Ex 17, 8-13a
Salmo Responsorial: 121
2Tim 3, 14 - 4,2
Lc. 18, 1-8
En
nuestro segundo nacimiento, el nacimiento a la vida de la gracia divina por
medio de las aguas bautismales, Dios nos da tres virtudes (teologales) y dones de mayor
trascendencia en nuestras vidas y estas son el amor, la esperanza y la fe. Estas
son como eslabones de la cadena. Si se
zafa o se sale uno de estos eslabones los demás se van perjudicar también. Cada una de estas tres virtudes hay que
cuidarlas de igual manera, con el mejor esmero posible. En otras palabras donde hay fe debe estar la esperanza
y el amor estas tres son inseparables.
Hoy quisiera darle mi atención en esta reflexión a la fe.
La
primera pregunta debe ser: ¿Qué es la fe? La Carta a los Hebreos nos da la
respuesta fundamental a esta pregunta. “La fe es aferrarse a lo que se espera, es
la certeza de cosas que no se pueden ver” (Hebreos 11, 1).
Hoy San
Lucas en el evangelio de hoy nos da pistas sobre lo que nos dice este texto de
la Carta a los Hebreos.
Aferrarse
a lo que se espera: “¿Acaso Dios no hará
justicia a sus elegidos si claman a él día y noche, mientras él deja que
esperen? Yo les aseguro que les hará
justicia, y lo hará pronto” (Lucas 18, 7–8). Recordemos que en Dios no hay tiempo y
espacio como lo tenemos los seres humanos.
“Mil años para ti son como un día,
un ayer, un momento de la noche” (Salmo 90 [89], 4). “No
olviden, hermanos, que ante el Señor un día es como mil años y mil años son
como un día. El Señor no se demora en
cumplir su promesa, como algunos dicen, sino que es generoso con ustedes, y no quiere
que se pierda nadie, sino que todos lleguen a la conversión. Llegará el día del Señor como hace un ladrón,
y entonces los cielos se desarmarán entre un ruido ensordecedor, los elementos
se derretirán por el calor y la tierra con todo lo que hay en ella se
consumirá” (2Pedro 3, 8).
Sobre la
segunda parte de esta definición sobre la fe que nos da el autor bíblico: es la certeza de cosas que no se pueden ver;
hay que decir dos cosas (de muchas que se podría decir). ¿Podemos ver a Dios? ¿Podemos ver el
amor? La respuesta es no, pero muy
dentro de nuestro ser sabemos que existen.
La fe no es cuestión de ver sino de creer.
“Pero cuando venga el Hijo del Hombre,
¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lucas 18, 8). Esta es una pregunta que debemos responder
(cada bautizado o sea toda la Iglesia [católicos y no católicos]) hoy y
aquí. Las cifras de los niños (y
adultos) en nuestras parroquias y diócesis siguen en aumento cada día, semana,
meses y años. Nuestros sacerdotes
(Víctor Hernández, Bernardo Olvera y este servidor) pueden dar testimonio de
esto en nuestra parroquia. Pero lo
importante aquí no son las cifras sino el compromiso y responsabilidad que
conlleva este sacramento para los padres, padrinos y para toda la
comunidad. Decía el Papa Francisco
apenas unas semanas atrás, que los padres deben ser los primeros
catequistas. Esta función en primera
instancia la debemos realizar por medio del buen y ejemplar testimonio
cristiano luego con la preparación y formación en la fe cristiana. Lo mismo aplica para los padrinos y madrinas
cuando se habla de los Sacramentos del Bautismo y la Confirmación. Sin el digno y santo ejemplo no puede haber
cristianismo.
Cuando no
cumplimos con el compromiso de educar a nuestros hijos y ahijados en la fe
católica les estamos negando la mejor y más valiosa de las herencias que estos
puedan lograr tener. Esta es la herencia
de la fe y conjunta a la fe, la esperanza y el amor que provienen de Dios. Esta es la herencia que nos deja Dios y que
cuando fuimos pequeños (y menores de edad) el mismo Dios dejo como
administradores de esa herencia a nuestros padres y padrinos.
Una vez
que hemos crecido en edad y madures humana y por lo regular recibimos en
Sacramento de la Confirmación ya este compromiso y responsabilidad de crecer (y
muchas veces hasta re-educarnos en la fe) es nuestra. Eso no quiere decir que desde ese momento
nuestros padres y padrinos dejen de velar y cuidar por nosotros (un buen padre
y padrino lo es para toda la vida).
Esta
pregunta de Jesús tiene grandes implicaciones.
Esta es una pregunta que Jesús nos hace desde el punto de vista personal
pero también no las hace desde punto de vista comunitario. La fe es personal porque se nos da a cada uno
en particular. Pero esta también es
comunitaria porque es el deber de cada uno en la Iglesia velar y orar por cada
uno dentro de la comunidad (ya sea capilla, misión, parroquial, diocesana y
hasta universal). Como solía decir San
Juan Pablo II “cada hombre es mi
hermano.”
Hoy más
que nunca estamos llamados a cuidar por la fe de cada uno de los hermanos. La oración como nos implica el evangelio debe
ser la base y fuente de este cuidar la fe comunitaria (y hasta personal). Que el ejemplo de María Madre de Dios y de la
Iglesia que velaba por el bien común de la primera comunidad cristiana sea
siempre nuestra motivación sabiendo que de la misma forma que cuido de su
familia terrenal cuidó y sigue cuidando de sus hijos en la Iglesia. ¡Que así nos ayude Dios!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario