8 de febrero de 2015

¡Si confiamos en el medico humano, por qué no confiar en el Medico Divino! Domingo V T O – Ciclo B


Job 7, 1-4. 6-7:                        Se me han asignado noches de dolor.
Salmo Responsorial 146:         R/. Alabemos al Señor, nuestro Dios.
1 Corintios 9, 16-19. 22-23:    ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio!
San Marcos 1, 29-39:               Curó a muchos enfermos de diversos males.
Hoy en día en cualquier parte del mundo es increíble ver lo sobre saturado que se ponen las salas de emergencias.  Por consecuencia lógica el tiempo para que suban o ubiquen a un paciente a un cuarto de pacientes que van a ser hospitalizados se torna en largas horas.  Esta es una realidad que yo pude percibir personalmente cuando estuve hospitalizado en hospital en Puerto Rico hace varias semanas atrás cuando fui a mi Borinquén de vacaciones.  Son muchos los textos bíblicos donde se nos narra que Jesús de alguna forma u otra sanara a un enfermo.  Aun en los hospitales católicos se ha ido perdiendo de perceptiva de que Cristo tiene el poder para sanar cualquier enfermedad o dolencia.

Una vez escuche decir a un compañero de seminario decir: “que en ese tiempo era necesario que Jesús sanara a los enfermos ya que no había doctores y si los había la gente no podía pagar por sus servicios”.  Mi respuesta inmediata fue la siguiente: “que pobre y muy estrecho enfoque tienes sobre Dios y su omnipotencia”.  Lamentablemente hay muchos cristianos y en especial católicos que pensamos de esa forma.  Recordemos también que Dios se vale de intermediarios (seres humanos) para sanar una enfermedad, etc. O sea manifiesta su poder y omnipotencia atreves del hombre y de esta forma realza su grandeza.  Ya que al fin y al cabo: “Dios sabe lo que hace y porqué lo hace”.
El Libro de Job es un libro que se suele malinterpretar si no conocemos las cosas básicas que se necesitan para interpretar un pasaje bíblico. La Iglesia nos ensena que la Palabra de Dios se hay que interpretarla desde sus distintos contextos (ver CIC # 110).  Entre los contextos que hay que considerar cuando leemos un texto bíblico está los géneros literarios, las condiciones (creencias, cultura, etc.) del tiempo y los procesos de revelación que tomaron parte en estos Sagrados Textos.
En el caso del Libro de Job debemos entender que su género literario es el debate.  En debate entre el autor bíblico y el pueblo de Israel en esa época.  La creencia general de esa época era que si una persona sufría (enfermedad, muerte de familiares, perdidas económicas, etc. era porque dicha persona (o familia) había pecado.  Esta fue una creencia que perduro por siglos.  En el pueblo judío inclusive podemos observar esta convicción en tiempos de Jesús (ver Jn. 9, 1–41).
En esta primera lectura, Job lamenta su lucha del día a día y el aparente vacío de la vida.  ¿Por qué hay sufrimientos?  Hay que resaltar como Job nos explica su situación, semejante al dolor de muchos seres humanos de todas partes. No importa cuán grande o pequeño sea el dolor y el sufrimiento lo más apropiado hacer es abandonarse en la Providencia Divina.  Como solía decir mi abuelo: “con Dios se está en las buenas y en las malas”.
Recordemos que Dios, como ese “Amigo que nunca falla” siempre estará cuando más lo necesitemos ya que Él y su Amor nunca nos fallaran.   Por otro lado si somos nosotros quienes continuamente con nuestros pecados y nuestra indiferencia quienes le fallamos.  Si lo medimos con un GPS (por sus siglas en inglés, “Global Positioning System” o sea Sistema de Posicionamiento o Ubicación Global) descubriríamos que estamos distanciados de Dios por millas (o kilómetros) y millas larguísimas espiritualmente hablando.
El famoso cuento de “Huellas en la arena” nos dice que durante cierta cantidad de tiempo se podían observar dos pares de huellas en la arena.  Las cuales le podríamos decir que son las de Dios y las tuyas (o las mías).  Cuando más difícil se encontraba la situación de nuestras vidas le recriminamos al Señor: ¿Por qué solo se veían solo tus huellas (o las mías) cuando más difícil estaba la situación en tu vida (en mi vida)?   Nuestro Dios amorosamente te diría en ese tiempo que tu vida parecía estar con problemas casi sin soluciones era Yo quien te cargaba.  Con esta primera lectura (y en todo el Libro de Job) sin duda alguna podemos aplicar este cuento de “Huellas en la arena”.
En la segunda lectura San Pablo expone algunos consejos de la misma forma que el sí ha renunciado a sus derechos (como lo son el sostenimiento económico, etc.) de apóstol y predicación también la comunidad puede y debe renunciar a algunos de sus derechos para el bien de los hermanos y la comunidad en general.  Todo debe ser sometido a la total luminosidad y transparencia que exige la evangelización.  O sea se evangeliza en primeros términos con el testimonio de vida cristiana.
Teniendo todo lo mencionado en cuenta vamos a escuchar de la boca de San Pablo esa famosa frase: “Hay de mi si no evangelizara”.  Esta es una frase y cuestionamiento que todos los cristianos llevamos impregnado en nuestro ser desde las aguas bautismales.  Hoy nos debemos preguntar a modo de examen de conciencia que hago para que esto se lleve a cabo o que no he hecho para que esto no se lleve a cabo.
El Evangelio de San Marco nos presenta actividad taumatúrgica (milagrosa o prodigiosa) de Jesús dentro y fuera de la casa.  El domingo pasado veníamos como Jesús hablaba y predicaba con autoridad.  Pero sobretodo veíamos como aplicaba esa autoridad expulsando a un demonio.  Ahora en texto nos dice que al salir de la sinagoga y de camino a la casa de Simón (a quien después Jesús llamaría Pedro) sana a la suegra de Pedro.  Es muy importante distinguir como el evangelista resalta y nos dice que esta después de ser curada se puso a servir a todos los que estaban en la casa.  O sea después de recibir el don de Dios (después de ser sanada) a servir.
Similarmente a lo que hizo con la suegra de Pedro, Jesús iba sanando y expulsando demonios a todos en la (o las) comunidad(es).  Esto resalta que su Evangelio (Buena Nueva) no es exclusivo sino que es para todos sin ninguna distinción.  Esto es algo que tenemos que tener hoy muy en cuenta para no caer en la tentación del exclusivismo.  Para esto se requiere mucha oración y testimonio diario de vida cristiana.
Hoy es muy propicio hacer un examen de conciencia.  ¿Cuáles son las enfermedades que nos aquejan? Puede que sean físicas o pueden que sean espirituales.  De una forma u otra siempre son y serán personales.  Son físicas estas, no dudes acudir a Jesús ya que Él tiene el poder de curarlas ya que Él es el Señor de la Vida.  Si estas son espirituales implora a Jesús el Hijo de Dios quien es capaz de sanar nuestra alma y nuestro espíritu. Recordemos que los sacramentos además de ser signos sensibles también son huellas trascendentales del amor sanador que infinitamente Dios tiene por nosotros. De una forma u otra Él siempre nos dará la Paz como fruto de ese amor sanador que Él nos quiere dar con toda abundancia.

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