Génesis 22, 1-2.9-13.15-18: Dios
le puso una prueba a Abraham y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él respondió:
“Aquí estoy”.
Salmo Responsorial 115: R. / Siempre
confiaré en el Señor.
Romanos 8, 31b-34: Dios
no perdonó a su propio Hijo.
Marcos 9, 2-10: Éste
es mi Hijo amado, escúchenlo.
“¡Fortalezcan
sus corazones!” (St. 5, 8) es el título que el Papa Francisco escogió para su Mensaje de Cuaresma de este año 2015. Sin duda alguna
esta es la disposición y resolución que experimentaron los personajes de las
lecturas que nos proponen la liturgia para la cuaresma en este ciclo B (en
especial las primeras y la segundas lecturas).
Esto sin duda alguna lo podemos apreciar detalladamente en las lecturas
de este segundo domingo de cuaresma.
Como mencionaba previamente en esta primera
lectura (y en cualquier situación difícil de nuestra vida), para realizar algo
así como Dios le pidió a Abraham sin duda alguna hay que tener un corazón
fortalecido pero sobretodo es necesario también tener un alma y espíritu que
esté lleno de esa fuerza que proviene de Dios.
Ya que nuestra condición humana por sí misma no podría hacer algo como
esto.
También como he indicado en otras
ocasiones para poder interpretar y entender mejor cualquier pasaje bíblico hay
que estar al tanto del contexto. En el
caso de esta primera lectura los contextos históricos y las creencias de la
época.
La arqueología bíblica ha demostrado
que para esta época en la que vivió Abraham era muy común el sacrificio de
seres humanos en especial con los infantes recién nacidos. De acuerdo a lo mencionado previamente es
muy justo concluir que el autor bíblico quiera darnos un mensaje como respuesta
critica al sacrificio de bebes. Como
decía en arqueólogo en un documental de este sobre este tema de la arqueología
bíblica que “ser el hijo mayor para ese entonces
no era un buen negocio” ya estos eran los que mayormente se solían sacrificar.
Muy bien es conocido que pueblo
elegido en distintas etapas de su historia de una u otra forma fue infiel a la
alianza que Dios había establecido este su pueblo. Evidentemente Israel desde sus inicios tomo
parte de este tipo de sacrificio.
Abraham no solo es nuestro padre en
la fe porque fuera el primero en creer en el Único y Verdadero Dios, sino
también porque él fue fiel a las exigencias de Dios aun cuando estas parecieran
estar en total desacuerdo con lo que entendemos que debe ser la esencia y razón
de su naturaleza divina.
Hoy quizás no se hacen sacrificios de
niños como en ese tiempo de Abraham, pero existen otras formas de sacrificios a
“dioses paganos” y nos debemos preguntar: ¿Cómo
sacrificamos o aniquilamos física, emocional y hasta espiritualmente a nuestros
hijos por el “dios deporte” o por la “diosa
belleza”
(y/o cualquier otras aptitudes [habilidades, destrezas, etc.] y actitudes [cualidades, procederes, etc.] a los cuales podríamos
llamas dioses)? Como sabiamente suele
decir mi padre: “no es lo que se hace sino como se
hace” o
en palabras de San Pablo: “Todo me es lícito, más
no todo me conviene. Todo es lícito, mas no todo me edifica” (1Cor. 10, 23).
En la segunda lectura San Pablo nos
presenta una síntesis de lo que debe ser nuestra nueva vida en Cristo guiada y
dirigida por el Espíritu Santo. Es muy
justo (en especial para los que queremos crecer en la fe y en amor hacia los
hermanos el cual brota del mismo Dios) preguntarnos: ¿Hasta qué punto estamos
consiente de esta realidad espiritual en nuestra vocación y misión bautismal?
Esta vida en el Espíritu sin duda
alguna tiene un precio y el precio más grande que no podríamos imaginarnos (y comprender por medio
de la razón humana) el cual fue pagado por Jesucristo, siendo obediente al
Padre hasta llegar al extremo de la muerte.
Mas como nos dice San Pablo: “y
una muerte de cruz” (ver Fil. 2, 8).
Es de suma importancia seguir atentamente
las preguntas que nos pone San Pablo en este texto que la liturgia nos pone en
la segunda lectura de este domingo. Quisiera
enfocarme en dos de estas preguntas.
“¿Quién
estará en contra nuestra?” (Rm. 8, 2).
Lamentablemente hoy en día la Iglesia y todos los cristianos tenemos
muchos enemigos. Esto en sí mismo no
debe ser un obstáculo mayor en especial cuando estamos consiente que el
Espíritu de Dios obra y actúa en nosotros.
Porque como nos dice Jesús en el evangelio: “la
verdad los hará libres” (Jn. 8, 32). Ya que
el Espíritu Santo el primer don que nos da es la libertad ya que la libertad y
está siempre debe obrar para el bien. Lo
contrario a la libertad es el libertinaje.
El libertinaje es al abuso a la libertad. Es muy justo preguntarnos: ¿vivimos en la
libertad o en el libertinaje?
“¿Acaso
Jesucristo, que murió, resucitó y está a la derecha de Dios para interceder por
nosotros?”
(Rm. 8, 34). Esta pregunta es respuesta
a la pregunta anterior que nos hace Pablo: “¿quién
será el que los condene?” (Rm. 8, 34). Son
muchos los que enjuician y condenan a la Iglesia, aun sin conocerla bien. Pero también, como muy sabiamente dice mi “viejita
querida”:
“el Cielo no se puede tapar con la mano”. En
muchas ocasiones ese juicio o condenación que hacen algunos es en cierta medida
justificado debido al mal testimonio que damos muchos cristianos. Ante estas dos situaciones los cristianos
debemos orar para que Dios guie a su Iglesia en especial a sus pastores que El
mismo ha puesto para enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.
San Marcos nos presenta el pasaje de
la Transfiguración del Señor. Hoy la
Iglesia nos expone la Transfiguración del Señor no porque sea su fiesta
litúrgica la cual es el 6 de agosto sino más bien para que podamos apreciar que
para llegar a la gloria de la resurrección debemos pasar por trago amargo de la
cruz con todo lo que implica esta.
El evangelista al presentarnos a
Jesús Transfigurado con Moisés nos quiere dejar ver que Jesús es el Alfa y el
Omega de la Ley (la Ley del Amor). De forma análoga o similarmente también Jesús con
Elías es el principio y fin de la función
profética de la cual Dios en distintas etapa de la Historia de la Salvación,
fue convocando y llamando a anunciar (la alianza, la ley, gracia y el
amor de Dios) y denunciar (la separación, el desorden, el pecado, y el
odio).
Como podemos apreciar Jesús
transfigurado o sea transformado en luz.
Cristo como esa luz que ilumina por sí misma es presentado junto a Moisés
y Elías. Tanto Moisés como Elías fueron
llevados por Dios a la montaña (ver Ex. 33,18 & 1Re. 19, 9-11). La montaña desde tiempos inmemoriales ha sido
uno de los lugares preferido para lo sagrado.
De la misma forma que Moisés y Elías fueron testigos de la gloria de
Dios en la montaña así Jesús tomara a tres de sus discípulos (Pedro, Santiago y
Juan) y los hará testigos de esa gloria divina.
Hoy la gloria del Señor se sigue
manifestando día a día en la consagración del pan y el vino los cuales se transforma
en la Presencial Real de Cristo en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la
Eucaristía. Hoy la gloria del Señor se
sigue expresando cuando dejamos que el regalo de la vida se haga realidad por
medio del don de la procreación. Hoy la
gloria del Señor se sigue exteriorizando cuando dejamos que su Espíritu guie
nuestras vidas según su voluntad, según su voluntad amorosa para convivir
fraternalmente con los demás.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario