20 de febrero de 2015

¿Qué provecho le podemos sacar a la tentación? Domingo 1º de Cuaresma – Ciclo B

Génesis 9, 8-15: Pondré mi arco iris en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra.
Salmo Responsorial 24: R/. Descúbrenos, Señor, tus caminos.
Pedro 3, 18-22: El agua del diluvio es un símbolo del bautismo, que nos salva.
Marcos 1, 12-15: Fue tentado por Satanás y los ángeles le servían.
Hoy el Santo Evangelio que ha sido proclamado por nuestros presbíteros (o diáconos, donde quiera que los hayan) en nuestra Eucaristía dominical nos presenta las tentaciones que el diablo le pone en la mente de Jesús.  Pero nos debemos preguntar: ¿Cuál es la idea central del mensaje que nos deja este Evangelio de San Marcos? Debemos aclarar que la idea central no son las tentaciones sino más bien lo son la superación y el vencimiento de estas u otras tentaciones.

Nuestra primera lectura es parte de lo que se conoce como “orígenes del mundo y prehistoria de la salvación” que corresponde a los capítulos del 1 al 11 del Libro del Génesis.  Este texto del Génesis contiene unas realidades que van allá de lo que nos narra.  El autor sagrado nos quiere mostrar que Dios pone en corazón de cada ser humano, un proyecto o plan de vida.  Dios nos ha creado para la vida y no para la muerte. 

Con Noé comienza una fértil o renovada humanidad pero solo Jesucristo engendrará real y plenamente la nueva humanidad que brota desde el más íntimo misterio[1] de su Pascua[2].  Jesús mismo nos declara que su sangre derramada es la Alianza Nueva y Eterna (ver Mt. 26, 27-28; Mc. 14, 23-24).  Dios se fue relevando paulatinamente por medios de los eventos.  Esto  conlleva exige para el hombre una fidelidad hacia Dios.  Ya que Dios pacta, se compromete y permanece fiel a sí mismo.  Dios crea este mundo y a todos sus entes por medio de la Palabra.  La Alianza no es mera coincidencia ni mucho menos una simple combinación de palabras.

La alianza de Amor que Dios le dio a Noé y a sus descendientes fue tejida por medios de los eventos.  Dios no debe ni puede, ni deberá ni podrá ser infiel a sus promesas y ni mucho menos a su Alianza.  Porque el ser infiel va en contra de su propia naturaleza.  Dios creó este mundo y a todos sus entes por medio de la Palabra. 

La cumbre y cúspide más elocuente de esta creación lo es el hombre.  Al ser humano la Palabra creadora de Dios y los eventos que fueron forjando la Revelación Divina le debe impulsar a seguir el camino del cumplimiento de esta Alianza establecida por el mismo Dios.  Esta conlleva una fidelidad del hombre hacia Dios ya que Dios pacta, se compromete y permanece fiel a sí mismo. 

La Primeria Carta de San Pedro es una homilía[3] cuyo tema fue pascual-bautismal.  Esta era muy popular en las primeras comunidades de la Iglesia.  Esta sin duda alguna nace de la tradición oral y escrita que con el Kerigma[4] fue proclamado a toda la comunidad pero en especial a todos los catecúmenos o sea los que se estaban preparando (oración, estudio y reflexión de la Palabra de Dios) para recibir en Sacramento del Bautismo. Las aguas del diluvio (ver CIC # 1219) es la prefiguraciones más  latentes del Bautismo.

El Justo de Nazaret murió de una vez y para siempre por nuestros pecados.  Jesús es ese nuevo Noé que dirige la Nueva Arca (o Barca) que es la Iglesia.  Las aguas del diluvio (ver CIC 1219) es la prefiguraciones más  latentes del Bautismo.  En ambas (diluvio y bautismo) se representa al agua como fuente de vida.  Además el agua posee características de limpieza y salvación que lo cual se cumple en el bautismo.
San Marcos nos narra como el Espíritu Santo impulso a Jesús al desierto.  Como mencione anteriormente el tema centrar de esta narración evangélica no son las tentaciones sino más bien el que podemos vencerlas.  La Iglesia nos pone las herramientas para poder vences la tentación: oración (personal & comunitaria), vida sacramental (Eucaristía & Reconciliación), dirección o acompañamiento espiritual y luego durante todo este trayecto más oración. 
Hay dos elementos que debemos tener muy en cuenta para poder entender mejor este texto de San Marcos.  Estos son el desierto y el número 40. 

El desierto esta grandemente ligado a la simbología teológica de Israel.   Juan el Bautista estuvo en el desierto antes de comenzar su ministerio profético.  En Jesús podemos ver que el desierto casi es sinónimo de tentación, aunque no única ni exclusivamente.  Pero el desierto también es sinónimo de purificación.  El Pueblo de Israel pasó 40 años en una especie de purificación antes de llegar a la tierra prometida por el mismo Dios.  Los primeros pasos de la vida monástica fue desarrollada por los grandes e insignes padres del desierto.  De estos el más famoso lo fue San Antonio Abad.

En numero 40[5] sin duda alguna tiene un enorme valor y una gran transcendencia simbólica.   La palabra “cuaresma” tiene su origen del latín y esta significa “cuadragésima” o sea 40.  Es por eso que la cuaresma dura 40 días. Este representa el “cambio” o “renovación”.  El diluvio universal duro 40 días y 40 noches donde Dios por medio de las aguas[6] se renueva y se hace nueva la humanidad.  El pueblo de Israel pasó 40 años en el desierto donde se realizó el cambio de generación que fue la que entro a la tierra prometida.  Tanto Moisés como Elías pasaron 40 días en el Monte Sinaí también conocido como el Monte Horeb para ambos esa estancia en el monte santo cambio sus vidas.  Como nos dice el evangelio de hoy Jesús pasa ayunando por 40 días en el desierto lo que representa el cambio de su vida privada a su vida pública.
Como mencionaba en mi reflexión del Miércoles de Cenizas {http://catequesisdeadultos.blogspot.com/2015/02/por-que-se-nos-impone-ceniza-al.html} en mi blog la cuaresma debe tornarse en ese desierto para que desde el silencio sepamos no solo como vencer la tentación sino (como se suele decir en los retiros de jóvenes) poder recargar las “baterías espirituales”.  Aprovechemos esta cuaresma para recargar nuestras baterías espirituales y pidámosle a Dios que nuestra vida cambie y se renueve en amor y la gracia de Dios.




[1] Como ya he explicado varias veces misterio aquí no significa ni tiene el mismo sentido de lo que pretende definir la sociedad y el mundo sobre el misterio.  Para estos, el misterio es todo aquello que está oculto y que es indefinible  es inexplicable.  Mientras para la religión (como en el Judaísmo y Cristianismo) es misterio es aquello que Dios nos va revelando (podríamos decir como “gota a gota”) pero que no conocemos del todo.
[2] Es decir su pasión, muerte y Resurrección de Cristo
[3] La homilía es también uno de los géneros literarios de la Biblia en especial en Nuevo Testamento.
[4] Primer anuncio o predicación de la Buena Nueva de Jesucristo.                         
[5] Antes de hablar del número 40 en la Biblia hay que aclarar algo muy importante.  La Biblia por sí misma nunca explica qué simboliza cada número.  Son los exegetas o estudiosos de la Revelación Divina (Tradición Oral & Escrita, y la Palabra de Dios ya escrita (como la tenemos en la Biblia hoy en día) llegado a investigar algunos de sus simbolismos y han podido explicar diversos episodios de la Palabra de Dios.
[6] Las aguas del diluvio simboliza y prefigura las aguas del Bautismo con sus características de limpieza y purificación.

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