[Isaías 42,1-4.6-7] Miren
a mi siervo, a quien Yo prefiero.
[Salmo Responsorial 28] R.
/ El Señor
bendice a su pueblo con la paz.
[Hechos 10, 34-38] Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu
Santo.
[Marcos 1,7-11] Tú eres mi
Hijo amado, mi predilecto.
Cuando
estamos en nuestros países, especialmente para los que vivimos acá en EEUU (como es el caso de este su servidor)
muchas veces sentimos que pasado el 6 de enero las navidades no han terminado
aún. Al menos en Puerto Rico donde
después del “Día de Reyes” celebramos
lo que los boricuas llamamos “las
octavitas”.
Pero
como diría el dramaturgo puertorriqueño Jacobo Morales “Todo el Año es Navidad”.
Esto
tiene una razón de ser. Resulta que
litúrgicamente hablando las Navidades no terminan el “Día de la Epifanía”. Según
nos indica y enseña la Iglesia las Navidades culminan con esta celebración del
Bautismo del Señor que nuestra liturgia nos propone hoy.
Como
indicaba la semana pasada la Iglesia celebra tres epifanías que son: la de los Magos
de Oriente donde Jesús se le manifestó a las naciones paganas por medio de
los magos; el Bautismo del Señor donde el Señor se le revela al Pueblo Judío
por medio de Juan el Bautista; y la ultima es las Bodas de Cana donde Él se les manifiesta a los Discípulos.
Me
acuerdo que un día en mis años de seminarista una persona me pregunto: ¿Si Jesús no tenía pecados porque Él se
bautizó? Esta es una pregunta que es
muy común dentro de las interrogantes y dudas dentro del Cristianismo. Hay que entender que tienen tres distintos significación
el bautismo de Juan el Bautista, el Bautismo de Cristo y el Bautismo Cristiano.
Jesús
no tenía pecado eso debe quedar muy claro.
El Bautismo de Juan el Bautista era un bautismo de penitencia ya que los
que llegaban al Jordan reconocían sus pecados se bautizaban y vivían conforme
al el arrepentimiento y la conversión o cambio de vida que son los requisitos
fundamentales para ser parte del Reino de Dios.
El
Bautismo del Señor no era un “bautismo de
penitencia” este representa o simboliza más bien la Redención que Cristo
nos quiere dar a cada uno de nosotros.
Nuestro
bautismo cristiano es un “bautismo de
salvación” o sea que como sacramento (y
puerta de los sacramentos) y el primero entre ellos, además el más
importante es la puerta de la salvación que nos ofrece Cristo Jesús (ver Mc. 16, 15–16).
El
profeta Isaías (Proto–Isaías o primer Isaías)
nos presenta el primer de los cuatro los cánticos del Siervo de Yahvé (ver Is. 42,1-7;
Is. 49,1-7; Is. 50,4-9; & Is. 52,13-53,12). Este es un Siervo, quien no solo ha sido
elegido y sostenido por el mismo Dios sino también es predilecto o preferido y
equipado (ver Is 42, 1) para su
vocación o misión. ¿Cuál es la misión de
este Siervo de Dios? A este se le da una misión de restauración o reparación
para con su pueblo para todos los demás pueblos.
Los
cristianos vivimos en un planeta donde cada vez crece (en tiempo record, lamentablemente) la agresión y la hostilidad por
lo tanto necesitamos de las cualidades del Siervo para vivir nuestro compromiso
bautismal con la mayor integridad y santidad posible en todo nuestro medio
ambiente.
El
texto de la 2ª lectura forma parte del discurso de San Pedro en la casa del
Cornelio (centurión y/o capitán de la
Guardia Itálica del Imperio Romano) donde se produjo la primera conversión
al cristianismo. Muchos suelen llamar a este evento el “Pentecostés de los no–judíos o de los gentiles”.
Esta
lectura tiene dos puntos fundamentales que el mismo Pedro reconoce. Estos son: 1º que Dios no hace distinción de
personas, y 2º que el mismo Pedro y los demás apóstoles y discípulos dieron testimonio
de que Cristo fue ungido por el Espíritu Santo.
Un
ejemplo de este primer punto sucedió con el Profeta Samuel. A este Dios le encomendó escoger y ungir al
segundo rey de Israel (ver 1Sam. 16, 1–23). Samuel pensó que sería elegido el primer hijo
de Jesé (Eliab) y Dios le dijo que “El no piensa como los hombres ya que El ve
al corazón” (ver 1Sam. 16, 6–7).
Recordemos
que las palabras cristo (griego) y mesías (hebreo) ambas significan el ungido.
Para que el pueblo (judío y pagano) entendiera que Jesús es el Mesías
tan esperado por Israel, con la primera predicación o kerigma se le debían reafirmar y recalcar que Él fue ungido por el
Mismo Espíritu Santo.
San
Marcos nos presenta el texto del Bautismo del Señor por manos de Juan el
Bautista. Como mencione anteriormente el
relato del bautismo de Jesús es una epifanía
donde Jesús se manifiesta como Hijo Amado y Elegido del Padre. Pero también es una teofanía (del griego teo =
Dios & fanía = aparición) que es
una manifestación, aparición o revelación divina. Donde apareció el Espíritu Santo en forma de
paloma y se escuchó la voz del Padre.
El
Bautismo del Señor está marcado de señales que identifican y definen lo que Él
es y lo que Él debía de realizar para la salvación del género humano. El Espíritu Santo es conferido en Jesús pero
no solo da le a conocer su misión sino además para darle las herramientas y los
medios necesarios para que dicha misión sea cumplida. Jesús sin duda alguna estaba consciente de la
misión de la cual su bautismo fue el contrato y más aún Él sabía que era
necesario que se cumpliera el Plan Divino para con su vida.
Nos
debemos preguntar: ¿estamos consiente de
la misión y compromiso que nos adhiere nuestro Bautismo? ¿Cuán
dispuestos y capases estamos para que se cumpla el plan de Dios en nuestras
vidas? O simplemente: ¿pensamos que
no existe o que no reconocemos que existe un plan de Dios para nuestra vida?
Que
el mismo Espíritu Santo quien le mostro la misión de Jesús como Hijo de Dios y
Mesías Salvador nos guie a cumplir cabalmente nuestro compromiso bautismal y
nuestra vocación (colectiva, la santidad y la personal cualquiera que sea).
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