26 de octubre de 2013

¡Dios no hace favoritismo! Domingo XXX Tiempo Ordinario – Ciclo C

Eclesiástico (Sirácides) 35, 12-14.16-18: Los gritos del pobre atraviesan las nubes
Salmo Responsorial 33: Cuando el pobre llama, el Señor le escucha
2 Tim 4,6-8.16-18: Ahora me aguarda la corona merecida

Lc 18,9-14: Quien se humilla será exaltado
Este domingo continuamos con el tema de la semana pasada el de la oración.  El domingo pasado San Lucas (18, 1–8)  nos alentaba a orar con constancia y sin desfallecer.  Hoy el evangelio (Lucas 18, 9–14) nos dice que nuestra oración pierde el sentido de ser si no tiene humildad y sencillez de corazón.   Para demostrarnos esto Jesús nos presenta la Parábola del Fariseo y el Publicano.

Veamos cual es el contexto y entorno de este texto evangélico de este domingo.  Desde el domingo XIII (Lucas 9, 51–62) del Tiempo Ordinario Jesús tomó la decisión de encaminarse a Jerusalén.  Desde entonces hemos podido visualizar como Jesús ha ido instruyendo a sus discípulos en distintas facetas pero especialmente en la oración.  Sus discípulos veían día a día como Jesús se comunicaba por medio de la oración con su Padre (Abba).  Esto sin duda alguna quedaba grabado en el corazón de estos discípulos y testigos oculares de la vida de Jesús.
Los evangelios y todo el Nuevo Testamento es fundamentalmente es la recopilación de toda esas vivencias de esas primeras generaciones de cristianos  de las cuales en su mayoría fueron testigos oculares.  Recordemos los cinco pasos que se dieron para lograr obtener lo que hoy en día llamamos biblia: eventos, tradición orar, tradición escrita (para beneficio de las comunidades cristianas de la época), edición (el orden que tenemos hoy en nuestras Biblias es producto de este paso), y la canonicidad (como las comunidades cristiana y judías fueron determinando que libros fueron inspirado por el Espíritu Santo). 
Si deseas obtener más información sobre cómo se formó la Biblia te recomiendo que leas el siguiente artículo en mi Blog de Catequesis de Adultos: http://catequesisdeadultos.blogspot.com/2009/03/que-sabemos-de-la-biblia-primera-parte.html (este es un artículo que contiene 5 partes).
Teniendo en cuenta cómo se formó y se llegó escribir los libros de la Biblia en este caso los del Nuevo Testamento es muy importante entender que los escritos del Nuevo Testamento en especial los evangelios se predicaron y se escribieron desde una perspectiva post-resurrección.  Porque fue con la Resurrección del Señor que los discípulos pudieron entender y encontrar un mejor sentido a todo lo que Jesús hacía (milagros, curaciones, etc.) y lo que les enseñaba.
En nuestra primera lectura si leemos este texto en la Biblia Latinoamérica este primer versículo nos dice: “Porque el Señor es el juez, y no hace favoritismo” (Eclesiástico [Sirácides] 35, 12).   Nuestro Leccionario Mexicano (el cual usamos en la Arquidiócesis de Atlanta) nos expone este texto de la siguiente forma: “El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias” (Eclesiástico [Sirácides] 35, 12).  Como podemos apreciar ambos texto los editores nos están dando la misma idea.  Dios quien es la justicia en persona no puede, como solemos hacer nosotros los seres humanos, crear favoritismo y por ende este Dios que es plenamente justo no se deja llevar por apariencias sino que se deja llevar por lo real o sea lo bueno o lo malo que hacemos en esta vida.  En nuestro examen de conciencia es muy apropiado indagar como Dios me ve y como Dios realmente me habría de juzgar por lo que realmente soy y hacemos.
En la segunda lectura “resuena como eco de campana” la plegaria de gratitud de San Pablo hacia a Dios.  Él estaba sumamente interesado en que su “querido hijo” Timoteo permaneciera fiel a su llamado y compromiso bautismal y por ende que siguiera fiel a su fe cristiana.  Pablo sabía que su vida estaba ya por terminar y por eso esperaba que Jesús, el juez justo lo premiara por su fidelidad a su vocación y misión de anunciar el evangelio a los gentiles.
Hoy nos toca reflexionar cuantas veces hemos asumido la actitud del fariseo.  También viene a mi mente todas las veces tildamos o llamamos a otros fariseos.  La pregunta que debemos hacernos ¿acaso al llamar a alguien fariseo no estamos siendo nosotros mismos fariseos?  Sin duda respuesta es que sí.  
En la parábola del evangelio de hoy aprendemos que nuestra actitud ante Dios y ante los demás seres humanos debe ser sincera, humilde y sin egoísmo. Nuestro Señor aceptó la actitud del publicano, del pobre y humilde, y por eso el éste regresó justificado, es decir, perdonado y salvado.  La oración del fariseo por su parte no fue tomada en cuenta por Dios, porque Este no se deja llevar por las apariencias.  El fariseo no hablaba con Dios sino que hablaba con sí mismo.  ¿Cómo es nuestra oración “farisaica” o “publicanica”?
Quiero compartir la letra de una canción que aprendí en mis años de juventud…  “La Oración del Fariseo”.
Señor no vengo a contarte los méritos que poseo pues sería mi canción, la oración del fariseo. 
Vengo a decirte que sigo como antes de tumbo en tumbo voy y falto de valor.   Flaqueo, temo y dudo, Señor, soy un desastre rompe tú mis tinieblas con la luz de tu voz.
Vengo a contarte que no tengo remedio si no me ayudas Tú, no tendré solución.  Escucho tu Palabra, Señor, y me convence pero luego en la vida voy de mal en peor.
Yo nada valgo, Señor, y nada tengo, si yo soy algo al fin, soy sólo un pecador.  Si de algo estoy seguro es de que Tú me quieres, y si en algo yo espero es sólo en tu perdón. 

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