Isaías 25, 6-10: El Señor preparará un banquete y enjugará las lágrimas de todos los
rostros.
Salmo Responsorial 22: R/. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
Filipenses 4, 12-14. 19-20: Todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza.
San Mateo 22, 1-14: Conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren.
¿Cuántas veces alguien nos ha invitados a una boda o alguna otra celebración
como quinceañeras, cumpleaños, bautismos, primera comuniones, etc.? En resumidas cuentas, vamos hasta un baile de
muñecas si nos invitan. Y como decimos
en Puerto Rico: “si me invitan voy y si me gusta me quedo”.
Oigo, Señor, que me estás llamando otra vez. Me invitas a tu fiesta, a la fiesta de los
elegidos de Dios, a la fiesta de los que llevas escritos en la palma de tu
mano, a la boda de tu Hijo, al banquete de tu Reino.
Y ayúdame, Señor, a entender que tu reino del más allá se construye ya aquí
en este mundo, que por eso es tuyo y nuestro.
Para ello, dame, mi Dios, espíritu de lucha para proclamar la verdad del
evangelio. Dame claridad y fuerza de
voluntad, para que no me contente con un
Reino que sea solo de este mundo. Dame la generosidad y el esfuerzo necesarios para
rescatar mi vida de falsas invitaciones.
Reina en mí, Señor, en mi familia, en mi trabajo, en mi ciudad, en mi parroquia ______________. Señor, que yo sepa y puedas establecer tu
Reino de verdad, de justicia, de paz y de amor en el mundo entero.
¡Cuenta conmigo, mi Dios, Tú que te haces humano entre tantos hermanos! Amén.
Reflexión:
¿Cuántas veces alguien nos ha invitados a una boda o alguna otra
celebración como quinceañeras, cumpleaños, bautismos, primera comuniones,
etc.? En resumidas cuentas, vamos hasta
un baile de muñecas si nos invitan. Y
como decimos en Puerto Rico: “si me invitan voy y si me gusta me quedo”. De algo podemos estar seguros que para dicha
ocasión nos pondremos nuestros mejores atuendos. Para el banquete que se nos invita (1ra
lectura y el evangelio) hoy debemos tener la mejor ropa o sea la gracia de
Dios y las aptitudes [destreza, habilidad, facultad] y también actitudes
[disposición, condición, carácter] necesarias para ser discípulos del
Señor.
Hoy se nos compara el Reino del Cielo (AKA Reino de Dios) con un
banquete de boda. Si nos fijamos bien
veremos o notaremos que en esta Parábola del Banquete de Boda es un resumen de
la historia de la salvación o sea historia que comienza con el pueblo elegido
de Israel. Pero más allá de eso esta
parábola es una gran invitación Proyecto de Vida en el Amor de Dios y de la
comunión universal con todos los seres humanos.
Para dar luces a esta reflexión seria muy recomendable aclarar unos términos. La palabra santidad en hebreo se dice kiddushin. Kiddushin viene a ser más bien la acción
de la santidad que es la santificación. Pero
además de la santidad y la santificación, kiddushin también se refiere al
compromiso o esponsales para el matrimonio.
Teniendo todo esto en cuenta podremos entender mejor por qué tanto el
profeta y Jesús nos proponen la comparación del Reino de Dios con un Banquete
de Bodas.
Insistentemente para más fácil entender también este tema de desposorio
o esponsales que en el pueblo de Israel era (y sigue siendo) celebrado
con un banquete tanto Juan el Evangelista (Apoc. 19, 1-19) como Pablo el Apóstol
de los Gentiles (ver Ef. 5, 21-33) nos presentan a Jesús el Novio (y Esposo)
cuya novia y desposada es la Iglesia. Sin duda alguna podríamos presentar a la Eucaristía
como ese Banquete del Reino o Banquete en honor a esa Unión tan íntima entre Cristo
y su Iglesia.
Una de las imágenes más fuerte y a la vez intrigante es que los miembros
de la Iglesia somos un pueblo (y pueblo de Dios) peregrinante. Somos un pueblo con un destino, el cual es el
Reino de Dios cuya plenitud se cumplirá al llegar definitivamente a la
Presencia Infinita y Beatifica de Dios que solemos llamar Cielo. La Iglesia está compuesta por: la Iglesia
Peregrinante o sea los bautizados que estamos en este mundo; la Iglesia
Purgante o sea los que ya se salvaron pero necesitan purificarse “por
qué nada manchado entrara al Cielo” (Apoc. 21, 27); y también la Iglesia
Triunfante o sea los santos canonizados o sin canonizar que están en el
Cielo ante la Presencia Beatifica del Dios Altísimo son parte de la
Iglesia. Esto es lo que se conoce como
el Dogma de la Comunión de los Santos. El Pueblo de Dios somos todos los tres estados
antes mencionados (este mundo, purgatorio y el Cielo).
Precisamente esta invitación al Banquete de Boda implica movernos de lo
que nos es familiar y conocido (familia, amigos, posición social, y muchas
otras cosas con las cuales vivimos comúnmente) a lo desconocido. Cuya disposición para arriesgarnos a dar este
paso es la fe, la esperanza y la caridad (o sea el amor hecho acción)
cuyas semillas de estas virtudes fueron sembradas por Dios en nuestro
bautismo. En este sentido podemos decir
que el compromiso cristiano es un compromiso bautismal o sea un compromiso que
adquirimos desde nuestro bautismo.
Por eso cuando somos bautizados en la infancia son nuestros padres y
padrinos son los encargados de vivir en primera instancia el compromiso que en un
futuro nos toca asumir. Según ellos van
viviendo y enseñándonos lo que es e implica ese compromiso nosotros (los
hijos y/o ahijados ya bautizados) vamos adquiriendo y heredando gradualmente
es mismo compromiso que se va manifestando según nuestra propia vocación (o
sea el llamado único y exclusivo que Dios nos hace para nuestro estado de vida;
ya sea la vida de soltería, de matrimonio, de la vida religiosa [en
ellos y ellas]) y la particular voluntad de Dios para cada uno de nosotros.
La primera lectura nos presenta una sección del libro de Isaías que se
le conoce como el “Apocalipsis de Isaías” (contenidos desde Is. 24, 1 a
Is. 27, 13). Este texto integrado y compuesto después del exilio por los
discípulos continuadores de su mensaje contaba con diversas predicaciones escatológicas
relativas al fin del mundo, al castigo de los enemigos y al reino universal de
Dios sobre Sión (Jerusalén) y sobre el mundo.
Ya el Profeta Isaías nos da pistas de que este Reino de Dios es
universal. Según sus palabras,
inspiradas por el Espíritu de Dios, todos los pueblos están invitados a esta
Gran Banquete. Trascendiendo el tiempo y
la historia (por ende emanando más allá de las culturas, de las diferencias
religiosas, de los idiomas, etc.) tenemos que esta invitación sigue presente
y tan especial como cuando fue hecha por primera vez. Esta primera lectura también nos da una
esperanza que brota de lo más íntimo de Dios. “Destruirá la muerte para siempre; el Señor
Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra la
afrenta de su pueblo” (Is. 25, 8).
San Pablo en su Carta a los Filipenses nos da la lección de que los
cristianos no debemos pedir riquezas ni pobreza sino más bien pedir lo
necesario para vivir dignamente. Para
todos los cristianos y en especial aquellos quienes servimos con un gran celo y
un fiel compromiso cristiano va esta pregunta: ¿cuán bien o suficiente esta
puesta nuestra fe y esperanza en la providencia divina para realizar nuestras
tareas apostólicas y evangelizadoras?
Con gran precisión les tengo que decir y confesar que me ha tocado
reflexionar grandemente sobre cuanto pongo mi confianza (y consecuentemente
mi fe y esperanza) en Dios. Como
muchos sabrán (al menos en mi comunidad parroquial) desde hace poco más
de tres años yo estoy a cargo del Ministerio Radial (Comunicaciones) de
mi parroquia. A partir de ese mismo
tiempo comenzamos con dos horas de programación (Santa Misa + reflexiones en
vivo) al aire en una estación radial local secular.[1]
Desde hace un poco más de un año comenzamos con un proyecto de enorme envergadura
para crear y fundar una Estación Radial Católica (en Dalton, GA USA). Con
una expresión muy popular en Puerto Rico: “a Dios rogando y con mazo dando”
tratamos de llevar lo mejor posible esa confianza (tan necesaria) hacia
Dios. De esta forma podemos hacernos eco
de la palabra de Pablo: “Todo lo puedo en aquel que me fortalece” (Fil.
4, 13).[2]
Pablo se desborda de agradecimiento por los hermanos en la Comunidad
Cristiana de Filipo ya que ayudaron en sus momentos de tribulación. ¿Cuán generosos somos para hacer que los
proyectos de evangelización (como por ejemplo nuestro proyecto de la estación radial
católica) se conviertan en una realidad palpable y sensible?
San Mateo nos presenta a Jesús narrando una de las parábolas del Reino
de Dios, la Parábola del Banquete Nupcial.
Hay varios elementos en este texto matéano que es muy provecho entender.
Esta parábola posee dos partes: primero, la invitación de los convidados
(por ejemplo; sacerdotes, sanedrín, fariseos, etc.) (Mt. 22, 1-10);
y en segundo lugar, el vestido de bodas que es necesario y fundamental para
participar meritoriamente en este grandioso banquete (Mt. 22, 11-13).
Sería muy fácil señalar los distintos personajes de tiempo de Jesús para
ambas partes de la parábola. Pero sería
muy justo si nos ponemos a nosotros mismos como los personajes en ambas parte
de esta parábola.
¿Cuántas veces hemos sentido y presentido es vocación que Dios nos hace?
Sin duda alguna Dios nos llama y podríamos
decir que nos llama en dos sentidos.
Primero, por medio del Bautismo nos llama a ser hijos de Dios y a
reciprocar ese amor que el mismo Dios nos da.
Esta misma llamada incluye la vida de santidad, la vida de la Gracia de
Dios ya que fuimos creados por Dios para vivir en armonía con Él. En
segundo plano Dios nos llama de forma personal (sacerdocio, soltería,
matrimonio, vida religiosa, etc.). Pero
aunque esta vocación es personal Dios me llama para realizar una función para
el bien común de la comunidad. No
importa para que nos llame Dios esa vocación se fundamenta en el servicio
dentro de la comunidad. ¿Cuántas veces hemos rechazado esa invitación al
banquete de bodas? Hagamos esto como un
examen de conciencia.
Seguir a Cristo y por ende a la Iglesia implica un proyecto de salvación
evidente pero que hay que saber trabajarlo día a día por eso somos una Iglesia
Peregrina.
Como ejemplo y modelo tenemos a San Pablo quien nos ofrece su
experiencia de la salvación vivida en medio de la abundancia o la
precariedad. Pablo con sus palabras hoy
nos da pautas y consejos para poder llegar ante esa presencia alentadora y
salvífica.
San Mateo en su evangelio y con sintonía con el texto de Isaías nos
sitúa en el contexto del Reino de los Cielos como “banquete festivo”. Pero hay que recordar que a nadie se nos
obliga y por ende hay que contar con la decisión de cada uno tal como María
Santísima lo supo hacer dando un SI rotundo al Ángel en su Anunciación.
Estamos llamados a valorar y tomar en serio esta invitación. Se puede aceptar o no; eso ya corre por
cuenta de cada uno. Pero al final se nos
pedirá cuenta, como responderemos y cual será nuestro veredicto eso dependerá de
cada uno de nosotros de como trabajemos nuestra vocación en armonía con el amor
a Dios y los hermanos.
Oración:
Te bendecimos, Padre, con los pobres de la tierra porque nos reservamos
un puesto de honor en la vida y en la mesa abierta y fraternal del banquete de
tu reino, donde el cuerpo de Cristo es nuestro pan familiar.
Bendito seas, Señor, por Jesucristo, tu hijo que es el novio de tus
bodas con la humanidad y la Iglesia. Líbranos
de la locura de rechazar tu invitación deferente con las ridículas excusas de
nuestra miope insolidaridad.
Revístenos de la condición nueva de nuestro bautismo, como hombres y
mujeres nacidos en Cristo por el Espíritu, para ser dignos de sentarnos a tu
mesa para siempre. Amén.[3]
[1] El
Programa Radial se llama: “Católicos Regresen a Casa” todos los
domingo de 12:00 PM a 2:00 PM (Hora del Este)… Sta. Misa (una hora
aprox.) y con reflexiones en vivo. Por La Que Buena 101.9 FM en Dalton,
Georgia EEUU.
[2] Amado y apreciado(a) lector(a) te pedimos mucha oración de intersección
(que es lo primero adquirir). Luego si Dios te lo permite agradeceríamos enormemente
tu donativo: Parroquia San José (St. Joseph Catholic Church) 968Haig Mill Lake
Rd, Dalton, GA 30720… sjccdalton@gmail.com
(706) 278-3107 Office | calizd@hotmail.com (706) 847-2181 Cel.
/ Daniel Caliz ¡Que Dios Bendiga y Multiplique tu generosidad!
[3] Tomado
de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España,
1993, p. 192.
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