26 de diciembre de 2014

¡La Sagrada Familia, algo que trasciende los límites humanos! Domingo dentro de la octava de Navidad – La Sagrada Familia (Ciclo B)

Eclesiástico 3,2-6.12.14: El que teme al Señor honra a sus padres.
Salmo Responsorial 127: R/. Dichoso el que teme al Señor.
Colosenses 3,12-21: La vida de familia vivida en el Señor.
Lucas 2,22-40: El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.
[Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω]  [Α & Ω] 
Génesis 15, 1-6; 21, 1-3: Tu heredero saldrá de tus entrañas.
Salmo Responsorial 104: R/. El Señor nunca olvida sus promesas.
Hebreos11, 8. 11-12. 17-19: La fe de Abraham, de Sara y de Isaac.
Lucas 2, 22. 39-40: Cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea.

Como podrán ver la liturgia hoy nos da una variedad para elegir los textos bíblicos a proclamar en nuestra Sagrada Eucaristía.  Hoy me limitaré a reflexionar las lecturas del primer renglón (extremo superior).
La familia dentro del contexto judío-cristiano es algo muy significativo, importante y trascendental.  Más aun, veremos que es algo que sobrepasa la naturaleza humana.  El pueblo que Dios mismo se eligió para sí, nació de una familia; Abraham y Sara fueron los instrumentos y semillas donde broto el germen que conocemos como Isaac. 

Así esta familia seguiría creciendo hasta formar lo que se conoce como las doce tribus de Israel.  Este nombre Israel  que le fue dado a Jacob (hijo de Isaac) que significa “fuerza de Dios” (ver Gn. 32, 25-33) fue la semilla patriarcal donde nacería la gran familia (compuestas por 12 tribus) que conocemos como el Pueblo de Israel.
Podemos decir que el mismo Dios en su infinita sabiduría se convierte en una familia y una familia cuya única razón de ser es el amor.  El Espíritu Santo, brota, no solo como Persona Divina sino como dicen muchos teólogos, como esa fuerza de Amor perfectísima entre el Padre y el Hijo.  En este sentido, la Iglesia nos enseña que el E S es fuerza y es poder que brota de lo Alto.   
Pero Dios no se conforma con tener una familia en el plano divino sino que quiere para sí una familia humana.  Este es el gran misterio de Dios, que revelándose se nos va dando como “gota a gota” pero no la conocemos (la revelación de Dios) en su totalidad.  Esta es la esencia del misterio cristiano, que no se nos oculta, sino que se nos va revelando pero que no conocemos del todo.
Con todo lo expuesto anteriormente podemos deducir con facilidad que la familia es sagrada.  Esta no es solo acogida por Dios sino que Él se hace carne y sangre como parte central de la familia humana.  Ahora bien, nos debemos cuestionar y hacer un honesto examen de conciencia, ¿estamos realmente consciente de esta realidad sobrehumana y sobrenatural  que posee nuestra familia? 
En este mismo contexto la Iglesia desde siempre (pero con especial énfasis después del Concilio Vaticano II) nos ha venido diciendo que la familia es la iglesia doméstica.  Cristo se convierte en el Germen Fecundo de esa Familia Domestica que El mismo se eligió.
Los padres en la familia están llamados a ser  los primeros catequistas para los hijos.  En este sentido los padres son una escuela (para bien o para mal, eso depende del ejemplo que demos) para el futuro y posible matrimonio de los hijos. 
En mi caso, con toda honra, puedo decir mis padres han sido (y son) en su matrimonio una muy buena escuela para mí.  Esta es una catequesis especial y de vital importancia y esta debe ser comunicada principalmente con el buen ejemplo y testimonio cristiano diario. 
Desde los inicios del cristianismo de iban sumando a la comunidad eclesial por medio de las aguas del Bautismo todos los miembros de la familia o sea "toda la casa" (ver CIC # 1655; ver Hch. 11, 11-14; Hch. 16, 31-34, Hch. 18, 8).  Recordemos que en los inicios de la Iglesia cuando se bautizaba toda la casa incluía hasta los esclavos. 
El siguiente era el orden “jerárquico” de ese entonces: el hombre (esposo), la mujer (esposa), los niños (hijos) y últimos los esclavos.  Por consecuencia lógica si se bautizaban los esclavos también se bautizaban los niños.
El Libro del Eclesiástico (o Sirácides) en su primera parte nos expone la naturaleza y beneficios de la sabiduría.  En este contexto nos presenta la importancia sobre el respeto y la honra que les debemos a nuestros padres.  Este texto del Antiguo Testamento nos presenta la gran importancia del respeto, la ternura y la paciencia que les debemos a nuestros padres en especial cuando estos llegan a la edad dorada de la ancianidad.
Hoy es está de moda hacer noticia sobre el mal llamado “matrimonio gay” entre personas del mismo sexo.  Sobre este particular los medios de comunicaciones seculares y sensacionalistas buscan a aumentar su “rating” (índice de audiencia) con noticias que involucran de una forma u otra a la Iglesia.  Usualmente esta “prensa amarillista” se presta para atacar y criticar a la Iglesia y la mayor parte del tiempo de forma injustificada.
Realizando un juicio crítico sobre la familia y sobre los antivalores y antivirtudes que le quieren dar y acuñar a la familia actualmente, veremos que la misma historia de la humanidad le da la razón a la Iglesia.  Desde la antigüedad y sigue siendo reconocido par la gran mayoría de instituciones religiosas (y hasta culturales) que Dios creo a la pareja destinada al matrimonio, los creo hombre y mujer.  Esto esta ratificado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.  Por ende la Iglesia ha defendido y sigue defendiendo a la institución humana y sagrada que es la familia. 
Todos los cristianos estamos llamados a promover y defender los derechos del matrimonio, tal como Dios lo dispuso.  De igual forma estamos llamados a fomentar las virtudes cristianas que son como ese sendero ya marcado por los pasos de los que estuvieron antes que nosotros.
San Pablo en su Carta a los Colosenses nos anima a vivir en el contexto de la comunidad eclesial ejercitando la compasión (misericordia), la magnanimidad (generosidad), la humildad (reverencia, sumisión), la afabilidad (cortesía, gentileza), y la paciencia (tolerancia, serenidad). 
Quien diga que ser cristiano es algo difícil dice la verdad, pero si no dice que todo es posible con Cristo, con su amor y su gracia solamente dice una verdad a medias.
El último párrafo de este texto paulino ha sido motivo de mal interpretación para muchos a lo largo de la historia.  “Mujeres, respeten la autoridad de sus maridos, como lo quiere el Señor. Maridos, amen a sus esposas y no sean rudos con ellas. Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque eso es agradable al Señor. Padres, no exijan demasiado a sus hijos, para que no se depriman” (Col. 3, 18-21).  Podríamos decir que estos versículos son la Carta Magna Paulina sobre el matrimonio y la familia.  Mejor detallado y claro imposible.
Este párrafo lo podríamos dividir en dos partes. 
En primer lugar, no podríamos ni debemos exigir a las esposas respeto a nuestra autoridad como esposos si no las amamos, cuidamos de ellas, y somos tiernos con ellas.  No podemos exigir lo que no nos hemos ganado.
En segundo término,  nuestros hijos no nos respetaran si nosotros no nos respetamos a nosotros mismos.  Se nos dice que “el respeto a los padres es agradable a Dios” (ver Col. 3, 20) pero si mis hijos no ven mi respeto, por la vida, por los valores, virtudes cristianas y mayor aun por lo que Dios nos manda no debemos tener la desfachatez de pedirle obediencia a nuestros hijos.
Suele decir un sacerdote muy amigo mío que el matrimonio es como un pasaje de avión de ida y vuelta.  Podemos tener el boleto a la mano, pero por si solo este no se llega a su destino.  Tenemos como pasajeros que verificar que el horario sea el correcto.  Verificar que estemos en la puerta de entrada o salida correcta.  Debemos una vez que se ha verificado todo lo necesario abordar el avión. 
Análogamente al igual que los boletos (de ida & vuelta) el matrimonio se compone de dos boletos (personas) que al unirse estos podemos (y debemos) decir que es solo uno.  Como con los boletos en el matrimonio hay cosas que verificar e indagar para luego tomar decisiones.
En el evangelio San Lucas nos presenta a Jesús, a María y a José pero no como individuos sino como sujetos movidos en la común unidad (= comunidad) o sea como una familia.  Ellos como familia y buenos judíos cumplieron lo que establecía la ley de Moisés.
Tanto Simeón como Ana vienen a ser esos modelos de ese pueblo Anawim (o sea los pobres y humildes del Señor) que vivían con una esperanza custodiada bajo la fuerza del Espíritu Santo.
La prueba de esa esperanza del pueblo Anawim se ve reflejada en el siguiente texto de Lucas: “Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel” (Lc. 2, 29-32).  Aquí Simeón nos está diciendo que ya el vio lo más grande y más importante que pueda suceder en esta vida terrena o sea ver al autor de la redención y la salvación. 
Según el perfil que hagiógrafo o autor bíblico nos presenta sobre Simeón y Ana, podríamos decir que este Pueblo Anawim era pobre y humilde pero con una gran valorización de su relación con Dios.  Estos vivían solo por un motivo, el poder llegar a experimentar la presencia del Mesías y Salvador. 
Después de llegar a realizar esta meta solo queda llegar ante la Eterna y Beatifica presencia de Dios que llamamos el Cielo.  ¡Que esta sea nuestra meta, vivir fielmente lo que nos enseña Jesucristo y por ende lo que enseña la Iglesia que El mismo fundo!
¡Sagrada Familia de Nazaret, ruega por nosotros!
¡Sagrada Familia de Nazaret, ruega por nosotros!

¡Sagrada Familia de Nazaret, ruega por nosotros!

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