26 de febrero de 2015

“¡Fortalezcan sus corazones!” (St. 5, 8). Domingo 2º de Cuaresma – Ciclo B

Génesis 22, 1-2.9-13.15-18: Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él respondió: “Aquí estoy”.
Salmo Responsorial 115: R. / Siempre confiaré en el Señor.
Romanos 8, 31b-34: Dios no perdonó a su propio Hijo.
Marcos 9, 2-10: Éste es mi Hijo amado, escúchenlo.
“¡Fortalezcan sus corazones!” (St. 5, 8) es el título que el Papa Francisco escogió para su Mensaje de Cuaresma de este año 2015.  Sin duda alguna esta es la disposición y resolución que experimentaron los personajes de las lecturas que nos proponen la liturgia para la cuaresma en este ciclo B (en especial las primeras y la segundas lecturas).  Esto sin duda alguna lo podemos apreciar detalladamente en las lecturas de este segundo domingo de cuaresma.

Como mencionaba previamente en esta primera lectura (y en cualquier situación difícil de nuestra vida), para realizar algo así como Dios le pidió a Abraham sin duda alguna hay que tener un corazón fortalecido pero sobretodo es necesario también tener un alma y espíritu que esté lleno de esa fuerza que proviene de Dios.  Ya que nuestra condición humana por sí misma no podría hacer algo como esto.
También como he indicado en otras ocasiones para poder interpretar y entender mejor cualquier pasaje bíblico hay que estar al tanto del contexto.  En el caso de esta primera lectura los contextos históricos y las creencias de la época.
La arqueología bíblica ha demostrado que para esta época en la que vivió Abraham era muy común el sacrificio de seres humanos en especial con los infantes recién nacidos.   De acuerdo a lo mencionado previamente es muy justo concluir que el autor bíblico quiera darnos un mensaje como respuesta critica al sacrificio de bebes.  Como decía en arqueólogo en un documental de este sobre este tema de la arqueología bíblica que “ser el hijo mayor para ese entonces no era un buen negocio” ya estos eran los que mayormente se solían sacrificar.  
Muy bien es conocido que pueblo elegido en distintas etapas de su historia de una u otra forma fue infiel a la alianza que Dios había establecido este su pueblo.  Evidentemente Israel desde sus inicios tomo parte de este tipo de sacrificio.
Abraham no solo es nuestro padre en la fe porque fuera el primero en creer en el Único y Verdadero Dios, sino también porque él fue fiel a las exigencias de Dios aun cuando estas parecieran estar en total desacuerdo con lo que entendemos que debe ser la esencia y razón de su naturaleza divina.
Hoy quizás no se hacen sacrificios de niños como en ese tiempo de Abraham, pero existen otras formas de sacrificios a “dioses paganos” y nos debemos preguntar: ¿Cómo sacrificamos o aniquilamos física, emocional y hasta espiritualmente a nuestros hijos por el “dios deporte” o  por la “diosa belleza” (y/o cualquier otras aptitudes [habilidades, destrezas, etc.] y actitudes [cualidades, procederes, etc.] a los cuales podríamos llamas dioses)?   Como sabiamente suele decir mi padre: “no es lo que se hace sino como se hace” o en palabras de San Pablo: “Todo me es lícito, más no todo me conviene. Todo es lícito, mas no todo me edifica” (1Cor. 10, 23).
En la segunda lectura San Pablo nos presenta una síntesis de lo que debe ser nuestra nueva vida en Cristo guiada y dirigida por el Espíritu Santo.  Es muy justo (en especial para los que queremos crecer en la fe y en amor hacia los hermanos el cual brota del mismo Dios) preguntarnos: ¿Hasta qué punto estamos consiente de esta realidad espiritual en nuestra vocación y misión bautismal?
Esta vida en el Espíritu sin duda alguna tiene un precio y el precio más grande que no  podríamos imaginarnos (y comprender por medio de la razón humana) el cual fue pagado por Jesucristo, siendo obediente al Padre hasta llegar al extremo de la muerte.  Mas como nos dice San Pablo: “y una muerte de cruz” (ver Fil. 2, 8).
Es de suma importancia seguir atentamente las preguntas que nos pone San Pablo en este texto que la liturgia nos pone en la segunda lectura de este domingo.  Quisiera enfocarme en dos de estas preguntas.
“¿Quién estará en contra nuestra?” (Rm. 8, 2).  Lamentablemente hoy en día la Iglesia y todos los cristianos tenemos muchos enemigos.  Esto en sí mismo no debe ser un obstáculo mayor en especial cuando estamos consiente que el Espíritu de Dios obra y actúa en nosotros.  Porque como nos dice Jesús en el evangelio: “la verdad los hará libres” (Jn. 8, 32).  Ya que el Espíritu Santo el primer don que nos da es la libertad ya que la libertad y está siempre debe obrar para el bien.  Lo contrario a la libertad es el libertinaje.  El libertinaje es al abuso a la libertad.  Es muy justo preguntarnos: ¿vivimos en la libertad o en el libertinaje?
“¿Acaso Jesucristo, que murió, resucitó y está a la derecha de Dios para interceder por nosotros?” (Rm. 8, 34).  Esta pregunta es respuesta a la pregunta anterior que nos hace Pablo: “¿quién será el que los condene?” (Rm. 8, 34).  Son muchos los que enjuician y condenan a la Iglesia, aun sin conocerla bien.  Pero también, como muy sabiamente dice mi “viejita querida”: “el Cielo no se puede tapar con la mano”.   En muchas ocasiones ese juicio o condenación que hacen algunos es en cierta medida justificado debido al mal testimonio que damos muchos cristianos.  Ante estas dos situaciones los cristianos debemos orar para que Dios guie a su Iglesia en especial a sus pastores que El mismo ha puesto para enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.

San Marcos nos presenta el pasaje de la Transfiguración del Señor.  Hoy la Iglesia nos expone la Transfiguración del Señor no porque sea su fiesta litúrgica la cual es el 6 de agosto sino más bien para que podamos apreciar que para llegar a la gloria de la resurrección debemos pasar por trago amargo de la cruz con todo lo que implica esta.
El evangelista al presentarnos a Jesús Transfigurado con Moisés nos quiere dejar ver que Jesús es el Alfa y el Omega de la Ley  (la Ley del Amor).  De forma análoga o similarmente también Jesús con Elías  es el principio y fin de la función profética de la cual Dios en distintas etapa de la Historia de la Salvación, fue convocando y llamando a anunciar (la alianza, la ley, gracia y el amor de Dios) y denunciar (la separación, el desorden, el pecado, y el odio).
Como podemos apreciar Jesús transfigurado o sea transformado en luz.  Cristo como esa luz que ilumina por sí misma es presentado junto a Moisés y Elías.  Tanto Moisés como Elías fueron llevados por Dios a la montaña (ver Ex. 33,18 & 1Re. 19, 9-11).  La montaña desde tiempos inmemoriales ha sido uno de los lugares preferido para lo sagrado.   De la misma forma que Moisés y Elías fueron testigos de la gloria de Dios en la montaña así Jesús tomara a tres de sus discípulos (Pedro, Santiago y Juan) y los hará testigos de esa gloria divina. 
Hoy la gloria del Señor se sigue manifestando día a día en la consagración del pan y el vino los cuales se transforma en la Presencial Real de Cristo en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía.  Hoy la gloria del Señor se sigue expresando cuando dejamos que el regalo de la vida se haga realidad por medio del don de la procreación.  Hoy la gloria del Señor se sigue exteriorizando cuando dejamos que su Espíritu guie nuestras vidas según su voluntad, según su voluntad amorosa para convivir fraternalmente con los demás.

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