El renombrado grupo de música católica Alfareros tiene
una canción que se titula “De bendición en bendición” pero esto quizás
lo sepan la mayoría (diríamos de un 80% a un 90%) personas que suelen leer las reflexiones
de este su servidor en Cristo Jesús. Lo
que quizás no hayamos discernido es que el texto evangélico que se proclama en
la liturgia de hoy es que Jesús nos está ofreciendo una gran bendición.
En los países caribeños es muy común pedir la bendición a los padres
(abuelos, tíos, etc.) antes de salir y al llegar (en mi caso cuando llamo a mis
padres pido la bendición cuando me contestan el teléfono y cuando me voy a
despedir).
Una vez cuando joven y que todavía vivía con mis padres, mi madre
comenzó a regañarme (y con toda la razón) o a recriminarme por algo que yo
había hecho sin antes echarme la bendición.
Yo la interrumpí y le dije: “mamita echarme la bendición primero y
después me regaña todo lo que usted quiera”. Esto le trabajo de tal forma a mi muy adorada
y querida viejita que jamás y nunca me dice algo sin echarme la bendición.
Una vez un joven de un grupo de jóvenes de la Iglesia al cual yo le
asistía y colaboraba cuando estaba en el seminario estaba bien triste y me
decía: “es que Dios no me bendice”.
Yo comencé a preguntarle; tienes vida, tienes familia (padres y
hermanos), vas a la escuela, haces deportes, y muchas otras cosas que le pregunte
y a todas me contesto con un sí. Le
dije, todas esas cosas que te pregunte son bendiciones que Dios te ha dado y te
sigue dando.
Hay muchos jóvenes en distintas partes del mundo que si les preguntas
por todas esas cosas me contestarán que no y aun así se sentirán bendecidos por
Dios porque están vivos.
Por eso te digo a ti hermano o hermana no importa cuántas cosas
perdamos en esta vida incluyendo a un familiar (y no digo que esto sea fácil)
pero si reflexionamos veremos que las bendiciones son mayores que cualquier pérdida
por la que estemos pasando.
Si nos preguntan: ¿Por qué somos cristianos? Seguramente contestaríamos porque me
bautizaron. Pero esto podría ser una
respuesta vacía y a la ligera.
La palabra cristo (que viene del griego) significa mesías
(que viene del hebreo) y ambas significan aquel (o aquella) que ha sido ungido(a). Conociendo el significado esta palabra cristo
de la cual proviene la palabra cristiano debería ser tan pesada que si
la amarraran a nuestro cuello y nos tiraran al océano sin duda alguna nos
ahogaríamos.
No solo somos cristianos porque nos hayan bautizado sino que en
especial lo somos porque nos ungieron (no solo en el Sacramento del Bautismo
sino también en el Sacramento de la Confirmación) para ser un (o una) cristo
(con letra minúscula) o sea para vivir y actuar como lo hizo Cristo Jesús.
Como mencione previamente Jesús nos esta ofreciendo una bendición pero
esta bendición tiene una prerrequisitos, por así decirlo. Jesús nos dice: “Vengan a mí, todos los que
están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré aliviaré” (Mt. 11,
28). En primer lugar nos pide que
vayamos a Él. Pero nos debemos preguntar: ¿Qué cosas me obstaculizan o nos
impiden llegar a Jesús? Para contestar
esta pregunta nuestra oración se debe tornar en un verdadero y sincero examen
de conciencia.
Hay quienes suelen decir “yo creo en Cristo pero no creo en los
cristianos o mayor aun, que no creen en la Iglesia”. En reflexión orante nos debemos cuestionar:
¿Hasta qué punto yo propicio y contribuyo
que eso que dicen algunos que critican (con razón muchas veces y se
puede dar el caso que sea sin motivos) a los cristianos y por ende a la Iglesia
sea una realizad?
Pero Jesucristo que conoce nuestros corazones nos dice: “tomen mi
yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera” (Mt. 11,
29-30).
Vallamos entonces por partes en la cita evangélica antes mencionada.
El yugo es un artefacto de madera que se poner en el cuello de las
mulas o los bueyes, y en el que va sujeta la lanza o pértiga del carro usado
para el arado. Pero en el contexto
teológico, el yugo simboliza la esclavitud (Gn. 27, 40; Lv. 26, 13; Dt. 28, 48;
1Re. 12, 4) ya que este tipo de yugo se los ponía en el cuello de los esclavos
para moverlos de un lado a otro.
De cualquier tipo de esclavitud que podamos tener los seres humanos la
peor de todas es el pecado. Ya que el
pecado rompe la libertad que nos ha dado Dios.
Como he mencionado antes la libertad siempre obra para el bien y Dios es
la máxima bienaventuranza o sea no hay mayor bien que Dios. Por eso es que el libertinaje (= abuso de la
libertad) no solo nos lleva a pecar sino también que nos esclaviza.
Siempre hemos de tener un yogo (algo que nos haga esclavos) y muchas
veces se hace tan pesada que decimos no soporto más esta situación. Si le preguntamos a una persona que ha estado
sin recibir el Sacramento de la Reconciliación digamos que por unos 20 años. Cuando decide ir al sacerdote y después de recibir
la absolución sin duda se sentirá tan liviano (que casi sentirá que flota en el
aire).
Aquí tenemos que Cristo por medio del sacerdote (quien es un
instrumento de Dios) le ha alivianado la carga del yogo (esclavitud) que
llevaba esta persona.
Dios nos bendice de eso no me cabe la menor duda pero Jesús nos pide
ciertas virtudes que El mismo ha vivido.
Ser manso o sea dócil. Es muy
conocido que hay personas que dicen “yo creo en Dios (o en Cristo) pero no
creo en la Iglesia”. Si analizamos
profundamente esta declaración sin duda alguna notaremos que quien diga eso lo
menos que tendrá en su corazón y en su vida será mansedumbre y docilidad.
Ser manso y dócil implica que acogeremos con fe, con esperanza y con
caridad fraterna todo los que enseña el Señor.
Recordemos que la Iglesia con sus mandatos que recibió del mismo Cristo posee
con toda integridad las enseñanzas que Cristo Jesús le dio a su desposada la
Iglesia. Una persona con mansedumbre y
docilidad amara y venerara a la Siempre Virgen e Inmaculada María Santísima
como Madre de Dios y de la Iglesia que es.
Y más aún seguirá la exhortación que nos da a todos los cristianos “hagan
lo que Él les diga” (Jn. 2, 5).
La otra virtud que Jesús nos pide es la humildad. Aquí tengo que decir “mea culpa, mea culpa,
mea máxima culpa”. Porque como a
muchos me cuesta enormemente ser humilde.
Pero también como a muchos estoy trabajando por avanzar día a día en
esta virtud. La humildad nos lleva a ser
mansos y viceversa o sea que estas dos virtudes están unidas como eslabones de
la gran cadena que componen las virtudes cristianas.
Me llama mucho la atención que Jesús no solo nos pide que cumplamos
esas virtudes sino que Él se pone de ejemplo como quien nos dice sean mis
discípulos que Yo Soy un el mejor de los maestros. Jesús y el Espíritu Santo nos sigue aliviando
nuestras cargas pero primero tenemos que llegar a Él con un corazón manso y
humilde (aunque nos cueste grandemente).
La Iglesia que es el Cuerpo de Cristo y el Signo o Sacramento de Cristo aquí
en la tierra y esta nos da los siete sacramentos no solo para nuestro bien
espiritual sino especialmente para nuestra salvación. Los Sacramentos (en especial la Eucaristía y
la Reconciliación) que son signos invisibles de una realidad invisible (la
gracia, y los dones de Cristo Jesús) no van ayudando día a día a alivianar la
carga del yugo de los pecados y de cualquier esclavitud que tengamos.
Esta Palabra del Señor es viva y sigue obrando en la vida de la Iglesia
y en la vida de todos los cristianos que así lo permiten en su corazón y todo
su ser. El Señor nos bendice pero quiere
que nosotros pongamos de nuestra parte.
Como dice la expresión en mi tierra “a Dios rogando y con el mazo
dando”.
¡María Santísima tú de quien Jesús aprendió y cultivo las virtudes de la
humildad y la mansedumbre te pedimos tus hijos que ores e interceda por
nosotros los cristianos! ¡Que así nos
ayude Dios!
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