2 de marzo de 2014

¡Buscando el Reino de Dios por medio de la esperanza! Domingo VIII Tiempo Ordinario – Ciclo A

Isaías 49, 14-15: Yo nunca me olvidaré de ti.
Salmo Responsorial 61: Sólo en Dios he puesto mi confianza.
1 Corintios 4, 1-5: El Señor pondrá al descubierto las intenciones del corazón.
San Mateo 6, 24-34: No se preocupen por el día de mañana.

La esperanza es una virtud y más aún es una de las virtudes teologales que recibimos en nuestro Bautismo. Antes de contestar que implica el que la esperanza sea una virtud teologal, primero veamos que es una virtud y luego veamos que es la esperanza.  La virtud es un habito operativo o sea que solemos repetir una y otra vez pero este siempre nos lleva a realizar el bien porque de lo contrario sería un vicio.   Ahora bien veamos que es la esperanza.  La esperanza nos da la convicción segura de que algún día viviremos en la eterna felicidad.

Ahora te pregunto: ¿si te acuerdas cuando nuestras abuelitas te solían decir “pórtate bien para que llegues al Cielo”¿Qué es el Cielo?  Llegar al Cielo es llegar ante la presencia infinita y beatifica de Dios.  En otras palabras decirnos que nos portemos bien para llegar al Cielo no es otra cosa que vivir en virtudes como medios para alcanzar la santidad para un día obtener la eterna felicidad que proviene del mismo Dios.
Por eso podemos decir que buscar el Reino de Dios cuyas características son la justicia, amor y paz hay que hacerlo con esperanza.  O sea con esa certeza que un día llegaremos a la plenitud de ese Reino de Dios que comenzamos a vivir en esta vida.  Es una virtud sobrenatural infundida por Dios en el momento del Bautismo.  Como toda virtud solo ha de crecer si la alimentamos con la oración, la vida sacramental y dirección espiritual.
En la primera lectura el “Segundo Isaías” se nos presenta parte de lo que se conoce como el Libro de la Consolación de Israel (capítulos 40-55).  Esta lectura se centra en la alegría del retorno tras el Destierro de Babilonia del Pueblo Elegido a Israel.  Aquí el profeta nos está recordando que no importa cuán difícil parezca ser la situación humanamente hablando Dios ha de sobrepasar y superar cualquier etapa de la vida por difícil que esta se vea.
La segunda lectura continuamos el contexto que el del domingo anterior.  O sea nos toca el tema del problema de las divisiones y escándalos en la comunidad de Corintos (ver 1 Corintios 3,16-23).  Por eso San Pablo nos decía que somos templo del Espíritu Santo y por eso debemos velar por nuestras acciones de las cuales seremos juzgados.  Hoy se nos dice que “el Señor pondrá al descubierto las intenciones del corazón” (1Cor. 4, 5).  Al igual que el domingo pasado se nos invita a la fidelidad en el discipulado de Cristo y la honradez en nuestro comportamiento.
Hoy el evangelio nos llama a la confianza en la Providencia Divina esto no es otra cosa que vivir en esperanza de que todo Dios mediante va salir muy bien.  La sociedad y el mundo de hoy nos llaman constantemente a vivir la filosofía de la autosuficiencia.  Esto sin duda alguna nos hace alejarnos y hasta olvidarnos de Dios.  Nos olvidamos de un Dios que es todo amor que quiere la suprema felicidad para todos sus hijos.
Ante el dolor y la prueba confianza, la esperanza de que un día llegaremos al Cielo o sea ante su beatísima presencia para alabarles como los santos y los ángeles en el Cielo.

Hoy busquemos a cultivar la esperanza.  La esperanza que con Dios todo se puede (ver Fil. 4, 13).  La esperanza de que su Reino se siga expandiendo tanto en los corazones como en nuestras vidas.  Vivamos con la aptitud del reino, del reino donde el amor, la justicia y la paz del mismo Dios son virtudes indispensables para ser parte de esta experiencia única y maravillosa. ¡Que así nos ayude Dios!

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