9 de enero de 2015

¡Este es mi Hijo amado, escuchadlo! Bautismo del Señor – Ciclo B

[Isaías 42,1-4.6-7]                                 Miren a mi siervo, a quien Yo prefiero.
[Salmo Responsorial 28]                    R. / El Señor bendice a su pueblo con la paz.
[Hechos 10, 34-38]                                Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
[Marcos 1,7-11]                                      Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.
Cuando estamos en nuestros países, especialmente para los que vivimos acá en EEUU (como es el caso de este su servidor) muchas veces sentimos que pasado el 6 de enero las navidades no han terminado aún.  Al menos en Puerto Rico donde después del “Día de Reyes” celebramos lo que los boricuas llamamos “las octavitas”

Pero como diría el dramaturgo puertorriqueño  Jacobo Morales “Todo el Año es Navidad”
Esto tiene una razón de ser.  Resulta que litúrgicamente hablando las Navidades no terminan el “Día de la Epifanía”.  Según nos indica y enseña la Iglesia las Navidades culminan con esta celebración del Bautismo del Señor que nuestra liturgia nos propone hoy.
Como indicaba la semana pasada la Iglesia celebra tres epifanías que son: la de los Magos de Oriente donde Jesús se le manifestó a las naciones paganas por medio de los magos; el Bautismo del Señor  donde el Señor se le revela al Pueblo Judío por medio de Juan el Bautista; y la ultima es las Bodas de Cana donde Él se les manifiesta a los Discípulos.
Me acuerdo que un día en mis años de seminarista una persona me pregunto: ¿Si Jesús no tenía pecados porque Él se bautizó?  Esta es una pregunta que es muy común dentro de las interrogantes y dudas dentro del Cristianismo.  Hay que entender que tienen tres distintos significación el bautismo de Juan el Bautista, el Bautismo de Cristo y el Bautismo Cristiano.
Jesús no tenía pecado eso debe quedar muy claro.  El Bautismo de Juan el Bautista era un bautismo de penitencia ya que los que llegaban al Jordan reconocían sus pecados se bautizaban y vivían conforme al el arrepentimiento y la conversión o cambio de vida que son los requisitos fundamentales para ser parte del Reino de Dios. 
El Bautismo del Señor no era un “bautismo de penitencia” este representa o simboliza más bien la Redención que Cristo nos quiere dar a cada uno de nosotros. 
Nuestro bautismo cristiano es un “bautismo de salvación” o sea que como sacramento (y puerta de los sacramentos) y el primero entre ellos, además el más importante es la puerta de la salvación que nos ofrece Cristo Jesús (ver Mc. 16, 15–16). 
El profeta Isaías (Proto–Isaías o primer Isaías) nos presenta el primer de los cuatro los cánticos del Siervo de Yahvé (ver Is. 42,1-7; Is. 49,1-7; Is. 50,4-9; & Is. 52,13-53,12).  Este es un Siervo, quien no solo ha sido elegido y sostenido por el mismo Dios sino también es predilecto o preferido y equipado (ver Is 42, 1) para su vocación o misión.  ¿Cuál es la misión de este Siervo de Dios? A este se le da una misión de restauración o reparación para con su pueblo para todos los demás pueblos. 
Los cristianos vivimos en un planeta donde cada vez crece (en tiempo record, lamentablemente) la agresión y la hostilidad por lo tanto necesitamos de las cualidades del Siervo para vivir nuestro compromiso bautismal con la mayor integridad y santidad posible en todo nuestro medio ambiente.
El texto de la 2ª lectura forma parte del discurso de San Pedro en la casa del Cornelio (centurión y/o capitán de la Guardia Itálica del Imperio Romano) donde se produjo la primera conversión al cristianismo. Muchos suelen llamar a este evento el “Pentecostés de los no–judíos o de los gentiles”
Esta lectura tiene dos puntos fundamentales que el mismo Pedro reconoce.  Estos son: 1º que Dios no hace distinción de personas, y 2º que el mismo Pedro y los demás apóstoles y discípulos dieron testimonio de que Cristo fue ungido por el Espíritu Santo.
Un ejemplo de este primer punto sucedió con el Profeta Samuel.  A este Dios le encomendó escoger y ungir al segundo rey de Israel (ver 1Sam. 16, 1–23).  Samuel pensó que sería elegido el primer hijo de Jesé (Eliab) y Dios le dijo que “El no piensa como los hombres ya que El ve al corazón” (ver 1Sam. 16, 6–7).
Recordemos que las palabras cristo (griego) y mesías (hebreo) ambas significan el ungido.  Para que el pueblo (judío y pagano) entendiera que Jesús es el Mesías tan esperado por Israel, con la primera predicación o kerigma se le debían reafirmar y recalcar que Él fue ungido por el Mismo Espíritu Santo.
San Marcos nos presenta el texto del Bautismo del Señor por manos de Juan el Bautista.  Como mencione anteriormente el relato del bautismo de Jesús es una epifanía donde Jesús se manifiesta como Hijo Amado y Elegido del Padre.  Pero también es una teofanía (del griego teo = Dios & fanía = aparición) que es una manifestación, aparición o revelación divina.  Donde apareció el Espíritu Santo en forma de paloma y se escuchó la voz del Padre. 
El Bautismo del Señor está marcado de señales que identifican y definen lo que Él es y lo que Él debía de realizar para la salvación del género humano.  El Espíritu Santo es conferido en Jesús pero no solo da le a conocer su misión sino además para darle las herramientas y los medios necesarios para que dicha misión sea cumplida.  Jesús sin duda alguna estaba consciente de la misión de la cual su bautismo fue el contrato y más aún Él sabía que era necesario que se cumpliera el Plan Divino para con su vida. 
Nos debemos preguntar: ¿estamos consiente de la misión y compromiso que nos adhiere nuestro Bautismo?  ¿Cuán dispuestos y capases estamos para que se cumpla el plan de Dios en nuestras vidas? O simplemente: ¿pensamos que no existe o que no reconocemos que existe un plan de Dios para nuestra vida?  

Que el mismo Espíritu Santo quien le mostro la misión de Jesús como Hijo de Dios y Mesías Salvador nos guie a cumplir cabalmente nuestro compromiso bautismal y nuestra vocación (colectiva, la santidad y la personal cualquiera que sea).

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