Job 38, 1.8-11: Aquí se romperá la arrogancia de tus olas.
Salmo Responsorial 106: Demos gracias al Señor por su bondades.
2 Corintios 5, 14-17: Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Marcos 4, 35-40: ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le
obedecen!
Este
domingo continuamos reflexionando en el Evangelio de San Marcos (y durante todo
este ciclo B). Hoy en día
lamentablemente se ha puesto muy moda algunos teólogos que si los dejan le
quitan a Dios de todo tipo de poder.
Algunos han llegado a decir, por ejemplo, que Cristo no hizo milagros
que cuando el evangelio nos dice que se multiplicaron los panes y los peces que
Jesús comenzó una realizar especie de conllevar un ágape y que después todo el mundo a se puso a compartir
lo que tenían (ver Mt. 14, 14-21). Pero
aquí hay problema, solo debemos leer el texto y veremos que Mateo nos detalla
todo paso por paso.
Igualmente
este tipo de teólogos relativistas están negando la Resurrección del
Señor. Cuando Jesús llegó a donde
(leíamos hace unos domingos atrás) los discípulos Él le pidió de comer para que
vieran que era Él o sea que tenía cuerpo. Tengamos en cuenta que solo resucita
lo que ha muerto y solo el cuerpo muere ya que el alma es eterna. Hay datos de la muerte de Jesús que son
extra-bíblicos. Cuando se niega la Resurrección
del Señor no solo se niega su muerte sino también se está negando la
Eucaristía: “este es mi Cuerpo… esta es mi Sangre”.
En la primera lectura Dios
le dice a Job que las fuerzas de la naturaleza están en sus manos ya que Él
tiene el poder para eso y mucho más. Hay
una expresión que es muy común que nos dice: “que Dios muchas veces actúa
por caminos torcidos”. O como mi
viejo querido suele decir: “Dios sabe lo que hace y porque lo hace”. Esta lectura la podremos visualizar que está
asociada a la lectura del evangelio.
Pero veamos más allá de
las palabras. Veamos en su más profundo
significado. ¿Qué nos quiere decir
Dios con que Él es quien tiene en sus manos el orden de las fuerzas naturales
en esta vida? Quizás también que de la
misma forma que Él tiene la furia del mar en sus manos también puede tener
nuestras más intensas pasiones y transformarlas para bien. Solo hay un requisito para que esto sea así y
es tenemos que así quererlo y desearlo ya que Dios respeta nuestra libre
albedrío.
Nuestra
segunda lectura no expresa elocuentemente como Cristo nos ha dado hasta el torrente
infinito de su amor demostrándolo con la más impensable razón y motivo para
darnos su amor por medio de su muerte y como dijo San Pablo y una muerte de
cruz. Lo más hermoso de todo esto es que
El venció la muerte con su resurrección y de esta forma nosotros por medio del
Bautismo (ese nuevo nacimiento a la vida de la gracia) muramos al pecado y
vivamos por Cristo y para Cristo.
En el evangelio vemos como
Jesús aparenta calmar la tormenta pero nos debemos preguntar: ¿de verdad calmo
la tormenta? ¿O creo otra más íntima y más fuerte? Vemos como esta Jesús tomándose la siesta y
los discípulos le gritan ¿no te importa que podamos perecer? Se levantó Jesús y de repente el mar quedo en
calma pero después de esta calma comenzó otra tormenta más impetuosa en sus
corazones de los discípulos. “Todos
se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta
el viento y el mar obedecen?” (Mc. 4, 41).
Los discípulos conocían
muy bien el pasaje de Job y entendían que solo Dios tenía poder sobre la
impetuosidad del mar. Pero me puedo muy
bien imaginar que al ver como Jesús domino el ímpetu del mar se acordaron del
libro de Job. Pero sin duda alguna como
vemos en el texto esto les causo más revuelo en sus mentes y corazones.
Las primeras comunidades
de cristianos creían en estos milagros de Jesucristo sin ponerlos a
prueba. Si dudaron de la divinidad de Jesús
(por ejemplo, dudaron de sus naturalezas la humana y/o la divina otras cosas
similares a esta) pero nunca dudaron sus milagros y las cosas que El hizo. Pero estos primeros cristianos tenían y
nosotros tenían algo que no tenían los discípulos de Jesús en tiempo terrenal,
el otro Paráclito, el Espíritu Santo quien nos enseña y nos hace comprender
estas cosas porque si no fuera así nos estuviera pasando igual que a los discípulos
de Jesús en su tiempo.
Cuando no estamos
adentrados al misterio de Jesucristo ya sea porque no hemos tenido una
experiencia personal con Jesús de Nazaret nos puede pasar como a estos
discípulos y hasta nos haremos cuestionamientos sino iguales bien similares.
No podemos preguntar
entonces porque son (aparentemente) tan fáciles estas cosas de dudar. Precisamente por lo que comente al principio
que hay teólogos entre ellos sacerdotes y laicos que pretenden relativizar la
fe. Les quiero decir algo de corazón yo
tengo tres primos que son teólogos (uno con doctorado, otro con maestría y otro
que es diácono permanente y que estuvo 7 años al igual que este servidor en el
seminario {ante de estar casado y que lo ordenaran diácono}) yo les he dicho
que yo que soy el que tiene menos formación teológica que si los escucho
diciendo o escribiendo cosas que van en contra de lo que ensaña la Iglesia los voy
a denunciar con sus respectivos obispos.
Igualmente le digo que si soy quien caigo en esto que también ellos
hagan lo mismo hagan conmigo. Porque
todos los bautizados y miembros de la Iglesia estamos llamados a custodiar y
defender la integridad de nuestra fe cristiana-católica.
Hoy en
día como parte de nuestro testimonio de vida cristiana estamos llamados a
alimentar y fomentar la fe, la esperanza y la caridad (= amor hecho acción). Hoy más que nunca necesitamos cristianos que
sepan cumplir con su compromiso bautismal de ser como Cristo Jesús: sacerdotes
(sacerdocio ordenado o ministerial + sacerdocio común de los fieles) para
ofrecer el Sacrificio de los sacrificios y el de nuestra vida diaria y familiar;
reyes para como Cristo reinar por medio del servicio y profetas para anunciar
el amor, la gracia y la misericordia que vienen de Dios pero igualmente
denunciar el odio, el pecado y la crueldad que viene del enemigo el diablo “que
anda como león rugiente para devorarnos” (1Pe. 5, 8) y todo lo que de una
forma u otra se asocia a este.
¡Que
María Santísima quien conocía muy bien a su Hijo y no le extrañaba estas cosas,
ruegue e interceda por nosotros!
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