14 de junio de 2014

¡La Comunidad Perfecta por Excelencia! La Santísima Trinidad (Ciclo A)

Éxodo 34, 4-6. 8-9: Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente.
Salmo Responsorial (Daniel 3): R/. Bendito seas para siempre, Señor.
2 Corintios 13, 11-13: Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes.
Juan 3, 16-18: Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salvara por él.

Hoy la Iglesia celebra el misterio más sublime y a la vez con una profundidad que la razón humana no puede captar en su totalidad.  Nuevamente es muy conveniente explicar que es un misterio para la religión (= tratar o relacionarnos con Dios).  El concepto del misterio dentro del mundo (o la sociedad) no es lo mismo que lo que este concepto implica dentro de la religión.  Misterio para el mundo o la sociedad se traduce como todo aquello que está oculto.  Por eso muchas veces se le relaciona con el ocultismo.  Para la religión misterio es aquello que Dios nos va revelando (podríamos decir “gota a gota”) pero que no conocemos o comprendemos del todo.

La Palabra de Dios desde el Antiguo Testamento (intuitiva o implícitamente) y con el Nuevo Testamento ya de forma más directa no dice que Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo.  Es muy intrigante como el relato de la creación del Libro del Génesis como el autor bíblico o hagiógrafo juega por así decirlo con los verbos.  Nos dice: “haya, llamó, hizo, júntense, vio, produzca, llénense, creó, bendijo” todos estos verbos en primera persona singular.  Pero cuando alude o nos habla de la creación del hombre (adán significa hombre) utiliza el verbo: “hagamos” (primera persona plural).  Ya esto nos comienza a dar pistas de la relación amorosa y trinitaria de Dios. 
Hay que tener bien claro que en este “hagamos” Dios no le está hablando a los ángeles ni a ninguna otros seres espirituales, sino a sí mismo.   Esto nos dice el Profeta Isaías: “Así habla Yahvé, tu redentor, el que te formó desde el seno materno.  Yo, Yahvé, he hecho todas las cosas, yo solo estiré los cielos, yo afirmé la tierra, ¿y quién estuvo conmigo?” (Is. 44, 24).  Como mencione anteriormente el Nuevo Testamento nos expresa y habla de forma explícita de la Trinidad: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes” (Mt. 28, 19). 
Podemos inferir o presumir sobre el texto antes mencionado que Jesús le había enseñado a sus apóstoles y discípulos que Dios era trino y uno (tres personas divinas en solo Dios).  Los mismos evangelios y las cartas de San Pablo nos dan pistas de esto.  Veamos algunas de estas citas bíblicas: “Reciban gracia y paz de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, el Señor” (Fil. 1, 2).  “En el principio era el Verbo (la Palabra), y el Verbo estaba ante Dios, y el Verbo era Dios.  Él estaba ante Dios en el principio.  Por él se hizo todo, y nada llegó a ser sin Él” (Jn. 1, 1-3).  “Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos está en ustedes, el mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que habita en ustedes” (Rm. 4, 11). 
Después de los apóstoles y las primeras generaciones de discípulos de Jesús o sea la Iglesia naciente surgieron los Padres de la Iglesia quienes se encargaron de custodiar y preservar la doctrina enseñada por los mismos apóstoles.  San Atanasio (297-373 d.C.) quien fue el principal heraldo y promotor del Concilio de Nicea (327) donde y cuando germinó el Credo de Nicea y Constantinopla (que solemos proclamar y rezar en la Misa Dominical) nos dice: "La fe católica quiere que adoremos la Trinidad en la unidad y la unidad en la Trinidad, sin confundir a las personas y sin separar la substancia divina" (Símbolo o Credo de San Atanasio).  Esto nos deja ver que la Iglesia nació con el fundamento y pilar de la Santísima Trinidad.
El Libro del Éxodo nos está narrando la renovación de la alianza (alianza de amor) con su pueblo después la apostasía del becerro de oro.  Este texto nos deduce tres cosas: primero, la confianza y cercanía de Moisés hacia Dios.   En segundo lugar tenemos que Dios (Yahvé = Yo Soy) se revela como un Dios compasivo y misericordioso.  Por último, Moisés se expresa con Dios con oración confiada para que Dios se comprometa a caminar al lado de su pueblo.
San Pablo en la segunda lectura nos presenta la doxología (doxología –del griego doxa (gloria) y logos (palabra) es una palabra de gloria, de alabanza y bendición, por lo general trinitaria que suele usarse como remate de una oración o himno) la confesión trinitaria más completa de todo el Nuevo Testamento.  ¿Qué conclusiones podríamos sacar de este texto paulino?  El confesar a Dios (o sea el reconocer a Dios) debe llevar consigo la experiencia y compromiso de ser parte integral de una comunidad que vive en unidad. La Trinidad es el ejemplo de Comunidad Perfecta por excelencia.  Con nuestro testimonio diario como cristianos estamos llamados a demostrar que nuestro Dios es uno cercano y siempre presente (omnipresente).  La Iglesia (y la teología) nos enseña que cada una de las tres divinas personas tiene una actuación diferenciada.  Estos para realizar la salvación de los hombres actúan en perfecta y total unidad y armonía.
El evangelio por su parte que corresponde al dialogo entre Jesús y Nicodemo nos presenta como tema central el nacer del agua y del Espíritu.   Los sacramentos del Bautismo y la Confirmación nos brindan ese nuevo nacer del agua (ablución o lavatorio) por medio de la invocación de la Santísima Trinidad.  Para quien no cree o duda sobre esto hay que recordarle el texto bíblico que nos dice que: “para Dios nada es imposible” (Lc. 1, 37).  El amor de Dios es gratuito y universal es una oferta para todos (sin distinción ni exclusividad).  El amor de Dios es creador de vida, redentor y por lo tanto medio eficaz de salvación.  Los sacramentos de la Iglesia son esa muestra de amor de Jesucristo para con su Iglesia.  Por eso los sacramentos son herramientas redentoras y de salvación porque en ellos actúa el Espíritu Santo.  ¡Con reverencia y devoción adoremos al Dios que es Uno y Trino! 

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