12 de diciembre de 2014

¡Regocíjense en el Señor! Domingo III de Adviento – Ciclo B


Isaías 61, 1-2. 10-11: Me alegro en el Señor con toda el alma.
Salmo Responsorial (Lucas 1): R/. Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.
1 Tesalonicenses 5, 16-24: Conservémonos irreprochables en cuerpo y alma hasta la llegada del Señor.
San Juan 1, 6-8. 19-28: En medio de ustedes hay uno al que ustedes no conocen.
Este tercer domingo de adviento es conocido como el Domingo de Gaudete.  Esta palabra Gaudete nos viene del latín y significa regocíjense.  El color sugerido por la liturgia aunque de forma opcional es el rosado.  Hoy nos fijaremos que la vela de la corona de adviento que se enciende (de izquierda a derecha) es la tercera vela rosada. 

Hoy reflexionando y meditando los textos bíblicos que nos proponen la liturgia veremos que estos nos presentan una nota armoniosa de alegría.  El salmo responsorial que está tomado del primer capítulo de San Lucas. Esta es una de las pocas veces que el salmo es un texto del Nuevo Testamento.  El mismo nos presenta a la Virgen María exaltando llena de gozo al Dios altísimo “porque ha mirado la humillación de su esclava” (Lc. 1, 48) y desde ese entonces todas las generaciones le hemos seguido y le seguirán llamando bienaventurada y dichosa.
El profeta Isaías nos recordara que su alegría no es una alegría banal sino que es una alegría que se fundamenta en la esperanza.  El contexto del pueblo judío del tiempo del profeta es algo desoladora y triste.  Los que decidieron regresar a la tierra prometida a sus padres encontraron a una Jerusalén y Judea en general toda devastada y en ruinas.  
Esto sin duda alguna causaba una desesperanza y un desanimo en el pueblo.  El profeta les quiere recordar que sin importar cuán grande sea la destrucción y la catástrofe siempre queda la esperanza en Dios, quien todo lo puede y no hay imposible para El. Esto sin duda alguna debe ser motivo para (como decía mi abuelo) “brindar con el vino de la alegría”.
Siguiendo la temática de esta primera lectura es muy considerable reflexionar en algo muy importante para nosotros los cristianos.  A semejanza del pueblo elegido por Dios cuantas veces nos encontramos en alguna catástrofe y desolación espiritual o emocional.  Son tanta las cosas que pueden causar esto en nosotros pero notemos como el profeta nos recuerda que hay esperanza y que las cosas pueden cambiar para bien.  Viene a mi mente una expresión que desde niño siempre he escuchado: “la esperanza es lo último que se pierde”.
La Primera Carta a los Tesalonicenses fue la primera carta que Pablo escribió pero sobretodo el primer escrito de todo el Nuevo Testamento.  Pablo ya había predicado (tradición oral) la Buena Nueva de Jesucristo pero por distintas razones el evangelio y la enseñanza cristiano no habían quedado afianzados. 
Entre las razones para esto había una muy especial.  Cristo según ellos entendía debía regresar pronto.  El tiempo iba pasando y algunos en la comunidad morían y Cristo no llagaba.  Pablo tiene que explicar y fundamentar por escrito (tradición escrita) lo que él ya había predicado previamente.
Como nota muy importante hay que recordar que la Iglesia Católica desde la misma acción kerigmatica de los Apóstoles y la primera generación de discípulos han mantenido la Revelación Divina.  Esta está compuesta por la Palabra Escrita y también por Tradición de la Iglesia. 
En esta segunda lectura Pablo nos brinda la Revelación de Dios de forma completa.  Recordemos también que la Palabra de Dios antes de estar escrita fue parte de la tradición.  Primero Pablo predica a viva voz (tradición oral) luego como explique antes escribe para el beneficio de la comunidad (tradición escrita). 
Esta tradición oral y escrita fue recogida (posiblemente después de la muerte de Pablo) y fue editada y esta edición es lo que conocemos como la Palabra de Dios escrita como la tenemos hoy en día en nuestras Biblias.  De hecho el orden en que tenemos los libros tanto del Antiguo y Nuevo Testamento es producto de la edición.
Ahora bien, ¿Qué nos dice esta segunda lectura?  San Pablo nos exhorta a estar siempre alegres.  Además nos da la clave o razón como fundamental nuestra alegría, el Apóstol de los Gentiles nos dice que la esperanza enraizada en Dios, en su amor y en su promesa de salvación nos mantenga alegres.  No hay cosa alguna en esta vida que nos de la alegría plena y permanente que Cristo y su eterno amor infinito nos quiera dar siempre.
Hoy la liturgia nos presenta un modelo para el adviento muy especial, este es Juan el Bautista.  Hoy el Evangelista San Juan nos presenta dos características muy especiales del Bautista.  Primero nos dice que él era testigo de la luz y que no era la luz.  La Iglesia nos tiene que estar constantemente recordando que no somos la luz pero si debemos ser testigo de la luz que es Jesucristo.  También el autor de este evangelio nos presenta a Juan el Bautista con una lealtad probada y genuina.  Tenemos que tener presente que muchas veces aunque nosotros no lo queramos con nuestra desobediencia y pecado nuestra lealtad y fidelidad a Dios va disminuyendo. 
Juan el Bautista hoy nos brinda una clave esencial para la vida cristiana, este nos invita a un arrepentimiento genuino que nos lleva a ser verdaderos testigos de la luz de Cristo.  Ser testigo de la luz implica reconocer nuestras limitación y darle cabida a Cristo para que obre en lo que nos es imposible y lo haga posible.  Pidamos la gracia y el don de ser luz cuya fuente sea el mismo Dios.  Pidamos además que cuando otros vean esa luz que refleja nuestra vida puedan ver la fuente de esa luz quien el Dios Uno y Trino.
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