Sabiduría
12, 13. 16-19: Al pecador le das tiempo para que se arrepienta.
Salmo
Responsorial 85: R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente.
Romanos
8, 26-27:
El Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con
palabras.
Mateo 13,
24-43:
Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha.
Hoy la liturgia nos
propone tres parábolas (el grano de mostaza, el trigo y la cizaña y la levadura
en la masa) para explicar y hace analogía o comparación sobre el Reino de
Dios. Esto lo podemos ver cuando Jesús
nos dice: “el Reino de los cielos se
parece a” o “el Reino de los cielos
es semejante a”. Con estas frases
nos da la primera pista para entender el sentido pedagógico de Jesús sobre el
Reino de los Cielos.
Veamos que
posterior a estas frases iniciales en la parábola Jesús va a usar como ejemplo
o comparación algo común en la vida del pueblo.
De esta forma hace más accesible la comprensión del reino a la gente
sencilla y humilde del pueblo judío.
Con la Parábola de
la Cizaña (Mt. 13, 24-30) Jesús responde a los que se escandalizan al ver el
mal presente en todas partes. Luego nos
brinda dos imágenes para darnos una idea del crecimiento del Reino: el árbol y
la levadura (Mt. 13, 31-43). Es muy
recomendable leer antes y releer esta lectura después de la Celebración
Eucarística Dominical para la reflexión y meditación. ¿De dónde proviene el mal en este mundo? El mal llega y apresa con tanto vigor al
corazón del hombre. ¿Qué hacer con él?
En nuestra primera
lectura el autor sagrado nos ofrece una interpretación de la historia de
Israel. Pero esta interpretación se hace
desde el reconocimiento de la grandeza y la omnipotencia; sabiduría y la
omnisciencia, la bondad y misericordia de Dios por parte del Pueblo
Elegido. El hagiógrafo nos presenta una
simbiosis o estrecha relación equilibrada del poder, justicia, perdón y
soberanía de Dios. Podríamos decir que
la intención y lección del autor es que a imitación de Dios quien es bienhechor
adoptemos una vida de generoso humanismo. En esta línea de pensamiento el sentido y
compromiso humanitario debe ser una característica del pueblo de Dios.
Hoy seguimos
reflexionando en el capítulo 8 de la Carta a los Romanos que comenzamos hace
dos domingos atrás (y el cual hemos de continuar por varios domingos mas). Basados en este texto hay muchos teólogos que
dice que el Espíritu Santo nos conoce mucho mejor que nosotros mismos. Hoy esta lectura no deja ver que el
itinerario de la esperanza y la acción del Espíritu es insustituible. No importa cuántas ideas o formas de ver la
vida queramos aplicar para mejorar nuestra calidad de vida al fin y al cabo
será el Espíritu Santo quien dictara lo más apropiado y santo para nosotros.
Se dice que las más
impresionantes conversiones de otras denominaciones cristianas al catolicismo
se han dado porque estas personas han invocado al Espíritu Santo con gran
insistencia. En especial cuando se ha
tratado de la búsqueda de la verdad.
Este fue el caso de los teólogos Scott Hahn y Fernando Casanova. En
forma similar a estos tenemos un gran número de conversiones a nuestra Santa
Madre Iglesia que son muy recomendables leer y conocer de ellos.
El Espíritu de Dios
sabe muy bien dónde nos encontramos y dónde anhelamos llegar. La Iglesia vivió por décadas o hasta siglos
con una dejadez o vagancia hacia la búsqueda del Espíritu Santo. No fue hasta la década del 60 que la Iglesia
(quizás por la misma influencia de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad)
recomenzó esta búsqueda del Espíritu Santo.
Yo diría que esto se dio en todas las esferas de la Iglesia; desde el
Papa y el Magisterio hasta los grupos parroquiales que por distintas
circunstancias se consideraban insignificantes.
El Espíritu Santo fue (y sigue) reeducando a los católicos en la fe, la
moral y sobretodo en los dones y los frutos del mismo Espíritu de Dios.
Este domingo
seguimos proclamando el discurso parabólico como muchos teólogos le llaman a
este capítulo 13 del Evangelio de San Mateo. Si nos tocásemos escribir un evangelio hoy en
día la verdad que sería muy cortó por la ausencia del demonio tanto en la
predicación (incluyendo homilías) y en la catequesis. Y es que precisamente el triunfo del demonio
consiste en pasar como un “agente encubierto”
o desapercibido en nuestra vida y la vida de la Iglesia.
Veamos la cizaña
tiene gran parecido con la caña de trigo, sólo más tarde se puede observar el
contraste o diferencia entre las dos formas de cañas. En este sentido podemos entender lo que dice
Jesús cuando los discípulos le piden si arrancan la cizaña al inicio que estas
crecían. Vemos como Jesús da
instrucciones que la dejen crecer junto hasta el momento de la cosecha. Porque este será el momento de juicio donde
separara el grano bueno del malo.
Para nosotros quizás
sea un escándalo la coexistencia de lo bueno y lo malo en la etapa actual del
reino. Aquí podemos conectar muy bien lo
que nos dice la primera lectura: “al
pecador le das tiempo para que se arrepienta” (Sab. 12, 19). Estamos por así decirlo en el gran tiempo del
examen de conciencia (personal y comunitario) donde el mismo Dios por medio de
su Espíritu ora por nosotros. Este lo
primero que hace es poner frente a nuestra conciencia como un espejo nuestros
pecados. El mismo nos da el don del
arrepentimiento y el dolor de corazón (dolor y deseo de no volver a pecar más).
Que ese sea nuestro
compromiso, pedirle al Espíritu Santo que nos haga reconocer nuestra debilidad
para que ante Dios transforme nuestros corazones y todo nuestro ser y de esta
forma pueda crecer la semilla de la fe, de la esperanza y la caridad para bien
del Reino de Dios. ¡Amén!
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