12 de abril de 2015

Ser como Santo Tomás… (Domingo de la Divina Misericordia) Domingo 2º Pascua – Ciclo B

Hechos 4, 32-35: Tenían un solo corazón y una sola alma.
Salmo Responsorial 117: R. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.
1Juan 5, 1-6: Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo.
Juan 20, 19-31: Ocho días después, se les apareció Jesús.
Si pudiéramos tener un espejo y una grabadora (en el cual nos reflejemos constantemente y que nos grabara al escuchar nuestra voz) estos sin duda serían testigos de todas las veces que asumimos esa “postura entomatisada” de querer ver y probar todo lo que sucede en nuestras vidas (en especial con las cosas de índole espiritual). Recuerdo que cuando era niño mi madre me solía decir cuando yo buscaba razón de todo: “eres como Santo Tomas, ver para creer”. Muchas veces según el modo de nuestro obrar y de nuestras actitudes (gestos, acciones) y aptitudes (disposiciones, capacidades) alguien nos podría decir “eres como Santo Tomas, ver para creer”.

  
Hoy la Iglesia celebra el Domingo de la Divina Misericordia, esta fiesta nos quiere llevar y entender que Dios de la misma forma que es Amor Infinito es también Misericordia Infinita. Teniendo en cuenta el Amor y la Misericordia Infinita de Dios debemos obrar lo mejor posible en amor y misericordia con los hermanos. Esto puesto en letras (amor y la misericordia) parece algo fácil pero en realidad no lo es. Por eso debemos pedirle a Dios para que su Espíritu Santo nos de los dones y virtudes del amor y la misericordia. Sin duda alguna Dios utilizo como instrumentos para poder llevar a cabo esta gran devoción a Santa Faustina Kowalska (Apóstol de la Divina Misericordia) y a San Juan Pablo II quien la universalizo y la promovió y grandemente esta nueva devoción en la Iglesia.
La primera lectura nos presenta la segunda de tres (ver Hch 2,42-47 & Hch 5,12-15) de las sinopsis que Lucas nos presenta sobre la vida en común de los creyentes. Lucas nos dice que estas primeras comunidades cristianas “vivían unánimes y compartiendo todo como hermanos”.   Este texto nos muestra un elemento sumamente crucial para esa Iglesia Naciente y esta es la “koinonía”  o sea el servicio. 
Para esta función de servicio también luego serán instituidos los primeros 7 diáconos (diaconía o sea la diakonia).  La “koinonía” se diferencia de cualquier otra institución que brinde servicios.  Primero esta debe buscar la integridad o sea comunión con Dios y con ese Cuerpo de Cristo o sea la Iglesia.  Esta “koinonía” debe centrarse en el modelo de Cristo Resucitado y Libertador de todas las ataduras ya sean de índole humana y espiritual.
En este sentido podemos decir que el mismo Cristo realizo y nos dio testimonio de la “koinonía”.  De la misma forma que Cristo Jesús es Sumo y Eterno Sacerdote (ver Heb. 7, 1-26)  podríamos decir que Él es “Sumo y Eterno Diácono” (ver Mt. 20, 28).
 Este estilo de vida cristiana (vida en común sin estar apegado a las cosas materiales) va a ser el modelo para la vida monacal (Benedictinos, Cartujo & Cisterciense); las órdenes religiosas mendicante (Dominicos, Agustinos & Franciscanos); y hasta recientemente después del Concilio Vaticano II las Sociedades de Vida Apostólica (Lasallistas, Marinistas). Esto denota la gran trascendencia e importancia que ha tenido esta vida en común (o sea viviendo los consejos evangélicos; castidad, pobreza y obediencia) de los primeros cristianos durante la historia de la Iglesia hasta llegar a nuestros tiempos.
La segunda lectura nos presenta un pequeño fragmento que nos habla de “Dios-Amor es fuente del amor”. Esto solo es posible comenzar a visualizar y entender por medio de la fe. Por medio de la fe se puede entender e internalizar que Dios es amor. El Amor Divino es esa fuerza regeneradora de la fe que Cristo nos propone creer.  Pero esto se ha que lograr solo si actuamos en plena libertad.  Esta plena libertad debe estar acompañada de la oración.
He mencionado en otras ocasiones que la libertad siempre debe obra para el bien.  Y no hay mayor bien que el mismo Dios.  
Por eso cuando optamos por Dios y por ende por su Iglesia (con el Magisterio o sea los obispos en comunión con el Papa) en plena libertad, esto antes mencionado (optar por Dios y por la Iglesia) nos debe concientizar que el compromiso bautismal no es algo personal (aunque lo aceptamos en nuestro carácter personal) sino comunitario donde toda la comunidad eclesial esta llamada no solo a interceder (por medio de la oración) sino a colaborar unos con los otros (Gal. 6, 2) para llevar las cargas y cumplir la ley de Cristo (el Amor).
Hoy el evangelio nos presenta un cuadro muy interesante de esas semanas próximas a la crucifixión y muerte de NSJC. Nos dice el texto que los discípulos estaban a puertas cerradas por miedos a los judíos. Sta. Teresa de Jesús solía llamar a la mente “la loca de la casa”. Yo me imagino como esa “loca de la casa” estaría corriendo a la “velocidad de la luz” en los discípulos de Jesús.  Es este tumulto de las mentes de los discípulos cuando llega Jesucristo y se identifica diciéndoles “la paz esté con ustedes”. Entonces sus mentes no logran salir de ese “motín emocional y espiritual” y Jesús tiene que identificarse nuevamente “la paz esté con ustedes”.  A Jesús lo identifican pero después del amor y la misericordia uno de los mejores atributos que lo identifica es la paz.
El pasaje evangélico continua diciéndonos que Tomas (llamado el gemelo o mellizo) no estaba presente cuando Jesús llego esa primera vez. Aquí llega lo que se ha convertido en una famosa expresión: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré” (Jn. 20, 25). Entonces ocho días después llega el momento decisivo donde Tomas es confrontado por Jesús. 

En Señor le dice aquí están mis llagas y mi costado y le indica “ven verifica que todo esté en orden”.  Aquí Tomas hace y dice lo que podríamos llamar “una confesión de fe” (“¡Señor mío y Dios mío!”).  Jesús le dice “tú has creído porque has visto, dichosos (bienaventurados, felices) los que creen sin haber visto” (Jn. 20, 29).  Aquí la pregunta debe ser la siguiente: ¿Nos podremos contar tú y yo entre esos dichosos?  Si la respuesta fuera NO ¿Qué nos falta y en qué aspectos de nuestra vida humana-espiritual debemos trabajar para ser parte de esos dichosos?  ¡Que Dios quien es Amor Inagotable y Misericordia Infinita nos guie siempre para crecer en la fe y ser parte de esos dichosos y bienaventurados porque hemos creído sin ver!
¡Santo Tomás Apóstol ruega e intercede por la Iglesia! 

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