Deuteronomio
18,15-20: ¡El
Señor Dios hará surgir en medio de ustedes, entre sus hermanos, un profeta como
yo!
Salmo
Responsorial 94: R. / ¡Señor, que no seamos sordos a tu voz!
1Corintios
7, 32-35:
¡Se lo digo… para que puedan vivir constantemente y sin distracciones en
presencia del Señor!
San
Marcos 1, 21-28: ¡Enseñaba como quien tiene autoridad y no como los
escribas!
¡Ojala
escuchemos hoy (y siempre) su
vos, no endurecemos nuestros corazones! (ver
[en sus Biblias] Sal.
95, 7–8). Hoy la liturgia nos presenta a Jesús de
Nazaret como el Profeta anunciado por Moisés.
Además, el evangelio resalta su autoridad para proclamar el mensaje del
Reino de Dios o sea el mensaje de la salvación prometida por el mismo Dios y
anunciado por los profetas. Jesús el
Mesías (mesías significa el ungido) entre
los mesías (reyes de Israel desde David) y
el Profeta (aquel que anuncia y denuncia) entre
los profetas (desde Moisés y Samuel hasta llegar a Juan el
Bautista).
El
Libro del Deuteronomio (deuteronomio
significa segunda ley) nos presenta parte del segundo
discurso de Moisés (caps. 5 al 28). Este capítulo número 18 se nos presenta al patriarca-profeta
(Moisés) anunciando revelando (bajo
inspiración divina) a un nuevo profeta que será un “nuevo
Moisés” (con mejores cualidades según la promesa del
mismo Dios). Los cristianos desde el mismo inicio de la
Iglesia hemos reconocido a Jesús como este “nuevo Moisés”. Esto se refleja clara y evidentemente en el
Evangelio de San Mateo ya que los destinatarios al este escribirse eran
judíos-cristianos. Jesús de similarmente a Moisés nos da la Ley del Amor que se
vivifica con las Bienaventuranzas (ver Mt. 5, 1- 12) o
sea con la caridad (caridad es el amor hecho acción) fraterna.
Además
de esto Moisés nos da pistas para poder reconocer a los falsos profetas como
era el caso de los profetas que adoran otros dioses
(dentro o fuera del Pueblo Judío). El verdadero profeta quien
es un vocero o mensajero (anuncio) de
Dios interpreta la historia de la salvación a la luz de la Alianza de Amor que
Dios estableció con su pueblo. El ser
mensajero de Dios incluía el hablar (denunciar) de
las cosas que están en contra de la Alianza de Dios para con su pueblo. Esta
Alianza de Amor renace y se renueva en Jesucristo para todos los hombres y por
ende para todas las naciones. Recordemos
que todo, desde la creación, la revelación a su pueblo elegido
(patriarcas, jueces, profetas) hasta el cumplimento y
culminación de la revelación divina con Jesús, surgió por una sola y para una
sola razón, el amor. O sea ese amor que Dios, quien es Amor en toda su
plenitud, nos ha querido siempre dar porque somos la cumbre y predilección de
toda su creación.
San
Pablo hoy sigue con las recomendaciones que comenzaron el domingo pasado
(ver 1Cor. 7, 29–31) sobre la virginidad
(o celibato) y del matrimonio. Pablo aquí nos habla del
verdadero sentido de ambas vocaciones o llamado que Dios nos puede hacer.
Como
laico casado les puedo hablar (largas horas) de
la dificultad que me ha traído el compromiso serio con la Iglesia en especial para
con el matrimonio y la familia. El magisterio de la Iglesia siempre ha
recordado que debemos saber crear un balance entre la vida de apostolado y la
vida matrimonial-familiar. Recordemos nuestra vocación primera es la familia y
el matrimonio. Pero esta vida matrimonial-familiar no debe ser “una piedra
de tropiezo” para nuestro compromiso bautismal
(compromiso cristiano).
Es una
realidad que nuestra vida de apostolado se tiende a poner más difícil cuando
nuestra esposo(a) por distintas razones no tiene el compromiso (o tiene mucho
menos) que nosotros solemos tener. En este sentido es muy sabio de Pablo
decirnos que el soltero tiene todo el tiempo para agradarle a Dios. Conozco
muchas personas solteras que viven su compromiso cristiano al máximo y son
sumamente felices. La soltería para ellos se ha convertido en una vocación y
llamado. Hoy quisiera preguntarte a ti hermano(a) soltero(a):
¿vives a plenitud tu soltería para servirle a Dios y a la Iglesia?
A
nosotros los casados también nos toca hacer ese examen de conciencia para ver
cuánto hemos descuidado la familia y el matrimonio por “las cosas de la
Iglesia” y viceversa. Si algunas de estas dos situaciones están pasando en
nuestra vida pidámosle a Dios que nos ayude siempre hacer balance entre el
matrimonio-familia y el apostolado.
San
Marcos nos parte de la trama de las primeras acciones del ministerio de Jesús
en Galilea. Durante varios domingos más se estarán proclamando estos fragmentos
de esta primera parte del ministerio del Señor. Jesús no enseñaba como la
mayoría de las autoridades religiosas de su tiempo. La predicación o enseñanza
de los rabinos consistía de la repetición de los aspectos jurídicos-normativos
de la ley mosaica (ley de Moisés) la
cual era la esencia religiosa (religión viene del latín “religare”
y significa tratar o relacionarme con Dios) del
Pueblo Judío desde los mismo tiempos del Éxodo por el desierto hasta llegar a
la tierra prometida por Dios.
La
sinagoga era (y es) la
casa de oración para el pueblo judío donde proclamaba la Torá o la Ley Mosaica
(o sea el Pentateuco, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento).
El pueblo se reunía los sábados (Sabbat) y
ya en tiempo de Jesús se proclamaba los Salmos y hasta los escritos de los
profetas (ver Lucas 4, 16-21).
En
tiempo de Jesús los escribas eran los intérpretes profesionales de la Ley en
las sinagogas judías. Estos predicaban de forma repetitiva y daban su opinión e
interpretación de la ley apoyándose en la de otros. Esto se prestaba en la
mayoría de las veces a que perdiera el verdadero sentido de la ley
(y otros escritos bíblicos). En este sentido podemos entender
porque Jesús dice que en el evangelio que: “el sábado fue hecho para el
hombre y no el hombre para el sábado” (ver
Marcos 2, 23-28; Mateo 23, 1-12).
Es muy
importante fijar la atención en las preguntas que hacen los personajes de esta
jornada de la predicación de Jesús. Hay que puntualizar que el espíritu inmundo
sabía muy bien quien es Jesús. Aquí se suele poner por claro la siguiente expresión:
“Que hasta el demonio conoce a Dios” ya que conocer a Dios es relativamente
fácil. Lo difícil es creer, tener fe y confianza en Dios. La gente que estaba
en la sinagoga se cuestionaba que era ese poder y forma de predicar de Jesús. Cuando
no conocemos a Jesús es muy común hacernos este tipo de preguntas.
¿Qué
hacía que la predicación y enseñanza de Jesús fuera distinta
(única en su clase) y con autoridad? En primera instancia
porque Dios y la fuerza de su Espíritu estaba con El. Además porque El vino a
hacer la voluntad del Padre (ver Jn. 6, 38) y
solamente podía y debía predicar (y hacer) lo
que el Padre Dios solo quería y le inspiraba.
La
Iglesia Católica pese a todas las dificultades y malos testimonios de sus
miembros en su historia ha sabido mantener esa autoridad que ha adquirido de
Cristo y de su Espíritu Santo. Dios es un Dios de orden y de disciplina pero
sobretodo es un Dios que es todo Amor. Por eso estamos llamados a seguir un
orden y disciplina pero esto pierde el sentido de ser cuando le falta el amor o
sea un amor que estamos llamados a transformar con nuestras buenas acciones en
caridad fraterna.
A la
hora de predicar y/o realizar un apostolado debemos tener en cuenta el orden y
disciplina que nos propone la Iglesia pero siempre sin olvidar ese amor y la
caridad como el amor convertido en acciones el cual es la misma esencia de
Dios. Jesús con autoridad nos sigue enseñando
que Él es el Camino, la Verdad y la Vida (ver Juan
14, 5–7). Estamos
llamados a vivir, predicar y dar testimonio con esa misma autoridad del Señor.
Pero para eso hay que vivir según lao que nos exige el mismo Jesucristo. O sea debemos
estar en plena comunión con la Iglesia (la cual es universal
o sea católica) que el mismo Jesucristo fundó.
¡Que
así nos asista y guie Dios en su Infinito Amor!
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