
a vivir de la misma forma.
En
la primera lectura el Profeta Habacuc nos deja ver claro que Dios tiene un plan
de salvación cuando nos dice: “el justo
vivirá por su fe” (Habacuc 2, 4). Esta respuesta que le da Dios al profeta
es un llamado a la paciencia. Para poder entender esto hay que entender cuál
era la interrogante del profeta hacia Dios. ¿Por qué triunfa la injusticia?
¿Por qué triunfan los planes del malvado? Hay una expresión que solía utilizar
mi abuelo “Dios sabe lo que hace y porqué lo hace” o sea que Dios en su infinita sabiduría tiene un plan providencial
para cada uno de sus hijos. Solo nos falta tener fe en este plan de salvación
de Dios para con cada uno de nosotros. Para rematar el mismo Jesucristo nos
pone el reto de “tener fe como un granito
de mostaza” (ver Lucas 17, 5). ¿Qué implica esto? Sin duda alguna mucho o
sea Jesús nos pide una fe sólida, donde sepamos dar todo a cambio. Una fe
alimentada por la oración, los sacramentos (en especial la Eucaristía y la
Reconciliación), dirección espiritual (algún sacerdote, religioso(a) o algún
laico [competente y/o certificado cuando así las diócesis lo requiere]), y de
nuevo mucho y más oración.
La
segunda palabra en la que quisiera profundizar un poco también es el “compromiso”. Esta palabra de por sí
sola es algo fuerte y hasta le tenemos miedo muchas veces. Podríamos decir que
el compromiso es una obligación contraída por medio de acuerdo, promesa o
contrato. En el caso de la fe y la vida cristiana es un acuerdo entre Dios y el
hombre, una promesa que nuestros padres (y luego nosotros al tener uso de
razón) hacen a Dios y la Iglesia de educarnos en la fe cristiana pero sobretodo
es un contrato que el mismo Jesucristo pagó con su sangre en el calvario
colgado de la Cruz. Esta tarjeta de presentación (o sea la Bienaventuranzas)
que nos dejó Jesús nos muestran el camino de cómo vivir el compromiso bautismal
o compromiso cristiano.
Un
compromiso que nos lleva a vivir la pobreza en espíritu para ser solidarios con
aquellos más necesitados. Un compromiso que nos lleva a ser paciente para con
los demás. Un compromiso que nos lleva a tener hambre y sed de justicia. Un
compromiso que nos mueve a ser compasivos dando y siendo misericordiosos con
los demás. Un compromiso que nos lleva a trabajar por la paz; viviendo y
diciendo como Pablo VI: “Si quieres paz
lucha por la justicia”. Un compromiso que por muchas circunstancias (muchas
veces injustas) nos convierte en perseguidos por el Reino de Dios. Pero un
compromiso que nos debe llegar a “vivir-la-mejor-versión-de-nosotros-mismos”
o sea la santidad. ¡Que ese sea nuestra fe y que ese sea nuestro compromiso!
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