Sab 11, 22–12, 2: Dios ama a todas sus criaturas…
Salmo Responsorial 144: Te ensalzaré, Dios mío, mi rey…
2 Tes 1, 11–2, 2: No pierdan la cabeza por supuestas revelaciones…
Lc 19, 1–10: El Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido…
Desde que ser humano ha tenido
uso de razón ha podido comprender, aunque quizás en forma limitada, que nuestro
ser no solo está compuesto por el cuerpo sino que hay otras realidades
(podríamos llamar metafísico o sea más allá de lo físico) que conocemos como
alma y espíritu. Ya los primeros
cristianos (y los judíos en tiempo de Jesús) tenían un conocimiento básico
sobre este tema (ver 1Tes. 5, 23; Heb 4, 12; 1Cor. 2, 10–16). La Palabra de Dios este domingo nos muestra
que Dios nos ama y como nos ama nos quiere instruir en su amor, justicia pero
sobretodo en las realidades espirituales que nos llevan a la salvación como se
nos alude en el evangelio.
Una vez más Jesús nos recuerda
que “el Hijo del hombre vino a buscar y a
salvar lo que se había perdido” (Lc. 19, 10). La historia de Zaqueo nos demuestra como
Cristo ve la necesidad (de transformación del corazón) y no se fija de las
apariencias dejando a un lado las diferencias (ya fueran sociales, culturales y
hasta religiosas de su época). Jesús
conocía muy bien que el ser humano fue creado por Dios y para Dios. Y porque el pecado (tanto personal, comunitario
o social) ha creado una gran barrera que no le permite al hombre distinguir
esta realidad nuestra para con Dios, Jesús nos quiere enseñar que no importa
cuál sea nuestra esclavitud en la vida de pecado (como Zaqueo de dinero y
bienes económicos) nunca es tarde si de verdad con justa intención queremos
conocer y encontrar a Jesucristo como lo hizo Zaqueo.
La primera lectura y toda la
Sagrada Escritura (Antiguo & Nuevo Testamentos) en general nos expresa la
idea central (podríamos llamar) que es que Dios nos ama infinitamente. Si reflexionamos cómo se fue manifestando y
revelando Dios comenzando con Abraham (por eso lo llamamos nuestro padre en la
fe) hasta la culminación de esa revelación con su Hijo Amado Jesucristo (como
lo manifestó el mismo Dios Padre en el bautismo de Jesús) veremos que esta
Revelación Divina al ser humano ha sido (y es) una revelación (antigua y nueva
alianza) del amor infinito del mismo Dios para con nosotros.
El Libro del Génesis nos dice
que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Adán (primer hombre) y Eva (primera mujer)
fueron creados, como diría el autor Matthew Kelly en la “mejor-versión-de-sí-mismos” o sea en santidad. Cuando digo santidad aquí me refiero a que
Adán y Eva vivían (antes del pecado original, pecado de desobediencia) en plena
comunión con Dios. El pecado por ende
nos separa (muchas veces casi de forma considerable) de esa comunión con Dios y
con los hermanos que por medio de las aguas del Sacramento del Bautismo
formamos la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Esa comunión con Dios y con la Iglesia se
transforma en la vida de amor en Dios y con Dios (y por ende con el prójimo).
Zaqueo sabía (o al menos intuía)
que en Jesús, él podía encontrar ese amor de Dios. Como jefe de publicanos que era fácilmente
podía adquirir los placeres y bienes que le ofrecía el mundo. Zaqueo y los que tenían esta profesión eran
asalariados de la clase media. Estos se
la ingeniaban para estafar al pueblo por medios de adulterados impuestos por
esta razón podían tener todos los bienes como nos muestra el hagiógrafo (autor
bíblico) como los tenía Zaqueo. Pero en
Jesucristo (por su vida y gran testimonio de profeta y hombre de Dios) Zaqueo
entiende que todos sus bienes son nada comparado con el amor de Dios. Con el desprendimiento de Zaqueo entonces
puede entrar ese amor divino a su vida y Jesús proclama con amplia alegría que “hoy ha llegado la salvación a esta casa”
y que “el Hijo del Hombre ha venido a
buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lucas 19, 10).
Hoy nos debemos preguntar ¿Qué encontraría Jesús si lo invitamos a
nuestra casa? Al igual que Jesús estamos
llamados a amar a los pecadores y ver más allá de sus pecados su bondad y sus
actitudes positivas. Jesús y por ende la
Iglesia nos invita a ver las necesidades de los demás y dejar a un lado las
diferencias (ya sean culturales, sociales e inclusive religiosas). El evangelio de hoy también nos invita a que seamos
desprendidos y si por injusticia hayamos llegado a ese “síndrome publicano” (los publicanos en tiempo de Jesús eran
considerados como colaboradores del poder romano, estafadores, impuros y
pecadores) tengamos la valentía restituir
a los hermanos lo que les corresponde en justicia.
La historia de Zaqueo la podemos ver como una propuesta
a nivel personal y comunitario donde hay que extraer consecuencias inmediatas
de alcance personal, familiar, social y por ende eclesial porque en todas las
etapas de nuestras vidas estamos llamado a proceder con una vida justa donde la
meta sea el amor a Dios y a los hermanos.
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