Génesis 9, 8-15: Pondré mi arco iris en el cielo, como
señal de mi alianza con la tierra.
Salmo Responsorial 24: R/. Descúbrenos, Señor, tus caminos.
Pedro 3, 18-22: El agua del diluvio es un símbolo del
bautismo, que nos salva.
Marcos 1, 12-15: Fue tentado por Satanás y los ángeles le
servían.
Hoy el Santo Evangelio que ha sido
proclamado por nuestros presbíteros (o diáconos, donde quiera que los hayan) en
nuestra Eucaristía dominical nos presenta las tentaciones que el diablo le pone
en la mente de Jesús. Pero nos debemos
preguntar: ¿Cuál es la idea central del mensaje que nos deja este Evangelio de
San Marcos? Debemos aclarar que la idea central no son las tentaciones sino más
bien lo son la superación y el vencimiento de estas u otras tentaciones.
Nuestra primera lectura es parte de
lo que se conoce como “orígenes del mundo y
prehistoria de la salvación” que corresponde a los capítulos del 1 al 11 del Libro del
Génesis. Este texto del Génesis contiene
unas realidades que van allá de lo que nos narra. El autor sagrado nos quiere mostrar que Dios
pone en corazón de cada ser humano, un proyecto o plan de vida. Dios nos ha creado para la vida y no para la
muerte.
Con Noé comienza una fértil o
renovada humanidad pero solo Jesucristo engendrará real y plenamente la nueva
humanidad que brota desde el más íntimo misterio[1] de su
Pascua[2]. Jesús mismo nos declara que su sangre
derramada es la Alianza Nueva y Eterna (ver Mt. 26, 27-28; Mc. 14, 23-24). Dios se fue relevando paulatinamente por
medios de los eventos. Esto conlleva exige para el hombre una fidelidad
hacia Dios. Ya que Dios pacta, se
compromete y permanece fiel a sí mismo. Dios
crea este mundo y a todos sus entes por medio de la Palabra. La Alianza no es mera coincidencia ni mucho
menos una simple combinación de palabras.
La alianza de Amor que Dios le dio a
Noé y a sus descendientes fue tejida por medios de los eventos. Dios no debe ni puede, ni deberá ni podrá ser
infiel a sus promesas y ni mucho menos a su Alianza. Porque el ser infiel va en contra de su
propia naturaleza. Dios creó este mundo
y a todos sus entes por medio de la Palabra.
La cumbre y cúspide más elocuente de
esta creación lo es el hombre. Al ser
humano la Palabra creadora de Dios y los eventos que fueron forjando la
Revelación Divina le debe impulsar a seguir el camino del cumplimiento de esta Alianza
establecida por el mismo Dios. Esta
conlleva una fidelidad del hombre hacia Dios ya que Dios pacta, se compromete y
permanece fiel a sí mismo.
La Primeria Carta de San Pedro es una
homilía[3] cuyo
tema fue pascual-bautismal. Esta era muy
popular en las primeras comunidades de la Iglesia. Esta sin duda alguna nace de la tradición oral
y escrita que con el Kerigma[4] fue
proclamado a toda la comunidad pero en especial a todos los catecúmenos o sea
los que se estaban preparando (oración, estudio y reflexión de la Palabra de
Dios) para recibir en Sacramento del Bautismo. Las aguas del diluvio (ver CIC #
1219) es la prefiguraciones más latentes
del Bautismo.
El Justo de Nazaret murió de una vez
y para siempre por nuestros pecados.
Jesús es ese nuevo Noé que dirige la Nueva Arca (o Barca) que es la
Iglesia. Las aguas del diluvio (ver CIC
1219) es la prefiguraciones más latentes
del Bautismo. En ambas (diluvio y
bautismo) se representa al agua como fuente de vida. Además el agua posee características de
limpieza y salvación que lo cual se cumple en el bautismo.
San Marcos nos narra como el Espíritu
Santo impulso a Jesús al desierto. Como
mencione anteriormente el tema centrar de esta narración evangélica no son las
tentaciones sino más bien el que podemos vencerlas. La Iglesia nos pone las herramientas para
poder vences la tentación: oración (personal & comunitaria), vida
sacramental (Eucaristía & Reconciliación), dirección o acompañamiento
espiritual y luego durante todo este trayecto más oración.
Hay dos elementos que debemos tener
muy en cuenta para poder entender mejor este texto de San Marcos. Estos son el desierto y el número 40.
El desierto esta grandemente ligado a
la simbología teológica de Israel. Juan el Bautista estuvo en el desierto antes
de comenzar su ministerio profético. En Jesús
podemos ver que el desierto casi es sinónimo de tentación, aunque no única ni
exclusivamente. Pero el desierto también
es sinónimo de purificación. El Pueblo
de Israel pasó 40 años en una especie de purificación antes de llegar a la
tierra prometida por el mismo Dios. Los
primeros pasos de la vida monástica fue desarrollada por los grandes e insignes
padres del desierto. De estos el más
famoso lo fue San
Antonio Abad.
En numero 40[5] sin
duda alguna tiene un enorme valor y una gran transcendencia simbólica. La palabra
“cuaresma” tiene su origen del latín y
esta significa “cuadragésima” o sea 40.
Es por eso que la cuaresma dura 40 días. Este representa el “cambio” o “renovación”. El diluvio universal duro 40 días y 40 noches
donde Dios por medio de las aguas[6] se
renueva y se hace nueva la humanidad. El
pueblo de Israel pasó 40 años en el desierto donde se realizó el cambio de generación
que fue la que entro a la tierra prometida.
Tanto Moisés como Elías pasaron 40 días en el Monte Sinaí también conocido
como el Monte Horeb para ambos esa estancia en el monte santo cambio sus vidas.
Como nos dice el evangelio de hoy Jesús
pasa ayunando por 40 días en el desierto lo que representa el cambio de su vida
privada a su vida pública.
Como mencionaba en mi reflexión del
Miércoles de Cenizas {http://catequesisdeadultos.blogspot.com/2015/02/por-que-se-nos-impone-ceniza-al.html} en mi blog la cuaresma
debe tornarse en ese desierto para que desde el silencio sepamos no solo como
vencer la tentación sino (como se suele decir en los retiros de jóvenes) poder
recargar las “baterías espirituales”. Aprovechemos esta cuaresma para recargar
nuestras baterías espirituales y pidámosle a Dios que nuestra vida cambie y se
renueve en amor y la gracia de Dios.
[1] Como ya he explicado varias veces misterio
aquí no significa ni tiene el mismo sentido de lo que pretende definir la
sociedad y el mundo sobre el misterio.
Para estos, el misterio es todo aquello que está oculto y que es
indefinible es inexplicable. Mientras para la religión (como en el
Judaísmo y Cristianismo) es misterio es aquello que Dios nos va revelando
(podríamos decir como “gota a gota”) pero que no conocemos del todo.
[3] La homilía es también uno de los géneros literarios de la Biblia
en especial en Nuevo Testamento.
[5] Antes de hablar del número 40 en la Biblia
hay que aclarar algo muy importante. La
Biblia por sí misma nunca explica qué simboliza cada número. Son los exegetas o estudiosos de la
Revelación Divina (Tradición Oral & Escrita, y la Palabra de Dios ya
escrita (como la tenemos en la Biblia hoy en día) llegado a investigar algunos
de sus simbolismos y han podido explicar diversos episodios de la Palabra de
Dios.
[6] Las aguas del diluvio simboliza y prefigura las aguas del
Bautismo con sus características de limpieza y purificación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario