26 de enero de 2014

“Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios” Tercer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Is 8,23b–9,3: En la Galilea de los gentiles el pueblo vio una luz grande
Salmo Responsorial 26: El Señor es mi luz y mi salvación.
1Cor 1,10–13.17: Pónganse de acuerdo y no anden divididos
Mt 4,12–23: Se estableció en Cafarnaún. Así se cumplió lo que había dicho Isaías
El domingo es un día de mayor trascendencia y magnitud en la semana.  La palabra domingo viene del latín “dominus” que literalmente significa señor En otras palabras el domingo es día del Señor.  Pero hay que entender que el domingo no solo es el día del Señor solo por su significación.  Haciendo una deducción lógica; Cristo fue crucificado el día viernes y como proclamamos en el Credo resucito al tercer día, o sea que Cristo resucito el Domingo.  Esto era los que celebraban los primeros cristianos la pascua del Señor.

La Celebración Eucarística en el domingo no es por mera casualidad o por que a alguien se le antojo que fuera así.  Para finalizar la consagración en la Misa el sacerdote (u obispo) nos suele decir: “Este es el sacramento de nuestra fe” a lo que contestamos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”.  Podríamos decir que última cita (o proclamación) que con voz esperanzadora manifestamos en la Eucaristía es un legado de los primeros cristianos.  Porque ellos cada domingo lo que se reunían a celebrar era mucho más que la Fracción del Pan junto o con esta celebración proclamaban y testimoniaban la pascua del Señor.
La Palabra de Dios en este domingo nos invita a dejarnos iluminar por Cristo, nos llama a tener una conversión personal, invita a vivir unidos en la fe,  y nos pide que escuchemos su llamada e invitación para anunciar el Reino de Dios.  Recordemos que cuando se nos anuncia y predica el Reino de Dios para formar parte de este es requisito fundamental la conversión.  Cuando entendamos esto y lo vivamos entonces podríamos predicar el Reino de Dios tal como lo hiso Jesús.
El texto de la primera lectura forma parte así nombrado “el Libro del Emmanuel”.  En este manuscrito se contienen algunas de las más importantes profecías mesiánicas.  El profeta exclama que la luz de Dios ha de alcanzar a los gentiles.  Se le llamaba la "Galilea de los Gentiles" porque quedando en la frontera, había un vasto comercio e intercambio cultural helénico (griegos y de otras partes del Imperio Romano).
En la segunda lectura en el fragmento que se proclamó hoy Pablo quiere aclarar y resolver las divisiones de la comunidad cristiana de los Corintios.  Para Pablo es de vital importancia que todo cristiano entienda que hay un solo guía y maestro que es Jesús el Señor.  El Apóstol nos invita a llevar una armonía y concordia en la comunidad.
El fragmento de San Mateo que leemos hoy nos describe los inicios de la misión de Jesús.  La decisión de Jesús de fijar su residencia en Cafarnaúm es un símbolo significativo de su plan evangelizador.  En tiempo de Jesús, Cafarnaúm era una ciudad fronteriza entre el pueblo de Israel y el mundo pagano.  He aquí la importancia y trascendencia de que el ministerio de Jesús comenzara en Cafarnaúm la cual era una ciudad mercantil y comercial de Galilea.
El evangelio de hoy nos narra como Jesús llamó a cuatro de sus discípulos Pedro, Andrés (que eran hermanos), Santiago y Juan (hijo de Zebedeo).  Aquí hay que resaltar que es Jesús quien llama.  Y Jesús nos sigue llamando hoy.  Hoy Jesús nos llama a ser sus discípulos.  Esto implica que al decirle “Sí” a Jesús nos comprometemos a seguirle con una profunda y sincera adhesión.  El discipulado requiere seguirle con fe, con esperanza y sobre todo con caridad (que es amor hecho acción).  Es inminente y vital que el compromiso sea real, palpable y convincente como nos lo pide el Evangelio.
El Salmo Responsorial 26 introduce con la aclamación: “El Señor es mi luz y mi salvación” luego prosigue “¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?” Estas son aclamaciones que deben estar en la mente y el corazón del discípulo seriamente comprometido con y con la Iglesia.

Seamos discípulos y testigos del Reino socorriendo a cuantos nos necesitan, al mismo tiempo debemos proclamar el Evangelio, de lo contrario, como dice el Papa Francisco, seremos solamente una ONG piadosa.  Como discípulos estamos llamados a vivir nuestra vida (y por ende nuestra vocación personal) con intensidad, con alegría, unos a otros (incluyendo al Espíritu Santo) animándonos y fortaleciéndonos en la fe, para seguir caminando en el nombre del Señor hasta encontrarnos con Él.

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