Is 2, 1–5: El Señor reúne a todas las naciones en la paz eterna
del Reino de Dios
Salmo Responsorial 121: Qué alegría cuando me dijeron: “¡Vamos a la casa del
Señor”!
Rm. 13, 11–14: Nuestra salvación está cerca
Mt 24, 37–44: ¡Estén en vela, para estar preparados!
Hoy comenzamos un año nuevo en la Iglesia además iniciamos el tiempo litúrgico del
adviento. El vocablo "adviento" proviene del latín “adventus”, cuyo significado es venida o llegada. El color usado en la liturgia de la Iglesia durante este
tiempo es el morado. Este es un color
reservado para el uso de la realeza y en Adviento se usa como símbolo de la
venida de Cristo nuestro rey, que celebramos en Navidad, mientras nos
preparamos para la venida del Reino de Dios.
El Adviento es el período de preparación para celebrar la Navidad y este
tiempo litúrgico transcurre en los cuatro domingos antes de esta fiesta del
nacimiento de Jesús.
Por medio de la primera
venida de Cristo, su encarnación, muerte y resurrección y por medio de nuestro
bautismo hemos entrado en la etapa final de nuestro caminar hacia Dios, etapa
que no se cumplirá hasta la venida final de Cristo. Su venida en gloria nos podría sorprender, por
eso, es necesario estar siempre preparados para cuando Él venga. Es fundamental estar atentos a Dios, quien
viene ahora a nosotros, a través de su Palabra Viva y en la Eucaristía, con el
fin de prepararnos para la Segunda Venida de Jesús.
El evangelio nos presenta
el discurso escatológico (de los tiempos finales) de San Mateo. El tiempo del juicio final es desconocido. Esto es algo que solo le corresponde a Dios
Padre, como Jesús nos dice en el evangelio.
El final vendrá súbitamente como vino el diluvio en tiempo de Noé.
Cristo nos advierte que debemos estar preparados para su llegada en todo
momento.
En la primera lectura el
profeta Isaías vislumbrar que todos los pueblos vendrán a Sión, que simboliza
la Iglesia actual, para que escuchen las enseñanzas del Señor y obedezcan su
Palabra que nos guía por sus sendas. Si caminamos a la luz del Señor, nos
realizaremos como fruto del Señor y habrá paz universal. Esta (la paz) es característica fundamental
del Reino de Dios el cual se nos ha prometido.
El fragmento de la Carta
a los Romanos concierne a la parte parenética o exhortativa de la carta. Era costumbre que San Pablo en sus cartas
tratara dos grandes temas. Uno en el que
el tono insiste más bien en lo doctrinal y otro en el compromiso práctico. Este segundo tópico suele ser consecuencia del
primero o fundado en este primer tópico. El fundamento del compromiso cristiano siempre
es de carácter cristológico. O sea, que
se enfoca en Cristo y como debemos seguir a Jesucristo de acuerdo a su
testimonio y sus enseñanzas.
Los cristianos solemos
vivir una vida de tensiones e incertidumbres.
Los bautizados vivimos en la presente vida de pecado y oscuridad. Pero también por la acción del Espíritu Santo
estamos llamados a vivir una nueva época de gracia y luz renovada por el amor
de Dios. San Pablo, nos exhorta a
despertar del sueño porque nuestra salvación está más cerca que cuando
empezamos a creer.
¿Por qué esperar al Hijo
del hombre? Quisiera exponer esta pregunta para tu reflexión (y la mía claro
está). Primero analicemos que Jesús nos
ofrece. En primera instancia nos ofrece
el Reino de Dios. Sin duda alguna,
podemos decir que nos quiere dar la salvación y nuestra redención. El Hijo del Hombre se presenta como el modelo
perfecto para el ser humano.
Pero hoy Jesús viene en
nuestros hermanos en especial en los más débiles y desamparados. Acoger a uno de estos hermanos es acoger al
mismo Jesús (ver Mateo 25, 31–46).
Esperar por Cristo implica vivir ya en su presencia. Además de la presencia (real) de Cristo en la
Eucaristía, se encuentra Jesús también en los hermanos, en la comunidad, en la
Iglesia. Acoger con amor (o caridad que
es el amor hecho acción) a uno de estos hermanos menos afortunados es amparar
al mismo Jesús con amor.
En la realidad cotidiana
debemos descubrir al Señor. Por encima
de los intereses egoístas debemos promover la paz y el respeto a los derechos
de los hombres y de los pueblos. Esto es
actuar en justicia, la cual es otra característica del Reino de Dios. Que la cercanía del salvador nos estimule a
vivir como hijos de la luz, rechazando en todo momento las obras de las
tinieblas. De esta forma, día a día en
perseverancia hemos de esperar al Hijo del Hombre. En el Adviento la Iglesia nos invita a vivir
con la esperanza que ilumina nuestro camino y despierta así en nosotros el deseo y la certeza de la salvación.
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