Hace varios días escribí una reflexión del tema que indica y sugiere el
título de esta reflexión. Lo único que
el título varió poco y mucho a la vez.
La reflexión anterior estaba titulada: “¿Cuánto le das al Cesar y cuanto
le das a Dios?” Como podrán notar dije que
varió poco en cuanto al verbo “dar” de das a damos hay pocas letras de diferencia. Pero indiscutiblemente por su significación
la disparidad es muy grande.
Además me sentí como si yo no me incluyera en lo que implicaba el título
y por ende excluyera de la reflexión completa. Claro está, que eso nunca fue ni
será mi intención. Ahora quisiera llevar el caminar de esta reflexión con un tono
comunitario donde ustedes y yo saquemos las mejores conclusiones de esta reflexión.
Quisiera retomar algunos puntos que ya expuse en la reflexión anterior. Y
de alguna forma u otra darle riendas reflextiva al pensamiento y a la
meditación.
“Den al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 21). Sin duda alguna, este es uno de los textos
bíblicos más citados y mencionados dentro y fuera del ámbito religioso. Pero esto implica un peligro que debemos
tener en cuenta.
Hagamos una prueba o experimento vamos a poner en una fila la mayor
cantidad de personas posible (100 sería muy recomendable). Alguien le va a comunicar un mensaje a la
primera persona. Ahora bien, este
mensaje se debe pasar de persona a persona hasta llegar a la última
persona. Lo más posible y factible es
que el mensaje se haya distorsionado de tal forma que si comparamos el mensaje
original con el último haya una diferencia abismal no solo en lo que se dice
sino también en su significación.
Algo así como lo antes mencionado podría suceder (y sucede) con este
texto. Quizás el texto no varié mucho
pero su significación e interpretación pueden variar insondablemente.
Por esta razón cuando estudiamos y queremos interpretar un texto bíblico
debemos estar muy consciente de lo que enseña la Iglesia. Para esto es muy recomendable tener además de
una Biblia (católica) usar el Catecismo de la Iglesia Católica. Leer los documentos oficiales de la Iglesia
(encíclicas, cartas pastorales, etc.) también es muy recomendable. Igualmente
tener y usar un diccionario bíblico católico es una excelente opción para el
estudio y reflexión bíblica.
Estando al tanto sobre todo esto antes mencionado hay que tener muy
presente que la Iglesia nos enseña que a la hora de interpretar un texto de la
Palabra de Dios hay ser contextualitas.
“Para descubrir la intención de
los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y
de su cultura, los «géneros literarios» usados en aquella época, las maneras de
sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. ‘Pues la verdad se presenta y se
enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros
proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios’ (DV 12,2)” (CIC # 110).
Querido lector(a) te recomiendo que leas el numeral 12 de la Constitución
Dogmática Dei Verbum Sobre La
Divina Revelación para que tengas
una idea más precisa sobre que es e implica interpretar las Sagradas Escrituras
en sus distintos contextos.
Ahora bien, la pregunta yo creo que debería ser formulada en el
siguiente orden: ¿Cuánto le damos a Dios (y
a sus obras que realiza la Iglesia) y cuanto le damos al Cesar? ¿Qué implica darle a
Dios? ¿Qué supone darle al Cesar? Usemos cada una de nuestras parroquias y diócesis
como ejemplo.
El ser el (la) encargado(a) de las finanzas en la parroquia no es cosa fácil. Yo he visto estos(as) herma@s realizando su
ardua labor para buscar el bien común económicamente hablando. También he visto parroquias donde por mucho
que traten siempre están en déficit presupuestario.
Quiero dejar muy claro que el dinero no es lo más importante en la
parroquia. Pero nuestro sistema
monetario y económico hace que haya que pagar casi todo lo que de una forma u
otra se administra (ya sea religioso o no) en la parroquia.
Recordemos que cada vez que ayudamos con generosidad y solidariamente a
alguna obra o apostolado ya sea a la parroquia, a la diócesis o las
instituciones benéficas y caritativas (ej. Sociedad San Vicente de Paul,
Caritas Internacional, etc.) que socorren a la Iglesia (y a todos en general
sin hacer alguna distinción) a nivel universal estamos socorriendo al mismo
Cristo.
“Entonces el Rey dirá a los que
tenga a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el
Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y
ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y
me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me
vinieron a ver’. Los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y
te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo
te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’ Y el Rey les responderá: ‘Les
aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo
hicieron conmigo’” (Mt. 25,
34-40).
Todo lo anteriormente mencionado es darle a Dios.
Nos debemos
preguntar: ¿Qué me exige este texto del Evangelio de San Mateo? Recordemos los personajes justos (como lo
fueron Abraham, los patriarcas, los profetas, Juan el Bautista, José el esposo
de María y la misma María Santísima) de
la Biblia. Sin duda algunas estos
supieron darle a Dios lo que por justicia innata y propia le corresponde. Y sin reparo alguno estos siempre y cuando no
interrumpiera con su relación con Dios supieron dar al orden civil lo que era
justo y necesario.
“Den al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 21).
Este texto neotestamentario implica justicia. Pero esta justicia no es
como se nos presenta jurídicamente hablando.
Esta justicia es infalible que viene del mismo Cristo. Recordemos lo que el presbítero proclama y
nos recuerda en la Sagrada Eucaristía: “La paz les dejo, mi paz les doy, pero no como la da
el mundo” (Jn. 14, 27). “Si quieres paz, lucha por la justicia” Siervo de Dios Pablos VI. La paz
y la justicia son dos hermanitas que deben siempre estar tomadas de la
mano. La paz no puede funcionar sin la
justicia y viceversa.
El indicar que una persona era justa en la Biblia implicaba que esa
persona era santa o que vivía en los caminos de la santidad. Ya explicado en otras ocasiones que la
palabra santidad proviene del hebreo kiddushin pero esta palabra implica y posee más de un
significado. En primer lugar el término kiddushin literalmente significa sacar aparte. Pero más que
santidad kiddushin se refiere a la acción de la
santidad que es la santificación. Esta palabra kiddushin también se la aplica a los esponsales y al compromiso
matrimonial.
Tanto San Pablo como San Juan hacen alusión de Jesús como el Esposo y la
Iglesia como la Esposa que espera preparada para ese gran encuentro (ver 2Cor.
11, 2; Ef. 5, 22-33; Ap. 19, 6-8). Para
describir lo que implica la santidad la Palabra de Dios nos presenta la
analogía o comparación del matrimonio.
De la misma forma que en el matrimonio implica hacer uso y manejo del
amor (en todo el sentido oblativo de la palabra amar) en ambas direcciones
(esposo-esposa y viceversa) con la santidad sucede lo mismo, se entabla una
relación de amor entre Dios y la creatura y viceversa.
La palabra religión
viene del latín religare y esta significa tratar con, en este caso tratar con Dios. Este trato con Dios implica un orden. Por eso y para eso Jesucristo fundo la
Iglesia.
Entonces es muy conveniente preguntarnos: ¿Cuánto le hemos dado a Dios y
cuánto le hemos dado al Cesar? Suena paradójico (aunque sea verdad) algo como
el dinero cuando lo usamos egoístamente nos puede llevar a la perdición. Pero por
otro lado de la moneda vemos como si usamos el dinero sin egoísmo o sin reparos
este puede ser un gran instrumento para nuestra salvación. Aquí el problema o
la solución no está en el dinero como tal sino más bien en como usamos el dinero.
“Bienaventurados los pobre de
espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 3).
Los bautizados o sea todos los cristianos por vocación nos debemos al
amor, la fraternidad, la solidaridad, la justicia y la paz. En estas cosas se
encierra el Reino de Dios al cual todos estamos llamados a trabajar y atraer a
otros hacia él. Especial y
primordialmente con nuestro testimonio de vida cristiana.
¡Qué Santa María la Madre de Cristo Rey y de los Ciudadanos del Reino de
Dios interceda por cada uno de nosotros para que sepamos corresponder al Cesar
y a Dios con lo mejor de nuestra propia vida!
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