19 de diciembre de 2014

¡Yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí según tu Palabra! Domingo IV Adviento – Ciclo B


2 Samuel 7, 1-5. 8-12. 14. 16: El reino de David permanecerá para siempre en presencia del Señor.
Salmo Responsorial 88: R/. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Romanos 16, 25-27: Se ha revelado el misterio oculto durante siglos.
San Lucas 1, 26-38: Concebirás y darás a luz un hijo.
Ya se ven las luces, las guirnaldas y las decoraciones en todo nuestro medio ambiente que nos rodea.  Estas son cosas que contagian aun aquellos que durante todo el año parecen no saber y no reconocer a Jesucristo y a su mensaje de salvación.  Estos detalles sin duda alguna se pueden y se deben convertir en signos de esperanza para todos.

Para los que ya de una forma u otra estamos comprometidos con Cristo y con la Iglesia, podamos dar digno ejemplo y testimonio de lo que es e implica la fe cristiana.  Para lo que están alejados, reconociendo nuestro testimonio, no como algo nuestro sino más bien como algo que proviene de Dios, puedan también aceptar a Jesucristo y a su Iglesia, la cual El mismo fundó como signo y sacramento de salvación para los seres humanos.
Hoy la Iglesia y su liturgia nos presenta a la Virgen María como el modelo más importante (después de Cristo Jesús) no solo del adviento sino de todo el año litúrgico.  Sin duda alguna lo que el ángel le pidió a María no era nada fácil.  Esto debido a razones culturales y religiosas del pueblo judío.  
El evangelio nos dice que María estaba desposada con José.  ¿Qué significaba e implica esto?  José y María estaban comprometidos o desposados y esto era la etapa inicial del matrimonio.   Hoy en día esto lo vemos como algo aparte del matrimonio pero en este tiempo de María y José esto era parte del matrimonio.
En hebreo este desposorio se dice Kiddushin.  Este término es usado también para lo que en español conocemos como santidad.  Esto conlleva que la santidad supone una relación de tres (Dios, el prójimo y uno mismo) de amor fiel como se nos pide en el matrimonio.
Al meditar el evangelio de hoy nos daremos cuenta que María Santísima sin pretender dar alardes de grandeza se sometió a la voluntad de Dios.  De esta forma ella supo tener la confianza y la convicción de que en su Hijo Jesús se habría de cumplir y realizar el plan de Dios para la salvación no solo de su nación sino también para todo el género humano. 
La misión y la obra de Dios se inician entre creyentes sencillos.  En Israel y la Galilea había mucho estos a los cuales los salmos solían identificar como los Anawim o sea “pobres de Yahvé”.   Pero anawim no solo eran los pobre sino también y principalmente los humildes.
El Segundo Libro del Profeta Samuel recoge en tono esperanzador la promesa mesiánica hecha a David para el Pueblo de Israel por parte del mismo Dios.  David reconoce que la posición que poseía en ese momento la adquirió gracias a Dios por eso quiere en cierta forma devolverle el favor.  Por eso proyecta hacerle una morada estable (templo) a Dios. 
La tienda de campaña era y es la vivienda propia del desierto.  Aunque el rey David y el pueblo de Israel ya estaban establecidos, Dios sigue siendo el peregrino, Dios sigue en camino.  Esto sin duda es símbolo de que Dios es el eterno peregrino que está en camino y búsqueda de nuestros corazones y nuestro ser.  Pero Dios nos pide ser compañeros de viaje para ayudar y motivar a otros entrar en este peregrinar de la vida cristiana.
San Pablo en su Carta a los Romanos nos recordara que el evangelio es la respuesta esperanzadora a los anhelos más íntimos del ser humano.  Este misterio que Dios en Cristo Jesús y en sus apóstoles y discípulos (o sea con la Iglesia) se va desvelando para, como dice el mismo Pablo, atraernos a la obediencia de la fe.  Jesús aparece no solo como principio y fin (Alfa & Omega) de la historia de salvación (nuestra historia de salvación) sino también como el centro y la entera razón de la Revelación Divina.
En este sentido podemos entender que el anuncio del Ángel Gabriel a María como parte de este desvelamiento o manifestación del misterio divino al cual la misma María actúa en obediencia a la fe y en fidelidad a la vocación o llamado que  el mismo Dios le pide.
San Lucas como buen cronista (y editor) nos narra lo que recogió posiblemente de la misma Virgen María.   Podemos apreciar que la salvación ha de llegar por medio de circunstancias humanas.  Una madre (María), un padre (José) y nombre a poner al que nacerá (Jesús = Dios salva).  Aquí tenemos que la Palabra (o el Verbo) se hace historia en un hogar, en una comunidad y en un pueblo.  Pero con una intervención divina (que anuncia el ángel = mensajero de Dios) que anuncia un plan y misión en particular.
“¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc. 1, 28).  Varias cosas son necesarias señalar.  Primero, a nadie en toda la Biblia (ya fuera el Antiguo o el Nuevo Testamento), Dios o sus ángeles le han llamado de esta forma o sea con un título.  Este título o forma del ángel llamar a la futura madre del salvador es única y exclusivamente dado a María.
Este título “llena de gracia” implica también la misión que Dios ya tenía reservada a María.   De esta forma ella queda destinada a una gran función dentro de la historia de la salvación.  Dios quien todo lo puede (ver Lc. 1, 37) actúa benévolamente con María.  Esto significa que el Altísimo en su infinito amor la ha elegido para la gran misión  de ser la Madre del Mesías (= El ungido), la Madre del Hijo de Dios (después en trayecto de la vida de Jesús hasta la eternidad María ha de ser Madre de la Iglesia).  Como consecuencia más que lógica Dios la preparo como “el primer sagrario” de Jesús.
Cuando se construyen los sagrarios o tabernáculos donde se reserva el Santísimo Sacramento del Altar y si alguno tiene algún desperfecto no se le pone un parche o se cubre sino que se destruye y se comienza a construir otro hasta que cumpla con el grado de perfección requerido.  De esta misma forma, podemos deducir que Dios para Sí mismo habría de escoger lo mejor entre lo mejor.  Por eso a María Santísima la Iglesia le rinde culto de hiperdulía o de veneración suprema (no de  latría o de adoración, que es debido sólo a Dios) como Madre de Dios y de la Iglesia.
Cristo nació hace más de 2,000 años atrás pero hoy puede y debe nacer y renacer en nuestros corazones.  Como María permitamos que ese “hágase” sea una disposición que siempre fluya en las “venas de nuestra alma y espíritu”.  Permitamos que nuestro testimonio de vida cristiana sea el mejor relato del nacimiento y natividad del Niño Emanuel, el Dios con nosotros.

¡Feliz Navidad & que Dios los Bendiga a todos!

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