6 de julio de 2014

¿Quiénes son los Anawim? Domingo XIV Tiempo Ordinario – Ciclo A

Zac. 9, 9-10: Mira a tu rey que viene a ti modesto
Salmo Responsorial 33: Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey
Rm. 8, 9.11-13: Si con el Espíritu dan muerte a las obras del cuerpo, vivirán
Mt 11, 25-30: Soy manso y humilde de corazón

La liturgia hoy nos propone a la gente sencilla y humilde como protagonistas centrales de la Palabra de Dios.   La palabra griega es "ptochos" y significa materialmente pobres, indigentes, etc.  El término hebreo para los pobres es "ani" de donde proviene la palabra “anawim” que también denotaba originalmente los pobres físicamente. 

Pero en el transcurso del tiempo llegó a ser aplicado a las personas en diferentes situaciones a causa de su pobreza.  Así, la palabra hebrea anawim se referiría a los perseguidos y los oprimidos a causa de su pobreza.  Los anawim se refiere a aquellas personas “sin voz ni voto” que no tienen influencia, asistencia o poder.
Sería denotar los humildes y los indefensos que ponen su confianza en Dios y que dependen de Dios solo por la reivindicación de sus derechos.  En la literatura posterior Antiguo Testamento la palabra anawim se convirtió casi en un término técnico para las personas "piadosas / devotos".
Con esta última aplicación de anawim (piadoso-devoto) se podrían incluir a la mayoría de los profetas (incluyendo Juan el Bautista), María y José (y sus parientes) eran considerados como pobres de Señor o Anawim.
El profeta Zacarías quiere inducir o conducir a su pueblo a la esperanza mesiánica.  Esta es expresada en forma de oráculo o anuncio de una forma inusual.  El Mesías estará investido de la dignidad real, pero será un rey “humilde”.  El cual realizará en su persona el ideal de los “pobres del Señor” (Anawim) (ver Sof. 2, 3).  Al entrar “montado en un burrito” y no a caballo o en un carro de guerra, se presenta simbólicamente como el “Príncipe de la paz” (ver Is. 9, 5; Mt 21. 4-5).  Esta esperanza mesiánica debe ser motivo de alegría como nos lo pide el mismo profeta.
San Pablo en su Carta a los Romanos nos da lección de que Espíritu de Dios siempre está con nosotros y nos ayuda y nos brinda su protección y además nos da sus dones y gracias.  Hace unas semanas atrás Pablo nos ensenaba que nadie puede decir Jesucristo es el Señor si no es inspirado por el Espíritu Santo (ver 1Cor. 12, 3). 
Ese mismo Espíritu que con nuestro testimonio de vida nos inspira a mostrar a todos los demás que Jesús de Nazaret es el Señor de señores y Rey de reyes también mueve a llevar un estilo de vida de acuerdo a ese mismo Espíritu.  Este es un estilo de vida que se debe distinguir por la santidad, la justicia y sobretodo el amor.  Es por eso que el la Biblia al hombre o a la mujer santa(o) se le suele llamar el hombre (mujer) justo(a).  Aquí tenemos que vivir en santidad es vivir en justicia (para con nosotros y los demás) pero sobretodo es vivir en amor.  Porque Dios es Amor (ver 1Jn. 4, 7–21).
Teniendo todo esto en cuenta podemos entender que el Espíritu Santo es la carta o el carnet de identidad de los que por medio del Bautismo pertenecemos a Cristo.  Nos podríamos preguntar: ¿con que propósito? Porque el hecho de que poseamos el Espíritu de Cristo se convierte a la misma vez en garantía y esperanza (ver Heb. 11, 1) de la futura resurrección y de la vida eterna como premio de nuestra carrera y misión de la vida cristiana.
San Mateo nos muestra la desbordante e incontenible alegría de Jesús por la forma de actuar del Padre.  En la sociedad (greco-latina y hasta judía) de ese entonces todos aquellos que no tenían una educación que los hiciera expertos o peritos en alguna área de la vida por lo general solían ser marginados y tratados como ciudadanos inferiores o de segunda como comúnmente se le suele llamar.  Cuando leemos los evangelios podemos notar que Jesús rompe con este esquema o parámetro de la sociedad.  Para Jesús y para su Espíritu Santo todos somos iguales y por ende todos (nacidos y no-nacidos) poseemos una dignidad la cual debe ser respetada.
En este sentido podemos entender porque el Papa Francisco se afana tanto porque los derechos y dignidad de los seres humanos en especial con los menos afortunados sean respetados y protegida.  “Aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso” (Mt. 11, 29).  Jesús es el Anawim (Pobre del Señor) por excelencia.  Anawim no solo es un concepto bíblico sino más bien un estilo de vida a la manera de Jesús de Nazaret.  ¿Cuán parecidos a Jesús deseamos ser en nuestra vida?  Esa es una pregunta cuya respuesta debe brotar desde lo más íntimo de nuestros corazones y nuestros seres.  ¡Que este sea nuestro compromiso, ser lo más posible semejantes a Jesucristo!

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