Hechos 10,34a.37-43: Hemos comido y bebido con él después de su
resurrección.
Salmo Responsorial 117: R. Éste es el día del triunfo del Señor.
Aleluya.
Colosenses 3,1-4: Busquen los bienes de allá arriba, donde está
Cristo…
Juan 20,1-9: Él había de resucitar de entre los muertos…
Sobre Jesús de Nazaret se han escrito y han hecho muchísimos
estudios. De igual forma desde que nació
la Arqueología Bíblica (AB) no personaje tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamentos que se le acerquen a Jesús en cuanto a los estudios e
investigaciones en la AB (y otras áreas del saber cómo lo son la historia, la
teología, y el conocimiento socio-cultural de la época) que ayudan y
fundamentan a la AB. Pero la mayoría de
estos estudios se realizan solo tomando en cuenta solo la naturaleza humana de
Jesús. No hay duda que estudiar el lado
humano de Jesús es muy necesario para poder entender algunas partes esenciales
del área espiritual del Señor. Pero solo
querer visualizar la parte humana y no tomar la divinidad de Jesús es querer
solo ver y estudiar a un Jesús incompleto.
¿Cuál fue la primera
fiesta litúrgica de la Iglesia?
Sé que muchos dirán el domingo.
Pero hay que aclarar que la primera fiesta litúrgica no fue el domingo,
en cuanto a que fuera domingo. La
primera fiesta litúrgica y/o eclesial lo fue la pascua del Señor y esta era (y
sigue siendo celebrada) celebrada todos los domingos porque la ese fue el día
en que resucito Cristo Jesús. En este
sentido podemos decir el primer tiempo litúrgico de la Iglesia fue el Tiempo
Pascual. Los demás tiempos litúrgicos
fueron surgiendo según fueron celebrando las demás fiestas litúrgicas (navidad,
adviento o sea la preparación de la navidad, cuaresma como preparación de la
Pascua y el tiempo ordinario donde presenta gran parte de la vida pública del
Señor) de la Iglesia.
El Libro de los Hechos de los Apóstoles va a ser durante todo
el tiempo pascual como el experto y dotado capitán en alta mar. Este es el libro donde Lucas nos narra la
vida y eventos de las primeras comunidades cristianas en la Iglesia.
Veamos cual es el contexto de esta primera lectura. San Pedro movido y guiado por el Espíritu
Santo llegar a la casa del Centurión Romano (aunque algunas versiones bíblicas modernas
suelan llamar a Cornelio capitán en realidad el ejército y las legiones romanas
no tenía el rango de capitán) que pertenecía al
Batallón Itálico. Ya desde el
versículo 34 del capítulo 20 de los Hechos Pedro comienza su homilía o
predicación (te recomiendo que leas todo el capítulo 10 de los Hechos). Durante
el momento que Pedro proclamaba su kerigma (= primera predicación o primera
proclamación del mansaje evangélico de Jesucristo).
Aquí en este mensaje Pedro expone básicamente la vida pública
hasta llegar a su pasión, muerte y resurrección. Y nos da una cifra de cristianos que llegaron
a ver a Jesús resucitado (recordemos que según la cultura de ese tiempo solo se
contaba a los hombres). Con esto el
autor bíblico nos quiere dejar claro que esto no fue una alucinación colectiva
como quieren exponer y dar razón lógica algunos estudiosos (arqueólogos,
historiadores, sociólogos y teólogos [en especial estos últimos]) sobre la
Resurrección del Señor.
Al releer este texto se podrá discernir que nos dice y que
nos pide esta lectura. Primero podemos ver que la “mentalidad” (por ende su amor y su
misericordia) de Dios es ilimitada e inconmensurable. Teniendo esto en cuenta
podremos apreciar que el Evangelio no tiene fronteras. El evangelio no es algo
vacío, este posee un contenido que se fundamenta en cuatro palabras: vida,
pasión, muerte y resurrección de Jesús. Sin estas el evangelio quedaría vacío y sin
sentido de ser (en especial las últimas dos).
Pedro los apóstoles y discípulos (entre ellos Maria la Madre del Señor y
de la Iglesia) fueron testigos de la
resurrección.
Nos debemos preguntar: ¿Qué es y que implica ser testigos de
la resurrección hoy en día? Sin duda alguna que es algo difícil pero es algo
posible ya que se fundamenta en lo que le dijo el Ángel a María: “para
Dios todo es posible” (ver Lc. 1, 37). El
ser testigo de la Resurrección de Jesús implica vivir y ser como Jesús. Este evento (la Resurrección de Jesús) nos
debe hacer entender que Dios no distinción de personas (ya sea por raza,
condición social, [hoy en día debemos decir] y sin distinción de credo religioso).
Según indica el dominico español Fray Gerardo Sánchez Mielgo
O.P. que la Carta a los Colosenses fue escrita, muy probablemente, por un
discípulo de Pablo (posiblemente Timoteo) y que está estuvo motivada por una
herejía que surgió en la Iglesia que quería poner en duda la supremacía
exclusiva de Cristo. Para defender esta
tesis (de la supremacía de Cristo) veremos que la parte dogmática de esta epístola
comienza en el versículo 15 de su primer capítulo diciéndonos que Cristo es imagen
de Dios y Cabeza de la Iglesia (ver Col. 1, 15–20).
Recordemos que muchas de estas cartas cuya finalidad era
corregir alguna herejía por lo regular antes de estar escritas tuvieron que
pasar por las tradiciones orales y escritas para luego de esto pasar por la edición
(cuyo orden actual fue el producto de la edición). Seguramente la esencia de la tradición oral y
luego escrita (para beneficio de la comunidad de ese tiempo) era lo que se
mantuvo vivo de la predicación de Pablo y que fue preservada de sus discípulos (como
lo fueron Timoteo, Tito, Lucas, Apolo, etc.).
En este sentido sin duda alguna esta carta es autoría de Pablo.
Hoy la liturgia nos presenta unos versículos que son
cruciales cuando se habla de la resurrección. Aquí se expone algo similar a lo que hagiógrafo
o autor bíblico nos dice en Col. 2, 12 sobre el bautismo. Hablando el autor bíblico del Bautismo como
una circuncisión “espiritual” por la fe en Cristo que
por la gracia del Bautismo fuimos sepultados con Cristo. Además que esa misma gracia nos resucitara por
haber creído en el poder de Dios que resucito a Jesucristo de entre los
muertos.
Ya que Cristo Jesús está a la derecha del Padre en lo alto así
los cristianos estamos llamados a no solo aspirar sino también vivir en
aptitudes de quien está en la morada celestial. O sea estamos llamados a vivir
con aptitudes celestiales o de santidad. Y la santidad no solo se logra solo queriéndolo
sino también trabajarla y luchando por ella día a día. En este sentido como ya he dicho otras veces
hay que recalcar que la santidad no es algo pasivo sino más bien actividad
plena en el amor de Dios.
El evangelio nos presenta el parte del relato joánicos de la
Resurrección. Aquí que hacer una
distinción sumamente importante para que se entienda este evangelio.
Al momento de la pasión y muerte del Señor Juan estuvo
presente junto a Maria (la Madre de Jesús) al pie de la Cruz por ende sabía
todo lo que paso (con sus tormentos y momentos extremamente dolorosos). Pedro por su parte (y es de conocimiento
público) negó a Cristo tres veces y este lloro amargamente su debilidad y
pecado. Además como los demás discípulos
el no estuvo presenciando lo que le pasó al Señor.
Conociendo esto es más fácil comprender este evangelio. Por eso nos dice el evangelio: “Entonces
entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y
vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según
las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos” (Jn. 20, 8–9).
Además este evangelio nos pone casi por orden algunos
detalles de la Resurrección del Señor. Primero, que el sepulcro estaba
vacío. Maria Magdalena fue la primera
encontrar el sepulcro vacío y luego fue no solo la primera testigo de la
resurrección sino como la Iglesia la ha llamado atreves de la historia de la
Iglesia fue “la testigo privilegiada o de honor”.
De forma indirecta el autor bíblico nos dice que Jesús
resucito al tercer día después de haber sido puesto en el sepulcro. Esta escena es parte de casi todas las
películas que se han realizado sobre la vida de Jesús. En muchas de ellas los efectos especiales
para esta escena suelen ser espectaculares.
Pero más dramática y más grandioso tuvo que haber sido cuando sucedió en
la vida real. Tanto es así que San Pablo
luego nos dirá que “si Cristo no hubiese
resucitado vana es nuestra fe” (ver 1Cor 15, 17).
Por eso nos enseña la Iglesia que con la Resurrección de Jesucristo se
fundamenta toda nuestra y esta es dogma de fe más importante para el
cristianismo. "La
resurrección del Señor explica el porqué de nuestra confianza en Dios, de
nuestra búsqueda de la vida eterna, de nuestro morir con Cristo al pecado para
resucitar con Él a la gloriosa eternidad” (Cardenal Juan Luis Cipriani,
Arzobispo de Lima, Perú).
La Resurrección del Señor nos hace un llamado y a la vez nos
recuerda que debemos vivir con aptitudes de resucitado. Además nos debe motivar a vivir con la
esperanza a que un día obtendremos y llegaremos a la resurrección de la carne
tal como profesamos en el Credo.
¡El Señor ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!
Aleluya, Aleluya…
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