20 de julio de 2014

¿Cómo florece en mí la semilla del Reino? Domingo XVI – Ciclo A

Sabiduría 12, 13. 16-19: Al pecador le das tiempo para que se arrepienta.
Salmo Responsorial 85: R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente.
Romanos 8, 26-27: El Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.
Mateo 13, 24-43: Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha.
Hoy la liturgia nos propone tres parábolas (el grano de mostaza, el trigo y la cizaña y la levadura en la masa) para explicar y hace analogía o comparación sobre el Reino de Dios.  Esto lo podemos ver cuando Jesús nos dice: “el Reino de los cielos se parece a” o “el Reino de los cielos es semejante a”.  Con estas frases nos da la primera pista para entender el sentido pedagógico de Jesús sobre el Reino de los Cielos.  

Veamos que posterior a estas frases iniciales en la parábola Jesús va a usar como ejemplo o comparación algo común en la vida del pueblo.  De esta forma hace más accesible la comprensión del reino a la gente sencilla y humilde del pueblo judío.
Con la Parábola de la Cizaña (Mt. 13, 24-30) Jesús responde a los que se escandalizan al ver el mal presente en todas partes.  Luego nos brinda dos imágenes para darnos una idea del crecimiento del Reino: el árbol y la levadura (Mt. 13, 31-43).  Es muy recomendable leer antes y releer esta lectura después de la Celebración Eucarística Dominical para la reflexión y meditación.  ¿De dónde proviene el mal en este mundo?  El mal llega y apresa con tanto vigor al corazón del hombre.  ¿Qué hacer con él?
En nuestra primera lectura el autor sagrado nos ofrece una interpretación de la historia de Israel.  Pero esta interpretación se hace desde el reconocimiento de la grandeza y la omnipotencia; sabiduría y la omnisciencia, la bondad y misericordia de Dios por parte del Pueblo Elegido.  El hagiógrafo nos presenta una simbiosis o estrecha relación equilibrada del poder, justicia, perdón y soberanía de Dios.  Podríamos decir que la intención y lección del autor es que a imitación de Dios quien es bienhechor adoptemos una vida de generoso humanismo.  En esta línea de pensamiento el sentido y compromiso humanitario debe ser una característica del pueblo de Dios.
Hoy seguimos reflexionando en el capítulo 8 de la Carta a los Romanos que comenzamos hace dos domingos atrás (y el cual hemos de continuar por varios domingos mas).  Basados en este texto hay muchos teólogos que dice que el Espíritu Santo nos conoce mucho mejor que nosotros mismos.  Hoy esta lectura no deja ver que el itinerario de la esperanza y la acción del Espíritu es insustituible.  No importa cuántas ideas o formas de ver la vida queramos aplicar para mejorar nuestra calidad de vida al fin y al cabo será el Espíritu Santo quien dictara lo más apropiado y santo para nosotros.
Se dice que las más impresionantes conversiones de otras denominaciones cristianas al catolicismo se han dado porque estas personas han invocado al Espíritu Santo con gran insistencia.   En especial cuando se ha tratado de la búsqueda de la verdad.  Este fue el caso de los teólogos Scott Hahn y Fernando Casanova. En forma similar a estos tenemos un gran número de conversiones a nuestra Santa Madre Iglesia que son muy recomendables leer y conocer de ellos.
El Espíritu de Dios sabe muy bien dónde nos encontramos y dónde anhelamos llegar.  La Iglesia vivió por décadas o hasta siglos con una dejadez o vagancia hacia la búsqueda del Espíritu Santo.  No fue hasta la década del 60 que la Iglesia (quizás por la misma influencia de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad) recomenzó esta búsqueda del Espíritu Santo.  Yo diría que esto se dio en todas las esferas de la Iglesia; desde el Papa y el Magisterio hasta los grupos parroquiales que por distintas circunstancias se consideraban insignificantes.  El Espíritu Santo fue (y sigue) reeducando a los católicos en la fe, la moral y sobretodo en los dones y los frutos del mismo Espíritu de Dios.
Este domingo seguimos proclamando el discurso parabólico como muchos teólogos le llaman a este capítulo 13 del Evangelio de San Mateo.   Si nos tocásemos escribir un evangelio hoy en día la verdad que sería muy cortó por la ausencia del demonio tanto en la predicación (incluyendo homilías) y en la catequesis.  Y es que precisamente el triunfo del demonio consiste en pasar como un “agente encubierto” o desapercibido en nuestra vida y la vida de la Iglesia.
Veamos la cizaña tiene gran parecido con la caña de trigo, sólo más tarde se puede observar el contraste o diferencia entre las dos formas de cañas.  En este sentido podemos entender lo que dice Jesús cuando los discípulos le piden si arrancan la cizaña al inicio que estas crecían.  Vemos como Jesús da instrucciones que la dejen crecer junto hasta el momento de la cosecha.  Porque este será el momento de juicio donde separara el grano bueno del malo.
Para nosotros quizás sea un escándalo la coexistencia de lo bueno y lo malo en la etapa actual del reino.  Aquí podemos conectar muy bien lo que nos dice la primera lectura: “al pecador le das tiempo para que se arrepienta” (Sab. 12, 19).  Estamos por así decirlo en el gran tiempo del examen de conciencia (personal y comunitario) donde el mismo Dios por medio de su Espíritu ora por nosotros.  Este lo primero que hace es poner frente a nuestra conciencia como un espejo nuestros pecados.  El mismo nos da el don del arrepentimiento y el dolor de corazón (dolor y deseo de no volver a pecar más). 

Que ese sea nuestro compromiso, pedirle al Espíritu Santo que nos haga reconocer nuestra debilidad para que ante Dios transforme nuestros corazones y todo nuestro ser y de esta forma pueda crecer la semilla de la fe, de la esperanza y la caridad para bien del Reino de Dios.  ¡Amén! 

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