16 de julio de 2015

Evangelio y Reflexión del día: ¡De bendición en bendición!

El renombrado grupo de música católica Alfareros tiene una canción que se titula “De bendición en bendición” pero esto quizás lo sepan la mayoría (diríamos de un 80% a un 90%) personas que suelen leer las reflexiones de este su servidor en Cristo Jesús.  Lo que quizás no hayamos discernido es que el texto evangélico que se proclama en la liturgia de hoy es que Jesús nos está ofreciendo una gran bendición.

En los países caribeños es muy común pedir la bendición a los padres (abuelos, tíos, etc.) antes de salir y al llegar (en mi caso cuando llamo a mis padres pido la bendición cuando me contestan el teléfono y cuando me voy a despedir). 
Una vez cuando joven y que todavía vivía con mis padres, mi madre comenzó a regañarme (y con toda la razón) o a recriminarme por algo que yo había hecho sin antes echarme la bendición.  Yo la interrumpí y le dije: “mamita echarme la bendición primero y después me regaña todo lo que usted quiera”.  Esto le trabajo de tal forma a mi muy adorada y querida viejita que jamás y nunca me dice algo sin echarme la bendición.
Una vez un joven de un grupo de jóvenes de la Iglesia al cual yo le asistía y colaboraba cuando estaba en el seminario estaba bien triste y me decía: “es que Dios no me bendice”.  Yo comencé a preguntarle; tienes vida, tienes familia (padres y hermanos), vas a la escuela, haces deportes, y muchas otras cosas que le pregunte y a todas me contesto con un sí.   Le dije, todas esas cosas que te pregunte son bendiciones que Dios te ha dado y te sigue dando. 
Hay muchos jóvenes en distintas partes del mundo que si les preguntas por todas esas cosas me contestarán que no y aun así se sentirán bendecidos por Dios porque están vivos.
Por eso te digo a ti hermano o hermana no importa cuántas cosas perdamos en esta vida incluyendo a un familiar (y no digo que esto sea fácil) pero si reflexionamos veremos que las bendiciones son mayores que cualquier pérdida por la que estemos pasando. 
Si nos preguntan: ¿Por qué somos cristianos?  Seguramente contestaríamos porque me bautizaron.  Pero esto podría ser una respuesta vacía y a la ligera. 
La palabra cristo (que viene del griego) significa mesías (que viene del hebreo) y ambas significan aquel (o aquella)  que ha sido ungido(a).  Conociendo el significado esta palabra cristo de la cual proviene la palabra cristiano debería ser tan pesada que si la amarraran a nuestro cuello y nos tiraran al océano sin duda alguna nos ahogaríamos.
No solo somos cristianos porque nos hayan bautizado sino que en especial lo somos porque nos ungieron (no solo en el Sacramento del Bautismo sino también en el Sacramento de la Confirmación) para ser un (o una) cristo (con letra minúscula) o sea para vivir y actuar como lo hizo Cristo Jesús.
Como mencione previamente Jesús nos esta ofreciendo una bendición pero esta bendición tiene una prerrequisitos, por así decirlo.  Jesús nos dice: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré aliviaré” (Mt. 11, 28).  En primer lugar nos pide que vayamos a Él. Pero nos debemos preguntar: ¿Qué cosas me obstaculizan o nos impiden llegar a Jesús?  Para contestar esta pregunta nuestra oración se debe tornar en un verdadero y sincero examen de conciencia.
Hay quienes suelen decir “yo creo en Cristo pero no creo en los cristianos o mayor aun, que no creen en la Iglesia”.  En reflexión orante nos debemos cuestionar: ¿Hasta qué punto yo propicio y contribuyo  que eso que dicen algunos que critican (con razón muchas veces y se puede dar el caso que sea sin motivos) a los cristianos y por ende a la Iglesia sea una realizad?
Pero Jesucristo que conoce nuestros corazones nos dice: “tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera” (Mt. 11, 29-30).
Vallamos entonces por partes en la cita evangélica antes mencionada. 
El yugo es un artefacto de madera que se poner en el cuello de las mulas o los bueyes, y en el que va sujeta la lanza o pértiga del carro usado para el arado.  Pero en el contexto teológico, el yugo simboliza la esclavitud (Gn. 27, 40; Lv. 26, 13; Dt. 28, 48; 1Re. 12, 4) ya que este tipo de yugo se los ponía en el cuello de los esclavos para moverlos de un lado a otro.
De cualquier tipo de esclavitud que podamos tener los seres humanos la peor de todas es el pecado.  Ya que el pecado rompe la libertad que nos ha dado Dios.  Como he mencionado antes la libertad siempre obra para el bien y Dios es la máxima bienaventuranza o sea no hay mayor bien que Dios.  Por eso es que el libertinaje (= abuso de la libertad) no solo nos lleva a pecar sino también que nos esclaviza.
Siempre hemos de tener un yogo (algo que nos haga esclavos) y muchas veces se hace tan pesada que decimos no soporto más esta situación.  Si le preguntamos a una persona que ha estado sin recibir el Sacramento de la Reconciliación digamos que por unos 20 años.  Cuando decide ir al sacerdote y después de recibir la absolución sin duda se sentirá tan liviano (que casi sentirá que flota en el aire). 
Aquí tenemos que Cristo por medio del sacerdote (quien es un instrumento de Dios) le ha alivianado la carga del yogo (esclavitud) que llevaba esta persona. 
Dios nos bendice de eso no me cabe la menor duda pero Jesús nos pide ciertas virtudes que El mismo ha vivido.  Ser manso o sea dócil.  Es muy conocido que hay personas que dicen “yo creo en Dios (o en Cristo) pero no creo en la Iglesia”.   Si analizamos profundamente esta declaración sin duda alguna notaremos que quien diga eso lo menos que tendrá en su corazón y en su vida será mansedumbre y docilidad. 
Ser manso y dócil implica que acogeremos con fe, con esperanza y con caridad fraterna todo los que enseña el Señor.  Recordemos que la Iglesia con sus mandatos que recibió del mismo Cristo posee con toda integridad las enseñanzas que Cristo Jesús le dio a su desposada la Iglesia.   Una persona con mansedumbre y docilidad amara y venerara a la Siempre Virgen e Inmaculada María Santísima como Madre de Dios y de la Iglesia que es.  Y más aún seguirá la exhortación que nos da a todos los cristianos “hagan lo que Él les diga” (Jn. 2, 5).
La otra virtud que Jesús nos pide es la humildad.  Aquí tengo que decir “mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa”.  Porque como a muchos me cuesta enormemente ser humilde.  Pero también como a muchos estoy trabajando por avanzar día a día en esta virtud.  La humildad nos lleva a ser mansos y viceversa o sea que estas dos virtudes están unidas como eslabones de la gran cadena que componen las virtudes cristianas.
Me llama mucho la atención que Jesús no solo nos pide que cumplamos esas virtudes sino que Él se pone de ejemplo como quien nos dice sean mis discípulos que Yo Soy un el mejor de los maestros.  Jesús y el Espíritu Santo nos sigue aliviando nuestras cargas pero primero tenemos que llegar a Él con un corazón manso y humilde (aunque nos cueste grandemente).  La Iglesia que es el Cuerpo de Cristo y el Signo o Sacramento de Cristo aquí en la tierra y esta nos da los siete sacramentos no solo para nuestro bien espiritual sino especialmente para nuestra salvación.  Los Sacramentos (en especial la Eucaristía y la Reconciliación) que son signos invisibles de una realidad invisible (la gracia, y los dones de Cristo Jesús) no van ayudando día a día a alivianar la carga del yugo de los pecados y de cualquier esclavitud que tengamos.
Esta Palabra del Señor es viva y sigue obrando en la vida de la Iglesia y en la vida de todos los cristianos que así lo permiten en su corazón y todo su ser.  El Señor nos bendice pero quiere que nosotros pongamos de nuestra parte.  Como dice la expresión en mi tierra “a Dios rogando y con el mazo dando”.

¡María Santísima tú de quien Jesús aprendió y cultivo las virtudes de la humildad y la mansedumbre te pedimos tus hijos que ores e interceda por nosotros los cristianos!  ¡Que así nos ayude Dios!

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