Hoy en día hay tantas personas que se
declaran ateos y esto es algo que se puede apreciar extensamente en el Internet. Hoy no pretendo atacar a los ateos en cuanto
a personas y seres humanos. Lo que si me
gustaría es dar razones de esa fe que poseo en Dios.
Esa fe que me revela el misterio[1]
de Dios por excelencia el de ser Padre, Hijo & Espíritu Santo o sea la Santísima
Trinidad. Su Revelación nos indica gradualmente
desde el Antiguo, Nuevo Testamento y en la Tradición Apostólica que siendo un
solo Dios se declara y se comunica en tres Divinas Personas cada cual distintas
y con su propia “mentalidad” y por ende razón de ser.
De antemano hay que advertir que esta “mentalidad”
de Dios es perfecta. Claro está como
humano que soy, voy y tengo que hablar sobre Dios con un lenguaje humano. Es muy meritorio señalar que nuestro lenguaje
al ser humano será limitado. Al menos
que alguien en estos tiempos tenga la capacidad intelectual y sabiduría (como
donde del Espíritu Santo) que Dios le dio a San Agustín de Hipona y a San Tomas
de Aquino. Que sin duda alguna los hay,
pero no soy yo.
La frase que he escogido como tema y título
de esta reflexión: “En
Dios vivimos, nos movemos, y existimos”.[2] Es una de las frases más famosas de San
Pablo. Como católico que soy no puedo
tomar un texto aislado sino que me debo someter a todo el contexto de este tema
en cuestión sobre la reflexión.
Tomemos como punto inicial la definición sobre
Dios que nos da San Juan: “Dios es Amor”.[3]
Cuando de Jesús le preguntaron ¿Cuál es el principal de los mandamientos? “Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”.[4]
Luego de forma muy espontanea les dice: “Pero
hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los
Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos”.[5]
Ser cristiano tiene por naturaleza muy intrínseca e íntima amar a Dios y a
nuestro prójimo. Sin esto no existiría el
cristianismo.
Con esto en cuenta (amor a Dios y al prójimo)
podríamos decir que en Dios amándolo vivimos, por su amor nos movemos, y en su
amor existimos. Notemos que aquí el amor
es una acción hecha realidad. La Iglesia
nos enseña que la caridad es el amor hecho acción. Amar se demuestra amando pero no en abstracto
sino tangible y evidentemente.
Si se fijan en el logo de este “Blog: Catequesis
de Adultos” notaras que el centro de la paloma que simboliza al Espíritu
Santo dice “Yo Soy Amor”. Muchos teólogos
definen al Espíritu Santo como el Amor entre Padre y el Hijo y viceversa. Con esto en cuenta podríamos decir, en Dios
con la efusión del Espíritu Santo vivimos, con el fuego y la fuerza divina que
trasciende toda nuestra realidad humana nos movemos, y por medio de su Divina Inspiración
y sus dones existimos.
La tradición bíblica pone el Espíritu Santo
desde el Génesis como protagonista detallando su cercanía con esta vida
terrena. “En el principio, cuando
Dios creó los cielos y la tierra, todo era confusión y no había nada en la
tierra. Las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba
sobre la superficie de las aguas”.[6] Este texto nos da una prefiguración del
Sacramento del Bautismo. La Iglesia como
Madre y Maestra nos enseña que el Bautismo es el Sacramento de la Fe y nos abra
la puerta de la salvación. Además por filiación adopción nos hace hijos de Dios
y de la Iglesia.
El Bautismo no da la fe (virtud teologal
junto a la esperanza y a la caridad). Aquí será muy útil recordar lo que es la
fe para eso vallamos a la Carta a los Hebreos.
“La fe es la garantía de lo que se espera; la prueba (la certeza) de lo
que no se ve”.[7]
“¿No saben que todos nosotros, al ser
bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos en su muerte? Por este
bautismo en su muerte fuimos sepultados con Cristo, y así como Cristo fue
resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, así también nosotros
empezamos una vida nueva. Si la comunión en su muerte nos injertó en él,
también compartiremos su resurrección”.[8]
Por el Bautismo todos los cristianos
participamos de la muerte y la resurrección de Cristo. En este sentido el
Bautismo se convierte en una pascua o sea en paso de la muerte a la vida. En otras palabras o mejor dicho en palabras
similares por el Bautismo morimos al pecado (ya sea original y cualquier pecado
personal en el caso de Bautismo de adultos) y nacemos (vivimos) a la gracia o
don de Dios.
La Iglesia es el sacramento o signo de Cristo.
Este a su vez es el Sacramento del Padre y es Sacramento de Salvación. Nuestro
Bautismo nos hace participes de la Redención.
Cristo Jesús pagó con su Sangre y con su muerte en la Cruz nuestra redención. O sea que pagó con el más alto precio.
Es desde el Bautismo que comenzamos a vivir
en Dios, moviéndonos bajo su amparo y en El existimos para vivir a plenitud la
vida cristiana. Al igual que las etapas
del desarrollo humano la vida cristiana debe ir creciendo y desarrollándose en Dios,
con El y para El. “En Dios vivimos,
nos movemos, y existimos”. Sería muy
conveniente tener unos momentos de reflexión y examen de conciencia para ver cuán
cerca o más distantes estamos de nuestra meta cristiana o nuestra meta
espiritual.
“En Dios vivimos, nos movemos, y existimos” al menos yo quiero vivir así.
[1] Como ya
he dicho en otras ocasiones el misterio para el cristiano (y en cierta forma
para el judaísmo) no es lo mismo que nos propone el mundo y la sociedad. Para estos últimos el misterio es aquello que
está oculto del todo. En ocasiones se le implica con el ocultismo. Para el
cristiano el misterio es todo aquello que Dios nos revela pero que no conocemos
del todo. Ejemplos de esto podrían ser
el misterio de la Santísima Trinidad y también los sacramentos de la Iglesia. Los cristianos de oriente (Medio Oriente,
Grecia, Rusia y los países formados después de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS), etc. le llaman a los sacramentos, mysterion o
sea misterio en griego) ya que los sacramentos son realidades externas que
significan una realidad interna o espiritual mayor y trascendente que la misma
realidad externa.
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