24 de junio de 2015

Evangelio & Reflexión del día: El Profeta entre los profetas… Solemnidad De Natividad De San Juan Bautista (Misa Del Día)

Isaías 49, 1-6: El Señor me llamó desde el vientre de mi madre… El pronunció mi nombre.
Salmo Responsorial 138: Te doy gracias, Señor, porque me has formado maravillosamente.
Hechos 13, 22-26: Juan preparó su venida, predicando un bautismo de penitencia… bautismo de penitencia.
Lucas 1, 57-66. 80: Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”.
La primera vez que yo escuche predicar sobre Juan el Bautista yo tenía unos siete años de edad.  Aunque para esa edad no es mucho lo que uno se pueda acordar.  En mi fue todo lo contrario y lo que hizo que nunca se me olvidara esa predicación fue la energía y autoridad con que predicaba ese sacerdote misionero que estaba de visita en el pueblo donde yo crecí en mi Borinquen.

Con el pasar de los tiempos ya adolescente ingrese al seminario y meditando en ese evento que marco mi vida enormemente yo me decía sin duda alguna así de esa forma predicaron tanto Juan el Bautista como Jesucristo.   Y me decía así es que yo quiero predicar con esa fuerza, don y gracia que solo nos puede dar el Espíritu Santo.
Hoy la Iglesia celebra la Natividad de San Juan Bautista.  La Iglesia celebra solo tres Solemnidades de Natividad o nacimiento; primero la de Jesús (25 diciembre), la de Juan el Bautista (junio 24) y la de María la Madre de Nuestro Señor y Salvador Cristo Jesús (septiembre 8).  Los demás santos en la Iglesia se celebra también el “nacimiento a la morada eterna del Padre” o sea cuando parten de esta vida terrena a la vida eterna.
Nuestra primera lectura nos presenta al Deutero o Segundo Isaías (CC. 40-55) con el “segundo canto del servidor”
Quisiera concentrarme en varias frases que nos brinda este grandioso texto de Isaías.  Primero nos dice el hagiógrafo (autor bíblico) que “el Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre” (Is. 49, 1).  El Señor nos llamó a ti y a mí por nuestro nombre el día de nuestro bautismo. 
Pensemos en retrospección cuando el sacerdote (o el diácono) pronunciando nuestro nombre (Maribel, Daniel, Beatriz, Wilfredo, Verónica) nos dijo en nombre de Cristo y de la Iglesia; “yo te bautizo en nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” y nuestros padres y padrinos contestaron “Amen” no solo para decir “Así sea” sino también para hacer el compromiso más grande e importante que puedan tener unos padres y padrinos, el llevarnos tras los pasos de Jesús y lo que Él nos enseña. 
La Iglesia guarda y custodia ese cofre del tesoro de la fe que les enseño Jesús a sus Apóstoles (y a sus primeros discípulos) y que estos nos dejaron como esa Tradición Apostólica que es parte fundamental de la Revelación Divina junto a la Palabra de Dios escrita que conocemos como la Biblia.
La otra frase esta primera lectura que quisiera reflexionar es “te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra” (Is. 49, 6).  Juan el Bautista fue esa luz de Dios por la Palabra (Verbo) que Dios puso en su boca nos introduce y nos pone a cortos y pocos pasos de la Salvación.
El Bautismo además de darnos el máximo don de Dios, el Espíritu Santo nos da la triple misión de Cristo de ser sacerdotes[i]; reyes[ii] y profetas[iii].  Hoy Cristo nos sigue llamando al igual que su precursor Juan el Bautista a que colaboremos y participemos de la luz de Cristo para brillar y alumbrar para otros.
Como podemos deducir del Evangelio de San Lucas, Zacarías e Isabel vivían sin esperanza de tener un hijo.  El sacerdocio del tiempo de Jesús (y en el Antiguo Testamento) era hereditario o sea que de padre a hijo se pasaba la función sacerdotal.  La falta de un hijo era una desgracia cultural y hasta religiosa ya que la prolongación del sacerdocio del templo de Jerusalén dependía de la prole.
Ya cuando todos agotaron las fuerzas de esperanzas “Dios decide poner el dedo en la llaga para curarla”.  Con esta intervención de Dios se demuestra lo que el ángel le había dicho a María “que para Dios nada es imposible” (Lc 1, 37).  Con esa misma fe de Juan el Bautista y de María de Nazaret, San Pablo dirá “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4, 13).
En nacimiento de Juan el Bautista fue para sus padres y todo el pueblo judío un gran despertar a la esperanza mesiánica.  Esta esperanza mesiánica tan aguarda por los Anawim (pobre o humildes del Señor) de Israel como fueron Isaías y los profetas; María y José y por su puesto Zacarías e Isabel los padre de Juan el Bautista.
¡San Juan Bautista ruega por nosotros!




[i] Somos un pueblo sacerdotal, que participamos del Unico Sumo y Eterno Sacerdote Cristo Jesús (ver Hebreos 4, 14-16) todos los bautizados posemos el sacerdocio común de los fieles y algunos varones dentro del Pueblo de Dios y llamados por Dios son elegidos y ordenados al sacerdocio ministerial para ofrecer el Sacrificio Mayor de Cristo en el Altar y juntamente ofrecer el sacrificio de nuestra vida diaria.
[ii] Al igual que Cristo Jesús los que somos ungidos o sea cristianos  reinamos para servir (ver Mateo 20, 28).
[iii] El profeta no está para adivinar el futuro, no es eso, sino para anunciar la gracia y el amor de Dios y denunciar el pecado y el odio que no viene de Dios sino del enemigo el diablo.

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