Is
60, 1-6:
La gloria del Señor alborea sobre ti.
Salmo
Responsorial 71: R / Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Efesios
3, 2-3a. 5-6: Por el Evangelio, también los paganos son coherederos
de la misma herencia, partícipes de la misma promesa en Jesucristo.
Mateo
2, 1–12:
Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría.
¿Cuántas
veces al ver alguna película o serie de televisión por distintas circunstancias
confundimos quien es el (o la) principal actor(a)? Esto es algo que suele
suceder en esta solemnidad que estamos celebrando hoy. Ya sea por asuntos o
detalles culturales de nuestros países pensamos que las principales figuras de
la Epifanía lo son los Magos de Oriente cuando en realidad la figura principal
es Jesús.
Hoy
celebramos la Solemnidad de la Epifanía del Señor a los Magos de Oriente. La
palabra epifanía nos viene del griego y significa manifestación.
Hay tres
celebraciones litúrgicas que se consideran Epifanías del Señor. En primer lugar
la manifestación a los Magos de Oriente (aquí
en los EEUU celebramos hoy [01/04/2015] pero en la mayoría de nuestros países
se celebra el día 6 de enero). Luego
tenemos el Bautismo del Señor que “es la manifestación (‘Epifanía’)
de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios” (CIC # 535) al Pueblo
Judío por medio de Juan el Bautista.
Finalmente tenemos las Bodas de Cana que es la manifestación a los
discípulos por la intercesión de Maria su Madre.
Nos debemos
preguntar: ¿Quién se manifiesta los magos o Jesús? Definitivamente es Jesús quien se manifiesta.
Es la manifestación del Hijo de Dios (ver Lc. 1, 35) a los pueblos gentiles
representados por los Magos de Oriente.
La tradición
de la Iglesia usando como base o fuente este texto del Evangelio de San Mateo (2,
1–12) nos dice que fueron tres magos. Más tarde la tradición le da el título de
reyes basándose en el Salmo 72 (ver Sal. 72, 10–11).
Hay que
tener muy claro que si nos preguntan dónde en la Biblia dice que fueron tres
magos (o reyes). Tenemos que decir que lo dice la Biblia (o la Palabra de Dios
escrita) hace alusión a estos magos o reyes pero hay que recordarles también
que las fuentes de la Revelación Divina (según enseña la Iglesia Católica – Ver
CIC # 80–83) son la Tradición Apostólica (ver Jn. 20, 30–31) y la Palabra
Escrita. En este contexto podemos
indicarles de estos dos textos bíblicos (Mt. 2, 1–12 & Sal. 72, 10–11) que
indique previamente como textos que usa la Iglesia para fundamentar la
tradición de los magos.
El
Tercer Isaías nos presenta un canto y un poema en honor de Jerusalén. El contexto histórico el Pueblo Judío en ese
entonces era el regreso a Judea tras finalizar el cautiverio o destierro de
Babilonia. Notaremos que la mayoría de
los textos bíblicos del Antiguo Testamento de ese tiempo va acompañada de un
gran tono esperanzador.
Esta
primera lectura nos expresa esa nota esperanzadora indispensable para restauración
de las estructuras físicas (en especial el Templo de Jerusalén) y para su restauración
emocional para el Pueblo Judío. Veremos que Dios desde Jerusalén quiere ser luz
de todas las naciones pero esto requiere la acción del pueblo; levante y mira
da te cuenta de lo que está por suceder.
La
Carta a los Efesios nos presenta la vocación de Pablo como modelo indiscutible e
irrefutable a seguir. Esta vocación de
San Pablo es definida como un don y gracia dada por el mismo Dios. Este don y gracia que se recibe de parte de
Dios, luego de decir SI (tal como lo hizo Maria, ver Lc. 1, 38) debe encaminarse
a la misión.
Recordemos
que las palabras; misa y misión tienen la misma raíz etimológica (origen
de las palabras) y es el ser enviado.
En
este sentido la vocación de Pablo por medio del don y la gracia (que da Dios) consistía
primordialmente en el ser enviado por el mismo Dios. Recordemos que el mismo Espíritu Santo
enviaba (o no enviaba) a distintos lugares a formar comunidades cristianas y
luego a clarificar dudas e interrogantes que nacían de estas comunidades.
Pablo
recuerda con gran insistencia y reiteración que el recibió dicha gracia y don
en favor de la comunidad. O sea su ministerio
y su misión siempre estuvieron centrados para el florecimiento espiritual de
todos en la comunidad.
Este
texto nos debe llevar a reflexionar en el apostolado que realizamos de una
forma u otra preguntándonos: ¿siento yo que Dios me da los necesarios dones y
gracias para realizar dicho apostolado? ¿Puedo
visualizar mi apostolado como una misión?
¿Tengo la certeza que es Dios quien me envía al centro y núcleo de mi
comunidad eclesial y/o parroquial?
El
evangelio de hoy nos debe llevar a reconocer tres puntos fundamentales.
Primero,
que Dios quien todo lo puede (ver Lc. 1, 37) se revela y se manifiesta a través
de la misma naturaleza (la estrella) que El mismo creo.
En
segundo lugar tenemos que este evento del nacimiento del Mesías había sido
anunciado. Aquí la fuente informativa va a ser el Profeta Miqueas (ver Miq. 5,
1). Aunque no lo mencione hoy en el texto evangélico, los líderes religiosos de
Judea también sabían muy bien usar las referencias o alusiones a este evento
único en su clase. En este sentido
pudieron también usar a Isaías (ver Is. 7, 14). Este último indicaba que el
Mesías debía nacer de una virgen.
Tercero,
los magos se decidieron en buscar esa estrella que les anunciaba este gran
evento. Dejando todo se dieron a la
empresa de llegar ante el Rey de reyes darles sus regalos (oro incienso y
mirra) y le adoraron.
Los
magos le ofrecieron al Niño Dios; oro (por ser rey), incienso (por ser Dios) y
mirra (por los dolores y tormentos que Él había de padecer). Entonces ¿qué le vamos a ofrecer y dar tú y yo
al Emanuel, al Dios con nosotros?
Seguramente
hemos escuchado en alguna vez en nuestra vida la expresión: “para Dios lo
mejor”. Nos debemos preguntar si estamos dispuestos a darle a Dios lo mejor
de nuestra vida y lo más grande y lo más valioso de lo que somos como personas.
Sin
duda alguna esta manifestación o revelación universal de Jesús a los Magos de
Oriente debe ser parte esencial de la catequesis (niños, jóvenes-adolescentes y
adultos) y de la formación permanente de todo cristiano. Nos debemos preguntar: ¿estamos convencidos
de esta universalidad del mensaje y la predicación de Jesucristo?
Más
preguntas para la reflexión: ¿Qué seguridades me da el seguir a Cristo? ¿Qué comodidades
y prosperidades estamos dispuestos abandonar? ¿Qué trayectos e itinerario recorremos
para encontrar al Liberador de Nazaret? ¿Dónde
y cómo presenciamos a Jesús, el Salvador y Redentor de nuestra vida? ¿Cómo el Dios-con-nosotros se nos revela? ¿Qué le
hemos de ofrecer?
¡Que
el Espíritu Santo que cubrió a Maria para que fuera la Madre del Salvador nos
guie siempre en llevar un compromiso bautismal para servir a Dios y los
hermanos con lo mejor que somos y tenemos!
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