Isaías
61, 1-2. 10-11: Me alegro en el Señor con toda el alma.
Salmo
Responsorial (Lucas 1): R/. Mi espíritu se
alegra en Dios, mi salvador.
1
Tesalonicenses 5, 16-24: Conservémonos irreprochables en
cuerpo y alma hasta la llegada del Señor.
San
Juan 1, 6-8. 19-28: En medio de ustedes hay uno al que
ustedes no conocen.
Este
tercer domingo de adviento es conocido como el Domingo de Gaudete. Esta palabra Gaudete nos viene del
latín y significa regocíjense. El
color sugerido por la liturgia aunque de forma opcional es el rosado. Hoy nos fijaremos que la vela de la corona de
adviento que se enciende (de izquierda a derecha) es la tercera vela rosada.
Hoy
reflexionando y meditando los textos bíblicos que nos proponen la liturgia
veremos que estos nos presentan una nota armoniosa de alegría. El salmo responsorial que está tomado del
primer capítulo de San Lucas. Esta es una de las pocas veces que el salmo es un
texto del Nuevo Testamento. El mismo nos
presenta a la Virgen María exaltando llena de gozo al Dios altísimo “porque
ha mirado la humillación de su esclava” (Lc. 1, 48) y desde ese entonces
todas las generaciones le hemos seguido y le seguirán llamando bienaventurada y
dichosa.
El
profeta Isaías nos recordara que su alegría no es una alegría banal sino que es
una alegría que se fundamenta en la esperanza.
El contexto del pueblo judío del tiempo del profeta es algo desoladora y
triste. Los que decidieron regresar a la
tierra prometida a sus padres encontraron a una Jerusalén y Judea en general
toda devastada y en ruinas.
Esto sin
duda alguna causaba una desesperanza y un desanimo en el pueblo. El profeta les quiere recordar que sin
importar cuán grande sea la destrucción y la catástrofe siempre queda la
esperanza en Dios, quien todo lo puede y no hay imposible para El. Esto sin
duda alguna debe ser motivo para (como decía mi abuelo) “brindar con
el vino de la alegría”.
Siguiendo
la temática de esta primera lectura es muy considerable reflexionar en algo muy
importante para nosotros los cristianos.
A semejanza del pueblo elegido por Dios cuantas veces nos encontramos en
alguna catástrofe y desolación espiritual o emocional. Son tanta las cosas que pueden causar esto en
nosotros pero notemos como el profeta nos recuerda que hay esperanza y que las
cosas pueden cambiar para bien. Viene a
mi mente una expresión que desde niño siempre he escuchado: “la esperanza es
lo último que se pierde”.
La
Primera Carta a los Tesalonicenses fue la primera carta que Pablo escribió pero
sobretodo el primer escrito de todo el Nuevo Testamento. Pablo ya había predicado (tradición oral) la
Buena Nueva de Jesucristo pero por distintas razones el evangelio y la enseñanza
cristiano no habían quedado afianzados.
Entre
las razones para esto había una muy especial.
Cristo según ellos entendía debía regresar pronto. El tiempo iba pasando y algunos en la
comunidad morían y Cristo no llagaba. Pablo
tiene que explicar y fundamentar por escrito (tradición escrita) lo que él ya había
predicado previamente.
Como
nota muy importante hay que recordar que la Iglesia Católica desde la misma acción
kerigmatica de los Apóstoles y la primera generación de discípulos han
mantenido la Revelación Divina. Esta está
compuesta por la Palabra Escrita y también por Tradición de la Iglesia.
En
esta segunda lectura Pablo nos brinda la Revelación de Dios de forma completa. Recordemos también que la Palabra de Dios
antes de estar escrita fue parte de la tradición. Primero Pablo predica a viva voz (tradición oral)
luego como explique antes escribe para el beneficio de la comunidad (tradición escrita).
Esta
tradición oral y escrita fue recogida (posiblemente después de la muerte de
Pablo) y fue editada y esta edición es lo que conocemos como la Palabra de Dios
escrita como la tenemos hoy en día en nuestras Biblias. De hecho el orden en que tenemos los libros
tanto del Antiguo y Nuevo Testamento es producto de la edición.
Ahora
bien, ¿Qué nos dice esta segunda lectura?
San Pablo nos exhorta a estar siempre alegres. Además nos da la clave o razón como
fundamental nuestra alegría, el Apóstol de los Gentiles nos dice que la
esperanza enraizada en Dios, en su amor y en su promesa de salvación nos
mantenga alegres. No hay cosa alguna en
esta vida que nos de la alegría plena y permanente que Cristo y su eterno amor
infinito nos quiera dar siempre.
Hoy
la liturgia nos presenta un modelo para el adviento muy especial, este es Juan
el Bautista. Hoy el Evangelista San Juan
nos presenta dos características muy especiales del Bautista. Primero nos dice que él era testigo de la luz
y que no era la luz. La Iglesia nos
tiene que estar constantemente recordando que no somos la luz pero si debemos
ser testigo de la luz que es Jesucristo.
También el autor de este evangelio nos presenta a Juan el Bautista con
una lealtad probada y genuina. Tenemos
que tener presente que muchas veces aunque nosotros no lo queramos con nuestra
desobediencia y pecado nuestra lealtad y fidelidad a Dios va disminuyendo.
Juan
el Bautista hoy nos brinda una clave esencial para la vida cristiana, este nos
invita a un arrepentimiento genuino que nos lleva a ser verdaderos testigos de
la luz de Cristo. Ser testigo de la luz
implica reconocer nuestras limitación y darle cabida a Cristo para que obre en
lo que nos es imposible y lo haga posible.
Pidamos la gracia y el don de ser luz cuya fuente sea el mismo
Dios. Pidamos además que cuando otros
vean esa luz que refleja nuestra vida puedan ver la fuente de esa luz quien el
Dios Uno y Trino.
Si deseas conocer más
como se formó la Biblia has “click” en los enlaces:
- ¿Qué sabemos de la Biblia? (Primera parte)
- ¿Qué sabemos de la Biblia? (Segunda parte)
- ¿Qué sabemos de la Biblia? (Tercera Parte)
- ¿Qué sabemos de la Biblia? (Cuarta Parte)
- ¿Qué sabemos de la Biblia? (Quinta Parte)
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