Como la
gran mayoría de los católicos sabrán este Año de la Fe que la Iglesia Católica
ha estado celebrando concluye el 24 de noviembre del 2013. Desde el 11 de noviembre del pasado año la
Iglesia y el Magisterio unido a nuestros dos últimos Sumos Pontífices se han
dado la tarea de crear conciencia y a la vez educarnos sobre la importancia de
la fe. Durante este año nuestras diócesis,
parroquias y comunidades eclesiales en general han estado realizando una serie
de actividades con el propósito de reeducar (podríamos decir) a los católicos
(y no-católicos) sobre la fe que profesamos públicamente todos los domingos en
nuestras celebraciones eucarísticas.
En
Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) que es una obras maestra en cuanto a
literatura y cristianismo se refiere de nuestros tiempos modernos es el
documento clave a estudiar no solo en cuanto la fe se refiere sino sobre todo
el cristianismo en general. Juan Pablo
II en el Documento “Fidei Depositum”
(FD) por la que se promulgó y estableció, después del Concilio Vaticano II, y
con carácter de instrumento de derecho público, el Catecismo de la Iglesia
Católica, nos recuerda lo siguiente: “conservar
el depósito de la fe es la misión que el Señor confió a su Iglesia y que ella
realiza en todo tiempo” (FD # 1).
Como mucho se nos recuerda, esta no es solo tarea “de los sacerdotes y las monjas” sino que además y de forma muy
particular los laicos estamos llamados sobre todo con nuestro testimonio de
vida cristiana a ser “luz y sal del mundo”
anunciando la Buena Nueva de salvación de Cristo Jesús.
Esta
palabra de dos letras (fe) encierra un significado que no puede comprender y
limitar entendimiento humano. Su
significado es sencillo podríamos así decir.
De esta forma nos dice la Carta a los Hebreos definiendo lo que es la
fe: “La fe es aferrarse a lo que se
espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver” (Heb. 11, 1). Su significado como hemos mencionado es muy simple
lo que resulta algo complicado es su interpretación (por razones teológicas o exegéticas
muchas veces). Hago la clara observación que no he mi intención
crear nuevas visiones sobre fe.
Simplemente deseo reflexionar en cuanto la Iglesia enseña sobre la fe.
Vayamos al texto bíblico antes mencionado (Heb. 11, 1).
Este nos dice que por la fe nos aferramos a los que esperamos. Primero es importante recordar que en nuestro
Sacramento del Bautismo (que llamamos la Puerta de la Salvación) recibimos las
tres virtudes teologales que son la fe, la esperanza y la caridad. Quisiera concentrarme en este momento en la
virtud de la esperanza.
Nos podríamos
preguntar: ¿Qué esperamos de la fe? La respuesta
a esta pregunta la tenemos en el mismo Jesús, con su vida, sus palabras y
acciones. ¿Qué fue lo primero que comenzó
a predicar Juan el Bautista? Y la misma
pregunta la vamos a aplicar a Jesucristo.
Ambos comenzaron a predicarnos sobre el Reino de los Cielos o de Dios
(ver Mt. 3, 2; Mt. 4, 17). La Iglesia
nos enseña que las principales características del Reino de Dios son justicia,
amor y paz y estas por ende nos han de llevar a la salvación por la fe en
Jesucristo.
Entonces podemos
decir que lo que esperamos por la fe en Jesús (Jesús significa Dios salva) el
Hijo de Dios y Segunda Persona de la Santísima Trinidad es la salvación. La predicación apostólica y de las primeras
generaciones de cristianos fue recopilando los acontecimientos que nos demostraban
que Jesús era (y es) el salvador tanto anticipado en el Antiguo Testamento (en
especial por los profetas) y así quedaron plasmados en los evangelios y todo el
Nuevo Testamento en general. Por esos
vamos a ver como Lucas por ejemplo narra el nacimiento de Jesús. Como los evangelistas nos narran el Bautismo del
Señor. De igual forma como exponen sus
dichos (enseñanzas, parábolas, etc.) sus signos o milagros hasta su último
viaje a Jerusalén con su pasión, muerte y resurrección. Todo esto según los primeros cristianos (y según
los cristianos hoy en día también) tenía un propósito providencial.
Lo
segundo que nos expone en Hebreos 11, 1 es que la fe “es la certeza de cosas que no se pueden ver.” Hasta un niño pequeño puede descifrar esto: ¿Qué
no se puede ver? Claro que nos dirán que
no vemos al mismo Dios. Y es la fe quien
nos da la certeza de Dios en el corazón del hombre. Los seres humanos en sus distintas y separadas
culturas han tenido la acertada idea de que existe un ser supremo. Claro está que la mayoría de estas culturas no
habían recibido la revelación divina como la hemos adquiridos en las tres
principales religiones monoteístas. Algunas
culturas conocieron (aunque no necesariamente aceptaran) del Dios de Abraham, Jacob
y Moisés por su cercanía de una forma u otra con el pueblo de Israel. Otras culturas conocieron al Dios de los
cristianos (que es el mismo Dios de Abraham, Jacob y Moisés) tras el anuncio
del evangelio hasta nuestro tiempo. ¿Significa esto que todo termina aquí? La respuesta rotundamente es NO.
Hay
muchos que no conocen de Jesucristo y de su Buena Nueva, por eso existen las
tierras y lugares de misiones. Pero no
hay que ir a tierras lejanas muchas veces y por distintas circunstancias esto
se da en nuestras parroquias. Decía el
Papa Francisco en su visita a Asís (4 de octubre de 2013) y recordando al Papa Emérito
Benedicto XVI que: “la Iglesia no crece
por proselitismo (entiéndase la propaganda de crear por medio de un exagerado
y negativo fanatismo formar parte de un grupo) sino por atracción y por el testimonio”. Los cristianos o sea todos los bautizados
estamos llamados a hace que la Iglesia crezca pero aquí no se refiere únicamente
a números sino más bien en santidad, en espiritualidad, en fraternidad y en solidaridad
en el amor de Cristo. Estamos llamados a
que la Iglesia crezca o sea a que todos seamos iglesia (asamblea) como aquellos
reunidos en común (comunión) donde se manifiesta el amor y la fraternidad del
mismo Cristo Jesús.
Durante
este año de la fe la Iglesia le ha dado un enorme énfasis al rol de la
catequesis. Esta como nos dice el CIC “es una educación en la fe de los niños, de
los jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina
cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a
iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana” (CIC # 5). ¿Por qué hago alusión a esto? Porque como nos dice la Exhortación
Apostólica Catechesi Tradendae (CT) de Juan Pablo II: “la catequesis no puede disociarse del conjunto de actividades
pastorales y misionales de la Iglesia” (CT # 18). Igualmente nos dice Juan Pablo II en esta exhortación
apostólica: “entre la catequesis y la
evangelización no existe ni separación u oposición, ni identificación pura y
simple, sino relaciones profundas de integración y de complemento recíproco”
(CT # 18). Como vemos la catequesis (o
sea la educación de la fe, ver CIC # 4) y la evangelización no se pueden
separar por el contrario deben estar integradas y complementadas una a la otra.
Lamentablemente
como catequista que he sido en gran parte de mi vida (desde los 14 años de
edad) he escuchado la queja e inquietud de muchos padres de que si sus hijos no
aprenden bien la religión o la fe (y lo que esta implica) es culpa de los
catequistas. Como decía un sacerdote en
mi pueblo: “pobres catequistas siempre
pagan por los platos rotos”. Sin
duda alguna tengo que decir y afirmar que tomar esta postura de muchos padres
es muy injusto y desconsiderado de su parte. Los padres deben ser los primeros catequistas. El Papa Francisco hacía referencia a esto en
su catequesis del 14 de octubre del 2013.
Además indicaba que el mensaje cristiano que es anunciado debe estar centrado
en el encuentro personal de cada persona con Dios.
Cuando yo
suelo dar las clases Pre-Bautismales en mi parroquia yo suelo decirles a los
padres y padrinos que el compromiso que ellos han de asumir debe estar
fundamentado e iniciado con el testimonio cristiano. La mejor forma que nuestros hijos han de
aprender y vivir la fe es por medio del ejemplo de los padres. Estos (junto a nuestros padrinos) sin duda
alguna son figuras claves para el desarrollo de nuestra fe. Una vez que nuestros hijos van creciendo y
comienzan su preparación a los sacramentos (o sea catequesis) si su base es sólida
(testimonio de padres y padrinos) sin duda alguna su catequesis ha de ser más fácil
y llevadera. Esto sin duda alguna hará
que el aprendizaje de la fe católica en los niños sea apropiado y provechoso.
Como es conocido el Año de la Fe se clausurará con una Santa Misa en la Plaza San Pedro el domingo 24 de noviembre, Solemnidad de Cristo Rey del Universo, a las 10:30 AM (hora del Vaticano). Seguramente también nuestras diócesis y parroquias han de tener sus respectivas actividades de cierre del Año de la Fe. Recordemos que el Año de la Fe ha de concluir pero nuestra fe debe continuar su rumbo hacia al Padre Dios. ¡Que este Año de la Fe haya sido para todos los católicos signo de encuentro con Cristo, con su Iglesia y con todos los seres humanos (sin importar raza, ideología, lengua, nación y credo) porque todos somos hijos y hermanos del mismo Dios.
Como es conocido el Año de la Fe se clausurará con una Santa Misa en la Plaza San Pedro el domingo 24 de noviembre, Solemnidad de Cristo Rey del Universo, a las 10:30 AM (hora del Vaticano). Seguramente también nuestras diócesis y parroquias han de tener sus respectivas actividades de cierre del Año de la Fe. Recordemos que el Año de la Fe ha de concluir pero nuestra fe debe continuar su rumbo hacia al Padre Dios. ¡Que este Año de la Fe haya sido para todos los católicos signo de encuentro con Cristo, con su Iglesia y con todos los seres humanos (sin importar raza, ideología, lengua, nación y credo) porque todos somos hijos y hermanos del mismo Dios.
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