Job 7, 1-4. 6-7: Se
me han asignado noches de dolor.
Salmo Responsorial 146: R/.
Alabemos al Señor, nuestro Dios.
1 Corintios 9, 16-19.
22-23: ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio!
San Marcos 1, 29-39: Curó
a muchos enfermos de diversos males.
Hoy en día en cualquier parte del
mundo es increíble ver lo sobre saturado que se ponen las salas de
emergencias. Por consecuencia lógica el
tiempo para que suban o ubiquen a un paciente a un cuarto de pacientes que van
a ser hospitalizados se torna en largas horas.
Esta es una realidad que yo pude percibir personalmente cuando estuve
hospitalizado en hospital en Puerto Rico hace varias semanas atrás cuando fui a
mi Borinquén de vacaciones. Son muchos
los textos bíblicos donde se nos narra que Jesús de alguna forma u otra sanara
a un enfermo. Aun en los hospitales
católicos se ha ido perdiendo de perceptiva de que Cristo tiene el poder para
sanar cualquier enfermedad o dolencia.
Una vez escuche decir a un compañero
de seminario decir: “que en ese tiempo era necesario que Jesús sanara a los
enfermos ya que no había doctores y si los había la gente no podía pagar por
sus servicios”. Mi respuesta
inmediata fue la siguiente: “que pobre y muy estrecho enfoque tienes sobre
Dios y su omnipotencia”.
Lamentablemente hay muchos cristianos y en especial católicos que
pensamos de esa forma. Recordemos
también que Dios se vale de intermediarios (seres humanos) para sanar una
enfermedad, etc. O sea manifiesta su poder y omnipotencia atreves del hombre y
de esta forma realza su grandeza. Ya que
al fin y al cabo: “Dios sabe lo que hace y porqué lo hace”.
El Libro de Job es un libro que se
suele malinterpretar si no conocemos las cosas básicas que se necesitan para
interpretar un pasaje bíblico. La Iglesia nos ensena que la Palabra de Dios se
hay que interpretarla desde sus distintos contextos (ver CIC # 110). Entre los contextos que hay que considerar
cuando leemos un texto bíblico está los géneros literarios, las condiciones
(creencias, cultura, etc.) del tiempo y los procesos de revelación que tomaron
parte en estos Sagrados Textos.
En el caso del Libro de Job debemos
entender que su género literario es el debate.
En debate entre el autor bíblico y el pueblo de Israel en esa
época. La creencia general de esa época
era que si una persona sufría (enfermedad, muerte de familiares, perdidas
económicas, etc. era porque dicha persona (o familia) había pecado. Esta fue una creencia que perduro por
siglos. En el pueblo judío inclusive
podemos observar esta convicción en tiempos de Jesús (ver Jn. 9, 1–41).
En esta primera lectura, Job lamenta
su lucha del día a día y el aparente vacío de la vida. ¿Por qué hay sufrimientos? Hay que resaltar como Job nos explica su
situación, semejante al dolor de muchos seres humanos de todas partes. No
importa cuán grande o pequeño sea el dolor y el sufrimiento lo más apropiado
hacer es abandonarse en la Providencia Divina.
Como solía decir mi abuelo: “con Dios se está en las buenas y en las
malas”.
Recordemos que Dios, como ese “Amigo
que nunca falla” siempre estará cuando más lo necesitemos ya que Él y su
Amor nunca nos fallaran. Por otro lado
si somos nosotros quienes continuamente con nuestros pecados y nuestra
indiferencia quienes le fallamos. Si lo
medimos con un GPS (por sus siglas en inglés, “Global Positioning System”
o sea Sistema de Posicionamiento o Ubicación Global) descubriríamos que estamos
distanciados de Dios por millas (o kilómetros) y millas larguísimas
espiritualmente hablando.
El famoso cuento de “Huellas en la
arena” nos dice que durante cierta cantidad de tiempo se podían observar
dos pares de huellas en la arena. Las
cuales le podríamos decir que son las de Dios y las tuyas (o las mías). Cuando más difícil se encontraba la situación
de nuestras vidas le recriminamos al Señor: ¿Por qué solo se veían solo tus
huellas (o las mías) cuando más difícil estaba la situación en tu vida (en mi
vida)? Nuestro Dios amorosamente te
diría en ese tiempo que tu vida parecía estar con problemas casi sin soluciones
era Yo quien te cargaba. Con esta
primera lectura (y en todo el Libro de Job) sin duda alguna podemos aplicar
este cuento de “Huellas en la arena”.
En la segunda lectura San Pablo expone
algunos consejos de la misma forma que el sí ha renunciado a sus derechos (como
lo son el sostenimiento económico, etc.) de apóstol y predicación también la
comunidad puede y debe renunciar a algunos de sus derechos para el bien de los
hermanos y la comunidad en general. Todo
debe ser sometido a la total luminosidad y transparencia que exige la
evangelización. O sea se evangeliza en
primeros términos con el testimonio de vida cristiana.
Teniendo todo lo mencionado en cuenta
vamos a escuchar de la boca de San Pablo esa famosa frase: “Hay de mi si no
evangelizara”. Esta es una frase y
cuestionamiento que todos los cristianos llevamos impregnado en nuestro ser
desde las aguas bautismales. Hoy nos
debemos preguntar a modo de examen de conciencia que hago para que esto se
lleve a cabo o que no he hecho para que esto no se lleve a cabo.
El Evangelio de San Marco nos
presenta actividad taumatúrgica (milagrosa o prodigiosa) de Jesús dentro y
fuera de la casa. El domingo pasado veníamos
como Jesús hablaba y predicaba con autoridad.
Pero sobretodo veíamos como aplicaba esa autoridad expulsando a un
demonio. Ahora en texto nos dice que al
salir de la sinagoga y de camino a la casa de Simón (a quien después Jesús llamaría
Pedro) sana a la suegra de Pedro. Es muy
importante distinguir como el evangelista resalta y nos dice que esta después de
ser curada se puso a servir a todos los que estaban en la casa. O sea después de recibir el don de Dios (después
de ser sanada) a servir.
Similarmente a lo que hizo con la
suegra de Pedro, Jesús iba sanando y expulsando demonios a todos en la (o las)
comunidad(es). Esto resalta que su
Evangelio (Buena Nueva) no es exclusivo sino que es para todos sin ninguna distinción. Esto es algo que tenemos que tener hoy muy en
cuenta para no caer en la tentación del exclusivismo. Para esto se requiere mucha oración y
testimonio diario de vida cristiana.
Hoy es muy propicio hacer un examen
de conciencia. ¿Cuáles son las
enfermedades que nos aquejan? Puede que sean físicas o pueden que sean espirituales. De una forma u otra siempre son y serán
personales. Son físicas estas, no dudes
acudir a Jesús ya que Él tiene el poder de curarlas ya que Él es el Señor de la
Vida. Si estas son espirituales implora
a Jesús el Hijo de Dios quien es capaz de sanar nuestra alma y nuestro
espíritu. Recordemos que los sacramentos además de ser signos sensibles también
son huellas trascendentales del amor sanador que infinitamente Dios tiene por
nosotros. De una forma u otra Él siempre nos dará la Paz como fruto de ese amor
sanador que Él nos quiere dar con toda abundancia.
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