1 de enero de 2015

¡En pos de una estrella! Solemnidad de la Epifanía del Señor – Ciclo B

Is 60, 1-6: La gloria del Señor alborea sobre ti.
Salmo Responsorial 71: R / Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Efesios 3, 2-3a. 5-6: Por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, partícipes de la misma promesa en Jesucristo.
Mateo 2, 1–12: Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría.
¿Cuántas veces al ver alguna película o serie de televisión por distintas circunstancias confundimos quien es el (o la) principal actor(a)? Esto es algo que suele suceder en esta solemnidad que estamos celebrando hoy. Ya sea por asuntos o detalles culturales de nuestros países pensamos que las principales figuras de la Epifanía lo son los Magos de Oriente cuando en realidad la figura principal es Jesús.

Hoy celebramos la Solemnidad de la Epifanía del Señor a los Magos de Oriente. La palabra epifanía nos viene del griego y significa manifestación. 
Hay tres celebraciones litúrgicas que se consideran Epifanías del Señor. En primer lugar  la manifestación a los Magos de Oriente (aquí en los EEUU celebramos hoy [01/04/2015] pero en la mayoría de nuestros países se celebra el día 6 de enero).  Luego tenemos el Bautismo del Señor que “es la manifestación (‘Epifanía’) de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios” (CIC # 535) al Pueblo Judío por medio de Juan el Bautista.  Finalmente tenemos las Bodas de Cana que es la manifestación a los discípulos por la intercesión de Maria su Madre.
Nos debemos preguntar: ¿Quién se manifiesta los magos o Jesús?  Definitivamente es Jesús quien se manifiesta. Es la manifestación del Hijo de Dios (ver Lc. 1, 35) a los pueblos gentiles representados por los Magos de Oriente.
La tradición de la Iglesia usando como base o fuente este texto del Evangelio de San Mateo (2, 1–12) nos dice que fueron tres magos. Más tarde la tradición le da el título de reyes basándose en el Salmo 72 (ver Sal. 72, 10–11). 
Hay que tener muy claro que si nos preguntan dónde en la Biblia dice que fueron tres magos (o reyes). Tenemos que decir que lo dice la Biblia (o la Palabra de Dios escrita) hace alusión a estos magos o reyes pero hay que recordarles también que las fuentes de la Revelación Divina (según enseña la Iglesia Católica – Ver CIC # 80–83) son la Tradición Apostólica (ver Jn. 20, 30–31) y la Palabra Escrita.  En este contexto podemos indicarles de estos dos textos bíblicos (Mt. 2, 1–12 & Sal. 72, 10–11) que indique previamente como textos que usa la Iglesia para fundamentar la tradición de los magos.
El Tercer Isaías nos presenta un canto y un poema en honor de Jerusalén.  El contexto histórico el Pueblo Judío en ese entonces era el regreso a Judea tras finalizar el cautiverio o destierro de Babilonia.  Notaremos que la mayoría de los textos bíblicos del Antiguo Testamento de ese tiempo va acompañada de un gran tono esperanzador. 
Esta primera lectura nos expresa esa nota esperanzadora indispensable para restauración de las estructuras físicas (en especial el Templo de Jerusalén) y para su restauración emocional para el Pueblo Judío. Veremos que Dios desde Jerusalén quiere ser luz de todas las naciones pero esto requiere la acción del pueblo; levante y mira da te cuenta de lo que está por suceder.
La Carta a los Efesios nos presenta la vocación de Pablo como modelo indiscutible e irrefutable a seguir.  Esta vocación de San Pablo es definida como un don y gracia dada por el mismo Dios.   Este don y gracia que se recibe de parte de Dios, luego de decir SI (tal como lo hizo Maria, ver Lc. 1, 38) debe encaminarse a la misión. 
Recordemos que las palabras; misa y misión tienen la misma raíz etimológica (origen de las palabras) y es el ser enviado.
En este sentido la vocación de Pablo por medio del don y la gracia (que da Dios) consistía primordialmente en el ser enviado por el mismo Dios.  Recordemos que el mismo Espíritu Santo enviaba (o no enviaba) a distintos lugares a formar comunidades cristianas y luego a clarificar dudas e interrogantes que nacían de estas comunidades. 
Pablo recuerda con gran insistencia y reiteración que el recibió dicha gracia y don en favor de la comunidad.  O sea su ministerio y su misión siempre estuvieron centrados para el florecimiento espiritual de todos en la comunidad.
Este texto nos debe llevar a reflexionar en el apostolado que realizamos de una forma u otra preguntándonos: ¿siento yo que Dios me da los necesarios dones y gracias para realizar dicho apostolado?  ¿Puedo visualizar mi apostolado como una misión?  ¿Tengo la certeza que es Dios quien me envía al centro y núcleo de mi comunidad eclesial y/o parroquial?
El evangelio de hoy nos debe llevar a reconocer tres puntos fundamentales.
Primero, que Dios quien todo lo puede (ver Lc. 1, 37) se revela y se manifiesta a través de la misma naturaleza (la estrella) que El mismo creo. 
En segundo lugar tenemos que este evento del nacimiento del Mesías había sido anunciado. Aquí la fuente informativa va a ser el Profeta Miqueas (ver Miq. 5, 1). Aunque no lo mencione hoy en el texto evangélico, los líderes religiosos de Judea también sabían muy bien usar las referencias o alusiones a este evento único en su clase.  En este sentido pudieron también usar a Isaías (ver Is. 7, 14). Este último indicaba que el Mesías debía nacer de una virgen. 
Tercero, los magos se decidieron en buscar esa estrella que les anunciaba este gran evento.  Dejando todo se dieron a la empresa de llegar ante el Rey de reyes darles sus regalos (oro incienso y mirra) y le adoraron.
Los magos le ofrecieron al Niño Dios; oro (por ser rey), incienso (por ser Dios) y mirra (por los dolores y tormentos que Él había de padecer).  Entonces ¿qué le vamos a ofrecer y dar tú y yo al Emanuel, al Dios con nosotros?
Seguramente hemos escuchado en alguna vez en nuestra vida la expresión: “para Dios lo mejor”. Nos debemos preguntar si estamos dispuestos a darle a Dios lo mejor de nuestra vida y lo más grande y lo más valioso de lo que somos como personas.
Sin duda alguna esta manifestación o revelación universal de Jesús a los Magos de Oriente debe ser parte esencial de la catequesis (niños, jóvenes-adolescentes y adultos) y de la formación permanente de todo cristiano.  Nos debemos preguntar: ¿estamos convencidos de esta universalidad del mensaje y la predicación de Jesucristo?
Más preguntas para la reflexión: ¿Qué seguridades me da el seguir a Cristo? ¿Qué comodidades y prosperidades estamos dispuestos abandonar? ¿Qué trayectos e itinerario recorremos para encontrar al Liberador de Nazaret?  ¿Dónde y cómo presenciamos a Jesús, el Salvador y Redentor de nuestra vida?  ¿Cómo el Dios-con-nosotros se nos revela?  ¿Qué le  hemos de ofrecer?

¡Que el Espíritu Santo que cubrió a Maria para que fuera la Madre del Salvador nos guie siempre en llevar un compromiso bautismal para servir a Dios y los hermanos con lo mejor que somos y tenemos!

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