Este pasado
miércoles 23 de septiembre, el Papa Francisco canonizó al Beato Junípero
Serra. Esto sin duda es noticia jubilosa y que muchas
personas supieron sobre este magno acontecimiento dentro de otro más grandioso
acontecimiento que es su visita a los EEUU.
Algo que yo
pude notar y observar fue que cuando el papa comenzó su homilía su rostro se
apreciaba cansado (y posiblemente todo su cuerpo) pero según él fue citando a
San Pablo: “Alégrense siempre en el
Señor; se lo repito: ¡alégrense!” (Fil. 4, 4) su semblante cambio “del cielo a la tierra” y su cara se
podía ver al luminosa.
Para mí
esto fue un signo de lo que puede hacer el Espíritu Santo en nosotros los
cristianos cambiando nuestro cansancio espiritual por un ardor en la mirada
espiritual de nuestra alma y nuestro ser por evangelizar con plena felicidad y gozo.
Precisamente
sobre esa cita de la Carta a los Filipenses (de la segunda lectura) hoy
quisiera con mucha humildad reflexionar en el tópico que expuso el Santo Padre
en su homilía.
Como
podemos ver según atestigua Francisco la alegría cristiana es un mandato que
Pablo nos hace de forma imperativa. Este
mandato de la alegría cristiana está basado en el primer Mandamiento que Dios
le exigía al Pueblo de Israel (ver Ex. 20, 1-5) y luego Jesucristo se lo da a
sus discípulos el Mandamiento Nuevo del Amor (ver Jn. 13, 34-35).
Si tanto en
el Antiguo Testamento Dios le da el Mandamiento del Amor a Israel como en el
Nuevo Testamento Jesús les da el Mandamiento del Amor. ¿Por qué Jesús le llama
el nuevo mandamiento?
Para poder
entender esta diferencia hay que conocer los contextos de ambos textos
bíblicos. Recordemos que la revelación
entre el Antiguo y el Nuevo Testamento es progresiva. El Catecismo de la Iglesia Católica endorsa
esta doctrina de la Iglesia (ver CIC # 204; 758; 992). Esta diferencia San Agustín la describe
magistralmente: “Dios escribió en las
tablas de la Ley lo que los hombres no leían en sus corazones” (Enarratio
in Psalmum 57, 1).
¿Qué
implica esto? La ley natural o sea esos
mismos mandamientos de la ley de Dios pero conocidos por el ser humano solamente
por intuición. Esto lo vemos como el
hombre en distintas culturas y distintos lugares de nuestro planeta sabían sin
duda alguna que matar es intrínsecamente malo.
Pero por distintas razones esta ley natural deducida por el razonamiento
humano comenzó a ser olvidada y dejo de ser practicada colectivamente. Dios interviene por medio de su revelación la
cual se fue manifestando en los distintos eventos tanto en el AT como en el
NT.
Uno de
estos eventos fue cuando Dios en el Monte Sinaí le da las dos tablas de la ley
a Moises con los mandamientos como guía moral y legal (humano y
espiritual). Aunque esta leyes nacieron
para que el hombre se relacionara (religión del latín “religare” o sea religar o tratar con) con Dios con amor como
fundamento de dicha relación Dios-hombre y hombre-Dios.
Como los
pactos y las alianzas eran parte fundamental de la idiosincrasia de los países
semitas esto código (mandamientos) dado por Dios se visualizó como una mera ley
sin considerar el misterio divino (o sea lo que Dios nos revela pero que no
conocemos o entendemos del todo; ej. la creación, la Santísima Trinidad, la
Resurrección de Jesucristo) y con mayor razón no se consideró el amor de Dios y
el amor por nuestros semejantes.
Con Jesús
estas actitudes y aptitudes fueron cambiando Jesús. La propia vida del Señor (sus milagros o
signos, forma de enseñar [parábolas, etc.] y su propio testimonio) fueron
transformando esa mentalidad judía de la ley.
Pero eso Jesús dirá que “El sábado
ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Sepan, pues, que
el Hijo del Hombre también es dueño del sábado.” (Mc. 2, 27-28).
Volvamos
pues a la alegría cristiana. Muchas
veces cuando hablamos de alegría pensamos en la que todos los seres humanos
solemos experimentar lo que se conoce como la “alegría pasajera”. Por esta alegría pasajera pasamos todos los
seres humanos ya que todas las cosas de este mundo solamente nos pueden dar una
alegría pasajera o temporera.
Sin embargo
Cristo y el cristianismo nos ofrecen una alegría que nunca acaba. Pero esta alegría es más libre ya porque no me ata para nada.
Recordemos además
que la libertad siempre debe obrar para el bien. ¿Y que mayor bien que el mismo Dios? Yo sé que todo cristiano simple diremos que
no hay mayor bien que Dios. Recordemos además
que lo contrario a la libertad lo es el libertinaje lo cual es el abuso de la
libertad.
La alegría cristiana
debe estar incluida en el testimonio de vida cristiana. Mas aun la alegría cristiana hace brillar a
nuestro testimonio de vida cristiana. La
alegría cristiana debe anidarse en cada una de las facetas de nuestra vida.
Los santos
supieron vivir muy bien esa alegría cristiana. Pero esta nunca fue obstáculo para cumplir sus
deberes ya fueran humanos y espirituales. Hoy en día tú y yo estamos llamados a vivir la
santidad pero no puede haber santos de “caras
largas” o sea santos con esa monotonía y tristeza. La santidad debe vivirse desde la alegría del corazón.
Cristo sin
duda alguna fue una persona alegre. Las
personas que viven que viven la alegría cristiana aun en tiempos difíciles no
pierden su compostura y saben motivar y animar a los demás. La persona que vive la alegría cristiana en
los momentos más duros puede ser como Job.
Para
finalizar esta reflexión quisiera dejarte con varias preguntas. ¿Cuán alegre es mi vida cristiana? ¿Mi alegría cristiana me mueve a contagiar a
otros para que también vivan en la alegría cristiana?
Nuestra
Madre María Santísima quien fue mujer del silencio también fue una mujer con alegría
cristiana. Por eso tus hijos pedimos que
intercedas por cada uno de nosotros. Espíritu
Santo, espíritu de alegría guía nuestras vidas siempre llenos de tu alegría y
de tu amor.
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