Mateo 7, 1-5
En aquel tiempo, Jesús dijo a
sus discípulos: “No juzguen y no serán juzgados; porque así como juzguen los
juzgarán y con la medida que midan los medirán.
¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no te das
cuenta de la viga que tienes en el tuyo? ¿Con qué cara le dices a tu hermano:
‘Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo’, cuando tú llevas una viga en el
tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga que tienes en el ojo, y luego podrás
ver bien para sacarle a tu hermano la paja que lleva en el suyo”. ¡Palabra del Señor! ¡Gloria a ti,
Señor Jesús!
Reflexión:
Como bautizados y
ungidos o cristianizados que somos en el nombre de Cristo Jesús la Palabra de
Dios nos recalca una y otra vez el testimonio a la luz de Jesús de Nazaret que
debemos dar a los demás todos los demás personas. Hoy el
evangelio nos enseña algo que es de vital importancia para crecer no solamente en
lo espiritual sino también el testimonio de vida cristiana. Hoy se nos pide no juzgar para no ser
juzgados.
Desafortunadamente todos
estamos expuestos a esta gran tentación de juzgar a los demás, con o sin razón,
en todo momento. Una realidad que
debemos tener en cuenta es que cada vez que juzgamos a los demás estamos
sembrado murallas gigantescas en frente y alrededor de los hermanos. Y esto puede ser un peligro espiritual no
solo para nosotros sino con mayor razón para nuestro prójimo.
Recordemos que Jesús el
Hijo Unigénito del Padre se encarnó para allanarnos nuestros caminos (ver Lucas
3, 4-6) y si queremos imitar al Señor debemos nosotros hacer lo mismo. Para
lograr esto le podríamos orar a Dios como nos dice el salmo: “Examíname, oh
Dios, mira mi corazón, ponme a prueba y conoce mi inquietud; fíjate si es que
voy por mal camino y condúceme por la antigua senda” (Salmo 139, 23-24).
Desde el silencio del
evangelio podemos ver a María la Madre del Señor como ejemplo de lo que es
omitir juicio para con los demás. Cuando
el evangelista San Lucas nos dice que: “María guardaba todo esto en su corazón”
(Lucas 2, 51) nos podemos imaginar y tener la certeza que guardaba todo en su corazón,
bueno y malo, sin juzgar ni a los eventos ni a las personas envueltas en su
contorno familiar y comunitario de Nazaret.
Sin duda alguna María es un brillante ejemplo de lo que es el no omitir
juicios.
Cuando llegue a nuestra
mente el juzgar a alguien por lo que sea (bueno o malo) pensemos en reflexión
que harían Jesús y María.
Nuestra misión de ser
cristianos-católicos implica el trabajar para construir y cimentar la
civilización de la justicia y del amor que solo puede ser posible viviendo con
todos en la caridad fraterna. Podemos comenzar transformando nuestros criterios
de pensar y actuar de forma tal que el evangelio se impregne todos nuestros
juicios y decisiones de nuestra faena diaria.
Señor Jesús, quiero que
mi amistad contigo esté rociada de sinceridad y autenticidad. Ayúdame a ser un hombre o mujer de caridad
fraterna, de bondad, alimentando mi vida interior con la oración y el
sacrificio para poder seguirte fielmente.
“Siembren la bondad y la caridad para que recojan amor a Cristo”
(Cristo al Centro # 354).
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