25 de septiembre de 2015

¡La Alegría del Cristiano! Reflexinando en las palabras del Papa Francisco

Este pasado miércoles 23 de septiembre, el Papa Francisco canonizó al Beato Junípero Serra.  Esto sin duda es noticia jubilosa y que muchas personas supieron sobre este magno acontecimiento dentro de otro más grandioso acontecimiento que es su visita a los EEUU.

Algo que yo pude notar y observar fue que cuando el papa comenzó su homilía su rostro se apreciaba cansado (y posiblemente todo su cuerpo) pero según él fue citando a San Pablo: “Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense!” (Fil. 4, 4) su semblante cambio “del cielo a la tierra” y su cara se podía ver al luminosa. 
Para mí esto fue un signo de lo que puede hacer el Espíritu Santo en nosotros los cristianos cambiando nuestro cansancio espiritual por un ardor en la mirada espiritual de nuestra alma y nuestro ser por evangelizar con plena felicidad y gozo.
Precisamente sobre esa cita de la Carta a los Filipenses (de la segunda lectura) hoy quisiera con mucha humildad reflexionar en el tópico que expuso el Santo Padre en su homilía. 
Como podemos ver según atestigua Francisco la alegría cristiana es un mandato que Pablo nos hace de forma imperativa.  Este mandato de la alegría cristiana está basado en el primer Mandamiento que Dios le exigía al Pueblo de Israel (ver Ex. 20, 1-5) y luego Jesucristo se lo da a sus discípulos el Mandamiento Nuevo del Amor (ver Jn. 13, 34-35).
Si tanto en el Antiguo Testamento Dios le da el Mandamiento del Amor a Israel como en el Nuevo Testamento Jesús les da el Mandamiento del Amor. ¿Por qué Jesús le llama el nuevo mandamiento?
Para poder entender esta diferencia hay que conocer los contextos de ambos textos bíblicos.  Recordemos que la revelación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento es progresiva.  El Catecismo de la Iglesia Católica endorsa esta doctrina de la Iglesia (ver CIC # 204; 758; 992).  Esta diferencia San Agustín la describe magistralmente: “Dios escribió en las tablas de la Ley lo que los hombres no leían en sus corazones” (Enarratio in Psalmum 57, 1).
¿Qué implica esto?  La ley natural o sea esos mismos mandamientos de la ley de Dios pero conocidos por el ser humano solamente por intuición.  Esto lo vemos como el hombre en distintas culturas y distintos lugares de nuestro planeta sabían sin duda alguna que matar es intrínsecamente malo.  Pero por distintas razones esta ley natural deducida por el razonamiento humano comenzó a ser olvidada y dejo de ser practicada colectivamente.  Dios interviene por medio de su revelación la cual se fue manifestando en los distintos eventos tanto en el AT como en el NT. 
Uno de estos eventos fue cuando Dios en el Monte Sinaí le da las dos tablas de la ley a Moises con los mandamientos como guía moral y legal (humano y espiritual).  Aunque esta leyes nacieron para que el hombre se relacionara (religión del latín “religare” o sea religar o tratar con) con Dios con amor como fundamento de dicha relación Dios-hombre y hombre-Dios. 
Como los pactos y las alianzas eran parte fundamental de la idiosincrasia de los países semitas esto código (mandamientos) dado por Dios se visualizó como una mera ley sin considerar el misterio divino (o sea lo que Dios nos revela pero que no conocemos o entendemos del todo; ej. la creación, la Santísima Trinidad, la Resurrección de Jesucristo) y con mayor razón no se consideró el amor de Dios y el amor por nuestros semejantes.
Con Jesús estas actitudes y aptitudes fueron cambiando Jesús.  La propia vida del Señor (sus milagros o signos, forma de enseñar [parábolas, etc.] y su propio testimonio) fueron transformando esa mentalidad judía de la ley.  Pero eso Jesús dirá que “El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Sepan, pues, que el Hijo del Hombre también es dueño del sábado.” (Mc. 2, 27-28).
Volvamos pues a la alegría cristiana.  Muchas veces cuando hablamos de alegría pensamos en la que todos los seres humanos solemos experimentar lo que se conoce como la “alegría pasajera”.  Por esta alegría pasajera pasamos todos los seres humanos ya que todas las cosas de este mundo solamente nos pueden dar una alegría pasajera o temporera.
Sin embargo Cristo y el cristianismo nos ofrecen una alegría que nunca acaba.  Pero esta alegría es más libre ya  porque no me ata para nada.
Recordemos además que la libertad siempre debe obrar para el bien.  ¿Y que mayor bien que el mismo Dios?  Yo sé que todo cristiano simple diremos que no hay mayor bien que Dios.  Recordemos además que lo contrario a la libertad lo es el libertinaje lo cual es el abuso de la libertad.
La alegría cristiana debe estar incluida en el testimonio de vida cristiana.  Mas aun la alegría cristiana hace brillar a nuestro testimonio de vida cristiana.  La alegría cristiana debe anidarse en cada una de las facetas de nuestra vida.
Los santos supieron vivir muy bien esa alegría cristiana.  Pero esta nunca fue obstáculo para cumplir sus deberes ya fueran humanos y espirituales.  Hoy en día tú y yo estamos llamados a vivir la santidad pero no puede haber santos de “caras largas” o sea santos con esa monotonía y tristeza.  La santidad debe vivirse desde la alegría del corazón. 
Cristo sin duda alguna fue una persona alegre.  Las personas que viven que viven la alegría cristiana aun en tiempos difíciles no pierden su compostura y saben motivar y animar a los demás.  La persona que vive la alegría cristiana en los momentos más duros puede ser como Job.
Para finalizar esta reflexión quisiera dejarte con varias preguntas.  ¿Cuán alegre es mi vida cristiana?  ¿Mi alegría cristiana me mueve a contagiar a otros para que también vivan en la alegría cristiana?
Nuestra Madre María Santísima quien fue mujer del silencio también fue una mujer con alegría cristiana.  Por eso tus hijos pedimos que intercedas por cada uno de nosotros.  Espíritu Santo, espíritu de alegría guía nuestras vidas siempre llenos de tu alegría y de tu amor.

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