Isaías 45, 1. 4-6: El Señor tomó de la mano a Ciro para someter ante él a
las naciones.
Salmo Responsorial 95: R/. Cantemos la grandeza del Señor.
1 Tesalonicenses 1, 1-5: Recordamos la fe, la esperanza y el amor de ustedes.
San Mateo 22,15-21: Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios.
La
liturgia de este domingo nos presenta uno de los textos neotestamentarios más
citados en el Evangelio o Buena Nueva de Jesucristo. Pero como suele suceder comúnmente en cuanto más
se cita un texto mucho más se suele malinterpretar.
Esto
se puede apreciar mejor cuando uno da un
mensaje original a la primera persona y después de esta persona hay más de cien
personas para seguir pasando el mensaje.
Cuando llega este mensaje a la última persona se ha cambiado
considerablemente el mensaje original.
Por
eso cuando queremos reflexionar en cualquier texto bíblico es necesario tener
en cuenta lo que enseña la Iglesia.
Porque al fin y al cabo fue la Iglesia quien escribió y edito el Nuevo
Testamento. Por eso la Iglesia después
de los tiempos apostólicos, comenzando con los Padres Apostólicos (discípulos
directos de los apóstoles ej. San Policarpo de Esmirna, San Ignacio de
Antioquia, etc.) se ha dedicado a meditar a la luz de la doctrina apostólica la
Buena Nueva de Jesucristo que predicaron los Apóstoles y las primeras
generaciones de discípulos.
En
la primera lectura el Segundo Isaías nos presenta al rey Ciro de Persia como el
“ungido de Dios” o
sea como un cristo o
mesías. Con esto el autor bíblico o hagiógrafo nos
está diciendo que Ciro tiene de parte de Dios (aun sin que este lo conozca)
una misión que él debe realizar pero no para su propia gloria sino para la
Gloria y Honra de Dios.
El
profeta-poeta nos quiere resaltar que Dios es el único Señor de la historia aun
cuando esta sea nuestra historia. Es de
suma importancia notar que las expresiones “tomar de la mano”, “el Señor está contigo” y “te llamé por tu
nombre” denotan en las Sagradas Escrituras una especial
presencia de Dios en las vidas de los personajes de los eventos en los cuales
Él se nos quiere revelar. Recordemos que
Dios tanto en el Antiguo como Nuevo Testamento se manifiesta y se nos revela
por medio de los eventos.
Por
eso tenemos que de los cinco pasos con que se formó la Biblia el primero son
los eventos (estos cinco son: eventos, tradición oral, tradición escrita,
edición y la canonicidad [o
sea la determinación de la comunidad de cuales libros fueron inspirados y por
lo tanto se incluyeron en cánones del AT & del NT]).
La
segunda lectura nos presenta el inicio de la Primera Carta a los Tesalonicenses. Como punto curioso e importante a la vez, es
muy fundamental conocer que esta carta a la comunidad de Tesalónica fue el
primer escrito del Nuevo Testamento. El
inicio o introducción de las cartas paulinas contiene por lo regular un
saludo. Pero que en realidad cuando reflexionamos
y meditamos estas líneas nos damos cuenta que es mucho más que un simple
saludo.
Pablo
y sus asistentes comienzan dando gracias a Dios por la comunidad a quien va
dirigida esta epístola. El Apóstol de
los Gentiles aprovecha la ocasión para recordarles gozosamente que la
evangelización que estos realizaron entre ellos estuvo dirigida por el Espíritu
Santo y por tal razón esta dio muchos frutos.
Esto
es algo que hoy en día solemos olvidar que toda tarea evangelizadora y/o
apostólica debe estar guiada por el Espíritu Santo quien es quien gobierna a la
Iglesia.
Este
evento es parte de la serie de eventos que Jesús vivió después de su entrada
triunfal en Jerusalén (montado
en un burrito). Estos
de una forma u otra fueron claves para su condenación y su muerte de cruz.
Para
la reflexión y el estudio bíblico nos podemos preguntar: ¿Qué buscaban los
enemigos de Jesús? Sin duda alguna estos
buscaban comprometer el ministerio y la persona de Jesús. Para así tener una excusa para poder
acusarlo. Entre los juristas y los legalistas
se diría que buscaban hacer que Jesús cayera en una trampa legal (o tecnicismo legal) para de
esta forma poder acusarlo y juzgarlo.
Ahora bien, ¿Qué les quiso decir
Jesús a sus contrarios con su respuesta?
Simplemente que para toda petición (como seria la cobrar impuestos)
las instituciones (sean políticas o religiosas)
actúen legítimamente como les corresponden.
Como llevamos esto a nuestro
tiempo. Lo que es justo es justo, lo que
está bien está bien, lo que está mal está mal y lo que es injusto es
injusto. ¿Por qué digo esto? Porque desafortunadamente tendemos a
relativizar todo en nuestra vida.
Tenemos que entender que la moral (lo que determina que está bien o mal)
cristiana y la moralidad de los actos humanos no es relativa o sea que en unos
momentos está bien y en otros está mal.
Esto no es posible en la moral
cristiana. La moralidad es comportarse
en conformidad y coherencia con los preceptos establecidos por la moral (mandamientos y preceptos evangélicos)
y estos no son relativos o sea lo que es bueno es bueno y lo que es malo es
malo.
¿Cuánto le damos al Cesar o sea a las
cosas humanas? ¿Cuánto le damos a Dios o sea lo que la Iglesia hace y promueve
para la evangelización? Aquí muy bien
podemos aplicar la célebre expresión del Venerable Siervo de Dios Pablo VI y ya
próximo beato (a partir del 19 de octubre del 2014): “Si quieres paz lucha por la justicia”. Hoy
el evangelio nos llama a ser justos y equitativos para todo en nuestras vida ya
sea en lo humano y más aún en lo espiritual.
En la Biblia cuando se habla del
hombre justo se refiere a una persona (hombre o mujer) que vivió en santidad. Hoy
debemos saber redescubrir esos aspectos de la santidad que por alguna razón u
otra hemos perdido. Hablo de vivir la
santidad en cada una de las cosas que hacemos; hogar, familia, trabajo, en el
deporte, en las vacaciones, etc.
¿Cuánto le damos al Cesar y cuanto le
damos a Dios?
Mis queridos hermanos para que la
Palabra de Dios cambie y transforme nuestras vidas esta nos debe llevar a un
compromiso de lo contrario pasara como la brisa. Ya que esta pasa nos toca y acaricia se va y
no la volvemos a sentir.
Que esta Palabra Divina sea esa
piscina donde se deposita esa Agua Viva en la cual se mantiene para que nos
inundemos de su amor y su gracia cada vez que así lo necesitemos (o sea
siempre).
¡María Madre del Verbo y de la Palabra Encarnada ruega e intercede por
nosotros!
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