San Juan el Evangelista en
su Libro del Apocalipsis nos habla de las Bodas del Cordero (ver Apocalipsis
19, 6–9). Este poema comienza
recordándonos que nuestro Señor Dios reina con poder porque es
todopoderoso. Luego nos invita a que nos
alegremos y nos regocijemos dándole honor y gloria porque ha llegado el tiempo
de las bodas del Cordero. Nos indica que
su esposa (la Iglesia) se ha engalanado y vestido de lino fino o sea con su
traje de novia que es la santidad. Deslumbrando
de blancura esta santidad –y con una nota añade que el lino son las buenas
acciones (vida de virtudes) de los santos–.
En mensajero de Dios, el ángel le dice al autor bíblico que escriba: “felices los que son invitados a la banquete
de bodas del Cordero” y añade categóricamente este ángel: “estas son palabras verdaderas de Dios”.
San Pablo en su Carta a los
Efesios hace alusión a las bodas de Jesús con su esposa la Iglesia (ver Efesios
5, 32). Donde El hablando de la
institución del matrimonio como un gran misterio nos dice que lo refiere a
Cristo y a la Iglesia. Así mismo en
otros textos paulinos podemos encontrar esta referencia matrimonial de Jesús el
Gran Amante de su Esposa, la Iglesia.
Podemos hacer la analogía
o comparación de lo que conlleva la relación amorosa entre el esposo y la
esposa. Con una sola palabra podemos
resumir como es y debe ser la relación en el matrimonio, esta es de amor. En este mismo quinto capítulo de la Carta a
los Efesios San Pablo va dando toda una catequesis o enseñanza de cómo debe
amar el marido a su esposa y viceversa (ver Efesios 5, 23–33).
Pero este amor del
matrimonio y por ende de la santidad no es un amor platónico como aludían
algunos filósofos griegos. Estos
conllevan un amor convertido en acción y eso es lo que llamamos la
caridad. Porque la caridad no es
solamente dar limosnas como muchas personas suelen pensar. La caridad o sea el amor hecho acción implica
y se aplica para todo en las relaciones de los seres humanos.
Ver a mi padre llorar,
estar triste o estar sumamente preocupado porque mi madre está enferma eso es
amor en acción. El amor requiere darse
oblativamente o sea entregarse y dar todo lo que uno es y como es.
Para la conceptualización
de nuestra sociedad moderna resulta contradictorio para un varón decir que es
la novia de Jesús. Al menos en el idioma
español la palabra iglesia es femenina.
Es desde este punto de vista que yo (que soy un varón) soy esa novia
(iglesia) de Jesucristo.
La santidad la podemos ver desde dos puntos de vista; desde lo particular y personal y desde lo comunitario y eclesial. Desde el bautismo adquirimos la fe en forma personal pero también la adquirimos como comunidad eclesial que somos. De igual forma que la fe, la oración también es personal y comunitaria. Por eso Pablo en la Carta a los Gálatas nos dice que nos debemos ayudar a llevar las cargas unos a otros (ver Gálatas 6, 2) y de esta forma cumplir la ley de Cristo. Nos debemos preguntar ¿Cuál es esa ley de Cristo? Es la ley del amor.
La santidad la podemos ver desde dos puntos de vista; desde lo particular y personal y desde lo comunitario y eclesial. Desde el bautismo adquirimos la fe en forma personal pero también la adquirimos como comunidad eclesial que somos. De igual forma que la fe, la oración también es personal y comunitaria. Por eso Pablo en la Carta a los Gálatas nos dice que nos debemos ayudar a llevar las cargas unos a otros (ver Gálatas 6, 2) y de esta forma cumplir la ley de Cristo. Nos debemos preguntar ¿Cuál es esa ley de Cristo? Es la ley del amor.
Podríamos decir que la
santidad implica esa relación amorosa con Dios y con el prójimo. De la misma forma que dentro del matrimonio
el amor debe ser el eje central que mueva dicha relación en todos los aspectos
de la vida igualmente lo es para la vida de santidad. Suele ser una visualización muy superficial
el solo imaginar al santo(a) como aquel o aquella que está orando todo el
tiempo en el templo o iglesia. Esto solo
es una parte pero la santidad es mucho más que eso.
La santidad es relación
(religión) amorosa con Dios y los hermanos.
Esta es una relación en la que Dios se desposa con la Iglesia quien es
su amada. En el matrimonio ambos (hombre
y mujer) son indispensables así mismo es también sucede en la santidad ambos
somos imprescindibles; Dios y la Iglesia.
Por eso se dice que tanto María Santísima como los santos participan de
la santidad de Dios. Porque la santidad
no es nuestra es de Dios y este en su infinito amor y gracia nos permite ser
partícipes de su santidad.
Un día nos decidimos a ser
médicos, ingenieros, maestros y cualquier otra profesión que hayamos escogido
en nuestras vidas. Así de decididos como
cuando escogimos que estudiar, en que trabajar así debemos decidirnos por vivir
en santidad. La santidad no llega por si
sola debemos tomar la decisión. Hay una
expresión que dice: “nunca es tarde si la
dicha es grande”. Animémonos que la
dicha será bien grande… garantizado.
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