Mt 7, 6. 12-14
En aquel tiempo, Jesús dijo a
sus discípulos: “No den a los perros las cosas santas ni echen sus perlas a los
cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes y los
despedacen.
Traten a los demás como quieren
que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas.
Entren por la puerta estrecha;
porque ancha es la puerta y amplio el camino que conduce a la perdición, y son
muchos los que entran por él. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el
camino que conduce a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!” ¡Palabra del Señor! ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Reflexión:
¿Cuántas
veces manejando en las carreteras interestatales (en especial acá en EEUU) nos
solemos pasar una salida que ya teníamos prevista porque nos dirigíamos a un
determinado lugar? Yo no sé a ustedes pero
a mí me suele suceder a cada rato. Hoy
en días podemos tener la recompensa que tenemos disponibles a la mano GPS pero
cuando esto nos sucedía en hace una o dos décadas atrás la verdad que nos
hacíamos un ocho (8).
Muchas
debemos usar esas carreteras pequeñas donde el trafico suele ser más lento y si
la cuidad es pequeña se suele forma lo que llamamos en mi isla Puerto Rico un
tapón o una gran cola (atasco de tráfico). Pero algo positivo tiene viajar por esas
carreteras pequeñas y es que ir más despacio podemos apreciar mejor el paisaje
y las cosas en su derredor o contorno.
Vamos a pasar algo de “incomodidad” pero al final lo disfrutamos mejor.
Hoy
Jesús nos da imagen muy especial de lo que implica entrar y ser parte integral
del Reino de Dios y ganase el Cielo.
Esta es la puerta estrecha para lo mencionado anteriormente y la puerta
ancha para lo contrario. Como en muchas otras
ocasiones el Señor nos da a escoger.
Pero debemos tener un gran cuidado de que escogemos y como lo hacemos.
Es
muy intrigante como inicia este evangelio: “No den a los perros las cosas
santas ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se
vuelvan contra ustedes y los despedacen” (Mt. 7, 6). Aquí el Señor nos invita a tener una aptitud
de moderación y una disposición hacia la discreción. Pero esto debe suceder en base a la luz y la
fe en Jesucristo. La razón de esto es
que cuando sustituimos la fe por nuestras capacidad o experiencia personal para
vivir los misterios de la fe el espíritu del mal se puede volver en nuestra
contra porque hemos dejado lo que con plena certeza puede vencer el mal.
Luego
Jesús nos dice: “Traten a los demás como quieren que ellos los traten a
ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas” (Mt. 7, 12). Dios comienza su relación con Abraham con una
alianza de amor. Un Amor el cual
definimos como el Espíritu Santo quien es el Señor y dador de vida. Jesús nos da un mandato y nueva alianza la
del amor. Pero nos debemos preguntar
¿Qué hace de nueva la alianza (y mandato) del amor? La forma en que Jesús nos enseña a practicar
y llevar a nuestra vida diaria esa alianza de amor.
Como
he dicho otras veces como cristianos o ungidos como Cristo Jesús estamos
llamados a vivir la caridad fraterna. Es
de este modo como hacemos acción ese amor que nos enseña y nos da ejemplo
Jesús.
Para
llegar al Cielo o sea ante la Presencia de las presencias ante el Dios Uno y
Trino quien es todo Amor se requiere santidad.
Por eso se dice que “sin santidad no se verá al Señor.” En hebreo como he explicado otras veces la
palabra usada para santidad es kiddushin. Esta palabra literalmente significa sacar
aparte pero también es usada para significar los esponsales o el compromiso
matrimonial. Esta doble significación
no la tenemos por casualidad.
El
matrimonio de por si presupone una entrega tal y un amor serio y
comprometido. Similarmente la vida
cristiana implica una entrega total a Dios y al prójimo e igualmente envuelve
un amor tan serio que se debe tornar oblativo o sea que se dona en su totalidad
y eso es la santidad.
La
santidad no es pasividad por el contrario podríamos decir que es el verbo de la
vida cristiana o sea lo que denota y se transforma en la acción del amor que
llamamos caridad fraterna. La santidad
implica la totalidad de la vida cristiana; amor (caridad fraterna), vida
sacramental (especialmente reconciliación y eucaristía), vida de oración, vida de virtudes y
hasta dirección espiritual más amor oblativo tal como lo hizo Cristo Jesús. Por eso vivir en santidad es imitar a
Jesucristo.
Tengamos
muy presente que la vida se santidad perseverante nos llevara a salir de este
mundo y entrar a la Vida Eterna por la puerta angosta. Todo lo contrario a la santidad nos llevara
sin duda por la puerta ancha, pero preguntémonos: ¿valdrá la pena?
Cuando
a Santo Tomas Moro el ilustre político y humanista estaba preso antes de su
martirio su esposa le pidió que se retractara de la fe católica y que firmara
el acta de soberanía de Enrique VIII sobre la iglesia en Inglaterra. El santo le pregunto a la esposa cuanto
tiempo crees que viviera en mi casa después que yo firmara ese documento ella
dijo unos 20 años más o menos. Él le
dijo a su esposa que mal negociante eres cambias 20 años por la eternidad.
No
cambiemos nada, ningún tiempo por la eternidad en el Cielo.
¡María Santísima, Jesús tu Hijo Amado aprendió lo
que es amar de ti, por eso te pido que ores e intercedas por todos nosotros tus
hijos los cristianos en especial por aquellos que no sabemos amarte como es
debido!
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